El búnker secreto de Hitler y el fantasma de la princesa


Daisy de Pless nació en el siglo equivocado. No es que no lograse ser popular en su época, porque sí lo fue. Pero viendo la relevancia social que tienen los personajillos del corazón y lo barato que está en los últimos años el título de princesa del pueblo, esta aristócrata bella y rebelde de amores desgraciados sería hoy poco menos que una líder mundial. O al menos seguro que no habría acabado en la indigencia. En nuestros tiempos siempre podría vender exclusivas o “trabajar” de opinadora en algún programa de televisión.

Su auténtico nombre era María Teresa Olivia Cornwallis-West. Nació el 28 de junio de 1873 en el País de Gales, hija del coronel William Cornwallis-West y de su esposa María "Patsy" Fitzpatrick, ambos de familia aristocrática (el coronel Cornwallis-West era bisnieto de John West, 2º Conde De La Warr, mientras que Patsy era nieta del 2º Marqués de Headfort). En Londres se rumoreaba que Patsy había sido una de las innumerables amantes del Príncipe de Gales, el hijo de la Reina Victoria y futuro rey Eduardo VII de Inglaterra. Incluso hubo quien se atrevió a decir que la propia Daisy y sus dos hermanos eran hijos del monarca.

A los dieciocho años Daisy se casó en Londres con Hans Heinrich XV, Príncipe de Pless, Conde de Hochberg y Barón de Fürstenstein, heredero de una de las mayores fortunas del Imperio Alemán. Y allí se fue Daisy, a vivir en los dominios de su marido en Silesia. El matrimonio tuvo tres hijos, pero Daisy no era feliz. La relación con su marido nunca fue buena, y con el tiempo acabó siendo casi inexistente. Posiblemente los problemas conyugales del matrimonio, unidos a la amistad que había entre Hans Heinrich y el Kaiser Guillermo II, fueron las causas de que comenzasen a circular rumores de que la princesa consorte mantenía una relación sentimental con el Kaiser.

En esos años la princesa Daisy se convirtió en un personaje muy popular, y para algunas personas bastante incómodo. Compaginaba su imagen de anfitriona perfecta de la alta sociedad con un fuerte activismo político, porque Daisy también era una reformadora social que trataba de usar sus influencias para mejorar las condiciones de vida de la clase obrera de la Baja Silesia.

Fuesen falsos o no los rumores sobre ella, que la convertían nada menos que en hija de Eduardo VII y amante de Guillermo II, lo innegable es que Daisy estaba dentro de los círculos más íntimos de ambos monarcas. Simplemente por eso, cuando estalló la Primera Guerra Mundial su situación habría sido muy incómoda. Pero en lugar de tratar de pasar desapercibida lo que hizo fue utilizar su posición para hacer campaña pública a favor de un acuerdo de paz.

Durante la guerra el Kaiser Guillermo fijó su residencia en el castillo de Pless. Allí era donde se celebraban las reuniones más trascendentales del Estado Mayor alemán (como la que mencioné en El telegrama Zimmermann). Y por allí andaba la princesa inglesa y pacifista. Era inevitable que comenzase a rumorearse que Daisy era una espía enemiga. Ya no era una jovencita, pasaba de los cuarenta años, y hasta entonces había tenido una vida cómoda y rodeada de lujos, pero al final acabó cansándose de los rumores, de la política, de la corte y de su marido y se marchó a la guerra a servir de enfermera en trenes-hospital en los frentes de Francia y Servia (con "v", no es una errata).

Daisy durante la guerra, con su uniforme de enfermera:


Por su parte Hans Heinrich XV fue uno de los más cercanos ayudantes del Kaiser durante la guerra. Cuando los Imperios Centrales decidieron crear un Reino de Polonia como protectorado austro-alemán, para que sirviese como estado tampón entre ellos y Rusia, el Príncipe de Pless se convirtió en uno de los candidatos al trono polaco. Pero las cosas no salieron como el príncipe esperaba. Alemania y Austria-Hungría perdieron la guerra, Polonia se convirtió en una república independiente, y, cumpliendo con las condiciones del Tratado de Versalles, en el ducado de Pless se celebró un plebiscito en marzo de 1921 en el que las tres cuartas partes de la población votaron por integrarse en la nueva república. El Príncipe de Pless perdió la mayor parte de sus dominios, lo que significó la ruina de la familia.

Un año después, en diciembre de 1922, Daisy y su marido se divorciaron. Si la situación económica del matrimonio era ya ruinosa, después del divorcio Daisy se quedó literalmente en la calle. En 1927 publicó su autobiografía, que se hizo muy popular en su versión inglesa, en Gran Bretaña y Estados Unidos. Fue el último momento de gloria de su vida. Los años posteriores fueron muy difíciles para la ex-princesa, que sufría cada vez más los problemas económicos y el aislamiento social, además de una enfermedad crónica.

Daisy murió en Wandenburg, en la pobreza más absoluta, el 29 de junio de 1943, un día después de su 70 cumpleaños. Wandenburg (Wałbrzych en polaco) había sido un gran centro de poder de la familia Hochberg-Pless. El otro era la ciudad de Pless, donde se encontraba el castillo del mismo nombre que como comenté antes llegó a ser residencia del Kaiser. El castillo de Pless era en realidad un palacio de estilo barroco con unos espectaculares jardines (en la actualidad es conocido como el Versalles polaco):


La otra gran mansión de la familia se encontraba en las cercanías de Wandenburg. El castillo de Ksiaz era completamente distinto al de Pless. Se trataba de una antigua fortaleza medieval edificada sobre una escarpada colina:


Sobre este castillo y la princesa Daisy me he encontrado con dos versiones contradictorias: unos dicen que el castillo de Ksiaz fue la residencia favorita de Daisy en sus años de princesa, pero otros afirman que lo odiaba por su falta de cuartos de baño. Como la primera versión nos viene mejor para nuestra historia, vamos a suponer que es la cierta.

Después de la invasión de Polonia en septiembre de 1939 los territorios del antiguo ducado de Pless volvieron a Alemania. Pero la familia Hochberg-Pless no llegó a recuperar sus antiguas posesiones. En 1941 el gobierno alemán confiscó el castillo de Ksiaz. Durante la guerra fue un centro de mando de las SS. Los nazis sin embargo tenía previsto usar la antigua fortaleza para funciones más importantes. El plan inicial era hacer de él un lugar inexpugnable donde ocultar documentos y riquezas de todo tipo. Más tarde se pensó en convertirlo en un refugio secreto para el propio Hitler. Bajo el castillo fue construída una gran red de galerías excavadas en la roca y con paredes de hormigón, que llegaban hasta los sesenta metros de profundidad, contando desde el patio del castillo. Junto a la que hubiera sido habitación del Führer en la fortaleza se encontraba el ascensor que descendía hasta el complejo subterráneo. En la construcción trabajaron miles de prisioneros del campo de concentración de Gross-Rosen, situado tan sólo a ocho kilómetros de distancia.

El coronel de la Luftwaffe Nicolaus von Below, uno de los ayudantes de Hitler que se mantuvo con él en el bunker de Berlín hasta el final, contó en sus memorias que en los meses finales de la guerra trató de convencer a Albert Speer para que se parasen las obras en Ksiaz, que consideraba un desperdicio inútil cuando el hormigón y el acero eran vitales en otros lugares. Speer le dio la razón en sus argumentos, pero le dijo que sería imposible detener la construcción del complejo. Así continuaron las obras hasta que la cercanía de las tropas soviéticas obligó a los alemanes a abandonar la región. Antes de la retirada Hitler dio orden de dinamitar las galerías subterráneas, y gran parte del complejo quedó destruido. O eso se cree, porque no es fácil saber qué queda en las profundidades de la montaña. El gobierno polaco sólo permite la entrada a la red de túneles a los investigadores autorizados.

Tanto misterio, con historias de bunkers secretos excavados en la roca, campos minados y tesoros ocultos, hizo que surgieran las inevitables leyendas locales, como la del tren que desapareció en 1945 tras partir de Wroclaw con un cargamento de oro, la de los platillos volantes nazis construidos en fábricas subterráneas bajo el castillo, o... la del fantasma de la princesa Daisy.

Se cuenta que la tumba de Daisy se encontraba en algún lugar del bosque de Ksiaz (recordemos que había muerto en la vecina ciudad de Wandenburg). Aunque era sabido por todos que vivía en la indigencia, se decía que la princesa había sido enterrada con un collar de perlas de seis metros, que había querido conservar a toda costa e insistía en lucir cuando era fotografiada. La leyenda dice que cuando las tropas soviéticas llegaron a la región encontraron la tumba y se llevaron las perlas, abandonando los restos de la princesa en el bosque. Desde entonces, el atormentado espíritu de Daisy, incapaz de encontrar la paz, vaga por las noches vestida de blanco entre las dependencias del castillo y las misteriosas galerías. Se dice que se la puede ver sobre todo a partir de la medianoche tocando el piano en su sala favorita de la fortaleza.

La posibilidad de que Hitler hubiese acabado viviendo en un castillo con fantasma me genera una duda inquietante: ¿quién de los dos habría pasado más miedo?

