Hacía ya tiempo que no me ponía en plan
cazador de mitos y dedicaba una entrada a poner en duda alguna de esas
anécdotas que circulan por ahí sin que aparentemente nadie se fije en sus incongruencias.
La historia del kamikaze solitario es fácil de encontrar en la web, aunque, eso sí, solo en español. Al menos a mí me ha sido imposible encontrar nada referido a ella en otros idiomas. Además, en todos los casos se trata de un copia-pega del mismo texto, sacado originalmente de un libro titulado Los Kamikazes, de Fernando Castro, publicado en 1971. No he tenido el gusto de leerlo, pero, según se comenta en algún foro, lo único interesante que contiene el libro es precisamente este episodio.
En Los Kamikazes se explica que el origen de la historia está en un artículo publicado en 1946 en un semanario de Chicago, en el que un sargento de Cuerpo de Marines llamado Adam Wooster narraba sus vivencias en Okinawa.
El 31 de marzo de 1945 los marines estadounidenses, siguiendo los planes previstos en la primera fase de la Operación Iceberg, desembarcaron en Kamiyama, una pequeña isla muy próxima a la costa occidental de Okinawa. El sargento Wooster, que formaba parte del destacamento que ocupó la isla, relató así los hechos que ocurrieron pocas semanas después:
El día 20 de abril, ya avanzada la tarde, la tempestad estaba en su máximo apogeo sobre la isla, el agua caía a mares desde hacía varios días. Precisamente aquella tarde, a pesar que se habían desencadenado los elementos, hubo una alarma aérea hacia las seis, pero minutos más tarde cesaba.
Durante la noche la tempestad se alejó; el cielo se despejo, relucían las estrellas y de las playas de Okinawa llegaba el fragor de la lucha que allí se desarrollaba.
El 21 fue un día tranquilo, y también la noche siguiente; hasta el alba del 22 no sufrimos ninguna molestia por parte de los japoneses. Ni un solo aparato nipón había sobrevolado nuestra posición, ni siquiera para atacar nuestra flota en Okinawa, como había sucedido otras veces.
Todos pensábamos que en el ataque del 16 los japoneses perdieron sus últimos aviones.
Así, en el alba del 22 nadie de los que estábamos en la isla de Kamiyama podíamos imaginar lo que acababa de ocurrir pocos minutos antes.
En la bahía habíamos construido un pontón de desembarco para hacer más fáciles las operaciones de descarga de lanchas.
Junto a la costa se hallaban algunos portaaviones; de ellos, cuando, eran cerca de las 6:30 de la mañana, se elevaron un centenar de cazas para efectuar vuelos de reconocimiento. ¡Podíamos estar tranquilos con aquella protección!.
Una escuadrilla de Grummans pasó por encima de nosotros a baja altura y despareció tras la cima de la montaña que estaba a nuestras espaldas.
La seguí con la mirada; poco después vi regresar a tres aviones y descender en picado, casi paralelamente, a la ladera de la montaña.
En aquel momento apareció de improvisto otro avión, como si hubiese salido del corazón de la montaña, a unos 400 metros de altura.
En un primer momento pareció que iba a caer, pero en seguida me di cuenta de que estaba picando precisamente hacía el punto donde me encontraba. Necesité unos momentos para darme cuenta de que se trataba de un avión japonés.
Me precipité rodando hacia el refugio. ¡El japonés iba a estrellarse contra el pontón de desembarco! Pero en el último instante (estaría quizás a unos 5 metros del suelo) cambio de rumbo y ganó altura seguido por nuestros tres Grumman. Los vi dirigirse directamente hacia los buques fondeados y poco después se produjo una gran explosión; una columna de fuego y humo subió hacia el cielo.
Llegó la orden de reunir una patrulla para llegar hasta el punto de la montaña del que parecía haber salido el avión. Yo también fui porque era el único que lo había visto desde el primer momento y recordaba perfectamente la posición.
Subimos unos 60 hombres con grandes precauciones y haciendo las más absurdas deducciones: ¿Habían los japoneses excavado bases en las montañas desde las que lanzar ataques suicidas? Era posible, los japoneses eran capaces de todo y lo habían demostrado.
Pero cuando llegamos allá arriba no podíamos dar crédito a nuestros ojos: un pequeño espacio rocoso entre los árboles mostraba señales inequívocas de que un avión había aterrizado… Sin embargo, parecía que no podía servir ni de plataforma para una mariposa.
Todo estaba lleno de arbustos y matas segados y arrancados; algunos con manchas de sangre.
Imaginábamos lo que debió ocurrir. Un avión japonés había logrado efectuar un casi imposible aterrizaje de emergencia en la tarde del 20 de abril, durante la tormenta que azotó la isla; de otra forma lo habríamos visto.
