Hace unas semanas fue noticia el anuncio formal que hizo el nuevo primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, de su intención de reclamar a Alemania compensaciones por daños de guerra derivadas de la ocupación del país entre 1941 y 1944. La cantidad reclamada, según se filtró a la prensa, sería de 11.000 millones de euros, valor actual calculado de un préstamo de 476 millones de Reichsmarks que los ocupantes alemanes obtuvieron del gobierno títere griego en 1942 y que nunca fue devuelto. Además, Grecia pedirá compensaciones económicas para las víctimas de la ocupación y la devolución a su país de miles de piezas arqueológicas expoliadas. La historia no es nueva. De hecho, parece que el gobierno de Syriza ha bajado considerablemente las exigencias con respecto a sus predecesores (aunque también parece que se va a tomar el tema más en serio). Hace dos años, durante el gobierno del conservador Antonis Samaras, un comité del Ministerio de Finanzas griego evaluó la cuantía a reclamar en 162.000 millones de euros, lo que supondría casi la mitad de la deuda griega actual, o un 80% de su PIB. Esta cifra saldría de la suma, por un lado, del coste del expolio, los daños y la destrucción de infraestructuras durante la ocupación nazi (que supondría 108.000 millones), y por otro de la devolución del préstamo que el Banco Central griego concedió a Alemania (que calcularon en otros 54.000 millones, una cifra muy superior a los 11.000 que exige el gobierno actual).
La respuesta alemana ha sido contundente: no hay nada que negociar. Según el gobierno de Angela Merkel, Grecia renunció voluntariamente a la devolución de la deuda al firmar el Acuerdo de Londres de 1953, y renunció también a reclamar compensaciones de guerra tras su visto bueno al Tratado 2+4 de 1990.
¿Es eso cierto? ¿Renunció Grecia a reclamar compensaciones por la ocupación nazi por partida doble, en 1953 y 1990?
Veamos...
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial Alemania había quedado literalmente arrasada. A falta de algo mejor, las potencias ocupantes se cobraron “en especie” parte de las compensaciones que reclamaban a Alemania por los daños provocados. Fábricas enteras fueron desmanteladas y trasladadas a la URSS, Francia o Gran Bretaña, al igual que materias primas, productos industriales e incluso trabajadores (cientos de miles de prisioneros de guerra fueron utilizados como mano de obra casi esclava). Mientras tanto, en Grecia había estallado una guerra civil entre conservadores y comunistas que duraría hasta octubre de 1949. La inestabilidad interna impidió a Grecia plantear el tema de las reparaciones en la inmediata postguerra. Más tarde, sería Estados Unidos el encargado de convencer a los distintos gobiernos griegos para que aparcasen sus reivindicaciones, utilizando como argumento (muy persuasivo) los dólares del plan Marshall. Los norteamericanos habían comenzado a presionar a sus aliados europeos para que abandonasen sus actitudes revanchistas. Se trataba de impedir un avance de los comunistas en Europa, para lo que era vital una Alemania occidental fuerte y estable.
Ese fue precisamente el objetivo del Acuerdo de Londres de 1953. A comienzos de la década de los 50 la economía alemana estaba asfixiada por el peso de la enorme deuda que arrastraba. Con su industria destruida, no tenía forma de conseguir divisas y no iba a poder hacer frente a los pagos que se le exigían. El temor a que la deuda se convirtiese en una fuente de desestabilización permanente y un lastre que impidiese el desarrollo de Alemania occidental llevó a las potencias aliadas a convocar una conferencia con el objetivo de renegociar las deudas y suavizar las condiciones de pago. Participaron representantes de la República Federal Alemana y de más de una veintena de países (Grecia entre ellos), además de un gran número de acreedores privados.
La deuda reclamada a Alemania anterior a la guerra se elevaba a 22.600 millones de marcos. La deuda de la posguerra se estimaba en 16.200 millones de marcos. Era principalmente deuda privada, en su mayor parte contraída en los años de entreguerras por los préstamos Young y Dawes, contratados para hacer frente a las reparaciones de la Primera Guerra Mundial, y los préstamos derivados del Plan Marshall, ya en la postguerra. En las negociaciones los montos se redujeron a 7.500 millones y 7.000 millones de marcos, respectivamente, lo que representaba una quita del 62,6%.
