I am an American too!
Hoja de propaganda de un popular restaurante japonés de Salem, en el estado norteamericano de Oregón, poco después del ataque japonés a Pearl Harbor:
iYo también soy americano!
Vine a los Estados Unidos en 1903
Trabajé duro para aprender a ser un buen cocinero
Fui chef en el hotel Marion desde 1914 hasta 1932, un total de 17 años
He regentado mi propio restaurante en Salem desde 1934
Tengo cinco hijos, todos nacidos aquí en Salem
He sido residente en Salem desde hace más de 27 años. Amo a mi mujer, amo a mis hijos, amo mi hogar y amo a mis Estados Unidos.
Miembro de la Cámara de Comercio de Salem
Frank Tanaka, propietario del Tokio Sukiyaki
Con su declaración pública de patriotismo, Frank Tanaka trataba de evitar que sus vecinos le diesen la espalda. Lamentablemente no le sirvió de nada. Su restaurante fue cerrado por la War Relocation Authority, el organismo gubernamental encargado de la reubicación de todos los ciudadanos japoneses o de ascendencia japonesa que vivían en una amplia zona que incluía California, el sur de Arizona y la mitad occidental de los estados de Washington y Oregón.
En 1942 unos 120.000 ciudadanos de origen japonés que residían en los estados de la costa del Pacífico, más de la mitad de ellos con nacionalidad estadounidense, fueron recluidos en campos de internamiento en el interior del país. Familias enteras fueron obligadas a vivir en barracones rodeados de alambradas y vigilados por guardias armados. Antes de abandonar sus hogares les dieron un plazo de ocho días para malvender sus viviendas, tierras y negocios. Los que se negaron a vender se encontraron al terminar la guerra con que sus propiedades habían sido ocupadas por otras familias o con que el Estado las había expropiado por no pagar impuestos.
Viñeta del humorista gráfico Dr. Seuss (1943):
El texto dice: Esperando la señal desde casa. El letrero que hay en la caseta donde se reparten los explosivos pone "Honorable 5ª Columna".
Dr. Seuss (de nombre auténtico Theodor Seuss Geisel) fue conocido sobre todo por sus obras infantiles, aunque en esa época estaba dedicado a la caricatura política. Trabajaba para el PM, un periódico izquierdista de Nueva York. Pocos habrían considerado a Dr. Seuss un racista. Con frecuencia mostraba su apoyo a la lucha por los derechos civiles de los negros y criticaba duramente el antisemitismo.
Pocas voces se oyeron en defensa de los japoneses. La histeria anti-japonesa se impuso a la evidente irracionalidad de la medida. Los miembros de la numerosa comunidad italo-americana no fueron molestados durante la guerra, los de origen alemán sólo en casos aislados.
Hoja de Frank Tanaka:
http://www.salemhistory.net/culture/world_war_II_photos.htm
Viñeta de Dr.Seuss:
http://blogs.chron.com/artsinhouston/2009/07/whats_missing_from_dr_seuss_wants_you.html
Alan Turing y el descifrado de la Enigma
Alan Turing nació el 23 de junio de 1912 en Londres, hijo de un funcionario británico de la India. Sus padres se habían trasladado a Londres únicamente para que su hijo naciese en Gran Bretaña. Su padre regresó a la India unos meses después, y su madre cuando Alan tenía año y medio, dejando al niño en Inglaterra. Por ello Turing pasó gran parte de su infancia en internados o viviendo con amigos de la familia. Desde muy joven dio muestras de una habilidad extraordinaria para las matemáticas, aunque en otras materias no era un estudiante destacado. En 1931 ingresó en el prestigioso King’s College de la Universidad de Cambridge. Cuatro años más tarde consiguió el puesto de profesor en el King's College. En 1937 publicó un estudio titulado Sobre los números computables, en el que imaginaba una máquina programable que pudiese hacer operaciones matemáticas automáticamente, como multiplicar, dividir o hacer raíces cuadradas, y en la que los datos iniciales se introducirían por medio de una cinta de papel perforada y los resultados saldrían igualmente en otra cinta de papel. Al artefacto imaginario se le bautizó como máquina universal de Turing. Era el principio teórico de un ordenador, aunque la tecnología de la época aún no permitía hacerlo realidad. Sus propuestas no pasaron desapercibidas, y Turing se hizo un nombre en el mundillo matemático. Los años siguientes Turing continuó sus estudios en la Universidad de Princeton. Tras obtener el doctorado regresó en 1939 al King's College. Con 27 años se había convertido en un matemático reconocido y había alcanzado el éxito profesional.
