El Kawanishi H8K (“Emily”, según la nomenclatura aliada) era un modelo de hidroavión cuatrimotor japonés de gran autonomía, capaz de volar en velocidad de crucero más de 7.000 kilómetros sin repostar. Diseñado para misiones de reconocimiento de larga distancia, se le había dotado también de enganches para torpedos bajo sus alas y una capacidad de carga de hasta 2.000 Kg de bombas convencionales. Aquellas posibilidades ofensivas, unidas a un poderoso armamento (cinco cañones de 20 mm y cinco ametralladoras de 7´7 mm) y a un blindaje que lo hacía difícil de derribar, lo convertía además en una aeronave ideal para realizar incursiones contra puertos enemigos.
El H8K fue desarrollado como sustituto del Kawanishi H6K, el hidroavión utilizado en la Marina Imperial para labores de patrulla marítima de largo alcance. Considerablemente mayor que su predecesor, su autonomía y su polivalencia lo hacía superior no solo al resto de hidros japoneses, sino a cualquier otro que estuviese en servicio en el resto de Armadas del mundo. El primer vuelo de prueba tuvo lugar el 31 de diciembre de 1941, con resultados más que esperanzadores. Poco después la Nippon Kaigun dio el visto bueno a su fabricación.
Los estrategas de la Marina Imperial estaban impacientes por poner a prueba las capacidades de sus nuevos hidroaviones de largo alcance. No les costó mucho elegir el objetivo de su primera misión. Después del ataque a Pearl Harbor, los japoneses no habían tenido forma de obtener ninguna información fiable sobre el estado real en el que habían quedado las instalaciones navales y los aeródromos de Oahu. Si querían hacerse una idea de la capacidad de combate de la US Navy en el Pacífico, necesitaban conocer la marcha de los trabajos de reparación y hasta qué punto la base naval de Pearl Harbor estaba operativa.
Cuando la idea estaba tomando forma, alguien propuso que los aparatos llevasen una carga de bombas y las lanzasen sobre la base naval. Así, lo que en un principio se ideó como una simple misión de reconocimiento acabó convertido en un proyecto de raid aéreo nocturno. El plan definitivo consistía en un bombardeo a cargo de una fuerza de cinco Kawanishi H8K. Su objetivo principal sería el muelle Ten-Ten (llamado así, “diez-diez”, por sus 1.010 pies de longitud), el dique seco más grande del puerto. Sobre el papel era un plan muy ambicioso, pero a la hora de ponerlo en práctica se encontraron con un “pequeño” inconveniente: en la fecha fijada para el ataque, comienzos de marzo de 1942, solo estarían disponibles dos aparatos. De hecho, se trataba de dos prototipos de pre-producción, que no contaban ni con el armamento ni con el blindaje de la versión definitiva que saldría de las factorías de Kawanishi. El Alto Mando japonés estaba obligado a escoger entre aplazar la operación o llevarla a cabo con los aviones disponibles en ese momento. Optaron por lo segundo. En cierto modo se trataba de un ensayo: si todo salía bien, aquella sería solo la primera de una serie de misiones de bombardeo realizadas por una flota más numerosa de hidros H8K.
El prototipo Nº2 del Kawanishi H8K1, uno de los aparatos que participaron en el raid contra Pearl Harbor, en una fotografía de febrero de 1942:
Las tripulaciones fueron escogidas entre los miembros del Yokohama Kaigun Kokutai, una unidad de hidroaviones de la Marina Imperial que en los primeros días de la guerra ya había realizado operaciones de bombardeo sobre Wake con sus Kawanishi H6K. El comandante de la misión y piloto de uno de los hidros sería el teniente Hisao Hashizume. El otro aparato lo pilotaría el alférez Shosuke Sasao. Las dos aeronaves y sus veinte tripulantes se trasladaron a una base de hidroaviones que los japoneses habían construido en el atolón de Wotje, en el archipiélago de las Marshall. Aquel sería el punto de partida de la misión, que fue bautizada con el nombre en clave de Operación K.
Los hidroaviones iban a cubrir la distancia hasta su objetivo en dos etapas. Primero volarían a los Bajos de la Fragata Francesa (el nombre se lo puso su descubridor, el marino francés Jean-François de La Pérouse, cuando su fragata encalló allí en 1786), un atolón, o más bien un grupo disperso de arrecifes que apenas sobresalían del agua, situado en medio de las islas Leeward, al noroeste de Hawai. En aquel remoto y olvidado conjunto de islotes repostarían combustible de un submarino antes de despegar de nuevo y dirigirse directamente hacia Pearl Harbor.
En el plan estaba previsto que un submarino japonés del Tipo B-1, el I-23, estuviese situado a unas pocas millas de la entrada a la bahía de Pearl Harbor para enviar informes meteorológicos y rescatar a las tripulaciones en el caso de que los hidroaviones fuesen derribados. El 14 de febrero el I-23 radió un mensaje informando que había llegado a su zona de patrulla, al sur de Oahu. Nunca se volvió a recibir otra comunicación del sumergible. El I-23 desapareció sin dejar rastro, y aún hoy se desconoce cuál pudo ser su final. A pesar de aquel contratiempo, los japoneses decidieron seguir adelante con la operación.
