Los robinsones de Anatahan y la abeja reina Kazuko

Anatahan es una isla del archipiélago de las Marianas, situada a 65 millas náuticas (120 kilómetros) al norte de Saipan. Es una isla volcánica, de forma elíptica, con unos nueve kilómetros de longitud y cuatro de anchura (en realidad toda la isla es el cono de un volcán que sobresale del océano hasta una altura de casi 800 metros). Su relieve es muy accidentado, con costas escarpadas y laderas empinadas surcadas por profundos barrancos cubiertos de maleza.

El 3 de enero de 1945 un bombardero estadounidense B-29 Superfortress del 498º Grupo de Bombardeo, con base en Saipan, se estrelló en Anatahan cuando regresaba de un raid sobre Nagoya. Todos los tripulantes del avión murieron en el accidente. En febrero varios chamorros de Saipan fueron enviados a la isla para recuperar los cuerpos de los estadounidenses. A su regreso informaron de que en Anatahan vivían una treintena de japoneses, entre ellos una mujer.

La mujer era una joven de Okinawa llamada Kazuko. Había llegado a Anatahan junto a su marido, Shoichi Higa, cuando este fue nombrado capataz de la plantación de copra que había en la isla. Los trabajadores chamorros les habían abandonado, dejando al matrimonio con la única compañía del encargado de la plantación, Kikuichiro Higa (la coincidencia en los apellidos es solo eso, una coincidencia; Higa es un apellido muy común en Okinawa). El 12 de junio de 1944 un convoy naval japonés fue torpedeado en las proximidades de la isla, y una treintena de supervivientes logró alcanzar sus playas. Los náufragos, el matrimonio Higa y el encargado se convirtieron en los únicos habitantes de Anatahan, abandonados a su suerte y totalmente incomunicados con el resto del mundo.

Vivían en chozas hechas con hojas de palmera. Se alimentaban de cocos, taro, caña de azúcar silvestre, peces y lagartos. También hacían una bebida alcohólica a base de coco llamada tuba. Después del accidente del B-29 su situación mejoró. Pudieron utilizar las chapas metálicas del avión para reforzar sus cabañas y fabricar herramientas, las telas de los paracaídas para confeccionar ropas, y los tanques de oxígeno para almacenar el agua.

Cuando terminó la guerra las autoridades estadounidenses de las Marianas hicieron varios intentos para comunicarse con los japoneses de Anatahan. Cada poco tiempo les sobrevolaban aviones, dejando caer periódicos y pasquines en los que les instaban a rendirse, pero los japoneses ignoraron todas sus peticiones. De forma periódica barcos de la US Navy se acercaban a la isla. En una de aquellas patrullas, en junio de 1950, los norteamericanos vieron a una mujer haciendo señales desde la orilla. Varios hombres se acercaron en un bote y se encontraron con Kazuko pidiéndoles ayuda para abandonar la isla. Kazuko fue llevada a Saipan. Explicó a los estadounidenses que sus compañeros estaban convencidos de que la guerra continuaba y pensaban que todos los intentos de ponerse en contacto con ellos eran tretas del enemigo para engañarles.

Kazuko Higa el día que se entregó a los estadounidenses:


El gobierno japonés se interesó por la situación de sus compatriotas de Anatahan y solicitó a la US Navy información "relativa a los robinsones condenados a vivir una vida primitiva en una isla desierta", ofreciendo toda su colaboración. El gobierno contactó con los familiares de los náufragos en Japón y les pidió que escribiesen cartas explicándoles que la guerra había terminado y que podían regresar a casa. En uno de los paquetes que se dejaron caer sobre la isla, ya en 1951, se incluyó un mensaje del gobernador de la Prefectura de Kanagawa:

