A pesar del rango que ostentaba, el teniente general Yoshitsugu Saitō había pasado la mayor parte de su mediocre carrera militar como oficial de Estado Mayor. A sus 53 años podía presumir de un ascenso meteórico en el escalafón que le había llevado a ser jefe de operaciones de caballería en el Ejército Kwangtung, pero su experiencia en combate era prácticamente nula. Pese a ello en abril de 1944 recibió el mando absoluto de todas las fuerzas japonesas en Saipan, una isla del archipiélago de las Marianas de gran valor estratégico porque su captura pondría a Tokio dentro del radio de acción de los bombarderos pesados estadounidenses. El Estado Mayor Imperial, que esperaba el desembarco enemigo, reforzó la guarnición de Saipan con la 43ª División de Infantería, aunque gran parte de sus efectivos nunca llegaron a la isla debido a los continuos ataques de los submarinos estadounidenses a los buques de transporte de tropas.
El 13 de junio de 1944 comenzó la batalla con uno de los bombardeos navales más intensos de la guerra a cargo de quince acorazados estadounidenses. Dos días después desembarcaron los marines. Saitō organizó a sus tropas para una defensa hasta el último hombre. Valiéndose del terreno volcánico y las numerosas cuevas que había por toda la isla, los japoneses se ocultaban durante el día y lanzaban ataques suicidas contra las posiciones enemigas noche tras noche, obligando a los estadounidenses a combatir por cada palmo de terreno utilizando continuamente los lanzallamas y el apoyo artillero. Pero, sin posibilidad de recibir refuerzos ni suministros, a medida que pasaban los días la situación de los defensores era cada vez más desesperada.
El 6 de julio el general Saitō hizo un llamamiento a sus hombres para que buscasen una gyokusai (“muerte honrable”): "Si atacamos o si nos quedamos donde estamos, sólo habrá muerte. Sin embargo, en la muerte hay vida. Avanzaré con vosotros para dar un nuevo golpe a los demonios americanos y dejar mis huesos en Saipan como una fortaleza en el Pacífico”. El general comenzó a preparar a sus fuerzas para una gran carga banzai final. No parecía importarle demasiado el destino de los civiles de la isla: "Ya no hay ninguna distinción entre civiles y soldados. Sería mejor para ellos que se uniesen al ataque con lanzas de bambú antes de ser capturados". Miles de civiles se suicidaron, arrojándose en masa por los acantilados o volándose en familia con granadas, convencidos por la propaganda japonesa de que los estadounidenses torturaban y asesinaban a todos los prisioneros que caían en sus manos, sin distinguir entre combatientes y no combatientes.
El 9 de julio, a las 16:15, el almirante Turner, comandante en jefe estadounidense, anunció oficialmente que sus tropas controlaban toda la isla y la batalla por Saipan había concluido. Al conocer el mensaje, el general Saitō, herido de gravedad por la metralla, decidió que había llegado su hora. Aquella madrugada se hizo el seppuku, el suicidio ritual del guerrero, abriéndose las tripas con una daga y encargando a su asistente que le disparase un tiro en la cabeza para acabar con su agonía. A continuación los pocos supervivientes de su cuartel general rociaron el cadáver con gasolina y le prendieron fuego.
En Saipan murieron unos 29.000 japoneses, 9.000 de ellos por suicidio. Los estadounidenses tan solo pudieron hacer 921 prisioneros.
Cuando el comandante del Cuerpo de Marines, el general Holland M. Smith (o, como le llamaban sus hombres, “Howlin Mad” -”Loco Aullador”- Smith) tuvo conocimiento de la muerte de Saitō, ordenó dar al teniente general un funeral adecuado a su rango, con todos los honores militares.
Marines estadounidenses en el entierro del teniente general Yoshitsugu Saitō, en Saipan, el 13 de julio de 1944:
Hay que tener narices para suicidarse de esa manera masiva.
ResponderEliminarUn saludo.
No lo sé, puede que sea más fácil dejarse llevar por la masa que tomar uno mismo por sí solo una decisión como esa.
EliminarUn saludo, Cayetano.
Tengo entendido que en Saipan, entre el 7 y 8 de julio de 1944, los japoneses lanzaron la que quizás sea la mayor carga banzai de toda la guerra. Unos 3.000 soldados y marineros cargaron con sus bayonetas, espadas y granadas contra 2 batallones del 105º Regimiento de Infantería (27ª División norteamericana), causándoles más de 600 bajas, pero siendo totalmente aniquilados los nipones.
ResponderEliminarSaludos!!
Así es, charlie. Fue la gran carga banzai final que ordenó Saito.
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