El cuatro de marzo los dos hidroaviones despegaron de Wotje cargados con cuatro bombas de 250 kilogramos cada uno. Pusieron rumbo a los Bajos de la Fragata Francesa, a 3.000 kilómetros de distancia, donde un submarino les esperaba para repostar. Era ya noche cerrada cuando se pusieron en marcha de nuevo con los depósitos llenos de combustible. Desde allí, “solo” tenían que salvar los 900 kilómetros que les separaban de Oahu, siguiendo la línea casi recta de atolones, islotes y bancos de arena que forman las islas Leeward.
Al sobrevolar Kauai, la más occidental de las grandes islas del archipiélago hawaiano, los hidroaviones fueron detectados por varias estaciones de radar estadounidenses. Un grupo de Curtiss P-40 despegó para interceptar a los intrusos. La noche era muy nubosa y la visibilidad mínima, y los cazas fueron incapaces de localizarlos. Al mismo tiempo se dio orden de despegar a varios hidroaviones Catalina de reconocimiento marítimo para buscar al portaaviones del que, supuestamente, habían partido los atacantes. Lógicamente, ellos tampoco encontraron nada.
Pero las nubes también hicieron que los dos hidroaviones perdiesen el contacto entre sí. Al llegar a Oahu, Hashizume decidió sobrevolar el interior de la isla y atacar Pearl Harbor desde el norte. Eran las 2 de la madrugada, y la base naval y toda la ciudad de Honolulu estaban a oscuras (al comienzo de la guerra se habían decretado apagones generalizados como medida de protección), dejando a los japoneses sin ningún punto de referencia que les sirviese para orientarse entre lo poco que les permitían ver las nubes. Incapaz de localizar sus objetivos, Hashizume acabó lanzando sus bombas en la ladera del monte Tantalus, un cono volcánico situado unos kilómetros al norte de Honolulu. Las cuatro bombas cayeron a unos trescientos metros de un instituto (el President Theodore Roosevelt High School), abriendo grandes cráteres de más de dos metros de profundidad. Mientras tanto, Sasao, que había perdido de vista a su compañero, trató de seguir la línea de costa hasta alcanzar el objetivo. Tampoco él consiguió orientarse, y finalmente terminó por dejar caer sus bombas sobre el mar.
Tras el ataque las dos aeronaves pusieron rumbo al suroeste e iniciaron el regreso por separado. La de Sasao llegó a Wotje sin problemas tras un vuelo de casi 4.000 Kilómetros. El teniente Hashizume decidió pasar de largo y continuar hasta el atolón Jaluit, una de las principales bases de la Marina Imperial en las islas Marshall. Durante la operación de repostaje en los Bajos de la Fragata Francesa su hidroavión había sufrido algunos daños, y en Jaluit iba a encontrar mejores instalaciones donde realizar las reparaciones necesarias. Aunque eran de poca importancia, los problemas mecánicos en el avión de Hashizume, unidos al cansancio de las tripulaciones, bastaron para que el Alto Mando japonés decidiese cancelar una nueva misión sobre Pearl Harbor prevista para solo dos días más tarde.
Los dos hidroaviones volvieron a despegar el 11 de marzo, en una misión de reconocimiento sobre los atolones de Midway y Johnston, dos bases avanzadas estadounidenses situadas al noroeste y al suroeste de Hawai, respectivamente. El hidroavión pilotado por el teniente Hashizume fue descubierto y derribado en Midway por un caza Brewster Buffalo del Cuerpo de Marines. No hubo supervivientes. Sasao regresó a Wotje con valiosas fotografías tomadas sobre Johnston. Una semana más tarde él y su tripulación recibieron la orden de regresar a Japón.
Para entonces ya eran héroes. Oficialmente, su raid contra Pearl Harbor había sido un enorme éxito. En Japón la prensa aseguró, citando una supuesta información de una emisora de radio californiana, que el bombardeo había provocado treinta muertos, setenta heridos y considerables daños en las instalaciones militares. Pero lo cierto es que la incursión no causó ninguna baja ni daños materiales, a excepción de varios cristales rotos por la onda expansiva en el instituto Theodore Roosevelt. En un principio se pensó que había sido un accidente o un fallo de cálculo durante unas maniobras. El Ejército y la Marina estadounidenses llegaron a culparse mutuamente de las explosiones. Más tarde, cuando se confirmó que se trataba de un bombardeo enemigo, aumentó la preocupación en Hawai por que se produjesen nuevos ataques. El almirante Nimitz ordenó multiplicar las patrullas navales en los atolones al oeste del archipiélago. Como consecuencia, cuando a finales de mayo un submarino japonés llegó a los Bajos de la Fragata Francesa para preparar un segundo ataque (previsto para el 30 de ese mes), informó de presencia de buques norteamericanos en la zona y la misión tuvo que ser cancelada. No se volvería a intentar.
Los casi 8.000 kilómetros que recorrieron los dos hidroaviones desde su salida de Wotje hasta su infructuoso lanzamiento de bombas sobre Pearl Harbor y su regreso a las Marshall hacen de la operación K la misión de bombardeo que más distancia recorrió en toda la Segunda Guerra Mundial.
Recorrer 8000 Km para acabar bombardeando un instituto de bachillerato, con dos aviones que eran prototipos y exponer a sus dos tripulaciones a un enorme riesgo a cambio de nada, no es como para sentirse orgulloso. No me extraña que en Japón, la propaganda trabajara a destajo para vender el fiasco como un éxito. Buen artículo, Nonsei.
ResponderEliminarSaludos
Sospecho que al final el objetivo principal de la misión era dar un golpe propagandístico.
EliminarGracias por el comentario, Gluntz.