Estatua de la princesa Daisy en una calle de Pszczyna, el nombre actual (polaco) de la ciudad de Pless:



Fuentes:
http://www.br.terra.com/terramagazine/interna/0,,EI8867-OI2914625,00.html
http://en.wikipedia.org/wiki/Daisy,_Princess_of_Pless
http://en.wikipedia.org/wiki/Duchy_of_Pless
http://plessfamily.com/
http://www.bokus.com/bok/9780973157901/daisy-princess-of-pless-1873-1943/
http://forum.alexanderpalace.org/index.php?topic=301.0


Proyecto Selbstopfer

Desde que Londres fue bombardeada por primera vez por bombas volantes V-1, en junio de 1944, los alemanes lanzaron un total de 7.500 sobre Inglaterra. A menudo se ha considerado un error de Hitler que no utilizase las bombas volantes para tratar de hacer fracasar los desembarcos aliados en Normandía, lanzándolas contra los puertos desde donde partía la flota de invasión o contra las playas donde desembarcaban las tropas. Pero las V-1 tenían un problema que les restaba eficacia: su poca precisión. Se podían utilizar para bombardear una gran ciudad como Londres, pero no servirían contra la flota de invasión aliada. No había forma de dirigirlas contra un blanco concreto como un buque o una concentración de tropas. Como solución para poder utilizarlas en bombardeos tácticos contra objetivos militares, la famosa piloto de pruebas Hanna Reitsch propuso construir una versión pilotada de la V-1, similar al Ohka japonés. El desarrollo de esta idea fue el proyecto Selbstopfer ("Autosacrificio"). Para él fueron seleccionados cien pilotos del KG 200, la unidad secreta de operaciones especiales de la Luftwaffe, cuyas misiones eran los vuelos de reconocimiento de largo alcance con aviones propios o capturados al enemigo y el lanzamiento de agentes o comandos tras las lineas enemigas. La nueva unidad, la 5/KG 200, fue conocida como Leonidas Staffel (“Escuadrilla Leónidas”, por el rey espartano que opuso una resistencia suicida a los persas en la batalla de las Termópilas). Como comandante de la escuadrilla se eligió al teniente coronel Heiner Lange, un oficial que ya en una ocasión había propuesto una misión suicida, un ataque con planeadores contra centrales hidroeléctricas soviéticas.

Para el proyecto Selbstopfer fueron modificadas una serie de V-1 para convertirlas en bombas volantes tripuladas, a las que se dio el nombre de Fieseler Fi 103 A-1 Reichenberg, o Fi 103 R (el nombre oficial de la V-1 era Fieseler Fi 103). En principio existía la opción de que el piloto saltara en paracaídas antes del impacto, pero el ángulo de caida y la situación de la carlinga lo hacía muy difícil, por lo que en la práctica era un arma suicida. Se hicieron varias pruebas, en las que las V-1, tripuladas por pilotos del KG 200, eran lanzadas desde un Heinkel 111 pilotado por la propia Hanna Reitsch. Durante las pruebas fueron frecuentes los accidentes, en los que varios pilotos resultaron heridos. Finalmente, después de un grave accidente que le costó la vida al experto piloto de pruebas Heinz Kensche, el proyecto fue parado por Werner Baumbach, el comandante del KG 200, que no estaba dispuesto a perder a sus más valiosos pilotos en misiones suicidas. Los 175 Fi 103 R que se construyeron nunca llegaron a utilizarse.

Vista posterior de una Fi 103 R, la V-1 tripulada:


Un piloto en la carlinga de una Fi 103 R:


Soldados aliados inspeccionando una Fi 103 R capturada:



Fuentes:


El viejo acorazado que inició la guerra

El Schleswig-Holstein era uno de los cinco acorazados de la clase Deutschland, los últimos pre-dreadnought construidos para la Marina del Kaiser. Fue botado en diciembre de 1906 y asignado en julio de 1908. Se puede decir que nació desfasado, porque antes de su entrada en servicio había hecho ya su aparición el británico HMS Dreadnought, que supuso toda una revolución en la construcción de acorazados. Durante la Primera Guerra Mundial el Schleswig-Holstein estuvo presente en la batalla de Jutlandia, donde fue alcanzado por once cañonazos, aunque no sufrió daños graves.

Después de la guerra el Schleswig-Holstein fue uno de los seis obsoletos acorazados que los vencedores permitieron conservar a la marina alemana, junto a sus gemelos Schliesen y Hannover y otros tres de la clase Braunschweig, aún más anticuados, que servían para poco más que cumplir funciones de buques de entrenamiento y almacenes flotantes. Junto al Hannover y al Schliesen, el Schleswig-Holstein fue modernizado en dos ocasiones, en 1922-24 y en 1934-35. Entre 1926 y 1935 el Schleswig-Holstein fue el buque insignia de la marina de guerra alemana. En 1936, después de que entrasen en servicio en la Kriegsmarine los modernos acorazados de bolsillo de la clase Deutschland, fue convertido en buque de entrenamiento.

El 25 de agosto de 1939, en plena crisis prebélica entre Alemania y Polonia por la cuestión del corredor pomerano, el viejo buque-escuela llegó a Danzig, oficialmente en "visita de cortesía". Fondeó en el canal de Westerplatte, el canal de acceso al puerto, cerrado en su orilla derecha por la pequeña península de Westerplatte. Allí estaba situada una estación de tránsito polaca defendida por una reducida guarnición.

Hacia las cuatro de la madrugada del 1 de septiembre el Schleswig-Holstein soltó amarras y se dirigió a la salida del canal para colocarse en una posición de tiro más favorable. Estaba previsto que el ataque alemán a Polonia comenzase a las 4:45, pero los cañones de 280 mm del Schleswig-Holstein abrieron fuego contra la guarnición polaca minutos antes de la hora señalada. Por eso se suele decir que el viejo acorazado hizo los primeros disparos de la Segunda Guerra Mundial.

La mañana siguiente, mientras tropas alemanas avanzaban tratando de ocupar la península, el Schleswig-Holstein les ofrecía fuego de apoyo desde el canal, bombardeando las posiciones defensivas polacas. La guarnición de Westerplatte resistió hasta la tarde del día 7, cuando tras agotar las municiones el comandante polaco Henryk Sucharski decidió rendirse. Westerplatte fue conocida como "el Verdún polaco", por los continuos ataques y bombardeos que sus defensores tuvieron que soportar durante la primera semana de la guerra. Además de los cañones del Schleswig-Holstein y los bombardeos aéreos de los Stukas, para acabar con la resistencia polaca los alemanes trasladaron desde Prusia Oriental morteros pesados de 210 mm y un batallón de zapadores con lanzallamas.

Después de la rendición de la guarnición de Westerplatte el Schleswig-Holstein bombardeó Gdynia y otros objetivos polacos. El anticuado acorazado, al igual que su gemelo el Schliesen (el Hannover había sido retirado poco antes) tomó parte en otras acciones de guerra en el Báltico, participando en 1940 en la conquista de Dinamarca.

El Schleswig-Holstein bombardeando Gdynia, el 13 de septiembre de 1939:


A continuación volvió a su función de buque de entrenamiento hasta septiembre de 1944, cuando fue reconvertido en buque antiaéreo. Permaneció fondeado en el puerto de Gothenhafen (la polaca Gdynia que el propio Schleswig-Holstein había bombardeado al comienzo de la guerra) para servir como plataforma defensiva flotante. El 18 de diciembre de 1944 fue alcanzado por tres bombas lanzadas por bombarderos británicos y se hundió, pero al estar en aguas poco profundas su superestructura permaneció parcialmente sobre el agua y el buque pudo seguir cumpliendo su misión de defensa antiaérea. Al acabar la guerra fue reflotado por los soviéticos, que lo utilizaron como buque blanco hasta su hundimiento definitivo en la década de los 60.

El Schleswig-Holstein en septiembre de 1939:



Fuentes:
Steven Zaloga: La invasión de Polonia
http://www.secondeguerre.net/articles/navires/de/cu/na_cuirreserve.html
http://es.wikipedia.org/wiki/SMS_Schleswig-Holstein
http://es.wikipedia.org/wiki/Clase_Deutschland


Han van Meegeren

El 17 de mayo de 1945, unos días después de la rendición alemana, una patrulla del ejército estadounidense descubrió cerca de mil doscientas obras de arte ocultas en el interior de una mina de sal austriaca. Los soldados habían dado con la colección personal del Reichsmarschall Hermann Göring, procedente del expolio de colecciones de arte públicas y privadas de la Europa ocupada. Una de las obras más valiosas de todas las rescatadas era el cuadro Cristo y la mujer adúltera, obra del maestro flamenco del s. XVII Johannes Vermeer.

Cristo y la mujer adúltera, la obra de arte recuperada por los soldados estadounidenses:


La pintura fue devuelta a Holanda, donde comenzó una investigación para averiguar la identidad del traidor que había vendido a los nazis parte del patrimonio artístico nacional. Junto al cuadro se encontró una factura fechada en Amsterdam en 1943 que consignaba su compra por un agente de la Gestapo llamado Walter Hoffman por una cantidad de 1,6 millones de florines. El vendedor era Alois Niedl, un marchante de arte y hombre de negocios alemán residente en Holanda desde hacía muchos años. Niedl era el agente de adquisiciones de Göring en Holanda cuando éste se lanzó a comprar casi compulsivamente obras de arte. Además, trabajaba sin saberlo para la RSHA, el servicio de seguridad de las SS, que a través de él y sus negocios turbios ponía en circulación grandes cantidades de libras esterlinas falsas que las SS fabricaban dentro de la Operación Bernhard (es decir, que la RSHA, a través de Hoffman, pagaba a Niedl con dinero falso, lo mismo que le había pasado al pobre Cicerón). Sometido a interrogatorio Niedl confesó que había comprado el cuadro en 1942 a un holandés llamado Henricus van Meegeren. Henricus (o Han, como se le conocía) era otro marchante de arte de Amsterdam, además de pintor de relativo éxito. En su juventud había logrado cierta fama como retratista y pintor de temas religiosos, pero aunque sus cuadros se vendían bastante bien la crítica siempre rechazó su obra achacándole una supuesta falta de talento y originalidad.

