La ayuda de Hitler a Franco

En los primeros días tras el golpe militar del 18 de julio de 1936 contra la República española los sublevados se encontraban en una situación muy difícil. El alzamiento había fracasado en Madrid y en la mayoría de las grandes ciudades. Su única opción de victoria era que el ejército de Africa (donde se encontraba lo mejor del ejército español, y que se había unido en bloque a la sublevación) lograse trasladarse a la península en poco tiempo. La Armada había permanecido mayoritariamente leal a la República, y bloquearía cualquier intento de cruzar el Estrecho por mar. La única posibilidad que les quedaba era conseguir ayuda extranjera que permitiese establecer un puente aéreo para transportar a las tropas.

La primera opción fue la más previsible. El 19 de julio Franco envió a Luís Bolín a Italia para conseguir que Mussolini le enviase aviones de transporte. No fue una misión fácil. Las gestiones duraron hasta día 28, cuando el Duce aprobó finalmente la ayuda. El 30 partieron de Cerdeña los aviones con destino a Melilla.

Paralelamente Franco intentó conseguir la ayuda de Alemania. Esta era más difícil, ya que los contactos previos de los sublevados con el gobierno alemán eran menores que los que tuvieron con el italiano (que llevaba mucho tiempo ayudando financieramente a los conspiradores antirrepublicanos), y además la situación internacional, poco tiempo después de la crisis desatada por la remilitarización de Renania decretada por Hitler, hacía poco probable que los alemanes estuviesen dispuestos a involucrarse en una nueva aventura que les pudiese enfrentar a las potencias europeas. Pero sorprendentemente Franco acabó consiguiendo sin demasiado esfuerzo la ayuda alemana. De hecho Hitler la aprobó antes que Mussolini.

Sin embargo el primer intento fue un fracaso. El 22 de julio Juan Beigbeder envió una misiva al general Kühlenthal, agregado militar de la embajada alemana en París, solicitando al gobierno alemán el envío de aviones de transporte. El día siguiente la petición fue rechazada por el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán. Parecía que se imponía la lógica y el gobierno alemán iba a evitar inmiscuirse en un conflicto que no le interesaba lo más mínimo.

Pero inmediatamente después hubo otra tentativa, realizada no por cauces diplomáticos sino a través del partido nazi, lo que les permitiría esquivar la oposición del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán. La iniciativa partió de dos empresarios alemanes residentes en Marruecos y pertenecientes a la Auslandorganisation del NSDAP (la AO, la organización exterior del partido) llamados Johannes Bernhardt y Adolf Langenheim. Los dos viajaron a Alemania acompañados por el capitán Francisco Arranz Monasterio, jefe de Estado Mayor de la aviación española en Marruecos, con la intención de conseguir una entrevista con Hitler. Llegaron a Berlín el 24 de julio de 1936, y lograron que Ernest Bohle, el jefe de la AO, les concertase un encuentro con Rudolf Hess. Convencieron a Hess y consiguieron la entrevista con Hitler al día siguiente en Bayreuth, donde se encontraba el Führer asistiendo a un festival wagneriano. En la entrevista los representantes de la AO (Arranz se había quedado a la espera en Berlín) insistieron ante Hitler de la conveniencia de ayudar a Franco.

