Maria Vasilievna Oktyabrskaya era hija de un matrimonio de campesinos de la península de Crimea. Cuando terminó los estudios secundarios encontró un trabajo de telefonista y se fue a vivir a Simferopol. Allí conoció a Ilya Ryadnenko, un joven cadete de la Academia de Caballería. Se casaron en 1925, cuando Maria tenía 20 años y estaba empleada en una fábrica de conservas. En los años posteriores el matrimonio se recorrió media Ucrania, cambiando de residencia cada vez que Ilya recibía un nuevo destino. Maria llevaba una vida tranquila y convencional. Participaba activamente en las asociaciones de mujeres de oficiales y era aficionada a la costura y a la decoración.
Bueno, puede que esté dando una imagen errónea de Maria. También era una mujer inquieta y decidida, y parece que por influencia de su esposo había adquirido cierta afición por los temas militares. Entre otras cosas, había completado cursos de enfermería, conducción de vehículos y manejo de armas. En cualquier caso, en aquella época nadie habría imaginado que iba a acabar convertida en una de las soldados más letales del Ejército Rojo.
Claro que lo que nadie sabía tampoco era que en junio de 1941 Hitler iba a ordenar la invasión de la Unión Soviética.
Un año antes Ilya había sido destinado a un regimiento de artillería con base en Chisinau, en el nuevo territorio soviético de Besarabia (la actual Moldavia). Aquello les situaba en medio de una de las principales rutas de invasión alemanas. Cuando comenzó el ataque Ilya fue movilizado para ir al frente, mientras Maria era evacuada junto a otros familiares de oficiales a la ciudad de Tomsk, en Siberia. Allí volvió a trabajar de telefonista, en la también evacuada Academia de Artillería de Leningrado. A finales de agosto Maria recibió la noticia de la muerte en combate de Ilya, alcanzado por una ráfaga de ametralladora durante la batalla de Kiev. Decidida a vengar a su esposo, se presentó voluntaria para ir al frente, pero fue rechazada por su edad (tenía ya 36 años) y por sus problemas de salud (sufría las secuelas de una tuberculosis).
Maria tuvo que buscar otra manera de llevar a cabo su venganza. Vendió todas sus posesiones y consiguió reunir el dinero suficiente para adquirir un tanque T-34 recién salido de fábrica y donarlo al Ejército Rojo. Aquello no era algo extraordinario. Muchos ciudadanos soviéticos, movidos por el patriotismo o el sentido del deber, compraban armas y vehículos de todo tipo (camiones, ambulancias...) para cederlos a las fuerzas armadas. Los más generosos, como Maria, podían llegar a gastarse todos sus ahorros en un tanque, e incluso hubo algún caso de cazas donados por particulares. El donante tenía el privilegio de bautizar el vehículo que entregaba. Maria eligió para su T-34 el nombre de Boyevaya Poduga (algo así como “Novia Combatiente”).
Pero si donar un tanque al Ejército Rojo no era algo excesivamente original, sí que lo fue la condición que puso Maria antes de hacer la entrega: que se le permitiese formar parte de su tripulación. El Comité de Defensa del Estado no se lo tuvo que pensar mucho para aceptar su propuesta, ya que inmediatamente se dieron cuenta de que las posibilidades propagandísticas de aquella historia eran enormes.
Maria Oktyabrskaya era la heroína perfecta. Casi parecía un personaje prefabricado: comunista convencida (su apellido, Oktyabrskaya, de “octubre”, no era el de nacimiento, y es de suponer que se lo cambió en honor a la Revolución), ama de casa y trabajadora, con una vida con la que se podían identificar millones y millones de mujeres soviéticas, y que lo abandonaba todo para luchar contra el invasor y vengar a su marido muerto. El hecho de que fuese una mujer suponía una ventaja a nivel propagandístico, aunque no demasiado destacable (en el Ejército Rojo sirvieron cientos de miles de mujeres, gran parte de ellas en unidades de primera línea, y muchas se hicieron famosas como pilotos, francotiradoras... y también tanquistas). Eran sus circunstancias particulares las que la convertían en un caso especial. Maria tenía casi 38 años cuando se alistó, una edad muy superior a la del resto de reclutas voluntarias. Comenzó un largo programa de entrenamiento de cinco meses de duración, cuando lo habitual era que las tripulaciones de tanques soviéticos recibiesen una formación básica de unas pocas semanas antes de ser enviadas a las unidades de primera línea. En septiembre de 1943 completó su formación como conductora-mecánica y fue destinada a la 26ª Brigada de Tanques de la Guardia. Podemos imaginar el escepticismo con el que la recibieron sus nuevos compañeros cuando llegó a su destino conduciendo su propio tanque, con las palabras Boyevaya Poduga pintadas en la torreta. Después de todo, estaba claro que su presencia allí se debía únicamente a una operación de propaganda.
Su bautismo de fuego llegó el 21 de octubre 1943, durante la ofensiva soviética que expulsó a los alemanes del área de Smolensko. Maria sorprendió a todos dirigiendo su tanque como una veterana, lanzándose al combate sin mostrar la más mínima vacilación. La valentía y el liderazgo que demostró en aquellos días le sirvieron para conseguir un ascenso a sargento.
La noche del 17 al 18 de noviembre la 26ª Brigada lanzó un ataque con el objetivo de recuperar la ciudad de Novoye Selo, en la región fronteriza entre Bielorrusia y Rusia. Durante el combate, un proyectil alcanzó una de las cadenas del Boyevaya Poduga, dejándolo inmovilizado en medio del campo de batalla. Maria y uno de sus compañeros salieron del tanque para hacer las reparaciones necesarias, mientras los otros dos tripulantes del T-34 les daban fuego de cobertura con las ametralladoras. Entre explosiones y balas silbando a su alrededor, Maria consiguió colocar la banda de rodadura y el tanque pudo reincorporarse al ataque. La leyenda de la sargento Oktyabrskaya continuaba creciendo. Si la prensa hacía ya tiempo que la había convertido en una heroína, ahora eran sus compañeros de armas los que reconocían su valor. Ya nadie la consideraba una creación de la propaganda soviética.
Los dos meses siguientes María participó en incontables combates en el este de Bielorrusia. El 17 de enero de 1944 el Boyevaya Poduga tomó parte en un ataque nocturno contra unas posiciones alemanas fuertemente defendidas en torno al pequeño pueblo de Shevedy, cerca de Vitebsk. Siempre en vanguardia, Maria condujo su tanque a través de las defensas alemanas, superando trincheras y nidos de ametralladoras. Después de destruir un cañón autopropulsado, el T-34 fue alcanzado en una de sus orugas y quedó inmovilizado. Una vez más Maria saltó de la torreta y comenzó a trabajar en medio del combate para volver a poner en marcha su tanque. Pero en aquella ocasión no tendría tanta suerte. Cuando estaba tratando de reparar la banda de rodadura, un fragmento de metralla la golpeó en la cabeza y la dejó inconsciente. Nunca llegaría a recuperar el conocimiento. Después de la batalla fue trasladada a un hospital de campaña en Smolensko. Allí moriría el 15 de marzo de 1944, después de casi dos meses en coma.
En agosto de 1944 Maria Oktyabrskaya fue distinguida póstumamente con el título de Heroína de la Unión Soviética en reconocimiento al valor que demostró en las duras batallas de tanques que se sucedieron en el otoño-invierno de 1943 entre Smolensko y Vitebsk.
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