El 22 de octubre de 1944 una poderosa fuerza naval japonesa al mando del almirante Takeo Kurita zarpó de Brunei con rumbo a las Filipinas. Su destino era el golfo de Leyte, el lugar elegido por los estadounidenses para iniciar la reconquista del archipiélago. Una vez más (ya lo habían intentado en Midway) los japoneses pretendían jugárselo todo a un único enfrentamiento decisivo con la Armada norteamericana. Su plan consistía en dividir sus fuerzas en tres grandes grupos y converger, llegando desde distintas direcciones, en el punto en el que los estadounidenses habían concentrado el grueso de la flota que prestaba apoyo a los desembarcos en Leyte. La escuadra mandada por Kurita, denominada Fuerza Central, era la más poderosa de las tres y la destinada a llevar el peso de la batalla contra los buques capitales enemigos. Estaba compuesta por cuatro grandes acorazados (el Musashi, buque insignia de la Flota Combinada, con sus dos predecesores, su gemelo Yamato y el veterano Nagato, además del Haruna) y una numerosa escolta de cruceros y unidades menores.
Desde unos días antes, dos sumergibles estadounidenses de la clase Gato, el Darter y el Dace, permanecían patrullando los estrechos sudoccidentales del archipiélago filipino como parte del despliegue de protección de la fuerza de desembarco en Leyte. Al amanecer del 23 de octubre la escuadra de Kurita fue avistada por los dos submarinos a la entrada del Paso de Palawan. Hasta ese momento los japoneses habían logrado ocultar los movimientos de su flota al enemigo, por lo que los informes de contacto que radiaron los sumergibles iban a tener un papel decisivo en la batalla que estaba a punto de comenzar. Pero el Darter y el Dace no se limitaron a dar la alarma. Sin haber sido descubiertos y teniendo a vista de periscopio a algunos de los buques más importantes de la Marina Imperial, sus capitanes decidieron pasar al ataque.
Los dos submarinos maniobraron para situarse en posición de atacar a la línea de cruceros pesados que servía de fuerza de vanguardia a la escuadra de Kurita. El primero en abrir fuego fue el Darter. Una salva de cuatro torpedos en abanico alcanzó de lleno al crucero pesado Atago, que comenzó a hundirse irremediablemente. Poco después el Dace disparó cuatro torpedos contra el Maya, un buque gemelo del Atago. Todos ellos dieron en el blanco. El crucero saltó por los aires y se hundió en menos de diez minutos. Antes de iniciar las maniobras evasivas para escapar de los destructores japoneses, el Darter tuvo tiempo de disparar una nueva salva. Dos de sus torpedos alcanzaron al Takao, un crucero pesado de la misma clase que los anteriores. Sus protagonistas no lo sabían, pero el ataque del Darter y el Dace a la Fuerza Central, que costó más de setecientas vidas, fue tan solo el primer episodio de un gigantesco enfrentamiento que se prolongaría durante los cuatro días siguientes y que acabaría convirtiéndose en la mayor batalla naval de la historia moderna, la batalla del Golfo de Leyte.
Mientras los sumergibles estadounidenses trataban de ocultarse de los destructores que se habían lanzado tras ellos, la tripulación del Takao luchaba por salvar el buque. Finalmente lograron contener las inundaciones y apagar los incendios, pero los daños eran tan graves (entre otras cosas el crucero tenía tres salas de calderas inundadas) que el capitán se vio obligado a dar la orden de retirarse de la formación y regresar a Brunei.
Después de burlar a los destructores, los dos submarinos estadounidenses volvieron a emerger a tiempo de descubrir al renqueante crucero iniciando el regreso en solitario. Viendo una oportunidad de rematar a su víctima, se lanzaron tras él en una persecución que duraría el resto del día, a través de unas peligrosas aguas plagadas de bancos de arena y arrecifes sumergidos o que apenas sobresalían por encima de las olas. Con la llegada de la noche las dificultades se multiplicaron. Poco después de la medianoche del 24 de octubre el Darter encalló en un banco de arena próximo a un arrecife conocido como Bombay Castle, al sur del archipiélago de las Spratly. Su comandante, el capitán McClintock, se vio obligado a radiar un mensaje de socorro al Dace, que acudió en su ayuda abandonando la persecución del Takao. El crucero japonés pudo así escapar, aunque sus daños eran tan graves que finalmente se descartaría su reparación y acabaría inmovilizado en Singapur, sirviendo como batería flotante para la defensa del puerto.
El amanecer se acercaba y la situación se hacía cada vez más peligrosa para los submarinos estadounidenses. En cualquier momento podían ser descubiertos por un buque o un avión de reconocimiento japonés. Pero todos los esfuerzos para sacar al Darter del banco de arena en el que estaba atrapado fueron inútiles. Finalmente, cuando la bajada de la marea acabó con las últimas esperanzas de poder liberar el submarino, el capitán McClintock dio la orden de quemar los documentos confidenciales y los códigos de cifrado y abandonar la nave. Los últimos hombres en dejar el Darter fueron los encargados de colocar las cargas explosivas que tendrían que destruir completamente el sumergible para evitar que los japoneses pudiesen hacerse con él. A continuación, el Dace se alejó del arrecife llevando a bordo a ambas tripulaciones.
