Ben Kuroki era un joven de Hershey, una pequeña ciudad agrícola del estado norteamericano de Nebraska en la que la práctica totalidad de la población era de ascendencia centroeuropea o nórdica. Ben vivía y trabajaba junto a sus hermanos en la granja de sus padres, un matrimonio de inmigrantes japoneses llamados Shosuke y Naka. Cuando la Marina Imperial atacó Pearl Harbor y el país entró en guerra, Ben y su hermano Fred, animados por su propio padre, fueron a la oficina de reclutamiento de la capital del condado para alistarse en el Ejército. Ambos eran ciudadanos estadounidenses, nacidos y criados en Estados Unidos, pero, al igual que la mayoría de los nisei (hijos de emigrantes japoneses nacidos en el extranjero), fueron rechazados sin más explicaciones. En lugar de rendirse, lo intentaron de nuevo en una oficina de otra ciudad situada a más de doscientos kilómetros de distancia. Allí no les pusieron ningún problema (según Ben, porque el reclutador cobraba dos dólares por cada recluta que conseguía). Los hermanos Kuroki fueron dos de los primeros nisei que se alistaron en el Ejército de los Estados Unidos después del ataque a Pearl Harbor.
En enero de 1942 fueron enviados a Sheppard Field, en Texas, uno de los principales centros de entrenamiento de la USAAF. Tras completar la formación básica, Ben Kuroki fue destinado a un puesto administrativo en el 93º Grupo de Bombardeo con base en Fort Myers, Florida. En agosto de 1942, cuando la unidad fue asignada a la Octava Fuerza Aérea, desplegada en Gran Bretaña, a Kuroki le comunicaron que por ser de origen japonés no tenía permitido servir en ultramar. Tras mucho insistir, Ben consiguió el permiso para acompañar a su unidad a Inglaterra. Una vez allí, gracias a la escasez de personal, logró que sus mandos aceptasen destinarle a un puesto de combate. Completó un curso de entrenamiento para artilleros aéreos y se convirtió en artillero de torreta dorsal en un bombardero Consolidated B-24 Liberator.
Ben Kuroki en uniforme de vuelo:
En diciembre de 1942 el 93º Grupo de Bombardeo fue transferido a la Vigésima Fuerza Aérea para dar apoyo aéreo a la operación Torch (los desembarcos aliados en el norte de África). En febrero de 1943 el B-24 de Kuroki tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en el Protectorado Español de Marruecos a causa de un fallo mecánico. La tripulación fue internada por las autoridades españolas. A veces, como adorno a su biografía, se cuenta que Kuroki se fugó de su internamiento, aunque en realidad él y sus compañeros fueron liberados tres meses más tarde gracias a las presiones del Departamento de Estado de Estados Unidos al gobierno de Franco (que por cierto incumplió la Convención de Ginebra, que obligaba a los países neutrales a internar a los combatientes de los estados beligerantes hasta el final del conflicto).
El 1 de agosto de 1943 Kuroki participó en la operación Tidal Wave (“Maremoto”), un bombardeo masivo a cargo de 162 B-24 estadounidenses con base en Libia contra nueve refinerías de petróleo situadas en los alrededores de Plioesti, en Rumanía. La misión fue el mayor fracaso de la historia de la USAAF. Solo 88 bombarderos regresaron a sus bases, 55 de ellos dañados. El resto, exceptuando algunos que consiguieron alcanzar la neutral Turquía, fueron derribados por las baterías antiaéreas (la mayor parte) o por los cazas rumanos y búlgaros. 440 tripulantes estadounidenses murieron, y otros 220 fueron hechos prisioneros o dados por desaparecidos.
Cuando Kuroki completó su período obligatorio de veinticinco misiones se ganó su derecho de volver a casa, pero decidió presentarse voluntario para volar cinco más. Regresó a Estados Unidos como un veterano sargento con treinta misiones de combate en Europa y el norte de África. Fue enviado a California a la espera de nuevo destino. Allí se sentía incómodo caminando por las calles, incluso de uniforme. Todos los habitantes de origen japonés de los estados de la costa oeste (aunque fuesen ciudadanos estadounidenses, o aunque no hubiesen tenido en su vida ningún tipo de relación con Japón) habían sido internados en campos de concentración situados en el interior del país. Aprovechando su notoriedad (la propaganda militar le había dado a conocer como un héroe, y hasta la revista Time le había dedicado un artículo), Kuroki comenzó a hacer campaña a favor de la restauración de los derechos civiles de los americano-japoneses. El Ejército le llevó en una gira por los campos de internamiento para alentar a los jóvenes nisei a que se alistasen. Comprensiblemente, muchos de los internados no entendieron su posición y le recibieron como a un traidor. Otros, en cambio, le vieron como un ejemplo a seguir. La comunidad japonesa estaba dividida entre los que se rebelaban contra la injusticia que se estaba cometiendo con ellos y los que defendían la colaboración con las autoridades para demostrar que eran ciudadanos leales. Miles de jóvenes de origen japonés se enrolaron en el Ejército de los Estados Unidos para combatir en Europa. Por supuesto, luchar en el Pacífico contra Japón estaba prohibido para ellos.
