Diplomacia de talonario: las extrañas amistades de Nauru

Nauru ya ha salido alguna vez en este blog. Es una pequeña isla de poco más de ocho kilómetros cuadrados situada en medio de ninguna parte, en el Pacífico central. A pesar de su insignificancia geográfica, hubo una época en la que tuvo una gran importancia estratégica. Como conté hace un tiempo, Nauru fue el único territorio del Pacífico atacado por la Kriegsmarine durante la Segunda Guerra Mundial. Su valor entonces estaba en sus abundantes depósitos de fosfatos, hoy agotados. En la actualidad la isla es famosa principalmente por dos motivos: por ser la república más pequeña del mundo (y el tercer estado, por detrás de la Ciudad del Vaticano y el Principado de Mónaco), y por ser el único país del planeta en peligro real de desaparición física. Se están quedando sin isla, literalmente. La sobreexplotación a la que fueron sometidos durante décadas los yacimientos de fosfatos que la cubrían ha convertido la mayor parte de su territorio en un pedregal estéril cada vez más amenazado por el aumento del nivel del mar.

Vista aérea de Nauru:


Tras el colapso de su única riqueza económica, los nauruanos han tenido que recurrir a originales fuentes de ingresos para sobrevivir. Por ejemplo, la que voy a explicar a continuación, con una historia que empieza en el otro extremo del mundo, a orillas del mar Negro.

En agosto de 2008 finalizó el conflicto bélico entre Georgia y los territorios separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, dos pequeñas repúblicas autónomas situadas en plena cordillera del Cáucaso que contaban con el apoyo nada disimulado de Rusia (de hecho hubo una fuerte intervención militar directa del ejército ruso). Ese mismo mes ambas repúblicas fueron reconocidas como estados independientes por la Asamblea Federal de la Federación Rusa. Los llamamientos del gobierno ruso a eso que se suele llamar “comunidad internacional” para que siguiesen su ejemplo y reconociesen a ambos estados no tuvieron mucho éxito. En un primer momento solo lo hizo Nicaragua, donde acababa de ganar las elecciones el Frente Sandinista (quizá necesitaban algún gesto que ayudase a resaltar su independencia respecto a los Estados Unidos). Un año más tarde obtuvieron también el reconocimiento de la Venezuela de Hugo Chávez.

Mapa de Georgia, en el que se pueden ver las repúblicas rebeldes de Abjasia (verde) y Osetia del Sur:


Fue entonces, en los últimos meses de 2009, cuando Rusia fijó su atención en la región del Pacífico y trasladó hacia allí todo su poder de persuasión.

En diciembre de 2009 Nauru se convirtió en el cuarto país del mundo, tras Rusia, Nicaragua y Venezuela, en reconocer oficialmente a las dos pequeñas repúblicas caucásicas como estados independientes. Al mismo tiempo, el ministro de Relaciones Exteriores de Nauru, Kieren Keke, de visita en Sujumi (la capital de la República de Abjasia), anunciaba el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países. Hasta ese momento, a excepción de Rusia, ningún otro estado del mundo se había planteado tener representación diplomática en Abjasia.

Esta estrecha amistad entre dos países minúsculos separados por miles de kilómetros, sin relaciones comerciales o culturales previas, y sin absolutamente ningún interés en común, resulta bastante sorprendente. La explicación podría estar en los diez millones de dólares que poco después Nauru recibió de Rusia en concepto de ayuda al desarrollo. Por supuesto, el gobierno ruso negó que su generosidad tuviese algún tipo de relación con las curiosas alianzas internacionales de Nauru.

A Nauru le siguieron otras dos pequeñas naciones insulares del Pacífico, Vanuatu y Tuvalu, que (supuestamente) a cambio de un módico precio aceptaron reconocer a Abjasia como estado independiente. Tuvalu, un conjunto de atolones de solo 11.000 habitantes con un grave problema de abastecimiento de agua dulce (y cuya casi única fuente de ingresos es la venta de los derechos del apetecible dominio web .tv), reconoció a Abjasia tras recibir un cargamento de agua embotellada. La ofensiva diplomática rusa en el Pacífico obligó a Georgia a contraatacar. Vanuatu y Tuvalu acabarían retirando sus reconocimientos, en mayo de 2013 y marzo de 2014 respectivamente, quizá después de aceptar alguna contraoferta georgiana. Fiyi, un “pequeño gigante” en la región, recibió en pocos meses la visita de los ministros de Asuntos Exteriores de Georgia y Rusia, ambos repentinamente interesados en el desarrollo del país.

Se podría pensar que una "diplomacia de talonario" tan descarada es contraproducente. Después de todo, si algún país serio se hubiese estado planteando la posibilidad de reconocer a las repúblicas rebeldes georgianas como estados independientes, lo más probable es que acabase descartando la idea por miedo a que la comunidad internacional les incluyese en el exclusivo club formado por Nauru, Tuvalu y Vanuatu (a Venezuela y Nicaragua no las meto en el mismo saco, ya que su reconocimiento fue anterior). Pero este inconveniente se compensa con un importante beneficio. Estos diminutos, pobres y políticamente irrelevantes estados insulares del Pacífico son miembros de pleno derecho de la ONU. Si algún día la Asamblea General de las Naciones Unidas tiene que debatir sobre la cuestión de Abjasia, el voto de Nauru tendrá tanto valor como el de cualquier otro país. Llegado el momento, Rusia, o la potencia de turno, se habrá asegurado su apoyo a un coste realmente reducido.

Hace unos años fueron China y Taiwán los que compitieron en una auténtica subasta para lograr el reconocimiento de estos países, en medio de acusaciones mutuas (y probablemente fundadas) de sobornos y de estar utilizando la ayuda humanitaria o las promesas de inversión para fines políticos. Nauru retiró su reconocimiento de Taiwán en el año 2002 y la volvió a reconocer en el 2004. Siempre al mejor postor.

4 comentarios:

  1. Y es que no hay enemigo pequeño, por muy diminuto que sea físicamente.
    Un saludo.

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    1. Eso dicen, aunque yo si puedo elegir me quedo con el enemigo canijo.
      Un saludo.

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  2. Es lo mismo que ocurre en la Comisión Ballenera Internacional. Los que votan a favor de permitir la caza de ballenas suelen ser pequeños países del Pacífico y el Caribe, que "casualmente" tienen lazos económicos con Japón, el principal defensor de la caza.
    Un saludo, Nonsei.

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    1. Tienes razón, Iakob. Ese es otro buen ejemplo de diplomacia de talonario.

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