"Estoy muy orgulloso de saber que todos ustedes están bien de salud y que aún viven en una pequeña isla en el Pacífico, seis años después del fin de la guerra.
No les voy a censurar por decir que nuestro país perdió la guerra. Eso fue hace seis años, en 1945. El 15 de agosto de 1945 se firmó el tratado de paz
. [En realidad, aunque el alto el fuego se decretó el 15 de agosto, la firma de la rendición fue el 2 de septiembre de 1945]
Nuestro país ha perdido la guerra, pero no somos desgraciados, ya que Estados Unidos nos está dando las mayores oportunidades para recuperarnos y estoy seguro de que son nuestros mejores amigos en el mundo actual.
Durante la guerra se dijo que los soldados estadounidenses mataban a todos los prisioneros de guerra, pero eso no era cierto. Estados Unidos dio el mejor trato a los prisioneros hasta 1947, cuando todos ellos fueron puestos en libertad y regresaron a casa. Ahora no hay más militares japoneses en el Pacífico, excepto ustedes, caballeros.
[Lo cierto es que aún quedaban muchos soldados japoneses olvidados en remotas islas del Pacífico; en los años posteriores aparecerían algunos no muy lejos de Anatahan, en las vecinas islas de Tinian y Guam, aunque eso el gobernador no podía saberlo]
Antiguamente, en nuestro país, un prisionero de guerra perdía su reputación,de modo que, incluso después de la guerra, cuando volvía a casa, tenía que vivir en la oscuridad. Eso ahora no es así. El Emperador ordenó a todo nuestro pueblo, dondequiera que estuviese, rendirse pacíficamente. Todos los que han regresado nunca podrán volver a ser separados de sus hogares. Todos los que han regresado a Japón dan las gracias a los estadounidenses porque su largo período de sufrimiento ha terminado.
Creo que han leído las cartas de sus familias en las que les decían que no se preocuparan, que les darán confianza para entregarse a los estadounidenses. En la caja con nuevas cartas que les enviamos adjuntamos un trozo de tela blanca con la que pueden hacer señales al barco de la US Navy. No tienen de qué preocuparse. Los estadounidenses les tratarán con la mayor atención y consideración hasta que regresen a nuestro país".


El 26 de junio un avión lanzó las cartas sobre la isla. Días después, el remolcador Cocopa de la US Navy, al mando del lieutenant commander (capitán de corbeta) James B. Johnson, zarpó de Saipan y se dirigió a Anatahan. La mañana del 30 de junio de 1951 Johnson y un intérprete llamado Ken Akatani desembarcaron en un bote y aceptaron formalmente la rendición de los diecinueve japoneses que seguían con vida. Habían pasado cinco años y diez meses desde la conclusión de las hostilidades.

Junji Inoue, uno de los náufragos, a bordo del Cocopa, con la isla de Anatahan tras él:


Los náufragos atrapados en Anatahan habían vivido un auténtico infierno. Era un pequeño grupo de hombres encerrados en una isla inhóspita, sin esperanzas, sufriendo todo tipo de penalidades, con todo el alcohol que pudiesen beber (la tuba) y con la presencia de una única mujer. En aquellas condiciones la convivencia pacífica era imposible. Al menos seis de los doce fallecidos en Anatahan murieron de forma violenta. Después de su rescate, la prensa japonesa más sensacionalista comenzó a contar sobre ellos historias plagadas de sexo y violencia, en las que los robinsones sucumbían a sus más bajos instintos. Según esos relatos, tras la desaparición de su marido en una expedición de pesca, Kazuko Higa se convirtió en la auténtica líder del grupo. Se decía que tenía un harén de cuatro o cinco hombres, que ella decidía quién disfrutaba de sus favores, quién estaba condenado a la abstinencia... y quién tenía que desaparecer.

