Arthur Graham Owens era un ingeniero eléctrico nacido en 1899 en Pontardawe, en el sur de Gales. En la década de los 30, tras vivir trece años en Canadá, regresó a Gran Bretaña para fundar una empresa dedicada a la fabricación de baterías para barcos. Sus negocios le hacían viajar continuamente por Holanda, Alemania y otros países de Europa. Visitaba con frecuencia Kiel, la principal base de la Kriegsmarine. Y también era un contratista civil de la Royal Navy. Políticamente era un nacionalista galés, y como tal sentía muy poca lealtad hacia el Reino Unido. En realidad sus mayores intereses parece ser que eran el dinero y las mujeres, no sé si por este orden.
No está claro qué servicio de inteligencia fue el primero en captarle. En 1936 el SIS (la agencia de inteligencia exterior británica, también llamada MI6) le convenció para que contase detalles de lo que veía en los astilleros alemanes. Pero parece que un año antes, durante una visita de negocios a la embajada alemana en Bruselas, ya había llegado a un acuerdo con los alemanes por el que a cambio de una buena cantidad de dinero les informaría de los preparativos navales británicos. En todo caso aquellas fueron colaboraciones ocasionales. Su fichaje oficial lo realizó en 1938 Nikolaus Ritter, alias Dr. Rantzau, un agente del Abwehr (el servicio secreto militar alemán) que había vivido durante muchos años en Estados Unidos y que por entonces dirigía una sección del Abwehr en Hamburgo. Ritter se convirtió en su controlador (el oficial encargado de mantener la comunicación y dar instrucciones a un agente). En los meses siguientes Owens, conocido en el Abwehr con el nombre en clave de Johnny, se encontró varias veces con él en Bruselas, Amberes y Rotterdam, y le vendió informaciones de valor estratégico (las más importantes estaban relacionadas con el
radar, en aquel momento un proyecto ultrasecreto).
A su regreso a Gran Bretaña, en septiembre de 1938, Owens decidió que no merecía la pena correr riesgos innecesarios, así que se puso en contacto con el servicio secreto británico. Les confesó que estaba trabajando para los alemanes y que esperaba recibir un equipo de radio para comunicarse con ellos. A principios de 1939 la radio llegó a la consigna de la estación Victoria de Londres. El 11 de agosto Owens viajó a Hamburgo para entrevistarse con Ritter. Su mujer y su hijo aprovecharon su ausencia para acudir a la policía y acusarle de ser un espía alemán. No sabían que la contrainteligencia británica ya estaba informada de ello por el propio Owens. Eso explica que cuando regresó de Alemania el 23 de agosto, en plena crisis prebélica, no fuese molestado por la policía. El 4 de septiembre, un día después de la declaración de guerra del Reino Unido a Alemania, Owens acudió una vez más a la inteligencia británica para ofrecerles sus servicios. Si esperaba que le demostrasen agradecimiento, se equivocó. Fue recluido en la prisión de Wandsworth bajo la Ordenanza de Defensa 18B, que acababa de ser aprobada, y que permitía el internamiento sin juicio de simpatizantes de los nazis. Sin embargo, el MI5 (la contrainteligencia británica) ya había decidido que Owens podía ser útil como agente doble, así que le enviaron su radio a la cárcel. Desde allí se comunicaba con sus controladores alemanes, enviando la información que le preparaba el servicio secreto. Nacía así oficialmente el agente con nombre en clave Snow (“nieve” en inglés, y casi un anagrama de su apellido).
En los primeros meses de la guerra el Abwehr se limitaba a pedirle informes meteorológicos para uso de la Luftwaffe, y de paso como una forma de poner a prueba su credibilidad. En una de las respuestas a sus mensajes, Owens recibió la petición de que viajase a Holanda, que todavía era un país neutral, para entrevistarse de nuevo con su controlador. El MI5 tuvo que ponerle en libertad.para que pudiese acudir a la cita. Owens regresó sin problemas. Aparentemente los alemanes no sospechaban nada, y la operación de engaño parecía ir bien.
Y entonces Snow fue descubierto... por la prensa.
El 18 de marzo de 1940 apareció en la contraportada del Daily Herald (décadas más tarde, tras su compra por Rupert Murdoch y rebautizado como The Sun, se convertiría en el gran periódico amarillo británico, pero en aquella era época era un diario bastante respetable, cercano al Partido Laborista) un artículo con un llamativo titular: "Se permite a espías emitir desde Gran Bretaña”. En él se revelaba que "estaciones de radio operadas por agentes enemigos aún están trabajando en este país, con el permiso del Servicio Secreto Británico. Se ha permitido a espías y personas desafectas continuar con sus actividades hasta que se haya involucrado a sus cómplices". En el artículo se mencionaba a Owens por su nombre, e incluía una fotografía del lujoso piso franco en el que le había alojado el MI5, situado en Richmond, en los suburbios de Londres. Probablemente aquella fue la violación de seguridad más grave de todas las cometidas por la prensa durante el conflicto. Pero no hubo ningún castigo para el periodista firmante del artículo, el editor ni nadie relacionado con el periódico. En el MI5 pensaron que si se actuaba de alguna forma contra ellos sería como confirmar que los hechos que se contaban eran ciertos, así que decidieron que lo más prudente sería no mover el asunto y rezar por que los alemanes no leyesen la prensa.
Es probable que el origen de la filtración estuviese en el propio Owens, ya que al descubrirse a sí mismo dejaría de tener utilidad como agente doble y el servicio secreto le liberaría de la obligación de seguir trabajando para ellos. Si era esa su intención, no le salió bien, porque finalmente la información aparecida en el Daily Herald no tuvo consecuencias. Los alemanes no se habían enterado (o si lo hicieron no lo demostraron, aunque probablemente a esas alturas ellos tenían tan poca confianza en la lealtad de Owens como sus enemigos británicos), y nunca volvió a publicarse nada sobre el tema en la prensa inglesa. Eso permitió a Snow seguir trabajando para el MI5. Por suerte para ellos, porque en los meses posteriores les prestaría el servicio más importante de su carrera como espía.
Tras la caída de Francia, el Abwehr decidió enviar al sur de Inglaterra a un gran número de agentes con el objetivo de conseguir información para preparar una futura invasión de Gran Bretaña. Los alemanes encargaron a Owens que les enviase datos, como nombres o números de cartillas de racionamiento, con los que elaborar la documentación falsa que llevarían los agentes en suelo británico. Owens, que lógicamente solo enviaba la información que le suministraba el MI5, les dio datos erróneos que permitirían identificar fácilmente a los espias alemanes. Muchos tenían también instrucciones de ponerse en contacto con Owens. Después de desembarcar o saltar en paracaídas en Inglaterra, la inmensa mayoría de los agentes eran
detenidos en cuestión de días, o incluso horas. El único que logró permanecer libre durante un tiempo considerable (cinco meses) fue el holandés
Ter Braak, pese a que su documentación también estaba preparada con los datos falsos proporcionados por Owens. Más importante aún que impedir operar a los agentes enemigos, era que, después de capturarlos, el servicio de contrainteligencia podía utilizarlos a su favor convirtiéndolos en agentes dobles. Enfrentados una más que probable pena de muerte, muchos de los espías alemanes aceptaron cambiar de bando y colaboraron con los servicios secretos británicos en sofisticadas operaciones de engaño. La red de agentes dobles, coordinada por una sección del MI5 conocida como
Comité XX, acabaría teniendo una actuación decisiva en la guerra. Owens fue el primero de aquellos agentes dobles, y ayudó a capturar a decenas de espías alemanes.
Pero el MI5 seguía sin confiar en Snow. Estaban seguros de que su lealtad podía comprarse fácilmente, y que no le importaría cambiar de bando si creía que podía salir ganando en el cambio. Las sospechas hicieron que el MI5 encargase a otro agente llamado Sam McCarthy (de nombre en clave Biscuit) la misión de hacer amistad con el galés y probar su fidelidad. En el informe de McCarthy se aseguraba que Owens le había admitido que era un "doble doble agente", y que estaba traicionando a los británicos.
En marzo de 1941 Owens recibió la orden del Abwehr de viajar a Lisboa para encontrarse con Ritter. Tenía que ir acompañado por otro espía alemán en Inglaterra llamado Walter Dicketts (como él, agente doble, conocido en el MI5 como Celery, “apio”), un antiguo miembro de la inteligencia británica durante la Primera Guerra Mundial, que había sido detenido incontables veces por estafa antes de la guerra. En la capital portuguesa, al parecer, Owens confesó que estaba trabajando para los británicos, pero sorprendentemente le permitieron regresar a Inglaterra. En cambio, Dicketts fue obligado a ir con Ritter a Hamburgo. Más sorprendente aún, convenció a los alemanes de que era de fiar y salió con vida de tres semanas de interrogatorios. Después de que (aparentemente) hubiese vendido a Celery a los alemanes, el MI5 no pudo volver a confiar en Snow. Owens fue recluido en la prisión de Dartmoor para el resto de la guerra. Para justificar su desaparición, el servicio secreto británico encontró la manera de hacer llegar al Abwehr la noticia de que estaba gravemente enfermo. En la cárcel Owens no rompió completamente con el MI5 y siguió trabajando para ellos (se supone que a cambio de ciertos privilegios), haciéndose amigo de los presos alemanes e informando de sus conversaciones.
Arthur Owens sobrevivió a la guerra manteniéndose siempre en el filo de la navaja, decantando su lealtad hacia un bando u otro dependiendo de las circunstancias. O quizás no. En el mundo esquizofrénico del agente doble, las contradicciones y las situaciones confusas son inevitables, y en el caso de Owens el bando que sin duda sacó más provecho de sus juegos fue el aliado. Si hubiese que definirle con una palabra, esa sería "contradictorio". Parecía habitualmente muy nervioso, pero en situaciones en las que su vida corría peligro mostraba una enorme frialdad. Normalmente discreto, en ocasiones caía en indiscreciones inexplicables.
Al terminar el conflicto Owens fue liberado y regresó a Canadá. Allí cambió su nombre por Arthur Brown, y reclamó (sin éxito) una indemnización al gobierno británico por detención ilegal. Más tarde se asentó en
Irlanda, donde acudía habitualmente a reuniones del Sinn Fein y despotricaba contra los odiados ingleses, al tiempo que seguía recibiendo pagos ocultos del servicio secreto británico. Allí murió en 1957. Está enterrado en una tumba anónima de Dublín.
Su hija Patricia Owens fue una actriz de Hollywood de relativo éxito. Su papel más destacado fue el de protagonista femenina en The Fly (La mosca, 1958), una de esas típicas películas de monstruos mutantes que se pusieron de moda en los años 50.
A la izquierda, Patricia Owens, estrella de Hollywood; a la derecha, su padre Arthur, el espía que engañó a todos (o no):
Fuentes:
http://www.sabotagetimes.com/reportage/leaks-lies-and-welsh-masterspies-the-true-story-of-arthur-owens/
http://www.telegraph.co.uk/history/britain-at-war/8980777/Britains-first-double-agent-the-spy-who-tricked-us-all.html
http://www.dailymail.co.uk/news/article-2079313/The-extraordinary-life-Arthur-Owens-Britains-double-agent-World-War-II.html
http://en.wikipedia.org/wiki/Arthur_Owens