En la primera mitad de 1943 gran parte de la población alemana comenzó a ser consciente de que Hitler estaba conduciendo a su país al desastre. En Rusia, la derrota de Stalingrado había supuesto un punto de inflexión en la guerra. Los soviéticos habían pasado a la ofensiva, que ya no detendrían hasta llegar a Berlín. En el Mediterráneo los restos del Afrika Korps capitulaban en Túnez, con la débil Italia de Mussolini en el punto de mira de los aliados. Y dentro del propio Reich, los civiles veían cómo los bombardeos aéreos se repetían con una frecuencia cada vez mayor, sin que aparentemente la Luftwaffe pudiese hacer nada para impedirlos.
A pesar del esfuerzo propagandístico del régimen, no se podía ocultar que la guerra empezaba a ir muy mal para los alemanes. Fue entonces cuando Hitler trató de frenar el derrotismo endureciendo las leyes contra el que consideraba “enemigo interior”. Se intensificó la persecución contra los que se atrevían a expresar en voz alta sus críticas o a hacer comentarios burlones sobre los dirigentes nazis o sobre la marcha de la guerra. La ley contemplaba diversas penas, que en algunas ocasiones podían llegar a la pena de muerte, para quien públicamente contribuyese a “socavar la voluntad nacional” o incitase a los militares al incumplimiento del deber. Era una ley intencionadamente ambigua que en la práctica dejaba en manos de los jueces la decisión de castigar con mayor o menor severidad un chiste o un comentario derrotista. Muchos acusados se libraron con una advertencia, otros fueron condenados a pasar una temporada en un campo de “reeducación”. Solo en casos extremos se decretaban penas más graves, aunque a medida que la derrota se iba viendo cada vez más próxima, los castigos se fueron endureciendo progresivamente.
Rudolph Herzog relata un caso trágico en su libro Heil Hitler, el cerdo está muerto, dedicado al humor en el Tercer Reich. Marianne Elise Kürchner era una joven viuda de guerra de origen checo que trabajaba en una fábrica de municiones situada en el distrito berlinés de Mariendorf. Un día, durante el trabajo, cometió el error de contar un chiste a uno de sus compañeros:
Hitler y Göring están en lo alto de la torre de radiodifusión de Berlín. Hitler dice “Habría que darles una alegría a los berlineses”, a lo que Göring contesta: “¡Entonces, salta desde la torre!”
Aquella ingenua broma le costaría muy cara. Su compañero de trabajo, quizá por miedo a que alguien más la hubiese escuchado, o puede que por convicción ideológica o para ganar puntos ante los nazis, la denunció a las autoridades. Marianne fue detenida y acusada de derrotismo. El caso fue remitido al Volksgerichtshof, el temido “Tribunal del Pueblo” encargado de juzgar los delitos políticos, presidido por el sádico juez Roland Freisler, famoso por su crueldad y por el trato burlón y despectivo que daba a los acusados durante los procesos.
En el juicio Marianne admitió haber contado el chiste, pero alegó que en el momento en el que lo hizo estaba muy afectada por la reciente pérdida de su marido en el frente y no actuaba de forma racional. El tribunal no tuvo piedad. El 26 de junio de 1943 el Volksgerichtshof dictó sentencia: «La señora Marianne Kürchner, en su condición de viuda alemana de guerra, ha intentado socavar nuestra sólida moral de defensa y nuestro trabajo eficiente en aras de la victoria en una fábrica de armas haciendo uso de palabras malévolas contra el Führer y el pueblo alemán, expresando con ello el deseo de que perdamos la guerra. Por eso, y debido a que se ha comportado como una checa, aunque es alemana, se ha situado al margen de nuestra comunidad patriótica. Ha perdido el honor para siempre y por lo tanto es condenada a muerte». El hecho de ser viuda de guerra no le ayudó en nada. Por el contrario, fue considerado un agravante, ya que el tribunal estimó que con su comportamiento Marianne también había manchado la memoria de su esposo.
Pocos días más tarde Marianne Elise Kürchner fue guillotinada.
En el libro de Herzog se identifica a la acusada solo como Marianne Elise K.
Su nombre completo lo he encontrado aquí:
http://www.executedtoday.com/2012/06/26/1943-marianne-elise-kurchner-condemned-for-a-joke/
Pues si se llega a enterar el del bigotito que lo comparamos con Charlot o con Aznar...
ResponderEliminarDe las comparaciones con Charlot seguro que se enteró. Hasta es posible que llegase a ver la parodia que le dedicó:
Eliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=CgMvXuwT5MY
Cierto. En muchos países no quisieron estrenar la película para que Hitler no se enfadara.
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