Han van Meegeren fue detenido el 29 de agosto de 1945, bajo la acusación de colaboración y complicidad con el enemigo en tiempo de guerra. En un principio se defendió alegando que él había comprado el Vermeer a un marchante italiano, presentándose como simple intermediario, pero su táctica resultó ser un error: Van Meegeren fue entonces acusado de comerciar no con una sino con dos potencias enemigas, Alemania e Italia. Se había metido en un lío realmente gordo. Era bastante probable que al ser acusado de doble traición a su país en tiempo de guerra en caso de ser declarado culpable fuese sentenciado a muerte. Ante esto, Van Meegeren cambió su declaración y confesó que el Vermeer era una falsificación pintada por él mismo. El cuadro había sido autentificado por expertos holandeses y norteamericanos, así que el tribunal no le creyó y pensó que era una treta desesperada de Van Meegeren al sentirse perdido. Pero a pesar del escepticismo del tribunal el abogado defensor consiguó que se permitiera al acusado demostrar su inocencia pintando otro Vermeer en su celda. En dos meses del verano de 1946, en presencia de testigos (un experto en arte, un fotógrafo, tres oficiales de justicia y el carcelero), Van Meegeren pintó Jesús entre los doctores, otra conocida obra del maestro Vermeer. Así se descubrió el origen de su impresionante fortuna (se calculaba en seis o siete millones de florines): Unos años antes, harto de las malas críticas que recibían sus pinturas propias, que le tachaban de simple imitador de los grandes maestros flamencos, decidió tomárselas al pie de la letra. Comenzó entonces a copiar obras del siglo de oro holandés y a vendérselas a los incautos que estaban dispuestos a comprarlas como auténticas.

Han van Meegeren durante el juicio:


El tráfico de obras de arte se disparó durante la guerra, ya que tenían tanto valor internacional como el oro pero eran mucho más fáciles de transportar. Por eso muchos de los compradores de las obras de Van Meegeren fueron dirigentes nazis que se dedicaron a transformar parte de sus fortunas en colecciones de arte. El traidor se había convertido para los holandeses en un auténtico héroe nacional que había engañado a los nazis. La fiscalía se vio obligada a retirar los cargos de traición, pero los cambió por otros de falsificación y fraude. Por ellos fue condenado a un año de prisión el 12 de noviembre de 1947. Murió unos días después, el 29 del mismo mes, de un ataque al corazón.

Han van Meegeren está considerado uno de los más grandes falsificadores de arte del siglo XX.

Van Meegeren en prisión, pintando Jesús entre los doctores:



Fuentes:
Dennis Mercury: Maestros del engaño
http://en.wikipedia.org/wiki/Han_van_Meegeren
http://opinionator.blogs.nytimes.com/2009/06/01/bamboozling-ourselves-part-4/
http://arttattler.com/archivevanmeegeren.html


El reno y la foto

Una foto espectacular:


Es un pobre reno asustado durante un bombardeo de la aviación alemana a Murmansk en 1942. Un animal inofensivo e indefenso atrapado en medio de una guerra brutal. La fotografía es del ucraniano Yevgeny Khaldei, en esa época un joven fotógrafo de la agencia TASS con un prometedor futuro. Con el tiempo Khaldei se convirtió en el reportero gráfico más famoso de la Unión Soviética. Es conocido sobre todo por haber sido el autor de una fotografía histórica, la de la bandera soviética sobre el Reichstag. Hay algo que esa foto tiene en común con esta: era una composición, o como Khaldei prefería decir, estaba retocada para "mejorar" la verdad.

Así contó el propio Khaldei la historia del reno y la foto:

"Durante los bombardeos, un reno salió de la tundra. Quería estar con la gente. Le construyeron un cobertizo para vivir, y le dieron un nombre, Yasha. Cada vez que sonaba la alarma corría junto a los soldados (no quería estar solo). Durante uno de los ataques aéreos tomé esta foto. En 1944, cuando la batalla de Murmansk terminó, los soldados no sabían qué hacer con él. Lo cargaron en un camión y lo llevaron de nuevo a la tundra, pensando que se uniría a otros renos. Pero el animal no podía entender lo que estaba sucediendo. Corrió tras el camión, todo el tiempo que pudo".

Por tanto, según Khaldei, el reno fue fotografiado durante un ataque aéreo. Podemos suponer que es cierto. Pero la foto no resultaba demasiado dramática, así que le añadió algunos detalles.

En primer lugar la explosión de la bomba en la colina es un añadido que se hizo a la original a partir de otra foto. Pero el retoque más llamativo son los aviones. Los que se ven en la foto ni siquiera son alemanes. Se trata en realidad de una formación de Hawker Hurricanes británicos. Murmansk era el puerto de destino de los convoyes del Artico, la principal entrada de los suministros que los aliados enviaban a a la Unión Soviética. Los Hurricanes de la RAF estaban en Murmansk para dar cobertura aérea a los mercantes británicos. Por supuesto no bombardeaban renos.

Casualmente (o no tanto) la ofensiva alemana contra Murmansk había recibido el nombre en código de Operación Renntier, "reno" en alemán.

La propaganda también es un arte.


Fuentes:
http://iconicphotos.wordpress.com/2009/05/21/shellshocked-reindeermurmansk/
http://blogs.canoe.ca/parker/general/anatomy-of-a-photograph/


Planes para la entrada de España en la guerra

En la segunda mitad de 1940 la entrada de España en la guerra al lado del Eje parecía casi inevitable. Hubo momentos en los que muchos, tanto de un bando como de otro, creyeron que era inminente. Y en consecuencia se prepararon para ello. Este es un pequeño resumen de los planes que españoles, alemanes y británicos tenían preparados para cuando Franco decidiese que había llegado el momento de ocupar su lugar entre los líderes del nuevo orden mundial.

Por parte española las hostilidades comenzarían, como no podía ser de otra manera, con el ataque a Gibraltar. De hecho los primeros planes del Estado Mayor Central del Ejército que recogían acciones ofensivas contra la colonia británica ya habían sido aprobados por Franco en agosto de 1939, pocos meses después del final de la Guerra Civil e incluso antes de que estallase el conflicto en Europa. Fue en esa fecha cuando comenzaron las obras de una línea de fortificaciones en la región del Estrecho. La línea fortificada tenía una longitud total de 120 Km, y constaba de casi 500 puntos fortificados y emplazamientos para 200 cañones. El gobierno español trataba de tranquilizar a los británicos mientras se construían las fortificaciones afirmando que eran obras meramente defensivas. Y en parte lo eran. Una de sus misiones era evitar que los británicos tratasen de obtener una zona de seguridad en torno al Peñón desembarcando en algún punto del litoral entre Barbate y la desembocadura del río Guadiaro. Además las fortificaciones principales se encontraban en La Línea, en la salida terrestre de la colonia británica. Pero también, como ya se especificaba en los planes del Estado Mayor de 1939, la línea fortificada se construía para cumplir con otras funciones: En primer lugar se trataba de concentrar una gran fuerza artillera capaz de batir la colonia británica con un intenso y continuo fuego de artillería con el fin de obtener su rendición. Y después, una vez conquistada la colonia, la artillería se utilizaría para cerrar el Estrecho a la navegación enemiga. Las fuerzas destinadas a las fortificaciones del Estrecho (dos divisiones y tres batallones de ametralladoras) estuvieron al mando del general Muñoz Grandes hasta julio de 1941, cuando tomó el mando de la División Azul.

Nunca España estuvo tan cerca de entrar en la guerra como en octubre de 1940. Fue cuando Hitler aceptó que una victoria rápida contra Gran Bretaña no iba a ser posible y fijó su atención en el Mediterráneo. Franco hacía meses que había cambiado la neutralidad española por la "no beligerancia", un status ambiguo, en realidad inexistente hasta que lo inventó Mussolini como paso previo a la beligerancia plena. Hitler era el amo de Europa, y otros, como el propio Mussolini, no habían dudado en subirse corriendo al carro de los vencedores cuando tuvieron la ocasión. La derrota de Francia daba a Franco la oportunidad de ver cumplidos sus sueños imperiales a costa de las colonias francesas en Africa. Y estaba Gibraltar, y la posibilidad de recuperarla aprovechando la situación crítica en la que se encontraba Gran Bretaña. Entrar en la guerra antes de que los británicos fuesen definitivamente derrotados permitiría a Franco sentarse en la mesa de negociación como uno de los vencedores de pleno derecho. En este contexto fue cuando ese mes de octubre el Estado Mayor Central del Ejército presentó su plan definitivo para la conquista de Gibraltar, la Operación C. Como estaba previsto desde que comenzó a construirse la línea fortificada del Estrecho el año anterior, la operación consistiría básicamente en que la artillería española machacaría sin descanso la colonia británica hasta acabar con sus defensas. El ataque constaría de las siguientes fases:

1- Fuego intenso sobre la artillería fija gibraltareña (por entonces 12 piezas de 305 mm, 9 de 225mm y 19 de 152 mm) a cargo de un total de 236 cañones y obuses de gran calibre emplazados a lo largo de la bahía de Algeciras.
2- Fuego contra la artillería antiaérea inglesa. La artillería española se aumentaría hasta totalizar 416 obuses y cañones de calibre variado.
3- Tiro de demolición para abrir paso a los carros, realizado por 170 piezas de gran calibre.
4- Ataques aéreos: 80 aparatos para bombardeo diurno y 20 nocturno.
5- Avance de la infantería apoyada por carros y por una cortina de fuego de morteros. Sólo si la infantería era obligada a retirarse se recurriría al asedio.

No había ninguna referencia a ayuda alemana.

Los preparativos comenzaron inmediatamente. En realidad antes de que se presentase el plan ya se habían preparado una importante cantidad de posiciones de artillería en torno a Gibraltar.