Aquella fue otra barrera que Kuroki quiso superar. Solicitó reengancharse en un nuevo periodo de servicio para servir en el teatro de operaciones del Pacífico. Inicialmente su solicitud fue denegada. Kuroki aprovechó su fama para recurrir a instancias superiores hasta llegar al mismísimo secretario de Guerra, Henry Stimsom, quien tuvo que intervenir personalmente para hacer que el Ejército cambiase de opinión. Kuroki fue finalmente aceptado y destinado al 505º Grupo de Bombardeo, con base en la isla de Tinian, en las Marianas. Volando en un Boeing B-29 Superfortress, participó en veintiocho misiones de bombardeo que se sumaron a las treinta que había completado en Europa y África. La primera de ellas fue un ataque a la guarnición japonesa de Iwo Jima en febrero de 1945, en uno de los bombardeos previos al desembarco de los marines en la isla. Le siguieron otras muchas misiones contra infraestructuras estratégicas y objetivos militares en Truk, Okinawa y el archipiélago japonés. A partir de la primavera de 1945 tomó parte en la serie de grandes raids nocturnos contra las ciudades japonesas que tenían como único objetivo arrasar con bombas incendiarias áreas densamente pobladas y que causaron cientos de miles de muertos.
Los que me leen habitualmente, que los hay, ya saben que me gustan los títulos llamativos, incluso engañosos. En este caso el titular llama mucho la atención (o eso pretende), pero es injusto. La lucha de Ben Kuroki fue por encima de todo una lucha por los derechos civiles de los estadounidenses de origen japonés. Habrá razones para criticar su decisión desde un punto de vista ético, pero su motivación está fuera de toda duda. Y también su disposición al sacrificio personal. En los meses finales de la guerra los bombarderos de la USAAF reducían a cenizas casi con total impunidad las ciudades japonesas, pero cuando Kuroki se presentó voluntario para un segundo periodo de servicio no podía saber ni que ese iba a ser el objetivo ni que el riesgo para las tripulaciones estadounidenses iba a ser mínimo. Él había sido testigo de los peores años de la campaña de bombardeo en el teatro europeo. Había sobrevivido al infierno de Plioesti y a otras muchas misiones en las que las posibilidades de regresar eran aproximadamente las mismas que las de acertar lanzando una moneda al aire. Cuando se reenganchó, lo único que podía tener seguro era que estaba tentando a la suerte.
Gracias nuevamente por acercarnos estas "microguerras". Un placer leerte.
ResponderEliminarHablando de lectores habituales...
EliminarGracias a ti, fer.
Una historia muy curiosa, desconocida para mí. Los nisei fueron tratados como ciudadanos de tercera clase por las autoridades estadounidenses durante toda la guerra, y Kuroki luchó contra ese racismo latente. Me llama la atención la condescendencia del Gobierno franquista a la hora de permitir la repatriación de Kuroki y sus compañeros, contraviniendo las leyes internacionales. ¿Sería para aplacar a las autoridades yankees por el famoso derribo del P-38 sobre territorio español, efectuado por el He-112 del teniente Entrena en marzo de 1943?
ResponderEliminarSaludos
Pues no tengo ni idea, pero puede que sí influyese el incidente del derribo del teniente Entrena. Fue en la misma época. Bien visto, Gluntz.
EliminarPor cierto, cometí un error: el internamiento de beligerantes no lo dispone la convención de Ginebra, sino la convención de La Haya.
Un saludo.
Injusto y triste el comportamiento de EE.UU para con los ciudadanos de origen Japones. Aunque no es de extrañar, siendo como es un país dado a la psicosis colectiva , lease la "batalla" de los Angeles, o las hogueras de brujas del mccarthismo.
ResponderEliminarEn cambio la numerosa comunidad de origen alemán casi no tuvo problemas durante la guerra. Y mucho menos la italoamericana. Era psicosis colectiva, pero también racismo.
EliminarExcelente entrada Nonsei. Cordiales Saludos.
ResponderEliminarGracias una vez más, Félix. Me alegro de que te haya gustado.
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