En este artículo, publicado en julio de 1952, el redactor llama a Kazuko "el ángel negro de Anatahan" y la hace responsable de la muerte de doce hombres:

ÁNGEL DE LA MUERTE PIDE PERMISO PARA VOLVER A CASA
Kobe, Japón, 12 de julio
Kazuko Higa, el Ángel Negro de Anatahan, cuyo beso significó la muerte de doce hombres, pidió regresar a Japón para buscar a 19 compañeros que pasaron casi siete años con ella en una isla desierta.
Un marinero, Yoshio Takashima, vio recientemente a Kazuko, que tiene en la actualidad 30 años, en Okinawa, donde está trabajando de camarera. Afirma que ella ha solicitado permiso para volver a Japón en agosto.
Kazuko se convirtió a sí misma en la figura central de esta historia cuando fue abandonada durante la guerra en Anatahan, una isla de las Marianas, con 31 hombres.
En el transcurso de los hechos, 12 hombres murieron peleando entre ellos por sus afectos. Finalmente, ella se alarmó tanto que se rindió a la US Navy.
Los 19 supervivientes se rindieron el año pasado, seis meses después que Kazuko, cuando cartas de amigos y periódicos japoneses les convencieron de que la guerra había terminado.


Unos meses después, en noviembre de 1952, otro artículo informa de la llegada de Kazuko al puerto de Yokohama:

MUJER ATRAPADA CON 36 JAPONESES RELATA SU VIDA
Yokohama, viernes, 21 de noviembre
Una mujercita de Okinawa que fue abandonada durante cinco años en una isla con 36 náufragos japoneses
[en otros artículos se dice que eran 31, puede que la cifra de 36 sea un error del redactor, aunque es la que se da en el título] llegó ayer a Japón para protestar por las "desaprensivas y distorsionadas" historias sobre su tormentosa vida amorosa.
Algunos periódicos japoneses cuentan que doce hombres murieron en peleas por las atenciones de la mujer de 29 años Kazuko Higa, la "abeja reina de Anatahan".
Pero Kazuko, de cuatro pies y diez pulgadas
[1,50 metros] y ojos brillantes, dijo que solo dos hombres murieron en disputas por ella. Los otros diez, dijo, murieron en peleas entre ellos o a causa de enfermedades o inanición.
Kazuko llegó con su hermano, un manager y un representante de un periódico de Tokio que patrocina su visita, y presentará su caso al pueblo japonés desde el escenario de un teatro burlesco de Tokio
[imagino que se refiere al kabuki].
"Muchas personas sin escrúpulos han escrito historias muy distorsionadas sobre mi vida en Anatahan", contó Kazuko a los periodistas. "Mi propósito al hacer este viaje es presentarme directamente al pueblo japonés".
Cinco de los hombres que estaban con Kazuko en Anatahan, cerca de Saipan, la saludaron calurosamente en el muelle.
Contó a los periodistas que llegó con su marido a Atanahan en 1944, y cuando desapareció se unió a Kikuichiro Higa para que le protegiese de los 36 soldados y marineros que naufragaron cerca de la isla.
Ella cuenta que uno de los náufragos disparó a Higa y que este fue después acuchillado por otro japonés que murió de muerte natural. Fue sucedido como pareja de Kazuko por otro náufrago que murió en el océano.
Kazuko negó acaloradamente que bebiese grandes cantidades de sake mientras estuvo en la isla. "Yo solo bebí vino de coco, que era dulce y flojo", dijo.
A veces su única vestimenta consistía en hojas de plátano, y se vio obligada a comer murciélagos.
"Estaban muy buenos", ha dicho.


En 1953 el cineasta de Hollywood Josef von Sternberg rodó en Japón la película Anatahan (también conocida como La saga de Anatahan), basada en la historia de Kazuko. En ella una docena de náufragos llegan a una isla habitada únicamente por el guardián de una plantación y su hermosa esposa y se enzarzan en una cruenta lucha por el poder y por la mujer, que los maneja a todos a su antojo. Viendo esto, no parece que los intentos de Kazuko por desmentir las versiones más truculentas de su historia tuviesen mucho éxito, aunque teniendo en cuenta que se había buscado un manager y había comenzado una gira con el patrocinio de un periódico es probable que tampoco estuviese demasiado interesada en acabar del todo con la polémica.

