En abril de 1942 el coronel Hans von Luck, un experimentado oficial alemán de fuerzas acorazadas, veterano de las campañas de Polonia, Francia y Rusia, fue destinado al Afrika Korps de Rommel, que tras detener el avance británico sobre Libia se preparaba para conquistar Egipto. Al mando del 3er Batallón de Reconocimiento de la 21ª División Panzer, el coronel no tardaría en descubrir que la guerra en el desierto tenía sus propias normas.
En noviembre de 1942, después de la batalla de El Alamein, su batallón se encontraba acantonado en el oasis de Siwa con la misión de vigilar el flanco sur del Afrika Korps. Era una zona tranquila, lejos de los movimientos principales que se desarrollaban más al norte. Allí tan solo se tenían que preocupar por incursiones ocasionales de unidades de reconocimiento británicas. La relativa calma que se disfrutaba en aquel sector hizo que alguien tuviese la extraña ocurrencia de acordar con los británicos un alto el fuego parcial, por el que ambos bandos se comprometían a interrumpir las operaciones todos los días a partir de las cinco de la tarde. Durante las horas de tregua alemanes y británicos se comunicaban por radio para intercambiarse "favores", como mensajes de prisioneros, informaciones sobre patrullas extraviadas...
Uno de aquellos curiosos acuerdos lo relata el propio coronel Luck en su autobiografía, Panzer Commander:
Una tarde regresó una patrulla con dos hombres y un jeep capturados en el desierto. Un joven teniente alto y rubio y su conductor fueron traídos junto a mí. El teniente era un arrogante snob típicamente inglés. Con mucha corrección, solo me dio su número de servicio, sin más detalles.
Intenté entablar conversación con él y le hablé de mis visitas a Londres, de mis amigos, incluyendo un capitán de los guardias granaderos. Comenzó gradualmente a relajarse y resultó ser un sobrino de uno de los propietarios de los cigarrillos Player. Tuve que reírme ante la sugerencia que entre susurros hicieron mis oficiales.
“Teniente, ¿qué tiene que decirnos si lo cambiamos a usted y a su conductor por cigarrillos? Nosotros tenemos una gran escasez en estos momentos”
“Buena idea”, respondió.
“¿Cuántos cigarrillos cree que vale? ¿Qué debería sugerirle a su comandante?”
"Un millón de cigarrillos, es decir, cien mil paquetes”, respondió sin vacilar.
Mi oficial de radio contactó con los Royal Dragoons, y les pasé nuestra oferta.
“Espere, por favor, regresaré inmediatamente”, fue la respuesta. Luego, tras unos minutos: “Disculpe, nosotros también estamos bastante escasos, pero podemos ofrecerles seiscientos mil cigarrillos. Acepte, por favor”
Para mi gran asombro, recibí de plano el rechazo del joven teniente.
“Ni un cigarrillo menos de un millón, esto es definitivo”, fue su respuesta. Así que el joven tuvo que pagar con la cautividad por el alto precio que se puso a sí mismo.
Eso le pasó por vanidoso. Tenía que haber dicho que su valor era el de un cartón de tabaco negro y todos contentos.
ResponderEliminarUn saludo.
Todos contentos menos los alemanes, que se quedarían con las ganas de fumar.
EliminarUn saludo.
Igual que hizo en su día Julio César: http://laescaleradeiakob.blogspot.com.es/2011/03/julio-cesar-y-los-piratas.html (perdón por la autopromoción)
ResponderEliminarPuede que el teniente inglés conociese la anécdota y no quisiese ser menos que Julio César.
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