Joseph Beyrle, un "yankee" en el Ejército Rojo


Cuando Joseph Beyrle se graduó en la escuela secundaria, en el verano de 1942, tenía sobre la mesa una beca deportiva ofrecida por la prestigiosa universidad de Notre Dame. No era una gran sorpresa, ya que Beyrle era uno de los héroes del baloncesto colegial de su ciudad natal, la pequeña Muskegon, en el estado de Michigan. Pero Estados Unidos estaba en guerra, y Beyrle se sintió obligado a aparcar por un tiempo sus sueños deportivos para servir en las fuerzas armadas. Se alistó en un cuerpo de nueva creación, pero que ya desde su nacimiento parecía rodeado de un aura mítica: la infantería paracaidista.

Beyrle se unió al 506º Regimiento de Infantería Paracaidista (el mismo que protagoniza Band of Brothers, o el del soldado Ryan), integrado en la 101ª División Aerotransportada. Se especializó en demoliciones. En 1943 embarcó con el resto de la división con rumbo a Inglaterra. Los paracaidistas estadounidenses permanecieron allí todo un año, entrenándose y preparando el asalto a Europa.

La noche del 6 de junio de 1944 el sargento Joseph Beyrle fue uno de los miles de paracaidistas aliados que saltaron en la retaguardia de las tropas alemanas que defendían las playas de desembarco en Normandía. Beyrle aterrizó en el tejado de una iglesia, en el pueblo de Saint-Côme-du-Mont. Al no lograr contactar con sus compañeros se quedó solo y aislado tras las líneas enemigas. Pasó los siguientes tres días ocultándose, hasta que finalmente, al saltar un seto, se tropezó con una posición defensiva alemana y fue capturado. Es posible que uno de los soldados que le hicieron prisionero se quedase con sus placas de identificación y muriese poco más tarde con ellas todavía en su poder. El caso es que Beyrle fue dado por muerto y sus restos supuestamente enterrados en un cementerio improvisado en Sainte-Mère-Église.

Beyrle seguía con vida, aunque aún estaba lejos de poder considerarse a salvo. Cuando era conducido al interior junto a otros prisioneros, unos aviones aliados atacaron el convoy en vuelo rasante. Beyrle aprovechó para escapar, pero solo unas horas más tarde volvió a toparse con unos soldados alemanes. Aquel no sería su único intento de fuga. En los siguientes siete meses, en los que fue trasladado de un campo de prisioneros a otro por todo el Reich, se escapó en otras dos ocasiones. En su segunda fuga fue descubierto y capturado cuando iba en un tren con destino a Berlín. Al quedar en manos de la Gestapo sufrió palizas y todo tipo de maltratos hasta que llegaron unos militares reclamándole como prisionero de guerra. Aquello le salvó de ser fusilado por espía.

Finalmente, tras pasar por otros seis campos de prisioneros, Beyrle acabó en el Stalag III-C, situado en Alt Drewitz, unos ochenta kilómetros al este de Berlín, cerca de la antigua frontera de Alemania con Polonia. A comienzos de 1945 Beyrle se fugó una vez más. Se dirigió al este con la esperanza de alcanzar las líneas rusas. A mediados de enero se encontró con un grupo de tanques, parte de la vanguardia soviética que había iniciado la ofensiva definitiva contra el Reich. Salió al encuentro de los blindados con las manos en alto y gritando en ruso “Amerikansky tovarich!” ("¡camarada americano!"). El batallón estaba al mando de una mujer, una dura oficial a la que Beyrle conocería simplemente como “la Mayor”. Al parecer se trataba de la legendaria Alexandra Samusenko, la única oficial de tanques del Ejército Rojo que alcanzaría el rango de comandante durante la Segunda Guerra Mundial. Beyrle logró convencer a “la Mayor” para que le permitiese unirse a su batallón.

Beyrle permaneció durante casi un mes junto a los tanquistas soviéticos, acompañándoles en su avance hacia el corazón de Alemania a lomos de un Sherman de fabricación estadounidense. Se convirtió en un miembro más de la unidad, poniendo a disposición de sus nuevos compañeros sus apreciados conocimientos en demoliciones y explosivos. Un día, en la primera semana de febrero, resultó herido en el ataque de un bombardero en picado Stuka y fue evacuado a un hospital de campaña en Landsberg an der Warthe (actualmente la polaca Gorzów Wielkopolski, una pequeña ciudad situada unos kilómetros al este del Oder). Allí aquel soldado extranjero, que ni siquiera entendía el ruso, llamó la atención del alto mando soviético. Se dice que el propio mariscal Zhukov, durante una visita al hospital, le descubrió y se interesó por su historia. Es probable que no le fuese necesario llegar tan alto en la cadena de mando, pero en cualquier caso fue así como Beyrle consiguió un salvoconducto que le permitiría abandonar el frente y reunirse con sus compatriotas.

Beyrle se unió a un convoy militar con destino a Moscú. Cuando se presentó en la embajada de Estados Unidos en la capital soviética se enteró de que el Departamento de Guerra había informado de su muerte en combate en suelo francés el 10 de junio de 1944. Ante la duda de que Beyrle no fuese realmente quien decía ser, los funcionarios de la embajada decidieron ponerle bajo arresto domiciliario, con una guardia de marines armados, en una habitación del Hotel Metropol de Moscú. Allí permaneció hasta que se pudo confirmar su identidad gracias a las huellas dactilares.

Joseph Beyrle regresó a Muskegon el 21 de abril de 1945, diez meses después de la publicación de su esquela en el diario local. Se casó en 1946 en la misma iglesia en la que dos años antes se había celebrado su funeral. Encontró un empleo en una empresa fabricante de mesas de billar de su ciudad natal, en la que permaneció hasta su jubilación en 1981. Murió en diciembre de 2004 de una insuficiencia cardiaca en una habitación de hotel de Toccoa, el pueblo de Georgia que había servido de base de entrenamiento para los paracaidistas de la 101ª División Aerotransportada. Había viajado hasta allí para participar en una reunión de veteranos.

Posiblemente Joseph Beyrle fuese el único militar estadounidense de la historia que llegó a combatir en el Ejército Rojo, y sin duda es el único reconocido como héroe de guerra tanto en Estados Unidos como en la URSS. En 1994 recibió una condecoración de manos del entonces presidente de Rusia, Boris Yeltsin. Uno de sus tres hijos, John Beyrle, diplomático de carrera, sirvió como embajador de Estados Unidos en la Federación Rusa entre los años 2008 y 2012.

1 comentario:

  1. una historia sin duda asombrosa y emocionante, muy buena Nonsei te felicito ;) :v

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