Fuentes:
http://www.saipantribune.com/newsstory.aspx?newsID=45023
http://www.pacificwrecks.com/provinces/marianas_anatahan.html
http://libweb.hawaii.edu/digicoll/ttp/ttp_htms/1993.html
http://www.newyorker.com/archive/1962/03/17/1962_03_17_051_TNY_CARDS_000267917
http://en.wikipedia.org/wiki/Anatahan


Shōichi Yokoi, el último soldado del Emperador en Guam


El 11 de diciembre de 1941, cuatro días después del ataque a Pearl Harbor, las fuerzas de desembarco de la Marina Imperial ocuparon la isla de Guam, la mayor del archipiélago de las Marianas, una antigua colonia española de soberanía estadounidense desde la guerra de 1898. Los japoneses la convirtieron en una importante base aeronaval, con dos campos de aviación y un fondeadero para la flota en la bahía de Apra. Durante la campaña de las Marianas, a mediados de 1944, la posibilidad de utilizarla como punto de apoyo para operaciones posteriores hizo de Guam uno de los principales objetivos estadounidenses.

El 21 de julio de 1944 los marines desembarcaron en el sur de la isla. Durante los primeros días de la batalla se tuvieron que enfrentar a una resistencia encarnizada. Los japoneses lanzaban continuos contraataques, muchos de ellos nocturnos, tratando de infiltrarse entre las líneas enemigas. Pero poco a poco se fue imponiendo la superioridad numérica y material estadounidense. Su control del mar y el aire impedía a los japoneses recibir refuerzos y suministros. Casi sin alimentos ni municiones, los supervivientes fueron empujados lentamente hacia el norte por las fuerzas norteamericanas.

La batalla se dio por finalizada el 10 de agosto de 1944. Desde ese momento hasta el final de la guerra, Guam se convirtió en una importante base de operaciones que dejaba al alcance de los bombarderos B-29 el archipiélago japonés y otros objetivos en las Ryukyu, Formosa y las Filipinas. Los norteamericanos construyeron cinco grandes bases aéreas y convirtieron la bahía de Apra en un puerto refugio para la US Navy. En poco tiempo la isla se llenó con miles de soldados, marineros, personal de la Fuerza Aérea y trabajadores estadounidenses.

Igual que ocurrió en muchas otras islas del Pacífico, cientos de soldados japoneses supervivientes de la batalla se negaron a rendirse y se ocultaron en las junglas del interior. La actividad guerrillera en Guam continuó hasta el final de la guerra, e incluso se prolongó en los meses posteriores. El 8 de diciembre de 1945, cuatro meses después de la rendición de Japón, tres marines murieron en una emboscada. En marzo de 1946 otros seis estadounidenses murieron en combates con guerrilleros. Con el paso del tiempo la resistencia disminuyó hasta desaparecer por completo. Los japoneses que no se rindieron acabaron muertos, víctimas del hambre, las enfermedades o los animales venenosos. El 12 de mayo de 1948 dos soldados japoneses abandonaron la jungla y se entregaron a la policía de Guam. Todos pensaron que aquellos serían los últimos supervivientes. Hasta mayo de 1960, cuando dos leñadores isleños capturaron al cabo Bunzo Minagawa. Pocos días después el sargento Mashashi Ito se entregaba a los norteamericanos. Durante dieciséis años Minagawa e Ito habían sobrevivido juntos en la jungla, sin ningún contacto con el resto de la humanidad. Estaban convencidos de que la guerra continuaba.

Pero Ito y Minagawa tampoco iban a ser los últimos de Guam.

Shōichi Yokoi nació en marzo de 1915 en un pueblo de la prefectura de Aichi, en Honshū. Trabajó como sastre hasta que en 1941, con 26 años, fue reclutado por el Ejército Imperial. Inicialmente le destinaron a la 29ª División de Infantería, desplegada en Manchuria. En febrero de 1943 le transfirieron al 38º Regimiento, una de las unidades que iban a ser enviadas para reforzar la defensa de las Marianas. Así fue como Yokoi llegó a Guam, la isla en la que pasaría gran parte de su vida.

