El primer autogiro de la historia fue diseñado y construido por el ingeniero español Juan de la Cierva en 1923. Se podría considerar un precedente del helicóptero, aunque se diferenciaba de éste en que su rotor era tan solo de sustentación, no de propulsión. La fuerza propulsora se la daba un motor que movía una hélice convencional en el morro. Por tanto, se podría decir más bien que era un avión de alas rotatorias. Las mayores ventajas respecto a los aviones convencionales eran que no entraba en pérdida a muy bajas velocidades y que necesitaba un espacio mínimo para despegar y aterrizar. Aunque en los años posteriores empresas de varios países desarrollaron modelos basados en el diseño original de De la Cierva, en general las grandes potencias mostraron muy poco interés por su posible uso militar. Solo hubo una excepción: el Ejército Imperial Japonés.
En 1939 el Ejército Imperial adquirió un autogiro biplaza Kellet KD-1A de fabricación estadounidense para estudiar sus posibilidades como aparato de observación de artillería. En uno de sus primeros vuelos de prueba el Kellet tuvo un accidente y acabó tan dañado que se descartó su reparación. Pero el Ejército no abandonó sus planes. Los restos fueron enviados a una pequeña empresa aeronáutica, la Kayaba Seisakusho, con el encargo de desarrollar una aeronave de similares características. El resultado fue el Kayaba Ka-1.
El KA-1 era un autogiro biplaza (piloto y observador) de 800 Kg peso y algo más de 9 metros de longitud. Contaba con un rotor de tres palas plegables de más de 12 metros de diámetro. Los ingenieros de Kayaba lo habían equipado con un motor Argus de tecnología alemana, bastante más potente que el original estadounidense, aunque la velocidad máxima que podía alcanzar era de tan solo 165 Km/h (no importaba demasiado, teniendo en cuenta que su característica más valiosa como aparato de observación era su capacidad de volar a velocidades mínimas).
El primer Ka-1 realizó su vuelo inaugural el 26 de mayo de 1941. Durante las pruebas el autogiro demostró sus cualidades y convenció a los observadores del Ejército, de forma que poco más tarde se dio orden de comenzar su producción. Hasta el final de la guerra se construyeron unas 240 unidades, que fueron destinadas principalmente a regimientos de artillería como aparatos de observación.
En 1944 los ataques de los submarinos estadounidenses a la flota mercante japonesa amenazaban con cortar las comunicaciones del archipiélago con su imperio y con interrumpir la llegada de las materias primas que el país necesitaba para mantener su esfuerzo de guerra. Con la Marina Imperial impotente para frenar la campaña norteamericana contra las rutas de abastecimiento japonesas, el Ejército decidió destinar sus propios recursos a la lucha antisubmarina. Un número indeterminado de autogiros Ka-1 fueron modificados para esa función, eliminando la plaza del observador y colocando en su lugar enganches para dos cargas de profundidad de 60 Kg. En abril de 1944 los Ka-1 de lucha antisubmarina fueron embarcados en el Akitsu Maru, un buque de asalto anfibio del Ejército Imperial dotado de un hangar y una pequeña cubierta de vuelo (en origen diseñado para transportar aviones encargados de dar apoyo aéreo a los desembarcos de tropas).
Con los Ka-1 a bordo, en los meses posteriores el Akitsu Maru estuvo operando como buque de patrulla antisubmarina en los estrechos de Corea y Tsugaru, los dos accesos principales al mar de Japón. Fue torpedeado y hundido al sur de la península de Corea por el submarino estadounidense Queenfish el 15 de noviembre de 1944, cuando acompañaba a un convoy que llevaba refuerzos desde Manchuria a las Filipinas.
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