Ayer murió Hirō Onoda. Tenía 91 años.
Onoda era un personaje muy conocido en Japón, considerado un héroe de guerra y un ejemplo para las nuevas generaciones. Imagino que muchos ya conocéis su historia. En febrero de 1945 el teniente Onoda estaba destinado en la base aérea de Lubang, en las Filipinas. Cuando los estadounidenses desembarcaron en la isla, Onoda se ocultó en la jungla junto a un pequeño grupo de supervivientes (el cabo Shoichi Shimada y los soldados Kinshichi Kozuka y Yuichi Akatsu), con la intención de continuar la lucha iniciando una guerra de guerrillas. Tenía 23 años recién cumplidos. Su superior, el comandante Takahashi, le dio la orden de resistir y no rendirse bajo ninguna circunstancia. Según Onoda, sus palabras fueron: "podremos tardar tres años, o cinco, pero pase lo que pase, regresaremos a por usted".
Takahashi nunca volvió a por ellos, pero el teniente siguió las órdenes hasta el fin. Cuando terminó la guerra, las autoridades estadounidenses y filipinas trataron de convencerles de que depusiesen las armas con el lanzamiento desde aviones de octavillas y periódicos. Onoda se negó a creer que Japón había sido derrotado. Estaba convencido de que todos aquellos mensajes eran tretas del enemigo. Incluso les hicieron llegar una orden firmada personalmente por el general Yamashita en la que les instaba a rendirse. Después de estudiarla detenidamente, llegaron a la conclusión de que también era una falsificación. En septiembre de 1949 Yuichi Akatsu abandonó el grupo, y, tras unos meses vagando por las montañas en solitario, se entregó al ejército filipino. Más tarde regresaría a por sus compañeros, pero tampoco le creyeron. Después de todo, era un desertor.
Los tres hombres se acostumbraron a una vida nómada en la jungla. Nunca pasaban más de cinco días en un mismo lugar (a excepción de la temporada de lluvias, en la que nadie se adentraba en las montañas), y podían desmontar su campamento en pocos minutos si sospechaban que había un peligro cerca. La comida nunca fue un problema para ellos. Se alimentaban de cocos, bananas, mangos y otras frutas silvestres, o de lo que podían robar a los campesinos de la región. Aquellos hurtos de ganado, comida, ropa o distintos utensilios hicieron que la población local comenzase a verles como un vulgar grupo de bandidos. Incluso llegaron a cometer varios asesinatos. Los tiroteos con las fuerzas de seguridad filipinas también eran frecuentes (años más tarde Onoda sería indultado por el dictador Ferdinand Marcos). En mayo de 1954 Shoichi Shimada murió de un disparo cuando huía de una patrulla de búsqueda que se había formado tras un enfrentamiento previo con unos pescadores.
En 1965 Onoda y Kozuka lograron hacerse con una radio. Podían oír las noticias, incluyendo alguna emisora japonesa, pero una vez más se autoconvencieron de que todas las informaciones que escuchaban eran trucos con los que el enemigo pretendía engañarles.
En octubre de 1972 Kozuka murió por disparos de la policía local durante otro intento de robo. Onoda se quedó completamente solo. Y así continuaba cuando el 20 de febrero de 1974 se encontró con un curioso personaje llamado Norio Suzuki, un joven japonés que había abandonado la universidad para recorrer el mundo y, entre otras cosas, encontrar al "mítico" teniente Onoda. Por fin, tras una larguísima conversación, Onoda confió en alguien que le aseguraba que podía regresar a casa, aunque se negó a rendirse si no recibía las órdenes personalmente de un oficial superior. Suzuki se comprometió a buscar a un militar que pudiese reconocer y regresar con él a la jungla.
El 9 de marzo de 1974 Suzuki dejó una nota a Onoda en un lugar convenido de antemano en la que le citaba a una reunión con el comandante Taniguchi, uno de sus superiores durante la guerra. Tres días después Onoda se presentó en el punto de encuentro ante Suzuki y Taniguchi, quien le dio órdenes verbales de rendir su sable.
Hirō Onoda regresó a Japón, casi exactamente treinta años después de haber sido destinado a las Filipinas como oficial de inteligencia (formado, por cierto, en la Escuela de Inteligencia de Nakano, el centro en el que recibían entrenamiento las unidades del Ejército Imperial especializadas en guerra de guerrillas, un dato que se suele pasar por alto). Fue recibido como un héroe, y se convirtió en una auténtica celebridad. Pero la fama y los enormes cambios que había experimentado la sociedad japonesa en aquellas tres décadas hicieron que se sintiese incómodo en su país. Se fue a vivir a Brasil, compró un rancho y se casó con una brasileña-japonesa. Volvió a Japón en 1984 para fundar una escuela de educación en la naturaleza destinada a jóvenes problemáticos.
Lo normal un día como hoy sería hablar de heroísmo, sacrificio y sentido del deber. Pero qué queréis que os diga, a mí esta historia me parece terriblemente patética.
A mí también me parece de lo más patético y triste: toda una vida perdida, tirada a la basura.
ResponderEliminarUn saludo.
Y sin embargo muchos le consideran un ejemplo.
EliminarUn saludo, Cayetano.
Pasar de considerar a Onoda un héroe a ver en la suya una historia patética significa que nos estamos haciendo viejos. Me acuerdo de cuando al asunto salió en los periódicos y me pareció la pera, pero, claro, yo tenía 13 años. Por cierto que hace poco leí un libro bastante cachondo de Fernando Iwasaki: "España, aparta de mí estos premios", consistente en variaciones sobre el tema de Onoda ambientadas en España.
ResponderEliminarHe encontrado un fragmento en internet. Me ha parecido divertido, con bastante mala leche... y anticuado. Si hoy apareciese un brigadista en una cueva, el gobierno en lugar de condecorarlo lo volvería a enterrar.
EliminarGracias por comentar.
Es que acaso la guerra no es patética....
ResponderEliminarLa historia de las guerras es una sucesión de episodios patéticos como este.
EliminarYo escribí en mi blog hace tiempo sobre Onoda cuando hablé de los Zan-ryu Nippon hei. Por poco sentido que le veamos a su historia hoy en día, hay que reconocer su fuerza de voluntad, su lealtad, su entrega y su disciplina. Saludos.
ResponderEliminarMás triste es la historia del taiwanés Teruo Nakamura, que por su condición de extranjero no tuvo el recibimiento de héroe que dieron a Onoda a su regreso, y que luego sufrió el rechazo de sus compatriotas, como cuentas en la primera de la serie de entradas que dedicaste en tu blog a los Zan-ryu Nippon hei:
Eliminarhttp://laescaleradeiakob.blogspot.com.es/2011/10/los-soldados-japoneses-que-no-se.html