En julio de 1944, tras quedar aislados por el avance estadounidense, Yokoi y otros ocho soldados se adentraron en la selva. Formaban uno de los muchos grupos en los que se dividieron las fuerzas japonesas antes de dispersarse. Sus órdenes eran permanecer en la retaguardia enemiga esperando el desembarco que iniciaría la reconquista japonesa de la isla. A medida que pasaban los meses, fueron perdiendo la esperanza de que el contraataque llegase algún día. Al principio se las arreglaban bastante bien, pero cuando comenzaron a quedarse sin suministros básicos la situación se volvió dramática. En ese punto tuvieron que decidir qué hacer: "Teníamos opiniones tan diferentes sobre esta cuestión que dentro del grupo estallaron acaloradas discusiones. Yo estaba en desacuerdo con aquellos soñadores que pasaban sus días pensando únicamente en el rescate. Yo insistía en que teníamos que hacernos cargo de nuestras propias vidas si no queríamos morir de hambre. Sin embargo, no teníamos ninguna experiencia real en la selva, y ni siquiera podíamos ponernos de acuerdo sobre la manera de encontrar comida. Me puse del lado de los que pensaban que deberíamos comer lo mismo que comían los animales. Incluso los pueblos primitivos saben instintivamente lo que es comestible y lo que no, así que sentí que debíamos confiar en nuestros instintos".

Poco a poco sus compañeros fueron muriendo o abandonando el grupo. Después de dispersarse completamente, Yokoi acabó teniendo contacto esporádico tan solo con otros dos japoneses. Ambos desaparecían durante largas temporadas, y Yokoi, que era el de mayor edad, se preocupaba por ellos, pero siempre acababan regresando. Un día, en torno a 1964, les vio por última vez. Los siguientes ocho años Shōichi Yokoi estuvo completamente solo.

La búsqueda diaria de comida ocupaba casi todo su tiempo. En los primeros años, aún en compañía de otros soldados, robaban y mataban ganado de los isleños, pero poco a poco fueron adentrándose cada vez más en la selva por miedo a las patrullas estadounidenses. Acabaron en lo más profundo de la jungla, alimentándose de caracoles, ranas, ratas y anguilas. Averiguaron que incluso podían comer serpientes si les quitaban el veneno. Yokoi aprendió a construir trampas con juncos para capturar camarones y anguilas de río. Su experiencia como sastre le sirvió para fabricar ropa, mantas y bolsas a base de fibras extraídas de la corteza de algunos árboles. Dormía en un refugio subterráneo, una pequeña cueva que él mismo excavó y apuntaló con cañas de bambú. Tenía mucho cuidado de no dejar ninguna señal que indicase que alguien vivía allí. Siempre que se desplazaba, borraba tras él todas sus huellas. Era una rutina dura, pero mantenerse siempre ocupado le ayudaba a no pensar demasiado en su situación ni en su familia. Los años que pasó en soledad fueron una lucha constante por no caer en la desesperación y la locura.

La noche del 24 de enero de 1972 dos cazadores chamorros (así se denomina a los nativos de las Marianas) llamados Jesús Dueñas y Manuel de Gracia descubrieron a un hombre esquelético y andrajoso revisando una trampa para camarones en un recodo del río Talofofo, al este de la isla. Se dirigieron a él con curiosidad, creyendo que se trataba de un habitante de una aldea cercana. Hacía ocho años que Yokoi no estaba cerca de otros seres humanos, y cuando vio a aquellos dos hombres armados aproximándose a él tuvo un ataque de pánico. Se abalanzó sobre uno de los cazadores, intentando arrebatarle el fusil, pero los muchos años de deficiente alimentación le habían debilitado tanto que el hombre rechazó su ataque con facilidad. Entonces Yokoi huyó, tratando de esconderse en la maleza. Los hombres le persiguieron y le alcanzaron a pocos metros del agujero que le servía de hogar. Después de reducirle, decidieron entregarle a la policía. Mientras le sacaban a rastras de la jungla, Yokoi les suplicaba a gritos que le matasen allí mismo. En el Ejército le habían enseñado que ser hecho prisionero era la mayor deshonra en la que podía caer un soldado japonés. Sus captores le condujeron hasta un cuartel de la policía de Guam. "Cuando me llevaron ante un oficial, me preguntó '¿nihonjin?' (¿Japonés?) y le respondí 'Hai' (Sí). Esa fue toda nuestra conversación".

Al golpe emocional que le supuso haber sido hecho prisionero se le sumó otro aún más devastador: la noticia de que la guerra había terminado con el Emperador solicitando la rendición incondicional. Había visto folletos y recortes de periódico que anunciaban el fin de la guerra, pero siempre los consideró propaganda enemiga. Sospechaba que Japón había sido derrotado, pero lo que nunca imaginó fue que la derrota hubiese sido de aquella magnitud: "No lo sabía con seguridad, pero lo supuse. De repente, dejaron de sobrevolarnos aviones japoneses, solo americanos. Japón es un país pequeño, así que supuse que habíamos perdido la guerra. Pero yo no habría esperado una derrota absoluta. Pensé en algo así como una paz de compromiso. Eso se habría adaptado mejor a nuestra mentalidad. Y luego, cuando comenzó la guerra de Vietnam, pude ver los modernos bombarderos B-52 y pensé que había estallado una nueva guerra entre estadounidenses y japoneses. Lo que yo no podía entender era qué interés podía tener Estados Unidos en un pequeño país como Japón". Su estado físico era todo lo bueno que podía ser a sus casi 57 años y tras 28 viviendo en un agujero en la tierra y alimentándose de sapos, ratas y serpientes. Los médicos que le examinaron llegaron a la conclusión de que solo un hombre con una gran fortaleza física y mental podía haber sobrevivido a semejante odisea.

Shōichi Yokoi tras su captura por la policía de Guam:


El primer encuentro con sus compatriotas no fue demasiado cordial: "Cuando se conoció la noticia de que un bicho raro como yo había aparecido en la isla de Guam, los principales periódicos japoneses enviaron allí a sus reporteros más cercanos. Llegaron directamente desde sus camas en Hawai, vistiendo camisas hawaianas, y no quisieron entender que lo que yo quería era dormir, no contarles historias. Y no podían dejar de jadear y quejarse del calor. Al final les grité: '¡Maldita sea! ¿Son ustedes americanos o japoneses?'. Al oír esto, se sintieron avergonzados y se calmaron".

Dos semanas después de su rescate en la selva, Shōichi Yokoi volvió a casa. En el aeropuerto internacional de Haneda miles de personas le esperaban para darle un recibimiento apoteósico. "Estoy un poco avergonzado, pero he vuelto", fueron sus primeras palabras a la prensa cuando pisó suelo japonés. Aquella frase, difundida por los medios de comunicación, se convirtió en un dicho popular en Japón.

La vuelta a la vida cotidiana no fue fácil. La prensa le asediaba, continuamente aparecía en la televisión y la radio, y era invitado con frecuencia a dar conferencias en universidades y escuelas de todo el país. Nunca llegó acostumbrarse del todo a la vida moderna. Los avances tecnológicos y el progreso económico que había experimentado su país en aquellos años no le causaban la más mínima impresión. Se convirtió en un defensor de la austeridad y la vida sencilla en contacto con la naturaleza. Cuando los medios de comunicación le dieron un respiro, se casó y se instaló en una zona rural de la Prefectura de Aichi, su tierra natal.

