El heroísmo de un sanitario

Los sanitarios que servían en el Cuerpo de Marines no eran marines. En sentido estricto eran marineros, es decir, personal de la US Navy, que tras superar el periodo de formación como Pharmacist's Mate ("ayudante de farmacia") habían sido destinados a una división de Marines, igual que podrían haber acabado en la enfermería de un buque o en un hospital naval. Podríamos pensar que el sanitario era recibido como un extraño por sus nuevos compañeros, teniendo en cuenta el espíritu de cuerpo tan marcado del que son imbuidos los marines. Y nos equivocaríamos. Lo cierto es que no solo le consideraban como uno de los suyos, sino que normalmente le trataban con un gran respeto, casi con veneración. A cada compañía de Marines se le asignaban siete sanitarios de primera linea. En ningún momento se separaban del resto de la unidad, y tenían que superar igual que ellos el duro entrenamiento de campaña al que eran sometidos los infantes de marina. Por tanto no gozaban de ningún privilegio en el periodo de instrucción. Y, sobre todo, nadie envidiaba su trabajo durante el combate. Su misión consistía en acudir junto al herido, aunque estuviese totalmente expuesto al fuego enemigo, tratar de ponerle a cubierto, evaluar la gravedad de las heridas, detener las hemorragias, calmar el dolor en la medida de lo posible y esperar la llegada de los camilleros. Era habitual que el índice de bajas entre los sanitarios fuese superior al de los combatientes. Y en muchos casos, aunque físicamente saliesen ilesos de la batalla, la enorme tensión que tenían que soportar durante el combate hacía que muchos de ellos acabasen con los nervios destrozados. Pese a todo, fueron pocos los que dejaron de cumplir con su deber.

Jack Willis era un sanitario de 23 años destinado en la 5ª División de Marines. El 28 de febrero de 1945, el décimo día de la batalla de Iwo Jima, fue herido por la metralla de un proyectil de mortero cuando atendía a un herido. Le ordenaron abandonar la primera línea y acudir al hospital de campaña para recibir atención médica, pero poco después se dio de alta a sí mismo y se escapó para regresar al frente. Pocas horas más tarde se encontraba en el interior de un cráter de bomba, en medio del combate, suministrando plasma a un marine herido. De repente una granada cayó rodando dentro del agujero. Manteniendo elevada la bolsa de plasma con la mano izquierda, Willis cogió la granada con la derecha y la lanzó lo más lejos que pudo antes de que estallase. Una segunda granada cayó en el hoyo y Willis tuvo que repetir la operación. Después una tercera, una cuarta... Con la novena se le agotó la suerte. La granada estalló en su mano y le mató instantáneamente.

John H. Willis recibió a título póstumo la Medalla de Honor, la máxima condecoración que entregan las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Fue una de las cuatro (dos póstumas) concedidas a sanitarios del Cuerpo de Marines por sus acciones durante la batalla de Iwo Jima.

En la foto, Winfrey Willis, la viuda de Jack, con su hijo de siete meses en los brazos, recibe la condecoración de manos del secretario de Marina James Forrestal en diciembre de 1945 (el niño aún no había nacido el día que su padre murió en Iwo Jima):

6 comentarios:

  1. ¿La señora mayor es la madre? Menuda cara tiene la pobre.

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    1. No. Por su cara de tristeza sí que se diría que era alguien muy cercano a Willis, pero era una tía de su viuda.

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  2. Buen artículo, Nonsei. Añadir que estos sanitarios de la Armada, eran conocidos por el apodo de "Doc"(doctor) y también eran llamados "Bones" (huesos) por parte de los marines que servían con ellos, en cada sección de fusileros.

    Saludos

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    1. Así es. En las películas es un personaje típico, el "doc".

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