Las cargas no tuvieron el efecto esperado, ya que tras las explosiones el Darter parecía no haber sufrido daños de importancia. Decidieron entonces torpedearlo para asegurar su destrucción. El Dace lanzó hasta diez torpedos contra el submarino encallado, pero todos ellos estallaron antes de alcanzar su objetivo, protegido por la masa de arena en la que había quedado aprisionado. Tuvieron que recurrir al cañón de cubierta de tres pulgadas (76 mm). Pero después de 21 disparos, que impactaron en el sumergible sin que se apreciasen más efectos que unos simples agujeros en el casco, los estadounidenses se dieron por vencidos y se retiraron a aguas más seguras. El 6 de noviembre el Dace arribó al puerto de Freemantle, en Australia Occidental, con las tripulaciones de ambos submarinos al completo. Para el Alto Mando la pérdida del Darter había sido un desafortunado accidente que no debía empañar la gran actuación del capitán McClintock y sus hombres en el Paso de Palawan. Por consiguiente, la tripulación fue recibida con honores. Se les permitió permanecer unidos, y unos meses más tarde se les asignó un submarino de nueva construcción, el Menhaden.
El 27 de octubre llegó a Bombay Castle el Rock, otro sumergible estadounidense de la clase Gato. Su misión era destruir al Darter, que seguía encallado en el arrecife, en aguas todavía controladas por la Marina Imperial. El Rock lanzó diez torpedos contra el Darter, pero una vez más la arena protegió al submarino. Ni uno solo de los torpedos alcanzó el blanco. Tras aquel nuevo fracaso, los estadounidenses recurrieron al Nautilus, un gran submarino de escuadra de la clase Narwhal armado con un poderoso cañón de seis pulgadas (152 mm, el mayor calibre de todos los montados en los sumergibles de la US Navy). El Nautilus llegó a Castle Rock el 31 de octubre e inició inmediatamente un bombardeo sistemático del Darter. Después de 55 impactos contabilizados en el casco del buque encallado, el capitán del Nautilus dio por cumplida la misión. Según señalaba en su informe: ”Es dudoso que a partir del día de hoy cualquier equipo del Darter pueda ser de ningún valor para Japón, excepto como chatarra”. Lo cierto es que los japoneses, que en la batalla del Golfo de Leyte habían perdido gran parte de su poderío naval, no hicieron ningún esfuerzo por recuperar los restos del submarino estadounidense.
La guerra terminó sin que nadie se volviese a preocupar por el submarino abandonado. En enero de 1952 un equipo de rescate de la US Navy llegó a Bombay Rock para ocuparse de la destrucción de los seis torpedos que aún permanecían en el interior del Darter. Los hombres colocaron cargas explosivas en la sala de torpedos y las hicieron detonar. La explosión destruyó toda la proa del sumergible. Desde entonces, el casco permaneció durante décadas olvidado en el banco de arena. Esa zona del Mar de China Meridional, al sur del archipiélago de las Spratly, plagada de islotes y arrecifes, es una región en litigio reclamada por nada menos que seis países (Malasia, Brunei, Filipinas, Vietnam, China y Taiwan). Posiblemente eso haya influido en que los restos del Darter se mantuviesen allí durante tanto tiempo. Un olvido que contrasta con todos los esfuerzos que anteriormente había hecho la US Navy por acabar con uno de sus propios buques.
El Darter varado en la arena:
Desconocía esta curiosa historia desarrollada en el preludio de la batalla del golfo de Leyte. A lo que parece el USS Darter fue un hueso muy duro de roer, tanto para los japoneses como para los estadounidenses...
ResponderEliminarBuen artículo, Nonsei.
Saludos
Gracias, Gluntz.
EliminarUn hueso duro de roer que al final acabó pudriéndose en un arrecife en medio de la nada.
Gracias por el relato.
ResponderEliminarCon maquinas bélicas como esta, la guerra no iba a salir rentable.....
La guerra pocas veces sale rentable.
EliminarGracias a ti, fer.
Si el fuego hubiera sido enemigo, alguien habría dicho que el submarino encallado estaba tocado de la mano de los dioses, pues resultaba casi milagroso que no se pudiera acabar con él. Se gastó más munición y esfuerzos en hundir lo propio que lo ajeno.
ResponderEliminarUn saludo.
Pocas veces en la historia se habrán dedicado tantos recursos en hundir un buque propio.
EliminarUn saludo
Ya no se hacen submarinos como los de antes... Me alegro de que estés de vuelta, Nonsei.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias, Iakob. Y perdón por la tardanza en responder.
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