El piloto debió haberse herido en el aterrizaje (la sangre lo demostraba), pero a pesar de ello durante del día 21 y la noche del 21 al 22 trabajó como un condenado para arreglar su aparato y ponerlo en condiciones de volar. Si el “Zeke” hubiera estado en condiciones, el piloto nipón hubiera llevado a cabo su ataque el 21 y no hubiera permanecido allí todo el día expuesto al peligro de ser descubierto por nuestros aviones de reconocimiento, como ocurrió en la mañana del 22. Demasiado tarde, por cierto.
Yo creo que si el Japón no se hubiera rendido, con o sin bomba atómica, nos hubiera resultado muy difícil desalojarle de la isla (sic)
; mucho más que de Iwo Jima y Okinawa. ¡Y dios sabe que costó sacarle de allí!.
Poco tiempo después de su publicación en Estados Unidos, el articulo fue reproducido en la prensa japonesa. En Japón llamó la atención de Yako Hitaki, un periodista y escritor especializado en la historia de los Kamikazes. Hitaki realizó una investigación, contrastando los datos y las fechas que citaba Wooster con los archivos japoneses y estadounidenses, y así logró reconstruir la historia y descubrir la identidad del misterioso kamikaze solitario.
Además de los ataques masivos
kikusui contra la flota estadounidense en Okinawa (como el del 16 de abril citado por Wooster) los japoneses lanzaron numerosos ataques menores no coordinados, muchas veces por iniciativa de los mandos locales de bases secundarias de la Marina o el Ejército. Uno de ellos tuvo lugar la tarde del 20 de abril, el día de la tormenta que relata el sargento Wooster. En él participaron cinco zeros kamikazes y tres de escolta, que partieron de un pequeño aeródromo de la isla de Tokora, al oeste del archipiélago de las Ryukyu. El objetivo era una formación naval estadounidense descubierta al sudeste de las islas Ogasauara, en ruta hacia Okinawa. La misión fue un completo fracaso. Debido al mal tiempo, los japoneses no lograron localizar la flota enemiga. Mientras trataban de encontrarla, fueron descubiertos y atacados por una formación de cazas estadounidenses. Tan solo logró regresar uno de los Zeros de la escolta. El piloto superviviente relató así lo sucedido:
Según las ordenes recibidas, habíamos concluido el vuelo de aproximación a la posición indicada, a más de 6.000 metros, pero al hallar en la zona una densa cortina de nubes el capitán Mijika, que dirigía la operación, nos dio la orden de descender por debajo de las nubes con la esperanza de avistar las naves enemigas; la maniobra nos había llevado a unos 3.000 metros de altura, justo encima del mar de nubes, cuando una formación nos atacó. Probablemente, la flota enemiga se hallaba muy cerca y su radar había señalado nuestra presencia.
El combate fue breve. Cuatro Zeros de ataque especial y dos de nuestros cazas de escolta cayeron envueltos en llamas uno tras otro.
Quedaba un solo avión de ataque especial y lo reconocí como el del guardiamarina Kanako. A pesar de su carga de bombas, estaba haciendo prodigiosas piruetas intentando huir de los cazas enemigos. De repente, lo vi lanzarse contra un grupo de cazas americanos que le impedían refugiarse entre las nubes, mientras otro grupo le atacaba desde lo alto. Tuve la impresión de que iba tocado. De todas maneras, intentó entrar en colisión con un aparato enemigo y éste logró evitar el choque; el Zero de Kanako se perdió entre las nubes y un grupo de Grummans le siguió para darle caza.
También logré salir de apuros, refugiarme entre las nubes y desaparecer de la vista de los americanos.
Intenté luego, por todos los medios, tomar contacto con el avión del guardiamarina Kanako, pero debió precipitarse en el mar; aunque su caída fuera sólo una maniobra para huir de los Grummans creo que su avión había sido alcanzado en un ala.
Aquel fue el único ataque kamikaze lanzado contra los estadounidenses el día 20, y el único avión desaparecido que podía haber sobrevivido a la misión era el del guardiamarina Shiogi Kanako, así que Yako Hitaki dedujo que, si Wooster estaba en lo cierto y el kamikaze solo pudo llegar a la isla de Kamiyama aquel día, durante la tormenta, el avión que atacó dos días después a la flota estadounidense tuvo que ser el Zero de Kanako.
El guardiamarina de complemento Shiogi Kanako se había presentado voluntario para el
Cuerpo Especial de Ataque formado por el almirante Onishi. La falta de aviones había impedido que participase en ninguna de las misiones Kamikaze en las Filipinas. Tras la reestructuración de la Primera Flota Aérea en Formosa, permaneció durante meses esperando su oportunidad. Esta llegó aquel 20 de abril.
