Sakae Ōba, el zorro de Saipan

Sakae Ōba nació en marzo de 1914 en Gamagori, una ciudad de la prefectura de Aichi, en Honshū. Con diecinueve años se graduó como educador y aceptó un puesto de maestro en una escuela pública de su ciudad. Pero poco después, en 1934, abandonó su trabajo para alistarse en el Ejército. Se unió al 18º Regimiento de Infantería del Ejército Imperial, con base en la vecina ciudad de Toyohashi. En julio de 1937, cuando la intervención japonesa en China acabó en guerra abierta, su regimiento fue movilizado y enviado al frente. En la guerra Ōba fue ganando ascensos, y en 1943 era ya capitán al mando de una compañía.

A principios de 1944 el 18º Regimiento, por entonces desplegado en Manchukuo, fue destinado a reforzar la defensa de Guam, en las Marianas. El 29 de febrero el transporte militar que les trasladaba fue torpedeado cerca de Saipan por un submarino estadounidense. Los supervivientes fueron rescatados y llevados a tierra. La mayor parte de los hombres fueron enviados más tarde a Guam, pero un numeroso grupo, entre los que se encontraba el capitán Ōba, tuvieron que quedarse en Saipan.

La batalla de Saipan comenzó el 15 de junio de 1944 con el desembarco en la isla de las Divisiones de Marines 2ª y 4ª. El avance estadounidense fue lento y costoso. Los japoneses, utilizando a su favor el accidentado terreno volcánico y una gran cantidad de cuevas naturales o excavadas por ellos, lanzaban continuos ataques contra las posiciones enemigas, a menudo desde su retaguardia. Pero el control del aire y el mar por parte de los norteamericanos les impedía recibir refuerzos y suministros, y poco a poco los defensores se fueron quedando sin medios para seguir resistiendo. El 7 de julio, el general Saitō, comandante de la guarnición, reunió a todas sus fuerzas y ordenó un último ataque. En la mayor carga banzai de toda la guerra, unos 3.000 soldados y marineros japoneses se lanzaron contra las posiciones estadounidenses. Muchos de ellos iban armados tan solo con bayonetas o granadas (las municiones prácticamente se habían agotado). Los atacantes fueron totalmente aniquilados. El 9 de julio el almirante Turner anunció oficialmente que las tropas norteamericanas controlaban toda la isla y la batalla por Saipan había concluido. Ese mismo día el general Saitō realizaba el seppuku, el suicidio ritual del guerrero. Se calcula que en Saipan se suicidaron unos 9.000 japoneses. Los estadounidenses tan solo pudieron hacer 921 prisioneros. Entre ellos no estaba el capitán Ōba, así que todos supusieron que era uno de los caídos. El 30 de septiembre el Ejército Imperial japonés declaró oficialmente muerto a Sakae Ōba y le concedió un ascenso póstumo a comandante.

Pero el capitán Ōba había sobrevivido a la batalla. Se había refugiado en lo más profundo de la jungla, al mando de cuarenta y seis soldados y guiando a unos ciento sesenta civiles japoneses. Aparte de organizar, cuidar y enseñar a sobrevivir a los civiles que tenían a su cargo, Ōba y sus hombres decidieron continuar la lucha. Desde sus campamentos ocultos en la selva, iniciaron una guerra de guerrillas contra los marines estadounidenses. Ōba convenció a sus hombres de que las tropas imperiales estaban preparando un contraataque y la reconquista de Saipan era inminente. Los refuerzos que esperaba nunca llegaron, sin embargo nunca perdió la esperanza en la victoria. Estaba convencido de que las noticias que les llegaban sobre las derrotas y los desastres japoneses no eran más que propaganda enemiga.

Los guerrilleros de Ōba se movían con velocidad y sigilo por toda la isla. Sus acciones eran de una audacia casi insultante. Para obtener información se infiltraban en los campos de prisioneros. Cuando se les agotaban las provisiones, recurrían a redadas nocturnas en los campamentos estadounidenses para robar alimentos, medicamentos y otros suministros esenciales. En una ocasión unos militares norteamericanos instalaron un cine al aire libre en un campo al lado de su campamento. No podían imaginar que tras las últimas filas, oculto entre la vegetación, se sentaba el mismísimo Ōba a disfrutar de las películas.

El capitán Ōba tuvo noticias del final de la guerra, pero aún tardó varios meses en convencerse de que era cierto que Japón había sido derrotado. Finalmente, aceptó abandonar la lucha, pero no lo iba a hacer de cualquier manera. Se negó a rendirse si no recibía la orden directa de un oficial superior. Los estadounidenses tuvieron que trasladar expresamente a la isla al general de división Umahachi Amaha, comandante de la 9ª Brigada Mixta Independiente durante la batalla de Saipan. El 27 de noviembre de 1945 Amaha ordenó al capitán Ōba que se entregase con sus hombres a los norteamericanos. El 1 de diciembre, tres meses después de la rendición oficial del Japón, los guerrilleros descendieron de su campamento en una ladera del monte Tapochau y se presentaron ante los marines de la 18ª Compañía de Artillería Antiaérea. Con gran formalidad y dignidad el capitán Ōba entregó su espada al oficial al mando, el teniente coronel Howard G. Kurgis, del Cuerpo de Marines. Tras él, sus hombres entregaron sus armas y su bandera. Habían pasado 512 días desde el final de la batalla de Saipan.

Sakae Ōba entrega su espada al coronel Kurgis:


Ōba creía que al decidir continuar la lucha había sido más valioso para su país que si hubiese optado por un suicidio honorable, como hicieron cientos de sus compatriotas en Saipan. Pero al regresar a Japón muchos le consideraron un cobarde por ello. Cuando se confirmó que seguía con vida, su ascenso póstumo a comandante fue anulado. Tras su repatriación en 1946 se reunió con su esposa Mineko y su hijo, al que veía por primera vez. Había nacido en 1937, justo después de que su regimiento fuese destinado a China

Fuentes principales:
http://www.japantimes.co.jp/life/2011/05/15/general/japans-renegade-hero-gives-saipan-new-hope/#.Uua2D9K0osY
http://en.wikipedia.org/wiki/Sakae_%C5%8Cba


2 comentarios:

  1. Felicidades por esta serie de artículos sobre los japoneses que siguieron combatiendo tras el fin de la guerra, me lo estoy pasando en grande con ellos. Espero que estés preparando algo sobre el teniente Shigeichi Yamamoto y sus compañeros en la isla de Mindoro, es una historia increíble.

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    1. Gracias, Iakob. Estoy en ello, aún no he terminado con la serie de entradas sobre los "rezagados" japoneses. Por cierto, adivina de quién copié la idea.
      Un saludo.

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