El teniente coronel Montagu Reaney Chidson (conocido familiarmente como “Monty”) era un oficial de artillería británico que en su juventud había sido pionero de la aviación, prisionero de guerra y héroe de la Primera Guerra Mundial. Ya cerca de la cincuentena, disfrutaba de un apacible destino como agregado militar en Holanda, el país de origen de su esposa. El comienzo del ataque alemán violando la neutralidad holandesa, el 10 de mayo de 1940, le sorprendió en la embajada británica en La Haya. Aunque no es del todo correcto decir que “le sorprendió”, ya que en toda Holanda eran pocas las personas que podían presumir de tener más información que él de las intenciones alemanas. Porque en realidad Reaney Chidson era un agente del MI6, el servicio de espionaje británico. Llevaba semanas esperando aquel momento y poniendo a punto un plan que debía ejecutar en cuanto tuviese noticia del comienzo de la invasión.
Reaney Chidson abandonó la embajada británica vestido de civil (lo que por cierto suponía una más que probable ejecución por espionaje en caso de que los alemanes le capturasen) y se dirigió al principal mercado de diamantes de Amsterdam. Había logrado hacerse con una llave del edificio, y, aunque no tenía la combinación de la cámara de seguridad, sus informadores le habían dado algunas pistas que esperaba que le ayudasen a abrirla. En aquella época Amsterdam todavía era el centro del comercio de diamantes más importante del mundo. Aprovechando el caos del momento, Montagu entró en el edificio vacío y se dirigió a la cámara. Pasaban las horas y la puerta se le resistía. Al día siguiente continuaba trabajando, tratando de forzar las cerraduras de la caja fuerte. Entonces oyó ruidos y voces que le hicieron pensar que los soldados alemanes habían entrado en el edificio. Era cuestión de tiempo que las tropas invasoras apareciesen para hacerse con el tesoro que se guardaba allí. Pero Reaney Chidson no se dejó llevar por el pánico y continuó con su misión hasta que por fin consiguió abrir la puerta de la cámara. Huyó del lugar llevándose todos los diamantes que pudo cargar. De alguna manera logró cruzar el Mar del Norte y llegar a Inglaterra. En Gran Bretaña entregó su botín a la reina Guillermina y al gobierno holandés en el exilio.
Se dice que este fue el mayor robo de diamantes de la historia, aunque entre la poca información que he encontrado sobre el episodio no he podido descubrir ningún dato concreto sobre las cantidades robadas o el valor del botín. Pero hay un detalle que me hace suponer que es una historia auténtica. Pocos meses después de su regreso a Inglaterra, a Reaney Chidson le fue concedida la Orden al Servicio Distinguido como miembro de la Fuerza Expedicionaria Británica. La concesión se publicó en la London Gazette (el Boletín Oficial británico) el 20 de diciembre de 1940, donde se especificaba que recibía la distinción “en reconocimiento a su valor en Francia y Flandes”. La Orden al Servicio Distinguido (DSO) era una condecoración que se daba exclusivamente a oficiales que hubiesen destacado por su liderazgo y valor en el campo de batalla. Al menos así ocurría desde 1917, cuando las protestas de los militares que servían en primera línea obligó a acabar con los abusos en la concesión de aquella prestigiosa medalla a oficiales de Estado Mayor. En 1940 habría sido totalmente imposible que un agregado militar en una embajada hubiese recibido la DSO a menos que hubiese protagonizado una acción especialmente arriesgada y meritoria.
Reaney Chidson continuó trabajando para el servicio secreto durante el resto de la guerra. Entre 1943 y 1944 fue el responsable de seguridad de la embajada británica en Ankara. Precisamente en aquellos meses un mayordomo turco-albanés al servicio del embajador llamado Elyesa Bazna se dedicó a fotografiar todos los documentos secretos que caían en sus manos para vendérselos a los alemanes. Bazna, conocido con el nombre en clave de Cicerón, fue probablemente el espía alemán más importante de toda la Segunda Guerra Mundial. Está claro que la labor de Reaney Chidson en Turquía no fue tan brillante como su desempeño en Holanda.
Difícil de hacer el cálculo... Teniendo en cuenta que era un casi cincuentón con un trabajo de oficina, ¿cuanto peso podría haber cargado (siempre que no utilizara un vehículo)? ¿Cincuenta kilos, sesenta? Unos 250-300000 quilates. Y el precio, en todo caso, dependería de la calidad y el tamaño... Me parece que el robo en el Centro de Diamantes de Amberes en 2003, con un botín de 140 millones de dólares, le gana
ResponderEliminarPues no tengo muchos datos. Casi ninguno, en realidad. Es posible que sí tuviese un vehículo. Parece que tenía bien planeado el robo, y también su salida de Holanda y su vuelta a Inglaterra, que no sé cómo pudo hacer, por cierto. Seguramente es una exageración llamarlo"el mayor robo de diamantes de la historia", pero quién sabe...
Eliminar