En la reconstrucción que hizo de aquel día, Hitaki supuso que Kanako logró maniobrar y refugiarse entre las nubes del ataque de los Grumman. Pero el Zero había sido alcanzado durante el combate. No pudo ser una avería grave, ya que la isla de Kamiyana, donde se supone que tomó tierra, se encuentra a unos 400 kilómetros del punto donde se desarrolló el combate aéreo. Así que Kanako pudo huir de los cazas enemigos, descendiendo hasta volar a ras de las olas y haciendo creer a los estadounidenses que se había estrellado en el mar. Cuando estuvo seguro de que había despistado a sus perseguidores, volvió a ganar altura. Puede que tuviese la intención de volver a su base, pero las alteraciones magnéticas que había provocado la tormenta le hiciesen perder el rumbo, o puede que decidiese continuar su misión hasta el final y seguir buscando un blanco contra el que estrellarse; el caso es que Kanako continuó volando hasta que comenzó a quedarse sin combustible. Entonces divisó la pequeña isla en medio de la tormenta y decidió intentar un aterrizaje de emergencia. Milagrosamente, el avión resistió el aterrizaje en un terreno accidentado, lleno de maleza (Hitaki supone que fue esa maleza la que evitó la catástrofe, frenando al Zero antes de que se despeñase por la ladera de la montaña). A la mañana siguiente, Kanako pudo ver su situación. Se encontraba en la cima de una montaña, y bajo él, apenas a medio kilómetro de distancia, había una ensenada repleta de soldados estadounidenses con todo tipo de armas y vehículos. A poca distancia se veían los buques norteamericanos. Pese a estar herido, Kanako decidió que repararía el avión y lo haría volar por última vez para completar su misión...
Hasta aquí la historia, más o menos como os la podéis encontrar. Ahora vamos con sus puntos débiles.
En primer lugar, ¿hay pruebas del ataque del kamikaze solitario? Si nos creemos lo que se afirma en Los Kamikazes, sí:
“Una ulterior confirmación del caso se tuvo al saber que el día 22 de abril de 1945 un Crucero EEUU fue alcanzado por un aparato Kamikaze en aguas de Kamiyama”.
Veamos: El 22 de abril hubo una mejoría en el tiempo que permitió a los japoneses reiniciar sus ataques contra la flota estadounidense. Desde varias bases del sur de Kyushu se lanzó un ataque en el que intervinieron 35 aviones (o 37, según otras fuentes). Solo regresaron tres.
Aquel día los kamikazes alcanzaron a varios buques estadounidenses, e incluso lograron hundir dos pequeños barcos auxiliares. Hacia las siete de la tarde un piloto suicida estrelló su avión en el costado de estribor del dragaminas Swallow, justo por encima de la línea de flotación. El buque se escoró rápidamente y se hundió en apenas seis minutos. Hubo dos muertos. Pero esto ocurrió al oeste de Kerama, muy lejos de Kamiyama. La LCS 15 (LCS son las siglas de Landing Craft Support, una lancha de desembarco de gran tamaño) también se hundió tras ser impactada por un avión kamikaze. Murieron 15 hombres y otros 11 resultaron heridos. Este ataque fue al noroeste de Okinawa, aún más lejos que el sufrido por el Swallow.
Otros buques fueron dañados por kamikazes el 22 de abril: Al noroeste de Okinawa, muy al norte de Kamiyama, un suboficial del destructor Hudson resultó herido al ser alcanzado por un fragmento de ala de un avión kamikaze que se había estrellado a poca distancia del buque. Al oeste, más allá de la isla Kume, otro destructor, el Wadsworth, sufrió un impacto cercano sin consecuencias. Y el destructor minador Shea, otro ataque sin consecuencias y también lejos de Kamiyama, 20 millas al suroeste de Kerama.
Hubo un ataque que sí fue cerca de aguas de Kamiyama (aunque como mínimo a diez millas, se supone que demasiado lejos para que pudiese llegar hasta allí el Zero de Kanako perseguido por los Grummans). Al este del archipiélago de Kerama, el destructor Isherwood fue golpeado por un kamikaze. El impacto del avión y la explosión de la bomba que cargaba provocaron varios incendios que tardaron mucho tiempo en controlarse. Hubo 42 muertos y 41 heridos, y el buque quedó fuera de combate y tuvo que dirigirse a Ulithi para ser reparado. En la misma zona, en el dragaminas Gladiator un hombre murió y cinco resultaron heridos por la metralla después de derribar a otro Kamikaze que había pasado rozando el barco, y otro dragaminas, el Ransom, sufrió daños por la explosión de una bomba. Pero en ningún caso pudo ser obra de Kanako: Se trató de un ataque combinado de varios aviones, sin ningún kamikaze solitario; el ataque fue por la tarde, mientras que, según el sargento Wooster, Kanako despegó de Kamiyama a primera hora del día; y los aviones eran bombarderos en picado Aichi D3A Val, y no Zeros como el de Kanako.
Así que aquel día no hubo ningún crucero estadounidense alcanzado por un kamikaze en aguas de Kamiyama. De acuerdo, pero ese era un dato añadido a posteriori por el autor del libro, no está en el relato del sargento Wooster, así que no invalida su versión de la historia. Porque al menos el sargento Adam Wooster será un personaje auténtico, ¿no?
Pues... no tengo ni idea. Pero hay un detalle llamativo: Kamiyama en efecto fue ocupada el 31 de marzo de 1945 para servir como base logística para las fuerzas que desembarcarían en Okinawa. Pero no lo hizo “un contingente de marines” del que formaba parte el sargento Wooster, como se afirma en el libro. En Kamiyama, como en el archipiélago de Kerama y otras pequeñas islas al oeste de Okinawa, desembarcaron tropas de la 77ª División de Infantería. No encontraron ninguna oposición, ya que la isla estaba desierta. Además Kamiyama fue la ubicación de una batería de cañones de 155 mm con la que se bombardeaban las posiciones defensivas japonesas en Okinawa. La batería pertenecía al 420º Grupo de Artillería de Campaña (también del Ejército). Adam Wooster decía ser sargento del Cuerpo de Marines, pero no estoy seguro de que hubiese marines en Kamiyama.
Los cañones de Kamiyama, en una fotografía de abril de 1945:
Bien, de acuerdo. El relato de Wooster tiene algunos datos erróneos y plantea algunas dudas. Pero en lo fundamental, dejando de lado los líos de fechas y unidades, la historia del kamikaze solitario pudo ser cierta. ¿O no?
Pues no. O al menos en Kamiyama habría sido totalmente imposible que un avión hiciese un aterrizaje de emergencia y despegase día y medio después sin que ninguno de los ocupantes de la isla se enterasen.
Las Islas Keisei, o Kiese, son un conjunto de tres minúsculas islas llamadas Kamiyama, Nagannu y Kuefu, situadas a medio camino entre la costa occidental de Okinawa y el archipiélago de Kerama. Estas islas son en realidad atolones, formados por lo poco que sobresale del mar de unos arrecifes que se encuentran en su mayor parte bajo el agua. Son tan insignificantes que ni siquiera aparecen en Google Earth. Kuefu no es más que un pequeño banco de arena alargado, con una longitud de unos 100 metros. Nagannu también es alargada y estrecha. Es la más famosa de las tres, ya que suele ser visitada por aficionados al submarinismo que van a bucear en los arrecifes. Kamiyama, la que nos interesa a nosotros, es la más accidentada, aunque solo tiene dos pequeñas elevaciones cubiertas de arbustos. Su altura máxima, según el mapa que pongo más abajo, es de 8 metros (muy lejos de los 400 metros de la “montaña” desde la que supuestamente despegó Kanako), y su superficie es de unas 29 hectáreas (0,29 Km² ), aunque varía dependiendo de las mareas. Aún se puede ver el muelle de cemento que construyeron los estadounidenses cuando ocuparon la isla. Aparte de eso, lo único que hay allí es un faro instalado en la década de los 70.
Mapa de las islas Keisei:
Kamiyama es la más cercana a Okinawa de las tres islas. Está realmente cerca, tanto que resulta difícil de creer que Kanako decidiese aterrizar en aquel pedazo de tierra cuando incluso en medio de la tormenta tenía que haber visto perfectamente la masa de Okinawa delante de él, casi a un tiro de piedra. También es difícil de creer que en una isla tan pequeña pudiese permanecer el Zero durante día y medio sin que nadie lo viese. Y en cuanto al despegue... el Zero era un caza diseñado para operar desde portaaviones, no necesitaba mucha pista. Puede que le bastase con 50 o 60 metros, pero eso sería en una pista en condiciones, porque en un terreno accidentado y cubierto de arbustos le habría sido difícil alcanzar la velocidad suficiente. Y recordemos que la montaña de la que hablaba Wooster no existía.
Vista aérea de Kamiyama; en la parte inferior se puede distinguir el faro, una construcción de 10 metros de altura, lo que nos puede servir para hacernos una idea de las dimensiones de la isla:
En fin, espero con esto compensar al menos en parte las anécdotas falsas que he podido ayudar a difundir en este blog, que alguna habrá. Y un consejo: si os vais a inventar una historia y queréis hacerla pasar por auténtica, documentaos bien, que en estos tiempos de internet es peligroso no hacerlo. En cualquier momento puede aparecer un bloguero aburrido dispuesto a desmontarla a base de Google solo por pasar el rato.