La verdad es que el título es engañoso. Al leerlo uno podría pensar que va a ser la historia de un kamikaze indestructible que estrellaba una y otra vez sus aviones contra los buques enemigos sin sufrir daño alguno. Pero no, en realidad la historia de Yutaka Yokota es un ejemplo que demuestra la poca efectividad de los kaiten, los torpedos tripulados japoneses. El contramaestre Yokota participó en tres misiones, pero no llegó a ser lanzado en ninguna de ellas, debido a problemas mecánicos de su kaiten o a que el submarino que lo transportaba fue incapaz de burlar las defensas enemigas. De hecho no fue un caso único. Un compañero suyo, el contramaestre Shinkai, participó en las mismas misiones que Yokota con el mismo resultado. La diferencia es que Yokota escribiría un libro años después, mientras que de Shinkai es difícil saber siquiera si sobrevivió a la guerra.
En contra de lo que se pudiera pensar, la Marina Imperial no tenía demasiados problemas para encontrar voluntarios para la Kaiten Tokkoutai, o "Fuerza Especial de Ataque Kaiten". Para ser seleccionado al contramaestre Yokota le ayudó ser el menor de cuatro hermanos, porque los candidatos con cargas familiares eran automáticamente descartados para formar parte de la unidad suicida. Desde el inicio del proyecto, en septiembre de 1944, Yokota intervino en el diseño y las pruebas de los kaiten, que se construían en una base secreta de la Marina Imperial en la isla de Otsushima, en la prefectura de Yamaguchi. Después participó en tres misiones y sobrevivió a todas. Así que se puede suponer con bastante seguridad que al final de la guerra había pasado más tiempo dentro de un kaiten que cualquier otro piloto.
A finales de marzo de 1945 Yokota recibió por fin la noticia que había estado esperando durante meses. Para hacer frente a la flota aliada que estaba apoyando los desembarcos en Okinawa, la Marina había creado el Grupo Especial Tatara, formado por cuatro submarinos modificados para transportar kaiten. A Yokota y otros cinco compañeros les destinaron al I-47, un submarino que en noviembre de 1944 ya había participado en la primera misión kaiten de la guerra, el ataque al atolón Ulithi.
Antes de su primera misión (y en teoría la última) a Yokota le concedieron un permiso especial de cuatro días, que aprovechó para ir a visitar a su familia. Había pasado mucho tiempo entrenándose, y en esos meses ya había asimilado completamente la idea de que iba a morir. Pero según relató más tarde el reencuentro con sus familiares le provocó un momento de debilidad. No se atrevió a contarles el tipo de misión que le esperaba.
Si la despedida de su familia le hizo tener dudas, las muertes de sus compañeros en ataques suicidas o en accidentes durante los entrenamientos le reforzaban en sus convicciones. Le entristecían las muertes de sus amigos, pero también veía en ellos el ejemplo a seguir y sentía que le daban valor para afrontar su propio sacrificio. A menudo Yokota expresaba su impaciencia por que llegase el momento de que le asignasen una misión, y sentía pena por los compañeros que quedaban apartados de las misiones programadas a causa de la escasez de submarinos.
Yutaka Yokota y sus compañeros destinados al submarino I-47. Yokota es el primero por la izquierda en esta fotografía. Siguiendo de izquierda a derecha: contramaestre Furukawa, subteniente Kakizaki, subteniente Maeda, contramaestre Yamaguchi y contramaestre Shinkai. Todos ellos tienen ramas de cerezo en flor, el símbolo de los samurais:
Los pilotos de kaiten del I-47 se despiden al embarcar en el submarino. Dos de los seis, los contramaestres Yokota y Shinkai, sobrevivirían a las tres siguientes misiones del submarino por culpa de los continuos fallos mecánicos de sus kaiten:
Momentos antes de zarpar los hombres saludan alzando sus espadas y las ramas de cerezo sobre los kaiten:
29 de marzo de 1945; el I-47 abandona el puerto de Hikari, al sur de Japón, para dirigirse a aguas de Okinawa y enfrentarse a la marina estadounidense:
El 31 de marzo de 1945 el I-47 fue descubierto por los destructores de escolta estadounidenses cuando trataba de sobrepasar la barrera defensiva que protegía a la flota de desembarco en Okinawa. El submarino se vio obligado a retirarse antes de haber podido lanzar sus kaiten. Las doce horas siguientes sufrió el acoso de dos destructores y continuos ataques con cargas de profundidad que causaron un gran escape de aceite en el submarino. Logró regresar a su base casi de milagro. Además los kaiten que transportaba también resultaron dañados.