Pero, pese a la enorme cuantía de las cantidades perdonadas, no fue la reducción de la deuda la concesión más importante de los acreedores. Se acordaron unas condiciones de pago muy ventajosas, de forma que Alemania pudiese reembolsar la deuda sin poner en riesgo su crecimiento y su estabilidad. Así, los firmantes aceptaron que los alemanes hiciesen la mayor parte de los pagos en su propia moneda, el Deutsche Mark. También se les permitió producir bienes que antes importaban y vender sus productos en el extranjero para reducir su balanza comercial negativa. Además, el pago de la deuda se adaptaría a la situación de la economía alemana en cada momento, permitiendo que el país hiciese frente a sus obligaciones exclusivamente con sus excedentes de exportación, sin castigar sus reservas monetarias. Se puso un límite del 5% de los ingresos por exportación al pago de la deuda, y este se interrumpiría si el país no tenía una balanza comercial positiva. Los tipos de interés iban desde el 0% al 5%. En los primeros cinco años (hasta 1958) se decretó una moratoria al pago de la deuda, y en ese tiempo Alemania solo tendría que asumir el pago de los (escasos) intereses.
Con todas esas medidas, y con las millonarias ayudas del Plan Marshall primero y de la Agencia Internacional de Desarrollo de los Estados Unidos después, Alemania se reindustrializó muy rápidamente, su economía se recuperó y en poco tiempo resurgió como potencia económica mundial.
Como se ve, la gran preocupación de los firmantes del Acuerdo de Londres era garantizar que Alemania no pasaría por dificultades para hacer frente a sus obligaciones de pago. Y, en esa línea, otra de sus concesiones principales fue la que se refería al desembolso de las reparaciones de guerra. El punto 2 del artículo 5 del tratado dice textualmente:
La revisión de las reclamaciones derivadas de la Segunda Guerra Mundial por los países que estuvieron en guerra con o fueron ocupados por Alemania durante la guerra, y por los ciudadanos de esos países, en contra del Reich y organismos del Reich, incluyendo los costes de la ocupación alemana, compensaciones de activos adquiridos durante la ocupación y las reclamaciones contra la Reichskreditkassen, quedará aplazada hasta la solución definitiva del problema de las reparaciones.
Es decir, los países ocupados o atacados por la Alemania de Hitler no renunciaban al cobro de reparaciones de guerra, pero aplazarían sus reclamaciones hasta que se celebrase una nueva ronda negociadora sobre la cuestión. El representante alemán en la conferencia de Londres, el financiero Hermann Josef Abs, prometió que se revisarían todas las reclamaciones cuando se firmase “un tratado de paz o un acuerdo semejante”. El gobierno del canciller Adenauer tenía un argumento de peso para no abrir la negociación sobre las compensaciones: Alemania era un país dividido, y la RFA no debía hacerse cargo de las reparaciones en solitario. Todo quedaría pendiente de la negociación de un tratado de paz definitivo, que acabase con la ocupación aliada en Alemania y permitiese la reunificación. El futuro tratado tendría que fijar además las fronteras definitivas de Alemania. Al finalizar la guerra la URSS se había anexionado las regiones polacas ocupadas por Stalin en 1939 (antiguos territorios del imperio zarista perdidos en la guerra ruso-polaca de 1919-1920), y a cambio había permitido que Polonia desplazase sus fronteras hacia el oeste hasta la línea formada por los ríos Oder y Neisse, ocupando extensos territorios históricamente alemanes. Además, la URSS y Polonia se habían repartido la Prusia Oriental. En 1953 la RFA aún no había reconocido la frontera entre la RDA y Polonia (no lo haría hasta 1970), y consideraba el problema de las fronteras orientales alemanas como otro punto a negociar cuando se celebrase la conferencia de paz definitiva. La cuestión de las fronteras, aunque no parezca tener mucha relación con el tema de las reparaciones, acabaría jugando un papel fundamental en esta historia, como veremos más adelante.
En 1989, tras la caída del Muro de Berlín, parecía haber llegado el momento de encontrar la solución definitiva a todos aquellos problemas. El fin del régimen comunista en la RDA hacía posible la reunificación y permitía negociar la retirada de los cuatro países que todavía mantenían su status de potencias ocupantes. La decisión lógica habría sido convocar una conferencia de paz con la participación de todos los estados que habían hecho la guerra a Alemania, pero el gobierno del canciller Helmut Kohl era consciente de que aquello reabriría el debate sobre las compensaciones de guerra y traería consigo una oleada de reclamaciones económicas de los países afectados. Así, en lugar de la conferencia de paz, el gobierno de la RFA convenció a las potencias ocupantes de que se podía solucionar el tema con una negociación cerrada.
Las negociaciones se iniciaron en febrero de 1990, y la firma definitiva del tratado fue el 12 de septiembre de ese mismo año. Los firmantes, además de la RFA y la RDA, fueron las cuatro potencias ocupantes de Alemania: Estados Unidos, la Unión Soviética, el Reino Unido y Francia. El acuerdo fue bautizado oficialmente con el engañoso nombre de “Reglamentación jurídica sobre el fin de los derechos y las responsabilidades de las cuatro potencias”, pero es más conocido simplemente como Tratado 2+4. En él se daba el visto bueno a la reunificación de las dos Alemanias y se recogía la renuncia de las potencias ocupantes a todos sus derechos como tales. Aparte de los seis firmantes, tan solo otro país fue consultado: Polonia. La razón para incluir a los polacos en las negociaciones era que una de las cuestiones principales que se dirimieron fue la de las fronteras orientales de Alemania. A cambio de alcanzar un acuerdo rápido, la nueva Alemania aceptaba la línea Oder-Neisse como frontera germano-polaca y renunciaba a presentar en el futuro reclamaciones territoriales en el este de Europa. Según el gobierno alemán, el tratado supuso también un punto final en el tema de las indemnizaciones de guerra. Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña renunciaron expresamente a solicitar reparaciones. Solo la URSS se mostraba dispuesta a incluirlas en las negociaciones, pero la promesa alemana de olvidarse de reclamaciones territoriales hizo que el gobierno de Gorbachov cambiase de opinión. El compromiso de respetar las fronteras vigentes no solo les aseguraba que no se iba a reabrir la cuestión de la frontera polaco-soviética, sino que suponía una confirmación de la soberanía soviética del oblast de Kaliningrado (la antigua Königsberg prusiana), un enclave ruso en la costa del Báltico del tamaño de la provincia española de León.
Todo esto se decidió a espaldas del resto de países que habían participado en la Segunda Guerra Mundial. Algunos de ellos renunciaron también a exigir de reparaciones de guerra a Alemania, pero no fue ese el caso de Grecia. Lo cierto es que el gobierno griego no reaccionó en aquel momento y dejó pasar mucho tiempo antes de hacer la reclamación, aunque se supone que eso no invalida sus supuestos derechos. En cualquier caso, aunque fuese cierto que el Tratado 2+4 da por finiquitado el tema de las reparaciones, los terceros países que ni siquiera fueron consultados no tienen por qué estar sujetos a las decisiones de los firmantes y tienen todo el derecho a considerar inválido el acuerdo.
En conclusión, Grecia nunca renunció a exigir a Alemania reparaciones por la ocupación nazi, y por consiguiente no hay ningún motivo por el que no pueda hacerlo. Otra cosa es que pueda tener éxito en sus demandas. En primer lugar, por el tiempo transcurrido. Que yo sepa, no hay ningún plazo temporal en la legislación internacional para hacer reclamaciones de este tipo, pero setenta años son muchos años ¿Y si cunde el ejemplo y los estados se enzarzan en demandas de reclamaciones por guerras de hace uno o dos siglos? ¿Dónde estaría el límite?
Otro problema es el cálculo de la cuantía de las reparaciones, para lo que habría que decidir en primer lugar qué es lo que hay que compensar. En los años 50 y 60 la RFA negoció acuerdos bilaterales con varios países por los que concedió indemnizaciones a víctimas de la guerra. En 1960 pagó unos 115 millones de marcos como compensación a víctimas griegas de la ocupación. Esto también ha sido utilizado como argumento por los que creen que Alemania ya ha pagado sus deudas (aunque parece una cifra bastante escasa). Sin embargo, se trataba de compensaciones a particulares, mientras que lo que el gobierno griego plantea ahora es una negociación de estado a estado para acordar principalmente reparaciones por la destrucción de infraestructuras y los daños que causó la ocupación en la economía del país.
Parece que Grecia insistirá sobre todo en la devolución del préstamo concedido por el gobierno títere en 1942. Si se considera un crédito ordinario, y no como parte de las reparaciones de guerra, podría tener más posibilidades de que Alemania se viese obligada a desembolsarlo. Pero en este caso también hay problemas con el cálculo de la cuantía. Era un crédito en Reichsmarks, una moneda que dejó de existir en 1948, y según los distintos estudios su valor actual podía ir desde los 8.250 millones de dólares que calculó un comité del Bundestag en 2012 hasta los 54.000 millones de euros reclamados por el gobierno de Samaras.
Muchos piensan que la intención del gobierno griego no es otra que utilizar la cuestión de las reparaciones de guerra como argumento moral en sus negociaciones para suavizar las exigencias de la Troika. Después de todo, la generosidad con la que los acreedores (entre ellos la propia Grecia) trataron a Alemania en la postguerra contrasta enormemente con la postura intransigente del actual gobierno alemán con respecto a la deuda griega.