Por su parte, los alemanes también se estaban preparando para intervenir en España. El 12 de noviembre de 1940, después del fracaso de la cumbre de Hendaya, Hitler emitió su Directiva nº 18:


Se han iniciado las medidas políticas para inducir a España a ingresar prontamente en la guerra. El objetivo de la intervención alemana en la Península Ibérica (Operación Felix) será el sacar a los ingleses del Mediterráneo Occidental.
Para este propósito:
a) Gibraltar debe ser tomado y el Estrecho de Gibraltar cerrado.
b) Se debe evitar que los ingleses pongan el pie en otro punto de la Península Ibérica o de las islas atlánticas.
Para la preparación y ejecución de la operación se pretende lo siguiente:

Sección I:
a) Grupos de reconocimiento (oficiales en ropas de civil) completarán el requisito de preparación de la ejecución de la operación contra Gibraltar y para la captura de los campos aéreos. En lo concerniente al camuflaje y la cooperación con los españoles ellos estarán regidos por las medidas de seguridad del Departamento de Inteligencia Exterior.
b) Unidades especiales del Departamento de Inteligencia Exterior en cooperación encubierta con los españoles, tomarán medidas para la protección del área de Gibraltar contra los intentos ingleses para extender el área de vigilancia o descubrir prematuramente y entorpecer los preparativos. 
c) Las unidades designadas para las acciones se alistarán lejos de la frontera franco-española y sin darle a las tropas explicaciones prematuras sobre la operación. La alerta preliminar para el comienzo de las operaciones serán emitidas 3 semanas antes que las tropas crucen la frontera franco-española (Pero solamente después de terminados los preparativos respecto a las islas atlánticas).
En vista de la limitada capacidad de los ferrocarriles españoles, el Ejército designará mayormente unidades motorizadas para la operación de manera que los ferrocarriles sólo sean usados para suministros.

Sección II
a) Dirigidos por observaciones en las cercanías de Algeciras, unidades de la Luftwaffe conducirán ataques aéreos desde suelo francés contra las unidades de la flota inglesa fondeadas en la Bahía de Gibraltar y después del ataque aterrizarán en aeropuertos españoles.
b) Poco después las unidades asignadas para actuar desde España cruzarán la frontera franco-española por tierra o por aire.

Sección III
a) El ataque para la captura de Gibraltar será ejecutado por tropas alemanas.
b) Las tropas se organizarán para marchar hacia Portugal en caso de que los ingleses traten de poner el pie en ese país. Las tropas designadas para esto marcharán hacia España inmediatamente después de las fuerzas asignadas para Gibraltar.

Sección IV
Si fuera necesario, se tendrá el apoyo de los españoles del lado del Marruecos Español para cerrar el estrecho después de la captura de Gibraltar.

Se aplicará lo siguiente relacionado con el poderío de las unidades comprometidas en la Operación Félix:

Heeres:
Las unidades designadas para Gibraltar deben ser lo suficientemente fuertes para tomar el Peñón aún sin la ayuda española. Conjuntamente, un grupo menor debe estar disponible para apoyar a los españoles en el supuesto caso de que los ingleses intenten desembarcar en otro lugar de la costa española.
Para la posible marcha hacia Portugal, se tendrán listas principalmente unidades móviles.

Luftwaffe:
Para el ataque aéreo del puerto de Gibraltar se asignarán fuerzas suficientes para garantizar un éxito rotundo.
Para las subsiguientes operaciones contra objetivos navales y para el apoyo a las unidades terrestres se transferirán a España unidades de bombardeo en picada.
Se asignarán suficientes unidades de Artillería Antiaérea para las fuerzas terrestres incluso para ser utilizadas contra blancos terrestres.

Kriegsmarine:
Se proveerán U-boots para combatir a la escuadra inglesa de Gibraltar, en especial para atacar la evacuación de la isla que se espera ocurrirá después del ataque aéreo.
Para apoyar a los españoles en la clausura del Estrecho de Gibraltar, se preparará la transferencia de baterías costeras con la cooperación con la Kriegsmarine.

No se prevé la cooperación de Italia.

Las islas atlánticas (particularmente las Canarias y las islas Cabo Verde) a raíz de las operaciones en Gibraltar ganarán importancia para la conducción de nuestras operaciones navales y también para los ingleses. El Comandante en Jefe de la Kriegsmarine y el Comandante en jefe de la Luftwaffe estudiarán como puede apoyarse la defensa española de las Canarias y cómo pueden ocuparse las islas de Cabo Verde.
De la misma forma requiero que se examine la cuestión de la ocupación de Madeira y de las Azores así como las ventajas y desventajas que tendrían para la conducción de la guerra naval y aérea.
Se me harán llegar esos exámenes a la mayor brevedad posible.

Firmado:
Adolf Hitler


Los preparativos para la operación comenzaron inmediatamente después de que Hitler emitiese la directiva. El ataque a Gibraltar sería efectuado por dos regimientos de tropas de élite y una gran fuerza artillera bajo el mando conjunto del general Ludwig Kuebler. Las fuerzas asignadas fueron el Regimiento de Infantería Grossdeutschland y el 98º Regimiento de la 1ª División de Montaña, además de 26 batallones de artillería y otras unidades auxiliares. El avance de estas unidades a través de la península estaría cubierto por tres divisiones motorizadas, que tendrían que hacer frente a un posible ataque británico desde Portugal (la 16ª División Motorizada se concentraría en Valladolid, la 16ª División Panzer en Extremadura, y la División SS Totenkopf en los alrededores de Sevilla). Otras dos divisiones se mantendrían en reserva para intervenir en el Protectorado de Marruecos si fuese necesario.

La fecha inicialmente prevista para el inicio de las operaciones era el 10 de enero de 1941. Pero para que las tropas alemanas pudiesen atravesar la península y atacar Gibraltar tenían que conseguir antes que España se uniese definitivamente al Eje.

En la reunión entre Franco y Hitler en Hendaya había quedado claro que los españoles estaban dispuestos a entrar en la guerra, pero sólo después de recibir la ayuda militar y económica que demandaban. Hitler confiaba en poder presionar lo suficiente al gobierno español para que accediese a sus propuestas sin necesidad de comprometerse en nada. A petición del ministro de Asuntos Exteriores alemán Joachim von Ribbentrop, su homólogo Serrano Suñer viajó a Berchtesgarden para una reunión con Hitler el 19 de noviembre. Pero ya era demasiado tarde. En el verano de ese año había sido Franco quien estuvo tentado de entrar en la guerra (en aquel momento habría comenzado con una invasión del Marruecos francés), pero se había encontrado con la indiferencia de Hitler, que no quería dar motivos a los franceses partidarios de continuar la lucha. A partir de agosto/septiembre, cuando empezó a haber dudas de una victoria rápida alemana, la situación se dio la vuelta: los estrategas alemanes empezaron a prestar atención al Mediterráneo, y los españoles comenzaron a dudar, porque eran conscientes de que España no estaba preparada para una guerra larga.

En el mes de noviembre era ya evidente que Mussolini se había precipitado al entrar en la guerra sin la preparación necesaria (los ejércitos italianos estaban siendo destrozados en Grecia y Libia). El ejemplo de Italia tuvo que influir mucho en la postura que tomó Franco ante las presiones de Hitler. Además se acercaba un invierno que iba a ser muy difícil. España estaba destrozada por tres años de guerra civil, la gente literalmente se moría de hambre, y si la guerra provocaba el fin del comercio con el continente americano, de donde procedían las vitales importaciones españolas de trigo y petróleo (algo que con el dominio británico del Atlántico iba a ser imposible de evitar) la situación del país terminaría siendo catastrófica si antes sus aliados del Eje no garantizaban que sustituirían ellos a los suministradores americanos. En un informe fechado el 11 de noviembre y firmado por el entonces capitán de fragata Luis Carrero Blanco, jefe de Operaciones del Estado Mayor de la Marina, se insistía en estos puntos, siendo por otra parte bastante pesimista con las alternativas: cuando comenzase la guerra las comunicaciones atlánticas quedarían cortadas (lo que incluía la imposibilidad de defender las Canarias), pero además, mientras los británicos siguiesen dominando el Mediterráneo, los alemanes no podrían abastecer a España de todos los productos que necesitase aunque quisieran, porque los transportes por ferrocarril serían insuficientes para ello (Carrero se refería al petróleo y el trigo provenientes del Mar Negro, que sólo podría llegar sin problemas a España si se expulsaba a los ingleses del Mediterráneo). La conclusión de Carrero era que España no tendría que entrar en la guerra antes de que las fuerzas del Eje tomasen Suez. Sólo si los británicos perdían el canal de Suez tendría sentido arriesgarse. Con la otra entrada al Mediterráneo en manos del enemigo, el cierre de Gibraltar habría sido prácticamente inútil y España no tendría garantizado el suministro de los productos esenciales que necesitaba.

En resumen, España entraría en la guerra, pero no antes de que estuviese realmente preparada. Esa había sido la auténtica posición de Franco en Hendaya y fue lo que repitió Serrano en Alemania.

La entrevista fue por tanto un nuevo fracaso: Hitler pretendía que se fijase la fecha para la Operación Felix (que sabemos que se acababa de aprobar), mientras que Serrano insistió en que no podía hacerlo mientras no se asegurasen los suministros vitales que España iba a necesitar. Puede que al quedar desbaratados sus planes en esta reunión fuese cuando Hitler empezó a culpar a Serrano Suñer, al que consideraba un personaje intrigante y falso (una imagen totalmente equivocada, ya que Serrano era posiblemente el español que más deseaba entrar en la guerra al lado de Alemania).

A medida que pasaba el tiempo disminuían las presiones alemanas para que España entrase en la guerra. El 18 de diciembre Hitler firmó la Directiva nº 21, que ordenaba el comienzo de los preparativos para invadir la Unión Soviética la primavera siguiente. Enero de 1941 era la fecha límite para la Operación Felix, a partir de entonces a Hitler no le iba a interesar distraer fuerzas en el Mediterráneo occidental, cuando las fuerzas armadas alemanas tenían que concentrarse en preparar el ataque a la URSS. Al ver los nulos resultados de la cumbre de Hendaya y del viaje de Serrano Suñer a Alemania Hitler supo que en ningún caso Franco aceptaría lanzarse a la guerra sin garantías de ayudas económicas y militares (y de ganancias territoriales, un punto que le ponía en una situación difícil con Mussolini y con Pétain). La beligerancia española sólo se habría conseguido después de una negociación larga y difícil. Cuando se dio cuenta de eso, Hitler perdió todo su interés por España y Gibraltar.

Había otro posible punto de discordia que en principio habría sido menor, pero que pudo haber tenido su importancia: Como se puede ver en la Directiva 18, en los planes alemanes no se tiene en cuenta la participación española en la toma de Gibraltar: sería una operación totalmente alemana. Eso era algo que Franco difícilmente habría aceptado. Gibraltar tendría que ser ocupado por tropas españolas, era una cuestión de honor.

Por su parte, también los ingleses se preparaban para la inminente entrada de España en la guerra. Estas eran las órdenes enviadas por el Almirantazgo británico a sus fuerzas en Gibraltar y el Atlántico el 22 de julio de 1940 para el caso de que se confirmase la beligerancia española:


Detallamos a continuación el plan de guerra contra España.
A. Se pretende mantener una fuerza basada en Gibraltar para el control del Estrecho mientras pueda utilizarse como base naval. La composición de esta fuerza depende de las circunstancias en esa coyuntura, pero por el momento consiste en la Fuerza H.
B. Tan pronto como sea posible después del comienzo de la guerra serán ejecutadas operaciones contra Vigo, Cádiz y Ferrol. Ordenes separadas serán comunicadas para cada una de estas operaciones.
C. Se están preparando planes y disponiendo fuerzas detalladas para la ocupación de las islas Azores y Cabo Verde y se pretende que se lleven a cabo tan pronto como se inicie la guerra. El riesgo de ruptura de relaciones con Portugal será aceptado puesto que se asume que en todo caso Portugal será invadido por España y está más allá de nuestras posibilidades proporcionarle asistencia militar para su defensa.
D. La ocupación de las Canarias es una empresa impracticable en el momento actual pero sí se prevén operaciones ofensivas contra esas islas.
E. Si el uso de Gibraltar se hace inviable las fuerzas allí presentes se irán en parte a Freetown y en parte al Reino Unido según las circunstancias. La XIII Flotilla de Destructores probablemente quedará emplazada en las Azores tan pronto como estas islas hayan sido ocupadas.
F. Se llevará a cabo un minado ofensivo de las entradas a los puertos noroccidentales de España siguiendo órdenes del Almirantazgo y en cuanto la oportunidad lo permita. Un depósito de minas magnéticas está siendo remitido en estos momentos a Gibraltar y la consiguiente apreciación sobre la política general de minado contra España será comunicada al comandante en jefe de las Fuerzas del Atlántico Medio, al comandante en jefe de las Fuerzas en el Mediterráneo y al comandante en jefe de las Fuerzas del Atlántico Norte, para servirles de guía en la ejecución de las operaciones.


La respuesta inglesa, inmediatamente después de que se confirmase la beligerancia española ("tan pronto como se inicie la guerra"), sería la ocupación de las islas atlánticas portuguesas (operaciones Brisk y Shrapnel), para lo que se designaron fuerzas navales y terrestres, con un plazo previsto de embarque de 48 horas desde que se recibiese la orden. Se descartaba realizar desembarcos en las Canarias, por la escasez de recursos y la fuerte resistencia prevista a la ocupación. En cambio los ingleses esperaban ocupar las Azores y Cabo Verde sin resistencia, y poder utilizarlas a continuación como bases que les ayudasen a conservar abiertas las rutas atlánticas. También estaba previsto el minado de los puertos atlánticos españoles. Además la Royal Navy atacaría varios puertos (Vigo, Cádiz o Ferrol) "tan pronto como fuera posible".

Si España entraba en la guerra la situación británica en el Mediterráneo se volvería muy difícil. También en el Atlántico se complicaría mucho si dejaban que se instalasen bases aéreas o navales enemigas en las Azores (que podrían cortar las rutas con América) y en Cabo Verde (que lo harían con las del cabo de Buena Esperanza, la única alternativa a las comunicaciones con el Mediterráneo oriental y Asia si Gibraltar quedaba cerrado). El plan británico lo que pretendía era adelantarse a una invasión hispano-alemana de Portugal, o a su entrada forzada en el Eje, que sería una consecuencia inevitable de la beligerancia de España y la presencia militar alemana en la península. No se esperaba una ocupación por sorpresa por fuerzas alemanas de las islas portuguesas, y menos aún la fortificación posterior de estas islas con fuerzas suficientes (aunque como se ve en la directiva 18, Hitler no descartaba ninguno de esos objetivos). Pero la ocupación de estos archipiélagos era lo único que podían hacer los británicos con los escasos recursos de los que disponían para paliar el daño que les haría que el Eje pudiese utilizar bases en la Península Ibérica y la costa atlántica del norte de Africa.

Las fuerzas designadas para las operaciones Brisk y Shrapnel (cuatro batallones de Royal Marines y otro de infantería) fueron concentradas en el puerto de Plymouth en julio de 1940, y el material bélico y los suministros estuvieron preparados en Liverpool, todo ello dispuesto para partir en un plazo de cuarenta y ocho horas desde la recepción de la orden de embarque. Tropas y equipos se mantuvieron en espera hasta 1941.

La ocupación de las islas Canarias se descartó porque habría necesitado como mínimo de una división de infantería y una importante fuerza naval, que incluiría un portaaviones y varios cruceros, demasiado para las otras necesidades que tenían los ingleses en ese momento, cuando la propia Inglaterra estaba amenazada de invasión. Aun así, se hicieron planes para la invasión de las Canarias si surgía la ocasión, al igual que otras operaciones aún más ambiciosas, como la ocupación del Marruecos español si había posibilidad, o el apoyo a una posible resistencia armada a la entrada de tropas alemanas por algún sector del ejército español en el sur de la península...

Pero en principio los ingleses ni siquiera esperaban poder mantener Gibraltar por mucho tiempo, por lo que en sus planes no se destinaban fuerzas extra para la defensa de la colonia británica. Con el puerto y el aeropuerto al alcance de la artillería española no tendrían ninguna forma de recibir ayuda, y el asedio haría que Gibraltar cayese tarde o temprano. Los ingleses no arriesgarían una flota para intentar abastecer Gibraltar, porque aunque resistiese iba a ser inútil como base naval o aérea y el estrecho iba a estar cerrado para ellos igualmente (a diferencia de Malta, donde sí que arriesgaron y perdieron muchos buques para mantenerla a toda costa). Su única posibilidad era que los defensores de Gibraltar pasaran a la ofensiva y consiguiesen ampliar y mantener un perímetro de seguridad de varios kilómetros para dejar a la colonia fuera del fuego directo de la artillería española, pero para eso iban a necesitar muchos más medios que los que tenían disponibles. De hecho ese plan existió, pero fue descartado.

Finalmente Hitler dirigió toda su atención al este y se olvidó de Gibraltar. Franco por su parte mantuvo su "no beligerancia", aunque volvió a tener la tentación el verano siguiente, cuando el ataque alemán a la URSS le dio la excusa ideológica que necesitaba. Pero no pasó del gesto simbólico de organizar una fuerza de voluntarios que participaría en la guerra contra el comunismo integrada en el ejército alemán. Las presiones económicas del bloque anglosajón pudieron más que las afinidades ideológicas y los sueños imperiales.


Fuentes principales:
Enrique Moradiellos: Franco frente a Churchill
Manuel Ros Agudo: La guerra secreta de Franco
http://www.exordio.com/1939-1945/militaris/batallas/felix.html
http://www.exordio.com/1939-1945/codex/Documentos/directiva18.html
http://mundosgm.com/smf/index.php/topic,717.0.html


Operación Pastorius

Inmediatamente después de la declaración de guerra alemana a los Estados Unidos, el Abwehr comenzó a idear un ambicioso plan para introducir saboteadores en territorio norteamericano con la misión de atacar objetivos clave de la producción industrial estadounidense y provocar el pánico entre la población. Al plan se le dio el nombre de Operación Pastorius, en recuerdo de Francis Daniel Pastorius, el líder del primer grupo de emigrantes alemanes que llegaron al Nuevo Mundo allá por el siglo XVII. Al frente de la operación el Abwehr colocó al teniente Walter Kappe, un oficial que había trabajado durante los doce años anteriores en la organización de grupos nazis en varias ciudades estadounidenses, como Chicago y Nueva York. Durante el invierno de 1941/42 Kappe se dedicó a reclutar agentes: tenían que ser alemanes que hubiesen vivido y trabajado en los Estados Unidos, con conocimiento suficiente de la lengua y las costumbres del país como para poder pasar inadvertidos. Después de una cuidadosa selección, el 10 de abril reunió a los hombres en una finca a las afueras de Berlín, donde comenzó su trabajo de entrenamiento. Fue un adiestramiento intensivo en manejo de explosivos y acciones de sabotaje, que terminó el 29 de abril con la selección definitiva de los ocho hombres que iban a participar en la misión. Los elegidos eran:

- George John Dasch, el de más edad (39 años), había vivido en Estados Unidos entre 1922 y 1941, trabajando de camarero.

- Ernst Peter Burger, había trabajado de maquinista en Estados Unidos y había servido en la Guardia Nacional de Wisconsin y en la de Michigan. Estaba afiliado al partido nazi.

- Heinrich Heinck, mecánico con 13 años de residencia en Estados Unidos.

- Richard Quirin, también mecánico, había vivido en Norteamérica desde 1927 hasta 1941.

- Werner Thiel, también había emigrado a Estados Unidos en 1927. Había solicitado la nacionalidad estadounidense.

- Edward Kerling, 11 años de residente en Estados Unidos trabajando de chófer.

- Hermann Neubauer, cocinero de profesión. Estaba afiliado al partido nazi.

- Herbert Hans Haupt, el único que era ciudadano estadounidense, ya que había pasado allí 16 de sus 22 años de vida (era el más joven de todos).

Fueron divididos en dos grupos de cuatro hombres. El llamado grupo 1 lo formaban Dasch, Burger, Heinck y Quirin, y el grupo 2 Kerling, Thiel, Neubauer y Haupt. Cada uno de los grupos recibió una lista de objetivos predeterminados (el sabotaje en varias fábricas de aluminio, la voladura de las esclusas del río Ohio, o la red de abastecimiento de agua de Nueva York, por ejemplo), aunque se les indicó que podían actuar por su cuenta atacando otros objetivos alternativos.

Kappe confiaba en que sus hombres contarían con la ayuda de la comunidad germano-americana, e insistió en la necesidad de reclutar nuevos saboteadores en Estados Unidos para aumentar el número y la magnitud de los ataques. También pensaba trasladarse él mismo a los Estados Unidos para dirigir la red sobre el terreno en cuanto los dos grupos iniciales la hubiesen establecido.

El 28 de mayo de 1942 los grupos 1 y 2 partieron de la base de Lorient a bordo de los submarinos U-202 y U-201, respectivamente. El grupo 1 desembarcó el 14 de junio en una playa cercana al pequeño pueblo de Amagansett, en Long Island. Iban vestidos con uniformes de la Marina alemana porque así en el caso de ser descubiertos serían tratados como prisioneros de guerra y no como espías. Así estaban, con uniformes alemanes y todo el equipo que habían descargado aún a la vista, cuando tuvieron la mala suerte de ser descubiertos por un joven perteneciente a la Guardia Costera llamado John Cullen, que al ver movimiento en la playa se acercó a ver qué ocurría. Los alemanes trataron de convencerle inútilmente de que eran pescadores que se habían perdido en la niebla, y al ver que Cullin no se lo tragaba decidieron sobornarle. El guardacostas aceptó el dinero que le ofrecían (260 dólares) y se marchó de la playa, pero sólo para correr a avisar a sus compañeros de la base que la Guardia Costera tenía en el pueblo. Los saboteadores, esperando que el soborno hubiese dado resultado, enterraron en la playa los explosivos que llevaban y se alejaron rápidamente. Los guardacostas avisados por Cullen no llegaron a tiempo para capturarles, pero descubrieron el material enterrado y avisaron al FBI. Se inició entonces la caza de los saboteadores enemigos, una operación que por la cantidad de agentes y medios asignados se convirtió en una de las mayores de la historia del FBI. Sin embargo, pese a la magnitud de la búsqueda, el caso se mantuvo en secreto. Así el FBI pudo poner en vigilancia la playa en la que habían sido descubiertos los alemanes y esperar a que volvieran a por los explosivos.

John C. Cullen, el guardacostas que descubrió a los agentes alemanes:


Los explosivos encontrados en la playa de Amangasett:


Mientras tanto el grupo 2 desembarcó sin contratiempos el día 17 en la playa de Ponte Vedra, cerca de Jacksonville (Florida), y se dividió según tenían convenido, dirigiéndose dos hombres a Cincinnati y otros dos a Chicago.

En Nueva York dos de los componentes del grupo 1, George Dasch y Ernst Burger, nerviosos por el encuentro con el guardia en la playa, decidieron entregarse y delatar a sus compañeros. Después de concertar una cita por teléfono, Dasch viajó en tren a Washington y se entregó en la sede del FBI. Siguiendo las indicaciones de Dasch, el FBI capturó al resto del grupo 1 en Nueva York. El grupo 2 pudo ser detenido también con facilidad porque ninguno de ellos siguió las más elementales medidas de seguridad. Kerling fue a visitar a su mujer a Nueva York, acompañado de Thiel. Allí fueron detenidos los dos. A Haupt no se le ocurrió otra cosa que irse a vivir a casa de sus padres en Chicago. Antes de terminar el mes todos ellos habían sido localizados y capturados.

George Dasch y Ernst Burger:


Los ocho hombres fueron juzgados por un tribunal militar en un juicio secreto. Todos ellos alegaron que habían aceptado participar en la Operación Pastorius sólo como medio de salir de Alemania y regresar a Estados Unidos, y que su intención nunca había sido cometer actos de sabotaje. Pero sus argumentos no convencieron al jurado. Ni siquiera Dasch y Burger se libraron del castigo, aunque su colaboración con el FBI les salvó la vida. Los ocho encausados fueron declarados culpables de sabotaje. Dasch fue condenado a 30 años de cárcel, Burger a cadena perpetua, los demás a morir en la silla eléctrica. Las sentencias se ejecutaron ese mismo día. El juicio había sido secreto, pero las sentencias se hicieron públicas y se les dio mucha publicidad en la prensa. Se trataba de enviar el mensaje a los alemanes de que era inútil que se molestasen en volverlo a intentar. Y no lo hicieron. Los grupos 1 y 2 iban a ser sólo la avanzadilla, pero debido a su fracaso la Operación Pastorius no siguió adelante y no hubo ningún otro intento alemán de introducir saboteadores en territorio norteamericano.

Fotografía de varios de los encausados durante el juicio:


En abril de 1948 Dasch y Burger fueron indultados por el presidente Truman y regresaron a Alemania. George Dasch, cansado de sufrir el desprecio de sus compatriotas por haber traicionado a sus compañeros, trató de volver a Estados Unidos, pero por su condición de deportado le fue imposible obtener el permiso de residencia. Finalmente se fue a Suiza, donde residió el resto de su vida.

Fuentes:
http://www.damninteresting.com/operation-pastorius
http://www.historynet.com/world-war-ii-german-saboteurs-invade-america-in-1942.htm
http://www.oem.com.mx/oem/notas/n1231790.htm


El Proyecto Habacuc por Max Perutz

Sigo con el tema del portaaviones de hielo, esta vez para conocer la historia contada por uno de sus principales protagonistas.

En 1942 Geoffrey Pike fichó para el Proyecto Habacuc a un joven químico de origen austriaco llamado Max Perutz, un investigador de los laboratorios Cavendish de la Universidad de Cambridge, que a sus 28 años era ya un reconocido experto en estructuras cristalinas (veinte años después ganaría el Nobel de Química por determinar la estructura de las moléculas de la hemoglobina y la mioglobina). Perutz se convirtió en uno de los principales científicos colaboradores en el Proyecto Habacuc. De hecho sin él la empresa no habría seguido adelante, ya que fue el inventor del pykrete. A pesar del papel que tuvo en él, no parecía tener muy buena opinión del proyecto de Pike. Más bien lo consideraba una pérdida de tiempo, una idea "de ciencia-ficción" sin ninguna posibilidad de éxito que en condiciones normales (en tiempo de paz) habría sido descartada sin discusión.

Así relataba años más tarde Max Perutz su participación en el Proyecto Habacuc:


Un día de la primavera de 1942, una llamada telefónica urgente me convocó a Londres. Debía ir a un apartamento en el edificio Albany –su propietario era el excéntrico sir William Stone, también conocido como el Caballero de Piccadilly– donde miembros prósperos del Parlamento y escritores como Graham Green alquilaban viviendas temporarias. Allí me encontré con Pyke, una figura adusta, de rostro cetrino, mejillas demacradas, ojos fogosos y una barbita canosa, perdido en medio de pilas de libros, periódicos, revistas y colillas de cigarrillos esparcidas sobre los escasos muebles. Parecía un agente secreto de una película de espías, y me dio la bienvenida con un aire de misterio e importancia, diciéndome con voz gentil y persuasiva que actuaba en representación de lord Louis Mountbatten, que entonces era el jefe de Operaciones Combinadas, para pedir mi consejo sobre excavaciones en glaciares.

Pasaron seis meses antes de que Pyke me llamara nuevamente. Esta vez, como si quisiera probarme, me recibió con una retahíla de frases enigmáticas y luego me dijo, como un gran hombre que confiara un secreto a otro, que precisaba mi ayuda para el proyecto más importante de la guerra, un proyecto del que sólo estaban enterados él mismo y nuestro amigo común John Desmond Bernal. Cuando le pregunté de qué se trataba, me aseguró que deseaba poder decírmelo, a mí, un amigo que había entendido y apreciado sus ideas desde el principio, pero que había prometido no revelar nada, en caso de que se enterara el enemigo, o aun peor, esa colección de inútiles en quienes Churchill tenía que confiar para la conducción de la guerra.

Me fui entusiasmado y sin saber mucho más que antes sobre lo que se suponía que debía hacer. Pero Bernal, que había sido mi primer supervisor de investigación en Cambridge, me dijo unos pocos días más tarde que debía descubrir cómo incrementar la dureza y la velocidad de congelación del hielo, no importaba para qué. El proyecto tenía la prioridad más alta, y yo podía requerir cualquier ayuda o instalaciones que necesitara. A pesar de mis investigaciones en los glaciares, no estaba seguro de la fuerza del hielo, y no fue mucho lo que encontré en los textos. Las pruebas pronto demostraron que era a la vez blando y quebradizo, y no encontré ninguna manera de hacerlo más duro.

Entonces, un día, Pyke me alcanzó un informe que él encontraba difícil de entender. Era de Herman Mark, mi antiguo profesor de fisicoquímica en Viena, que había perdido su puesto cuando los nazis invadieron Austria, y había encontrado refugio en el Instituto Politécnico de Brooklyn. Era experto en plásticos, y sabía que muchos son frágiles cuando están puros, pero se los puede endurecer al agregarles fibras como la celulosa, tal como el hormigón es reforzado con cables de acero. Mark y su asistente Walter P. Hohenstein pusieron un poco de hilo de algodón o de pulpa de madera –la materia prima del papel del periódico– en agua antes de congelarla y descubrieron que estos agregados reforzaban radicalmente el hielo.

Al leer el informe, les recomendé a mis superiores desechar nuestros experimentos con hielo puro e instalar un laboratorio para fabricar y probar el hielo reforzado. La Oficina de Operaciones Combinadas requisó una gran tienda de carne de cinco pisos subterráneos debajo del mercado de Smithfield, a la vista de la catedral de San Pablo y pidió vestimentas con calefacción eléctrica, del tipo que usan los aviadores, para que nos mantuviéramos abrigados a 16 grados bajo cero. Nos asignaron algunos jóvenes comandos para que cumplieran las funciones de técnicos, e invitaron a Kenneth Pascoe, que por entonces era estudiante de física y que más tarde daría clases de ingeniería en Cambridge, para que me ayudara. Construimos un túnel de viento grande para congelar la pasta húmeda de pulpa de madera y cortamos el hielo reforzado en bloques. Nuestras pruebas pronto confirmaron los resultados de Mark y Hohenstein. Los bloques de hielo que contenían apenas un cuatro por ciento de pulpa de madera eran tan fuertes como el hormigón; en honor al fundador del proyecto, llamamos pykreto al hielo reforzado. Cuando disparábamos un fusil contra un cubo de hielo puro de sesenta centímetros de lado por treinta centímetros de espesor, el bloque se hacía pedazos; en el caso del pykreto, la bala hacía un pequeño cráter y se hundía en el cubo sin causar más daños. Mis provisiones de pykreto crecían, pero nadie me decía para qué se necesitaban, salvo que eran para Habacuc. El Libro de Habacuc dice: “Mirad en las gentes y ved y maravillaos pasmosamente; porque obra será hecha en vuestros días, que aun cuando se os contare, no lo creeréis”, pero eso no me ayudaba a resolver el acertijo.

Tan secreto era el proyecto Habacuc, que se suponía que nadie debía saber quién era yo, por las dudas de que mi nacionalidad (Austria = montañas = glaciares = hielo) o mi trabajo de investigación pudieran traicionar el secreto. Trabajábamos con Pascoe abajo en la carnicería, mientras que en los pisos de arriba fornidos cargadores con mamelucos grasientos entraban y salían cargando medias reses. Nunca nos dieron ni siquiera un poco de esa carne, para complementar nuestras magras raciones.

En un momento, Mountbatten envió a Pyke a Canadá en misión para Habacuc; llevaba una presentación personal de Winston Churchill dirigida a Mackenzie King, el primer ministro canadiense. Mientras Pyke requería la ayuda canadiense, Mountbatten decidió mostrarles las maravillas del pykreto al Estado Mayor británico. ¿Pero quién les mostraría el pykreto? Por cierto que no un civil austríaco: ¡un extranjero enemigo! Se decidió delegar la tarea en el capitán de corbeta Douglas Grant, que había sido arquitecto en tiempos de paz y que administraba Habacuc. No tenía experiencia con el manejo de pykreto, pero vestía uniforme. Le di las barras del hielo y de pykreto y le deseé suerte. El día siguiente esperé las noticias, pero no llegaron.

El racionamiento había golpeado los pequeños restaurantes y casas de té de la city. Pascoe y yo solíamos tomar el bus que bajaba por la calle Fleet, toda marcada por los bombardeos, hasta los palaciegos cuarteles de Operaciones Combinadas, donde podíamos conseguir una comida básica a un precio razonable y escuchar los últimos rumores. Pero aquel día, Pyke, siempre entretenido, estaba todavía en Canadá, y todos los demás parecían evitarnos. Después del almuerzo, me puse a buscar a Grant, que en general estaba sereno, y lo encontré de un humor terrible. El anciano caballero no había podido romper ninguna de las barras, ni siquiera las de hielo normal. Luego, había disparado su revólver contra el bloque de hielo, éste se rompió como se esperaba, pero al dispararle al bloque de pykreto, la bala rebotó y golpeó en el hombro al jefe del Estado Mayor Imperial. El jefe no estaba herido, pero Habacuc se encontraba bajo el manto de la duda. Lo peor estaba por llegar.

En ausencia de Pyke, un comité del Almirantazgo presidido por el jefe de Construcciones Navales había enviado un informe muy poco entusiasta a Mountbatten sobre Habacuc. Cuando Pyke, en Canadá, se enteró de lo que pasaba, el asunto no hizo más que confirmar su desprecio por el conservadurismo del establishment británico, que resumió en su dicho burlón: “Nada debe hacerse por primera vez jamás”. Contestó con un cable clasificado como “máximo secreto, circulación restringida al jefe de Operaciones Combinadas”. El mensaje decía: “El jefe de Construcciones Navales es una vieja. Firmado Pyke”. La denominación “máximo secreto” se reservaba para asuntos operativos, y por lo tanto se los consideraba con respeto, pero el contenido del cable de Pyke pronto llegó a oídos de su víctima: un almirante. Indignado porque un civil loco cuestionaba su valor, el almirante irrumpió en la oficina de Mountbatten demandando la renuncia inmediata de Pyke. El proyecto Habacuc parecía condenado. Pero entonces, Pyke volvió a Canadá eufórico por el éxito de su misión, especialmente por la actuación espléndida de un prototipo que los canadienses habían logrado botar en el lago Patricia, en Alberta. ¿Pero un prototipo de qué?

No recuerdo que nadie me revelara oficialmente en qué consistía Habacuc, pero gradualmente el secreto se fue desvelando, como se escapa el ácido de una lata oxidada. Pyke previó que (para varios propósitos) se precisaría una cobertura aérea que estaba más allá de los aviones con base terrestre. Los portaaviones convencionales, argumentó, eran demasiado pequeños como para que pudieran despegar los pesados bombarderos y los cazas veloces que se necesitarían en la invasión de cualquier país distante. Ya entonces, para extender la presencia aérea aliada sobre todo el Atlántico, se necesitaban bases flotantes; tales bases permitirían que los aviones volaran desde Estados Unidos a Gran Bretaña sin que hubiera que llevarlos en barcos. También facilitarían la invasión a Japón. ¿Pero de qué material podían hacerse esas islas si hasta la última tonelada de acero se necesitaba para hacer barcos, tanques y armas, y cada tonelada de aluminio era para aviones? ¿Qué material había que aún fuera abundante? Para Pyke, la respuesta era obvia: el hielo. En el Artico podía conseguirse todo el que se precisara; una isla de hielo se derrite muy lentamente, y es imposible de hundir. Podía fabricarse con un 1 por ciento de la energía que insumiría un peso equivalente de acero. Pyke propuso que un témpano, natural o artificial, fuera nivelado para que se pudiera usar como pista de aterrizaje, y ahuecado para ofrecer refugio a los aviones.

Mountbatten transmitió a Churchill la propuesta de Pyke. Entonces, Churchill le escribió a su jefe de Estado Mayor que le concedía “la mayor importancia a la revisión inmediata de estas ideas... La ventaja de una isla o islas flotantes, aun si sólo se usan como depósitos para reabastecerse de combustible, son tan impresionantes que no merecen discutirse en este momento. No habrá ninguna dificultad para introducir estos ‘escalones’ en cualquiera de los planes de guerra que se consideran actualmente”.

¿Se podría construir con suficiente rapidez un témpano de hielo del grosor necesario para soportar las olas del Atlántico? Era para responder esa pregunta que Pyke y Bernal me llamaron por primera vez, pero sin permiso para decirme cuál era la pregunta. Como sabe cualquiera que haya intentado construir una pista de patinaje sobre hielo en el patio de su casa, lleva mucho tiempo, aun en un clima muy frío, congelar una gruesa capa de agua. La película delgada de hielo que se forma en la superficie retrasa la transferencia de calor entre el agua de abajo y el aire frío por encima. ¿Y qué sucedía con un témpano natural? En los años 30, una expedición rusa había descubierto que aun en el Polo Norte el hielo no tiene más que unos tres metros de espesor. Las olas del Atlántico pueden elevarse treinta metros, con una distancia de más de quinientos metros entre cada cresta. Además, bombas y torpedos no lo hundirían, pero podrían romperlo. Por su lado, la superficie de encima del agua de un témpano de hielo natural es demasiado pequeña para los aviones, y suelen voltearse de imprevisto.