Pero en septiembre de 1939 la brillante trayectoria académica de Turing se interrumpió. Nada más comenzar la guerra recibió una invitación para trabajar en el CG&CS (la Escuela Gubernamental de Códigos y Cifras), con sede en Bletchley Park. Allí Turing se tuvo que enfrentar al problema de descifrar la clave Enigma alemana. Como comenté en la entrada sobre Bletchley Park, los británicos no partían de cero en sus investigaciones, ya que podían aprovechar los avances que habían hecho en los años anteriores los criptoanalistas polacos. Sin embargo, debido al aumento de la complejidad y de la seguridad de la Enigma las técnicas polacas ya no eran suficientes y había que encontrar métodos de descifrado más avanzados (para conocer el funcionamiento de la máquina de cifrado Enigma ver La Enigma; para saber la historia de los trabajos polacos ver Los polacos contra la Enigma).
Turing ideó una máquina basada en las "bombas" polacas (de hecho se las siguió llamando "bombas") para probar posiciones de los modificadores automáticamente y buscar la clave de los mensajes cifrados. Cuando hablé de Bletchley Park comenté que los criptoanalistas utilizaban atajos que les adelantaban su trabajo, como los "cillis" y los puntales. La gran novedad del planteamiento de Turing fue su idea de poner a trabajar máquinas en serie para aprovechar los puntales por medio de lo que se conocen como bucles.
¿Qué es un bucle? Para comprenderlo (y para explicarlo) lo mejor es poner un ejemplo. Imaginemos que en un texto cifrado conocemos un puntal, es decir, un fragmento de texto del que sabemos (o suponemos) su significado. Para no liarlo mucho, las letras del texto llano o sin cifrar (las que entran en la máquina) las escribiré en verde, y las del texto cifrado (o las que salen de la máquina) en rojo. Supongamos que el texto cifrado es TSOANLZRK y el texto llano LUFTWAFFE. Es decir:
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Texto llano L U F T W A F F E
Texto cifrado T S O A N L Z R K
Las letras de 1 serían la entrada y la salida correspondientes a una determinada posición P de los modificadores de la Enigma. Como cada vez que se teclea una letra los modificadores giran una posición, 2 equivaldría a P+1, 3 a P+2, 4 a P+3, y así sucesivamente. A partir de un puntal como este los criptoanalistas tenían un dato con el que empezar a trabajar: se trataría de ir cambiando posiciones de los modificadores hasta encontrar P, la posición en la que al escribir en la entrada LUFTWAFFE tuviésemos a la salida TSOANLZRK. Pero ese no dejaba de ser el comienzo del problema. El número de posiciones posibles seguía siendo de miles de billones.
Y ahora viene el truco: En la posición P (que desconocemos) sabemos que al teclear L tenemos una T a la salida. Pero si nos fijamos, en la letra 4 (o posición P+3) tenemos también una T, pero a la entrada de la máquina de cifrado. Su salida es una A, y a su vez A es la entrada 6 (o P+5). Y por último en la salida de 6 tenemos una L, y resulta que L era la entrada de la primera posición, la P. Ya tenemos el bucle:
L -> T/T -> A/A -> L
El siguiente paso es poner las máquinas trabajando en serie. La primera tendría una posición determinada N de los modificadores. Su salida estaría unida a la entrada de la segunda, con una posición de modificadores N+3. A su vez la salida de esta estaría unida a la tercera, en N+5. Por último la salida de la tercera volvería a unirse a la entrada de la primera. Y a continuación ponemos a trabajar las máquinas sincronizadamente, cambiando todas a la siguiente posición de modificadores al mismo tiempo. Si convertimos el circuito que hemos establecido en un circuito eléctrico, conectándolo a una batería, e intercalamos una lámpara en cualquier punto de él, el circuito sólo se cerraría (y por tanto la lámpara se encendería para avisarnos) cuando al meter una L a la entrada de la primera máquina tuviésemos también una L a la salida de la tercera. Es decir, cuando N sea P, la posición de los modificadores que estamos buscando. Y lo más importante: el bucle nos da sólo la posición de los modificadores, los cambios de letras que hubiese en el clavijero no influyen porque se anulan entre sí. Por ejemplo, si la L está intercambiada en el clavijero por la Z, la L se convertiría en Z a la entrada de los modificadores en la primera máquina, pero en la tercera, como sólo nos valdría la posición que saque una L, ésta sería la que sacase una Z a la entrada del clavijero. Así se eliminan de un plumazo los cien mil millones de combinaciones posibles que introduce el clavijero.
Quedarían por solucionar otros problemas, el primero de ellos precisamente el de deducir los cambios de letras en el clavijero. Pero una vez que se hubiese averiguado la posición de los modificadores los cambios en el clavijero se podían encontrar fácilmente con un simple análisis de frecuencia. Las máquinas conectadas en serie habrían hecho la mayor parte del trabajo. El gran problema de verdad, donde los criptoanalistas tenían que demostrar su habilidad y su intuición, era el de encontrar puntales con los que empezar a trabajar.
Cada bomba estaba formada por doce juegos de modificadores, por lo que podían encargarse de bucles mucho mayores que el de tres letras que puse como ejemplo. Como había 17.576 orientaciones posibles de los modificadores, probando una posición por segundo se tardaría un máximo de cinco horas en probar todas las posiciones posibles.
Foto de una bomba de Bletchley Park:
La primera bomba comenzó a funcionar en marzo de 1940. Sus resultados no fueron todo lo buenos que se podía esperar. En agosto entró en servicio un nuevo modelo mejorado. A partir de ahí lo único que se hizo fue ir aumentando el número de bombas y los resultados fueron cada vez mejores. Al final, los expertos de Bletchley Park podían encontrar la clave de un mensaje cifrado con una máquina Enigma en menos de una hora.
Reproducción moderna de una bomba:
El descifrado de la Enigma fue decisivo en la guerra, pero los criptoanalistas de Bletchley Park tuvieron que mantener en secreto su contribución a la victoria aliada durante décadas, hasta que en los años 70 el gobierno británico levantó el secreto sobre el tema. Algunos no llegaron a recibir en vida el reconocimiento que merecían. Uno de ellos fue Alan Turing. Después de la guerra continuó trabajando en estudios teóricos de cibernética y participó en el desarrollo de algunas de las primeras computadoras de la historia. Pero su carrera se vio truncada de repente en 1952, cuando fue detenido por un delito de indecencia y perversión sexual. Al ir a denunciar un robo cometido en su casa Turing confesó ingenuamente que mantenía una relación homosexual (al parecer su amante había sido cómplice del ladrón). En el juicio Turing se negó a defenderse, como protesta por que la homosexualidad fuese considerada un delito en Inglaterra. Fue declarado culpable y se le dio a escoger entre la castración química o ingresar en prisión. Turing eligió lo primero, y fue sometido a un tratamiento con hormonas que aparte de impotencia le causaron obesidad y otros problemas físicos. La prensa informó ampliamente de su juicio, por lo que su humillación fue además pública. Por si fuera poco, el gobierno británico le retiró todas sus acreditaciones de seguridad, lo que le impidió seguir trabajando en investigaciones sobre computación. El 7 de junio de 1954 Alan Turing se suicidó con una manzana mojada en cianuro, una idea que había tomado de su película favorita, Blancanieves y los siete enanitos.
¿Qué habría pasado si el Ejército hubiese conocido su homosexualidad cuando Turing trabajaba en el CG&CS? Jack Goods, un criptoanalista compañero suyo en Bletchley Park, comentó: “Afortunadamente las autoridades no sabían que Turing era homosexual. Si no, podríamos haber perdido la guerra”. En septiembre del 2009 el primer ministro británico Gordon Brown emitió un comunicado en el que pedía disculpas públicamente en nombre de su gobierno por el trato que había recibido Alan Turing en los últimos años de su vida.
Fuentes:
Simon Singh: Los códigos secretos
www.bletchleypark.org.uk
http://es.wikipedia.org/wiki/Alan_Turing
http://www.mathcomp.leeds.ac.uk/turing2012/
La ayuda de Mussolini a Franco
En marzo de 1934 dos destacados monárquicos españoles, Antonio Goicoechea (alfonsino) y Rafael Olazábal (carlista), firmaron en Roma un pacto con el dirigente fascista Italo Balbo en representación del gobierno italiano, por el cual Italia iba a ayudar financieramente y a suministrar armas a la oposición monárquica, y, en el caso de que se produjese un alzamiento contra la República Española, se comprometía a apoyar a los sublevados, incluso militarmente si fuese necesario. Mussolini pretendía desestabilizar a la República para evitar un supuesto alineamiento de España con Francia en política exterior.
Después del golpe militar del 18 de julio Franco necesitaba urgentemente aviones de transporte para trasladar el Ejército de África desde Marruecos a la península, y trató de conseguir la ayuda que había prometido Mussolini. El 22 de julio hizo una petición a través del cónsul general de Italia en Tánger, que se llamaba nada menos que Pier Filippo de Rossi del Lion Nero. De Rossi escribió un telegrama a Roma donde solicitaba el envío de bombarderos y aviones de transporte. La respuesta de Mussolini fue un lacónico NO escrito al pie del telegrama. En un segundo telegrama que insistía en la petición de ayuda Mussolini escribió ARCHIVAR. Queda claro que Mussolini no estaba muy dispuesto a implicarse en el conflicto español.
Esa era la situación que se iba a encontrar el enviado personal de Franco, el periodista monárquico Luís Bolín, el mismo que antes del levantamiento militar había viajado a Inglaterra para contratar un avión (el Dragon Rapide) con el que Franco pudiese trasladarse de Canarias a Marruecos para ponerse al frente del Ejército de África. El 19 de julio Bolín partió para Roma, haciendo escala en Lisboa, donde consiguió el visto bueno del general Sanjurjo, y en Biarritz, donde se entrevistó con Luca de Tena, propietario del ABC, y el Conde de los Andes, antiguo ministro de la monarquía. Por mediación de ellos Bolín consiguió la ayuda de Alfonso XIII. En Roma a Bolín se le unió el Marqués de Viana, llegado desde Viena como enviado del rey exiliado con la misión de facilitar la negociación gracias a sus influencias romanas.
El 23 de julio Bolín y el Marqués de Viana fueron recibidos por Galeazzo Ciano, el yerno de Mussolini, que había sido nombrado ministro de Asuntos Exteriores apenas un mes antes. Ciano se mostró entusiasmado con la idea de enviar aviones en apoyo de los rebeldes españoles y les prometió que obtendrían de Italia toda la ayuda que necesitasen. Pero al día siguiente fue Filippo Anfuso, el jefe de gabinete de Ciano, quien se reunió con ellos para comunicarles que Italia no iba a ayudar a los sublevados. Bolín acudió de nuevo a Ciano, que había demostrado claramente que era el principal valedor de su causa dentro del gobierno italiano. En una segunda entrevista Bolín explicó a Ciano la situación desesperada de los sublevados y la necesidad urgente de los aviones.
El general Mola, auténtico jefe de la rebelión militar, envió por su parte el 24 de julio a Roma a Antonio Goicoechea, uno de los firmantes del acuerdo secreto entre la oposición monárquica y el gobierno fascista. Goicoechea se reunió también con Ciano el día 25 y le solicitó el envío de aviones. Le aseguró que los líderes militares del alzamiento estaban de acuerdo con los firmantes del pacto (como se ha visto todos los enviados a Italia para solicitar ayuda eran monárquicos reconocidos, ya que como el acuerdo previo lo habían firmado los italianos con la oposición monárquica, tenían que disipar cualquier duda que tuviese Mussolini sobre si los militares sublevados estaban representados por ellos).
Ciano insistió a su suegro, hasta que finalmente el 27 de julio consiguió que Mussolini aceptase enviar doce bombarderos Savoia S81, pero exigiendo el pago al contado antes de la entrega. El banquero mallorquín Juan March adelantó el dinero. El 30 de julio los doce bombarderos, con Bolín regresando como pasajero en uno de ellos, partieron de Cerdeña con destino a Melilla. Sólo llegaron nueve: debido a un fuerte temporal dos se estrellaron y uno tuvo que aterrizar en el Marruecos francés, donde fue incautado por las autoridades.
Así comenzaba la intervención italiana en la Guerra Civil Española, que en un principio pretendía ser limitada y de corta duración (Ciano contaría años después a Hitler que Franco le había asegurado que con el envío de doce bombarderos podría ganar la guerra en unos días). Pero con el tiempo Italia se fue implicando cada vez más en la contienda, hasta convertirse con diferencia en la potencia que más hombres y material envió. Llegó a haber 70.000 combatientes italianos en España.
Más en: La ayuda de Hitler a Franco
La ayuda de Hitler a Franco
En los primeros días tras el golpe militar del 18 de julio de 1936 contra la República española los sublevados se encontraban en una situación muy difícil. El alzamiento había fracasado en Madrid y en la mayoría de las grandes ciudades. Su única opción de victoria era que el ejército de Africa (donde se encontraba lo mejor del ejército español, y que se había unido en bloque a la sublevación) lograse trasladarse a la península en poco tiempo. La Armada había permanecido mayoritariamente leal a la República, y bloquearía cualquier intento de cruzar el Estrecho por mar. La única posibilidad que les quedaba era conseguir ayuda extranjera que permitiese establecer un puente aéreo para transportar a las tropas.
La primera opción fue la más previsible. El 19 de julio Franco envió a Luís Bolín a Italia para conseguir que Mussolini le enviase aviones de transporte. No fue una misión fácil. Las gestiones duraron hasta día 28, cuando el Duce aprobó finalmente la ayuda. El 30 partieron de Cerdeña los aviones con destino a Melilla.
Paralelamente Franco intentó conseguir la ayuda de Alemania. Esta era más difícil, ya que los contactos previos de los sublevados con el gobierno alemán eran menores que los que tuvieron con el italiano (que llevaba mucho tiempo ayudando financieramente a los conspiradores antirrepublicanos), y además la situación internacional, poco tiempo después de la crisis desatada por la remilitarización de Renania decretada por Hitler, hacía poco probable que los alemanes estuviesen dispuestos a involucrarse en una nueva aventura que les pudiese enfrentar a las potencias europeas. Pero sorprendentemente Franco acabó consiguiendo sin demasiado esfuerzo la ayuda alemana. De hecho Hitler la aprobó antes que Mussolini.
Sin embargo el primer intento fue un fracaso. El 22 de julio Juan Beigbeder envió una misiva al general Kühlenthal, agregado militar de la embajada alemana en París, solicitando al gobierno alemán el envío de aviones de transporte. El día siguiente la petición fue rechazada por el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán. Parecía que se imponía la lógica y el gobierno alemán iba a evitar inmiscuirse en un conflicto que no le interesaba lo más mínimo.
Pero inmediatamente después hubo otra tentativa, realizada no por cauces diplomáticos sino a través del partido nazi, lo que les permitiría esquivar la oposición del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán. La iniciativa partió de dos empresarios alemanes residentes en Marruecos y pertenecientes a la Auslandorganisation del NSDAP (la AO, la organización exterior del partido) llamados Johannes Bernhardt y Adolf Langenheim. Los dos viajaron a Alemania acompañados por el capitán Francisco Arranz Monasterio, jefe de Estado Mayor de la aviación española en Marruecos, con la intención de conseguir una entrevista con Hitler. Llegaron a Berlín el 24 de julio de 1936, y lograron que Ernest Bohle, el jefe de la AO, les concertase un encuentro con Rudolf Hess. Convencieron a Hess y consiguieron la entrevista con Hitler al día siguiente en Bayreuth, donde se encontraba el Führer asistiendo a un festival wagneriano. En la entrevista los representantes de la AO (Arranz se había quedado a la espera en Berlín) insistieron ante Hitler de la conveniencia de ayudar a Franco.
Esa noche Hitler convocó una reunion a la que asistieron el ministro de Guerra, Von Blomberg, y el del Aire, Göring, en la que les comunicó su intención de intervenir en España. Von Blomberg se opuso, ya que pensaba que sólo crearía complicaciones internacionales. Göring en un principio también estaba en contra, pero al poco tiempo cambió de idea. En el juicio de Nuremberg declaró que impulsó a Hitler a intervenir en España por dos razones: para luchar contra el comunismo y para poner a prueba a la Luftwaffe. Según algunas versiones en esta reunión también participó el almirante Wilhelm Canaris, jefe del servicio de inteligencia: el prestigioso Hugh Thomas, en La Guerra Civil Española cuenta que estaba allí y apoyó encarecidamente la ayuda a Franco, igual que Richard Basset en El enigma del almirante Canaris, que afirma que fue éste quien convenció a Hitler, Göring y Von Blomberg de la necesidad de ayudar a Franco, con el argumento de que había que evitar que España cayese en manos de Stalin (si de verdad fue así habría que añadir que Canaris demostró un sorprendente desconocimiento de la situación política española e internacional). Pero otros historiadores niegan expresamente la intervención de Canaris, por ejemplo Preston en su biografía de Franco, o el ínclito César Vidal que en La guerra de Franco va más lejos y afirma que a la reunión asistió "un almirante que no era Canaris" (por supuesto sin revelar su identidad). Como fuese, cuando terminó la reunión, en la madrugada del 26 de julio, Hitler ya había tomado la decisión de intervenir militarmente en España en apoyo de los rebeldes.
La decisión de Hitler tuvo una oposición mayoritaria en las fuerzas armadas alemanas (el almirante Raeder, comandante supremo de la Kriegsmarine, y el general Ludwig Beck, jefe del Estado Mayor, se manifestaron en contra) y en el Ministerio de Asuntos Exteriores (el ministro Von Neurath y los dos pesos pesados de la diplomacia alemana, Joachim von Ribbentrop y Ernst von Weizsacker, también lo hicieron). Recordemos que el Ministerio de Asuntos Exteriores había rechazado la petición de ayuda que anteriormente había hecho Franco a través de Juan Beigbeder. De igual manera habían fracasado los emisarios que había enviado a Berlín el general Mola, jefe nominal de la sublevación militar. Fue por tanto una decisión exclusiva y personal de Hitler, la que hizo que un golpe de estado fracasado se convirtiese en una sangrienta guerra civil. La decisión de que la ayuda alemana se enviase personalmente a Franco tendría también gran importancia más tarde, cuando fue uno de los argumentos que le ayudaron a convertirse en el líder indiscutible de los sublevados.
El 28 de julio, el mismo día que el capitán Arranz llegó a Tetuán con las buenas noticias de Berlín, y varios días antes de la llegada de los aviones alemanes y sus tripulaciones a Marruecos, los primeros legionarios cruzaban ya el Estrecho en aviones de la Lufthansa con tripulaciones civiles. Comenzaba así el primer puente aéreo de la historia, por el que fueron transportados casi veinte mil hombres del ejército de Marruecos a la península.
Más en: La ayuda de Mussolini a Franco
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