Esa noche Hitler convocó una reunion a la que asistieron el ministro de Guerra, Von Blomberg, y el del Aire, Göring, en la que les comunicó su intención de intervenir en España. Von Blomberg se opuso, ya que pensaba que sólo crearía complicaciones internacionales. Göring en un principio también estaba en contra, pero al poco tiempo cambió de idea. En el juicio de Nuremberg declaró que impulsó a Hitler a intervenir en España por dos razones: para luchar contra el comunismo y para poner a prueba a la Luftwaffe. Según algunas versiones en esta reunión también participó el almirante Wilhelm Canaris, jefe del servicio de inteligencia: el prestigioso Hugh Thomas, en La Guerra Civil Española cuenta que estaba allí y apoyó encarecidamente la ayuda a Franco, igual que Richard Basset en El enigma del almirante Canaris, que afirma que fue éste quien convenció a Hitler, Göring y Von Blomberg de la necesidad de ayudar a Franco, con el argumento de que había que evitar que España cayese en manos de Stalin (si de verdad fue así habría que añadir que Canaris demostró un sorprendente desconocimiento de la situación política española e internacional). Pero otros historiadores niegan expresamente la intervención de Canaris, por ejemplo Preston en su biografía de Franco, o el ínclito César Vidal que en La guerra de Franco va más lejos y afirma que a la reunión asistió "un almirante que no era Canaris" (por supuesto sin revelar su identidad). Como fuese, cuando terminó la reunión, en la madrugada del 26 de julio, Hitler ya había tomado la decisión de intervenir militarmente en España en apoyo de los rebeldes.

La decisión de Hitler tuvo una oposición mayoritaria en las fuerzas armadas alemanas (el almirante Raeder, comandante supremo de la Kriegsmarine, y el general Ludwig Beck, jefe del Estado Mayor, se manifestaron en contra) y en el Ministerio de Asuntos Exteriores (el ministro Von Neurath y los dos pesos pesados de la diplomacia alemana, Joachim von Ribbentrop y Ernst von Weizsacker, también lo hicieron). Recordemos que el Ministerio de Asuntos Exteriores había rechazado la petición de ayuda que anteriormente había hecho Franco a través de Juan Beigbeder. De igual manera habían fracasado los emisarios que había enviado a Berlín el general Mola, jefe nominal de la sublevación militar. Fue por tanto una decisión exclusiva y personal de Hitler, la que hizo que un golpe de estado fracasado se convirtiese en una sangrienta guerra civil. La decisión de que la ayuda alemana se enviase personalmente a Franco tendría también gran importancia más tarde, cuando fue uno de los argumentos que le ayudaron a convertirse en el líder indiscutible de los sublevados.

El 28 de julio, el mismo día que el capitán Arranz llegó a Tetuán con las buenas noticias de Berlín, y varios días antes de la llegada de los aviones alemanes y sus tripulaciones a Marruecos, los primeros legionarios cruzaban ya el Estrecho en aviones de la Lufthansa con tripulaciones civiles. Comenzaba así el primer puente aéreo de la historia, por el que fueron transportados casi veinte mil hombres del ejército de Marruecos a la península.


3 comentarios:

  1. Fue fundamental esa ayuda para que Franco pudiera ganar la guerra.
    Luego está la opinión de los diferentes historiadores matizando esa ayuda.
    Paul Preston es un gran historiador, de reconocimiento internacional. No se puede decir lo mismo de otros que últimamente se han subido al carro de la historia, algunos nada considerados por sus métodos y su oportunismo. A buen entendedor...
    Un saludo.

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  2. Sobre el libro que he mencionado del sospechosamente prolífico César Vidal, es "La guerra de Franco", de 1996. No hay que confundirlo con "La guerra que ganó Franco" del 2006. En aquella época todavía no había visto la luz y aún creía en la "historiografía progresista". A ratos hasta parece que tiene simpatías por la República. No tengo conocimientos suficientes como para saber cuáles fueron sus fuentes principales, pero a mí me parece que se basó mucho en Preston.
    Mencioné las discrepancias sobre la presencia de Canaris en la reunión porque me llamaron la atención, sobre todo porque en el libro de Richard Basset, que es el más reciente (del 2006) se insiste en ello. Aunque en mi modesta opinión el libro en su conjunto no me merece mucha confianza.
    Un saludo.

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  3. Creo que se nota que no me cae muy simpático César Vidal. Pero su libro La guerra de Franco me gustó. Es una historia de la Guerra Civil centrada sobre todo en las operaciones militares. Y no es de la clase de historia militante que hace ahora. Yo creo que lo suyo es más una estrategia comercial que creerse lo que escribe.

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