El proyecto se hubiera abandonado en 1942 a no ser por el descubrimiento del pykreto: es mucho más fuerte que el hielo pero pesa lo mismo; puede trabajarse como la madera o moldearse una costra aislante de pulpa de madera empapada que impide que el interior siga derritiéndose. Sin embargo, Pascoe y yo encontramos un inconveniente grave: aunque el hielo es duro ante el golpe de un hacha, es blando ante el empuje continuo de la gravedad, que hace que los glaciares fluyan como los ríos: más rápidos en el centro que en los lados, e igualmente más rápidos en la parte superior que cerca del lecho. Una nave grande hecha de hielo ordinario, a la temperatura de congelación del agua, se combaría bajo su propio peso más lentamente, pero no con suficiente lentitud, salvo que se la enfriara a temperaturas de 16 grados centígrados bajo cero. Para mantener el casco a esa temperatura, la superficie debía protegerse con una capa aislante; y la bodega debía contar con un sistema refrigerante que enviara aire frío a través de una compleja red de ventilación. De todas formas, los planes siguieron en marcha. Los expertos determinaron los requisitos, los ingenieros navales se instalaron en sus mesas de dibujo, y los comités mantuvieron largas reuniones. El Almirantazgo quería que la nave fuera lo suficientemente fuerte como para soportar las olas más grandes conocidas –casi 35 metros y separadas entre sí por 650 metros–, aun cuando tales olas gigantescas sólo se reportaron una vez, en el Pacífico Norte y después de tormentas prolongadas. También solicitaban que la nave fuera autopropulsada, con suficiente poder para mantener el rumbo incluso en los temporales más fuertes, y que el casco fuera a prueba de torpedos, lo que significaba que debía tener, al menos, 13 metros de espesor. La aviación naval demandaba una cubierta 15 metros encima del agua, de 65 metros de ancho y 650 metros de largo, para permitir el despegue de los bombardeos pesados. Los estrategas deseaban un rango de crucero de 11.200 kilómetros. El diseño final le daba a la Nave Témpano, como se la bautizó, un desplazamiento de dos millones doscientas mil toneladas; 26 veces mayor que el del “Queen Elizabeth”, el barco más grande de la flota. Generadores turboeléctricos de vapor producirían treinta y tres mil caballos de fuerza para 26 motores eléctricos, cada uno dotado de una hélice y alojado en su propia barquilla, a ambos lados del casco. Los motores impulsarían la nave a una velocidad de siete nudos, la mínima necesaria para evitar que quedara a la deriva en el viento. El gobierno de la nave presentó el problema más difícil. Al principio, nosotros pensamos que podía maniobrarse variando la velocidad relativa de los motores de cada lado, como un avión carreteando en la pista, pero la armada decidió que para mantener el curso era fundamental contar con un timón. El problema de instalar y controlar un timón de la altura de un edificio de quince pisos nunca se resolvió. De hecho, aun en la actualidad los timones causan problemas en los supercisternas petroleros, de solamente un décimo del tonelaje de la Nave Témpano.

Mientras los planos de la nave se volvían más complicados con cada encuentro del comité, la mente de Pyke dio un paso adelante para pensar cómo debían usarse estas naves para ganar la guerra. Argumentó que las naves témpano resolverían el difícil problema de invadir las costas hostiles, porque serían capaces de abrirse camino directamente hacia los refugios costeros del enemigo. Las tropas defensoras quedarían, literalmente, petrificadas. Más exactamente, quedarían congeladas. ¿Cómo? Las naves témpano estarían provistas de tanques enormes llenos de agua súper enfriada (agua que permanece líquida por debajo de su punto de congelación) que se congelaría al rociarse sobre los enemigos. Después, más agua súper enfriada se bombardearía en la costa para construir baluartes de hielo, detrás de los cuales las tropas aliadas podrían reunirse sin peligro y prepararse para tomar la ciudad. Fue la mejor obra de ciencia ficción de Pyke. En realidad, el enfriamiento del agua por debajo de su punto de congelación sólo se observa en las diminutas gotas de agua de que están hechas las nubes. Pyke no pudo haber encontrado en la literatura científica ningún informe de nadie que haya hecho más que un poco de agua supercongelada, pero eso no disminuyó su entusiasmo por su uso en toneladas.

El siguiente problema que debí abordar fue el de encontrar un sitio para construir la nave témpano. ¿Cómo podíamos obedecer el sensato consejo de Churchill de dejar que la naturaleza hiciera su trabajo? Estudiando los mapas de clima del mundo, fui incapaz de encontrar un lugar en la tierra lo suficientemente frío como para congelar dos millones de toneladas de pykreto en un invierno. La refrigeración iba a tener que ayudar a la naturaleza. Eventualmente elegimos Corner Brook, en Terranova, donde la pulpa de madera provista por los molinos locales sería mezclada con agua y congelada en bloques en una planta de refrigeración de más de 90 hectáreas. El problema de la botadura de nuestro Leviatán se solucionaría colocando los primeros bloques de pykreto sobre balsas de madera unidas,para formar una gran plataforma flotante. La plataforma se hundiría gradualmente cuando la masa de pykreto se fuera construyendo. El prototipo se construiría en el invierno de 1943-1944, y sería seguido por una flota de naves témpano que se construirían en la costa del Pacífico Norte el invierno siguiente, a tiempo para la invasión de Japón.

Un día, Mountbatten me llamó a su oficina para preguntarme quién debía representar a Habacuc en las reuniones de alto nivel. Yo sugerí a Bernal, por ser el único que poseía el conocimiento técnico, la estatura intelectual y el poder de persuasión como para presentarse ante los líderes de la guerra. Bernal era el orador más brillante que yo conocía. Cuando estalló la guerra, las autoridades pidieron a Bernal que determinara los daños probables de un bombardeo aéreo. Él solicitó la ayuda de su antiguo colaborador pero, para su asombro, su solicitud fue denegada por razones de seguridad. Bernal ridiculizó la decisión y demandó conocer el porqué. Finalmente, le mostraron, a desgana, el legajo: los archivos afirmaban que no podía confiarse en ese hombre porque estaba asociado con el tristemente célebre comunista Bernal.

A Mountbatten le gustaba rodearse de gente poco convencional, como contrapeso a la ortodoxia de la armada, y apreciaba los prodigiosos conocimientos de Bernal y su enfoque original de toda clase de problemas. Mountbatten mismo me impresionó mucho por su mente rápida y ejecutiva. Estaba preparando la reunión de alto nivel que tendría lugar en Quebec en agosto de 1943, comandada por Churchill y Roosevelt. Bernal puso en escena una demostración del pykreto que impresionó tanto a los líderes de la guerra que decidieron darle la prioridad más alta. Los planos detallados para la construcción inmediata de un prototipo se realizarían en Washington. Allí se envió inmediatamente el equipo británico, excepto a Pyke, cuyo ingenio mordaz había enfurecido a los militares norteamericanos al punto de prohibirle que fuera. 

Los otros miembros del equipo Habacuc ya se habían embarcado. Para alcanzarlos, yo viajé por aire. Al llegar a Washington, donde me imaginé que el equipo británico estaría ocupado dieciséis horas del día planeando la construcción de la nave témpano, me sorprendí al encontrarlos a todos recibiéndome en la estación en la mitad de la tarde de un día de semana. No parecían apurados por volver a la mesa de trabajo. A la mañana siguiente, cuando me presenté a cumplir mis deberes en una casilla del Departamento de Construcciones Navales, me enteré que Habacuc estaba bajo estudio por los ingenieros navales del departamento, y que no había nada que pudiéramos hacer hasta que terminaran su informe. Lord Zuckerman, otro de los consejeros científicos de Mountbatten durante la guerra, me explicó hace poco por qué nadie nos prestó mucha atención en Washington. Justamente cuando llegamos a la ciudad, Mountbatten abandonó Operaciones Combinadas para convertirse en el comandante en jefe de las fuerzas aliadas del sureste de Asia. Como él había sido el defensor principal de Habacuc, su prioridad había caído estrepitosamente.

Finalmente, la armada de Estados Unidos decidió que Habacuc era un falso profeta. Una de las razones era que la enorme cantidad de acero que se requería para construir la planta enfriadora que congelaría el pykreto era mayor que la necesaria para construir todo el transportador mismo con acero. El argumento crucial era que el número creciente de instalaciones aéreas en tierra hacía innecesarias a las islas flotantes. Ese fue el fin del ingenioso proyecto de Pyke.

Cuando informé a mi superior en el almirantazgo sobre el fallecimiento de Habacuc, éste no se mostró sorprendido. Pyke estaba desilusionado, pero ya estaba ocupado con ideas nuevas. Una de ellas era la construcción de una tubería desde Birmania a China. A través de ella pretendía mandar soldados, tanques y armas impulsados con aire comprimido para ayudar a Chiang Kai-shek a derrotar al ejército japonés. Otro de sus planes era la destrucción de los yacimientos rumanos de petróleo, de donde los alemanes obtenían la mayor parte de su combustible. En la oscuridad de la noche, un escuadrón de aviones debía atacar los yacimientos con bombas incendiarias y de alto poder explosivo, mientras que otro escuadrón lanzaría un grupo de comandos en una ubicación cercana, con la tarea de destruir los yacimientos desde tierra. Pero, ¿cómo podrían penetrar las defensas? Tenían que capturar una estación de bomberos, disfrazados de bomberos rumanos y dirigirse al incendio con los camiones, donde simularían extinguir el fuego, pero en realidad lo activarían.

Algunos meses antes, yo me había dado cuenta de que la construcción y la navegación de la nave témpano podía resultar tan difícil como por entonces me parecía viajar a la Luna, aunque Habacuc era sólo uno de los varios proyectos aparentemente imposibles concebidos durante la guerra. En cada caso, la pregunta no era tanto la viabilidad de las ideas sino si las ventajas estratégicas que se lograrían estaban en proporción con los materiales y los hombres que se precisaban. En retrospectiva, parece sorprendente que Mountbatten tomara en serio cualquiera de los proyectos de Pyke, pero por entonces era el miembro más joven del comando en jefe y encabezaba una organización dispuesta para las estrategias de guerra no convencionales. Enfrentado a esa tarea, prefería atraer a sus cuarteles a hombres que no hubieran ido a la escuela de comando y cuyas ideas, de esa manera, fueran más difíciles de anticipar por el enemigo.

En tiempos de paz, la mayoría de las ideas de Pyke hubieran sido descartadas como ciencia ficción, y lo eran, pero Mountbatten confiaba en los consejos científicos de Bernal, sin darse cuenta de que la principal falla de Bernal era su falta de juicio crítico. Pyke tenía la arrogante convicción cartesiana de que un hombre inteligente podía resolver cualquier problema por medio de la razón, en vez de aceptar la máxima humilde de Francis Bacon de que “la argumentación no basta para el descubrimiento de nuevas obras, dado que la sutileza de la naturaleza es varias veces mayor que la sutileza del argumento”.