El 14 de septiembre de 1941 doce Picchiatelli (el nombre que los italianos daban al Ju-87 Stuka) de la 209ª Squadriglia de la Regia Aeronautica fueron asignados para cubrir a una unidad terrestre del ejército italiano en una misión de reconocimiento más allá de las líneas enemigas, hacia Sidi Barrani, en el interior de Egipto. Diez de ellos se extraviaron en el desierto y tuvieron que aterrizar al quedarse sin combustible. Ocho fueron capturados con sus tripulaciones por los británicos, y se rumoreaba que otro de los aparatos había aterrizado intacto cerca de la frontera libio-egipcia, en la zona de Fort Maddalena.
Picchiatello de la 209ª Squadriglia en el norte de África:
Dos oficiales de la RAF, el comandante de ala Bowman y el líder del escuadrón Rozier, recibieron la orden de salir a buscar el avión, hacerlo volar si era posible y regresar con él. El primer día, sobrevolando la zona, vieron cerca de Thalata uno de los Picchiatelli volcado en la arena. Al día siguiente continuaron sus búsquedas en un camión proporcionado por los húsares que les habían alojado aquella la noche. Al fin encontraron el otro Ju-87, posado en una franja de arena firme. Estaba custodiado por un joven oficial inglés, que hacía guardia tumbado en un sillón, muy orgulloso de su presa pero al mismo tiempo contento de que hubiese aparecido alguien que le liberase de su obligación.
Los dos oficiales se vieron repentinamente asaltados por las dudas. Era un modelo de avión desconocido para ellos, y las indicaciones de la cabina estaban en alemán. El Picchiatello tenía bombas fijadas bajo las alas, y como elemental medida de seguridad iban a tener que quitárselas antes de despegar. Tras una meticulosa inspección del cuadro de instrumentos encontraron el control de soltar las bombas. Aquel solo era el primero de sus problemas. ¿Sabrían hacer despegar el avión? ¿Soportaría la arena su peso al rodar por ella? Para averiguarlo no podían hacer otra cosa que intentarlo y ver qué pasaba.
Los británicos llenaron el tanque del Ju-87 con 55 litros de combustible de aviación que llevaban con ellos y cerca de 100 litros de gasolina que les proporcionaron los húsares. El motor arrancó y despegaron sin problemas, poniendo rumbo nordeste, hacia el interior de Egipto.
Solo llevaban un cuarto de hora en el aire cuando de repente el motor se paró. El piloto logró planear hasta tomar tierra en una llanura rocosa. El único desperfecto que sufrió el aparato durante el aterrizaje fue un reventón en una rueda. Tras algunos ajustes en el motor pudieron despegar de nuevo. El segundo vuelo duró aún menos que el primero: al poco tiempo estalló el indicador de presión hidráulica, cegando momentáneamente al piloto, que pese a ello pudo aterrizar de nuevo el aparato. Pero tuvieron tan mala suerte que el otro neumático reventó también en el aterrizaje.
Había anochecido ya, así que los dos hombres se prepararon para dormir en la cabina del avión, envueltos en paracaídas italianos. Al amanecer tomaron la decisión de regresar caminando a Sidi Barrani, que según sus cálculos estaba a unos 60 km de distancia. Antes de partir dejaron un mensaje escrito en la arena junto a su botín:
Este Ju 87 pertenece a la RAF
NO TOCAR
Comandante de ala Bowman y líder de escuadrón Rozier
Partimos a pie con rumbo norte al alba del 19 de septiembre de 1941
Cuando llevaban quince kilómetros de caminata se encontraron con un oficial sudafricano, que les condujo a su campamento y les invitó a desayunar. Allí Bowman y Rozier idearon un nuevo plan: irían a Thalata para hacerse con una rueda y el indicador del circuito hidráulico del Ju-87 que habían visto volcado dos días antes, y luego regresarían a donde habían dejado el suyo para hacer la reparación in situ. El oficial sudafricano puso un camión a su disposición y se ofreció a acompañarles, junto a dos mecánicos de la RAF y un joven y barbudo oficial naval, comandante de un destructor, que estaba aprovechando un permiso para hacer un poco de "turismo" por el desierto.
Todo salió bien. Recuperaron las piezas que necesitaban del avión accidentado y las montaron en el suyo. El oficial de la Marina, que quería terminar con estilo sus "vacaciones", pidió acompañarles en el vuelo de regreso. En el camino hacia su base en Egipto tuvieron que sobrevolar a baja altura las posiciones de la artillería antiaérea británica. Cuando los artilleros vieron la inconfundible silueta de un Stuka, con sus alas de gaviota invertidas y su tren de aterrizaje fijo, no se lo pensaron y abrieron fuego contra él. Pero se dieron cuenta de su error cuando escucharon al oficial naval gritando furioso por la radio que cesase el fuego. Y es que no hay nada más genuinamente británico (y más convincente) que el lenguaje de un marino inglés cuando le cabrean.
Después de aquel último incidente, Bowman y Rozier consiguieron llegar a su base con el avión italiano intacto.
Fuente principal:
Jerry Scutts: La Luftwaffe en Afrique du Nord
(Les combats de ciel 28 / Osprey)
Menos mal que la aventura acabó bien, porque después de los dos reventones y el riesgo de que los suyos les volaran la cabeza la cosa se había complicado un poco.
ResponderEliminarUn saludo.
Con lo fácil que habría sido llamar a una grúa...
EliminarToda una aventura en el desierto.
ResponderEliminarSolo me queda la curiosidad de ¿qué hicieron con esos aviones?
http://librosenguerra.blogspot.com.es/
Pues según la fuente:
Eliminar"A continuación el aparato fue enviado a un campo de la RAF y posteriormente evaluado".
Los aviones capturados normalmente eran enviados a los técnicos de las fuerzas aéreas para su estudio. Rara vez se reutilizaban en combate, por los problemas de identificación que podían generar, aunque en algún caso sí que se hacía:
http://nonsei2gm.blogspot.com.es/2012/09/la-leyenda-del-italiano-celoso.html
Otras veces se les daba un uso propagandístico:
http://nonsei2gm.blogspot.com.es/2010/09/fortalezas-volantes-japonesas.html
Un saludo, Llorenç.
Una historia digna de un guión cinematográfico. Curioso lo del oficial de la Armada que se unió a la "aventura", por el sólo hecho de hacer turismo, pese a que casi le mandan al otro barrio los muchachos de la artillería antiaérea británica.
ResponderEliminarSaludos Nonsei
Hoy lo llamarían turismo de aventura, y costaría una pasta.
EliminarUn saludo, Gluntz.