Pasó un mes mientras se reparaban los daños, hasta que al fin el I-47 volvió a zarpar el 2 de mayo, una vez más para dirigirse contra la flota aliada en Okinawa. Al submarino le llevó mucho tiempo encontrar blancos para sus kaiten. Finalmente avistaron dos buques enemigos y se aprestaron para el ataque. Así cuenta Yokota cómo vivió ese momento:
Cuando la cabina ha sido cerrada desde abajo, el único medio de comunicación es el teléfono."¡Todos los kaitens preparados para el lanzamiento!, llegó la orden. "Lanzaremos los kaitens uno y cuatro! ¡Los demás que esperen órdenes!" Ésos eran los kaitens del comandante Kakizaki y de Yamaguchi. Oyes el sonido de la cinta de sujeción que se suelta. Luego el rugido del despegue, se alejan. Estábamos al lado unos de otros. Sólo oyes el sonido. A través del periscopio, sólo puedes ver las burbujas blancas que dejan detrás.
Después de 20 minutos o así oímos ¡GWAAAAN! Una explosión tremenda. Llamas por teléfono. "¿Cuándo voy? ¿Qué se supone que tengo que hacer?" "Sólo se han divisado dos barcos enemigos" "¿Qué? ¿No podeis encontrar más?"
En realidad no hizo falta buscar mucho, porque el primer ataque había puesto en alarma a la flota estadounidense y los buques de escolta se lanzaron a la caza del submarino. El capitán del I-47 decidió lanzar un kaiten contra los destructores, pero entonces hubo un fallo en la linea telefónica que comunicaba al kaiten de Yokota con el submarino. Eso impidió su lanzamiento e hizo que el escogido fuese el contramaestre Shichiro Furukawa. Como resultado de este segundo lanzamiento el I-47 reportó el hundimiento de un destructor enemigo (la Marina japonesa solía ser demasiado optimista al informar de los resultados de sus ataques).
En su tercera misión, tan sólo cinco días después, el I-47 se encontraba en su área asignada, entre Guam y Okinawa, cuando avistó un crucero enemigo (probablemente el neozelandés Achilles). Pero cuando trató de atacarlo dos de los tres kaiten que le quedaban sufrieron problemas mecánicos. Uno de ellos fue el de Yokota, que tuvo dos escapes en los conductos de oxígeno, y de nuevo se quedó sin lanzar. El tercer kaiten sí que pudo lanzarse, pilotado por el subteniente Hajime Maeda. Una vez más el capitán del I-47 se pasó de optimista y reportó un impacto en el crucero enemigo.
Al I-47 se le ordenó entonces regresar a Japón. Permaneció en la base naval de Kure hasta el 19 de julio, cuando hizo su última salida formando parte del Grupo Especial Tamon junto a otros cinco submarinos equipados con kaiten. Pero debido al mal tiempo no logró hacer contacto con ningún buque enemigo, y el I-47 regresó a puerto sin haber lanzado ninguno de sus kaiten.
Este palmarés de misiones fracasadas de Yokota ilustra la poca eficacia de los kaiten. A sus frecuentes problemas mecánicos se unía la calidad de las defensas antisubmarinas estadounidenses y las pocas posibilidades que tenían los submarinos que los transportaban al aproximarse a sus objetivos.
Cuando el Emperador anunció la rendición de Japón, Yokota cayó en una profunda depresión y estuvo mucho tiempo dándole vueltas a idea del suicidio. Después de haber tomado la decisión de morir por su país, la derrota le dejó descolocado, sin saber qué hacer con su vida. Con el tiempo se fue recuperando. En abril de 1947 ingresó en la universidad dispuesto a recomenzar su vida. En 1956 publicó un libro en el que relataba su historia como piloto de la Kaiten Tokkoutai.
Fuentes: