Para hacer pronósticos meteorológicos fiables, un elemento vital en la planificación de las operaciones militares, los dos bandos enfrentados en Europa y el Atlántico necesitaban tener acceso a datos recogidos en las regiones en las que se formaban los frentes, lo más al norte posible. En la “guerra meteorológica” la ventaja era de los aliados, que tenían en su poder la mayor parte de aquellas regiones y disponían libremente de la información recogida por las estaciones situadas en ellas. Al principio del conflicto los meteorólogos alemanes tuvieron que conformarse con las lecturas recogidas por submarinos, buques de superficie o aviones especialmente equipados para esa labor. Pero todos aquellos medios eran insuficientes. Los aviones estaban muy limitados por su autonomía, los buques de superficie eran enormemente vulnerables, y los comandantes de submarino eran reacios a ponerse en riesgo radiando regularmente informes meteorológicos a Alemania. La conquista de Noruega dio a Alemania una salida al Ártico, lo que fue aprovechado para instalar estaciones meteorológicas en las proximidades del Círculo Polar, incluyendo estaciones clandestinas en territorio enemigo.
Para poder realizar las mediciones sin necesidad de desplazar equipos meteorológicos a regiones controladas por el enemigo, la compañía Siemens desarrolló una estación automática, la WFL (Wetter-Funkgerät Land). Contaba con un equipo de radio de 150 watios de potencia y una gran variedad de instrumentos de medición, todo ello metido en un contenedor cilíndrico de metro y medio de diámetro y unos cien kilos de peso. El contenedor estaba unido a un mástil de diez metros de altura para la antena de radio y otro más pequeño para el anemómetro y la veleta. Cada tres horas el sistema hacía una transmisión de dos minutos con las lecturas que habían recogido sus instrumentos. La estación estaba alimentada por un número variable de baterías, albergadas en contenedores de igual tamaño que el de los equipos. Su tiempo de funcionamiento dependía de la cantidad de baterías que se instalasen, aunque estaba pensada para operar de forma automática durante varios meses.
Siemens fabricó un total de veintiséis estaciones WFL. La mayor parte de ellas se desplegaron en las regiones árticas al norte de Escandinavia, el archipiélago noruego de Svalbard, el soviético de la Tierra de Francisco José, y Groenlandia. También se decidió instalar una en el continente americano, en el norte de lo que hoy es Canadá, a pesar del riesgo que suponía transportarla hasta allí.
El 18 de septiembre de 1943 el U-537, un submarino alemán del Tipo IX-C, zarpó de Kiel al mando del Kapitänleutnant (teniente de navío) Peter Schrewe y con una tripulación de 48 hombres. Además llevaba a bordo a dos meteorólogos, el doctor Kurt Sommermeyer y su ayudante Walter Hildebrandt, y una carga muy especial, la estación WFL-26, conocida con el nombre en clave de “Kurt”. Tras unos días de estancia en el puerto noruego de Bergen, el 30 de septiembre el U-537 partió en su primera patrulla de combate. La travesía fue muy accidentada. A causa de una fuerte tormenta el submarino sufrió daños en sus tanques de lastre y perdió su armamento antiaéreo, por lo que se vio obligado a navegar siempre en superficie y no habría tenido ninguna defensa en el caso de que hubiese sido descubierto por la aviación enemiga.
El 22 de octubre el U-537 llegó a la bahía de Martin, cerca de la punta nordeste de la península del Labrador, un inhóspito lugar que no era visitado ni por los inuit. Tan pronto como echó el ancla, un grupo de reconocimiento desembarcó con la misión de buscar una ubicación adecuada para la estación meteorológica. Encontraron un buen lugar unos 400 metros tierra adentro. Sin perder un instante, el doctor Sommermeyer, su ayudante y diez marineros comenzaron a trabajar en el traslado y el montaje del equipo. Todo el material tuvo que ser desembarcado en botes de goma y transportado a mano. Mientras, el resto de la tripulación se dedicaba a reparar los daños en el submarino.
Los alemanes tomaron algunas medidas para “camuflar” la estación. Rotularon el contenedor con el nombre de un inexistente “Canadian Meteor Service” (aunque estaban en Terranova, que en aquella época era una colonia británica y aún no formaba parte de Canadá), y dejaron en los alrededores cajetillas vacías de cigarrillos americanos. Así, si por casualidad alguien se topaba con ella, no sospecharía de su procedencia. Cuando terminaron la instalación, el doctor Sommermeyer hizo las comprobaciones finales y regresaron al submarino.
En el mes de octubre y a latitudes tan altas las horas de luz eran ya escasas. Pese a ello, los hombres del U-537 tardaron poco más de un día en completar las reparaciones en el submarino. El capitán Schrewe dio la orden de zarpar en cuanto estuvieron listos. Habían permanecido en la bahía de Martin apenas 28 horas. Terminaba así la única operación militar alemana en la América continental de toda la Segunda Guerra Mundial (sin contar los desembarcos de saboteadores).
El U-537 se dirigió entonces a la zona de los Grandes Bancos de Terranova para completar su patrulla de combate. El 31 de octubre fue atacado con cohetes por un Lockheed Hudson de la RCAF, sin consecuencias. El 10 de noviembre fue localizado y atacado con cargas de profundidad por un hidroavión de patrulla marítima Catalina frente al cabo Race, en el sureste de Terranova. Al día siguiente otro Catalina canadiense lanzó cuatro cargas contra el sumergible, dañándolo ligeramente. A la caza se unieron varios buques de superficie, pero el U-537 logró escabullirse. El sumergible llegó el 8 de diciembre al puerto francés de Lorient, después de una accidentada patrulla de más de dos meses en la que no había conseguido hundir ningún barco enemigo y había sobrevivido a tres ataques aéreos. El año siguiente el U-537 fue destinado al Lejano Oriente. El 11 de noviembre de 1944 fue hundido en el mar de Java por el submarino estadounidense Flounder. No hubo supervivientes.
La estación Kurt estuvo unas pocas semanas en funcionamiento. Un año después se preparó una misión para sustituirla. En septiembre de 1944 el submarino que transportaba la nueva WFL, el U-867, fue hundido al noroeste de Bergen por cargas de profundidad lanzadas por un B-24 Liberator de la RAF. Después de aquello no hubo más intentos de instalar estaciones meteorológicas en el continente americano.
Durante décadas la estación Kurt permaneció olvidada. En 1977 los integrantes de una expedición arqueológica se toparon con ella, pero la tomaron por una instalación militar canadiense. A finales de los 70 un ingeniero jubilado de Siemens llamado Franz Selinger, que estaba escribiendo una historia de la compañía, encontró documentación sobre la estación instalada en el Labrador y se puso en contacto con el Departamento de Defensa canadiense para confirmar la historia. Era la primera noticia que tenían los canadienses de Kurt. En 1981 el historiador del Departamento de Defensa Alec Douglas organizó una expedición a Martin Bay en un rompehielos de la Guardia Costera. Allí encontró la estación, casi intacta. Fue desmontada y trasladada al Museo de la Guerra de Otawa, donde se exhibe desde entonces.