A las 8: 55 de la mañana del 28 de julio de 1945 un bombardero B-25 Mitchell de la USAAF despegaba de Bedford, en el estado norteamericano de Massachusetts, en un vuelo rutinario con destino al aeropuerto de Newark, New Jersey. El piloto era el teniente coronel William F. Smith, un veterano con dos años de experiencia de combate en Europa. Le acompañaban el sargento Crhistopher Dimitrovich y un mecánico de la Fuerza Aérea de permiso que había pedido viajar con ellos hasta la ciudad de Nueva York para visitar a sus padres. Al llegar a la ciudad de Nueva York el avión entró en un banco de niebla. Posiblemente a causa de la escasa visibilidad el piloto confundiese el East River con el Hudson e iniciase el descenso esperando encontrar el aeródromo de Newark (lo que indica el hecho de que ya hubiese bajado el tren de aterrizaje). Pero al salir de la neblina se encontró volando en medio de los rascacielos de la isla de Manhattan. Tras pasar sorteando los edificios de la Quinta Avenida e intentando ascender se estrelló finalmente contra el Empire State, el que entonces era el edificio más alto del mundo. Eran las 9:49 de la mañana.
El avión impactó entre los pisos 78 y 79 del Empire State, abriendo un boquete de seis metros de diámetro en la fachada de la Calle 34 del rascacielos. Una gran bola de fuego envolvió la parte superior del edificio, mientras en la calle la gente corría para ponerse a salvo de una lluvia de escombros y restos del avión que caían sobre ellos. El número de víctimas fue bajo, si se compara con la tragedia que pudo haber sido. Era sábado y la mayoría de las oficinas estaban vacías. Además el avión dio de lleno en el edificio. Si se hubiese precipitado sobre las concurridas avenidas de Manhattan tras haber golpeado contra él el múmero de muertos podía haber sido mucho mayor. Hubo 13 víctimas mortales y 25 heridos, uno de los cuales moriría posteriormente a consecuencia de las quemaduras.
Todos los muertos, a excepción de los tres tripulantes del bombardero, eran empleados de la Conferencia Católica Nacional para el Bienestar, que tenía sus oficinas en el piso 79. Allí trabajaban esa mañana 17 mujeres y un encargado preparando paquetes con regalos para las tropas destinadas en ultramar. La mayoría murieron en el acto al estrellarse el avión. El fuego provocado por la explosión de los tanques de combustible del bombardero ascendió por los huecos de los ascensores a los pisos superiores, pero todas las personas que se encontraban en ellos pudieron salir por las escaleras antiincendios. Dos personas que trataron de bajar utilizando los ascensores resultaron gravemente heridas cuando los cables se rompieron y los ascensores se precipitaron al vacío.
Uno de los motores atravesó todo el edificio y salió por la fachada opuesta, provocando un incendio en un edificio de oficinas de 12 plantas de la Calle 33. El otro motor cayó por el hueco de un ascensor y acabó en el sótano inferior del rascacielos, 300 metros más abajo. Los bomberos tardaron tan sólo 40 minutos en controlar el incendio, a pesar de que tuvieron que subir arrastrando las mangueras por las escaleras antiincendios.
Desde 1931, el año de construcción del Empire State, muchos habían avisado de que un accidente como ese podía ocurrir en cualquier momento. Por entonces estaba en estudio la instalación de un sistema de radio en el edificio que alertase a los aviones que se aproximasen demasiado. El radiofaro se instaló tiempo después.
Fuentes:
Pesadilla en el piso 79 (Selecciones del Reader's Digest, Mayo 1957)
http://www.aerospaceweb.org/question/history/q0311.shtml
http://en.wikipedia.org/wiki/B-25_Empire_State_Building_crash
http://www.elmundo.es/albumes/2006/04/29/empire_state/index_2.html
Como siempre, tuvo que ocurrí un accidente para que, finalmente, colocaran una medida preventiva a posibles accidentes, el radiofaro.
ResponderEliminarPor otra parte, no sé como las personas que se encontraban en el edificio le dieron por coger el ascensor, quizás pensaron que saldrían antes del edificio. Yo hubiese salido pitando por las escaleras.
Interesante entrada, había escuchado algo sobre esto cuando sucedió el trágico atentado de las Torres Gemelas.
Un saludo.
Casi todos bajaron por las escaleras. Una de las personas que cayeron con los ascensores era una ascensorista que se encontraba en el piso 75 en el momento del accidente. Había sufrido quemaduras y estaba en estado de histeria. Los que la socorrieron la subieron a un ascensor para que fuese trasladada lo más rápidamente posible a un hospital. Se llamaba Betty Lou Oliver y tenía 20 años. Tiene un record Guinness como la superviviente de la mayor caída de ascensor jamás registrada (estos estadounidenses y su afición por los records...).
ResponderEliminarEl otro era un hombre que estaría en el mismo caso porque también tenía quemaduras. Supongo que pensaron que era mejor bajar a los heridos en los ascensores que evacuarlos cargando con ellos por las escaleras.
Un saludo.
¡Vaya, con los records! ... jejeje.
ResponderEliminarBueno, gracias por aclararme lo de los heridos en el ascensor, había interpretado que todos decidieron coger el ascensor en lugar de ir por las escaleras, quizás más seguro.
Hasta la próxima entrada.