Japón está sentado a horcajadas sobre la pieza más inestable de la corteza terrestre. Tiene treinta volcanes activos, por no hablar de los cientos que se alzan hacia el cielo en un sueño intranquilo. Los terremotos son tan numerosos como las estrellas fugaces en agosto. Apenas pasa un día sin que algunos de los embaucados por Hirohito sientan la oscilación de la Tierra bajo sus pies. El miedo a los volcanes está tan arraigado en la mente de los japoneses que han hecho dioses de ellos, colocando altares en sus bases para apaciguar su ira amenazante con regalos y súplicas, y tan grande es su temor de estas divinas montañas humeantes que es razonable creer que el mero hecho de bombardear los volcanes causaría el mismo terror cataclísmico que indudablemente se produciría si nuestros bombarderos arrasasen el palacio del Emperador (el autoproclamado descendiente del Dios Sol). Pero las block-busters [grandes bombas de demolición]
podrían hacer aún más que eso. Desde poco después de Pearl Harbor, he recomendado que nuestro ataque total contra el territorio japonés esté acompañado de bombardeos en los volcanes japoneses. Creo que explosivos dejados caer en sus gargantas pueden causar tal vómito de lavas y cenizas como para acelerar el día de la rendición incondicional. Las bombas son más y más grandes, y cada vez estoy más convencido de que merece la pena probar este tipo de ataque.
Así comienza un artículo publicado en el número de enero de 1944 de la revista estadounidense Popular Science, titulado ¿Podemos arrasar Japón desde abajo?. Su autor era Harold O. Whitnall, profesor de Geología y Geografía de la Universidad de Colgate. En él proponía bombardear los volcanes japoneses para provocar erupciones artificiales. El profesor Whitnall creía que con las bombas de la época era factible, y que el bombardeo de volcanes constituiría un arma decisiva que podría lograr por sí sola la derrota del Japón.
Probablemente el profesor no lo sabía, pero lo que él proponía ya se había intentado. En marzo de 1943
la USAAF bombardeó el Rabatana, un volcán vecino a la estratégica base japonesa de Rabaul, en la isla de Nueva Bretaña. Sin resultados.
El artículo completo (en inglés, claro) lo podéis ver en
Google Books.
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