Shōichi Yokoi murió de un ataque al corazón en septiembre de 1997, a los 82 años. Fue enterrado en un cementerio de Nagoya, bajo una lápida con su nombre que su madre había mandado hacer en 1955.

Fuentes principales:
http://interjapanmagazin.com/robinson-crusoe-of-the-war-2/
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/01/120123_soldado_treinta_anos_selva_cr.shtml
http://es.wikipedia.org/wiki/Sh%C5%8Dichi_Yokoi
http://es.wikipedia.org/wiki/Soldados_japoneses_que_no_se_rindieron_tras_el_final_de_la_Segunda_Guerra_Mundial


Norio Suzuki, el "hippie" que encontró al teniente Onoda

Norio Suzuki nació en 1949 en Chiba, una ciudad portuaria de la bahía de Tokio. Empezó la carrera de Economía en la Universidad Hosei de Tokio, pero un buen día de 1969 decidió cambiar los estudios académicos por la escuela de la vida, y se lanzó a recorrer el mundo en autostop. Viajó por Asia, Oriente Próximo y África, viviendo todo tipo de experiencias más o menos edificantes. Fue arrestado varias veces y en alguna ocasión tuvo que vender su sangre para conseguir dinero y continuar sus viajes. Por fin, en 1972, después de casi cuatro años vagando por medio mundo, decidió que había llegado el momento de regresar a casa.

Pero en Japón Suzuki se sentía frustrado. Todo lo que le rodeaba le resultaba demasiado artificial. Un día encontró un motivo para abandonar el hogar y lanzarse de nuevo a la aventura. En 1974 la prensa japonesa informó de que un antiguo soldado del Ejército Imperial llamado Kinshichi Kozuka había muerto a tiros en la isla filipina de Lubang varios meses antes. La noticia provocó una serie de intentos de encontrar al desaparecido teniente Hirō Onoda, que se suponía que había permanecido oculto en las selvas de aquella isla durante tres décadas en compañía del soldado Kozuka. Suzuki decidió dejar su monótona vida en Japón para emprender la búsqueda de Onoda. Según dijo, en un principio su única intención era encontrarle y mantener una charla con él. Unas horas en compañía de un auténtico soldado del Ejército Imperial le parecía una experiencia única por la que valía la pena abandonarlo todo.

Antes de partir, Suzuki confesó a sus amigos cuáles eran los tres objetivos que se había marcado en la vida: quería encontrar "al teniente Onoda, un panda gigante, y al hombre de las nieves, por este orden".

Aunque otros lo habían intentado sin resultado antes que él, a Suzuki solo le llevó cuatro días de búsqueda por las junglas de Lubang encontrarse con el teniente Onoda. El 20 de febrero de 1974 el oficial vio al joven aventurero por primera vez. Le apuntó con su fusil, dispuesto a abrir fuego, pero Suzuki, sin perder la calma, se dirigió hacia él: "Onoda-san, el Emperador y el pueblo de Japón están preocupados por usted". El aspecto inofensivo y el carácter abierto de Suzuki vencieron la desconfianza del oficial. Muchos años después, en 2010, Onoda contó en una entrevista cómo ocurrió: "Ese chico hippie, Suzuki, había llegado a la isla únicamente para escuchar los sentimientos de un soldado japonés...". Después de largas conversaciones, Suzuki acabó convenciendo a Onoda de que podía regresar a casa con él, aunque el oficial se negó a rendirse si no recibía personalmente la orden de un superior: "Yo soy un soldado y sigo siendo fiel a mis deberes". Suzuki se marchó, comprometiéndose a volver en compañía de algún oficial que pudiese darle la orden.

Hirō Onoda y Norio Suzuki (sosteniendo el fusil) en la isla de Lubang en febrero de 1974, antes de que el teniente decidiese rendirse; la fotografía estaba destinada a ser una prueba de que Onoda seguía con vida:


El 12 de marzo Onoda se encontró en un punto convenido de antemano con Suzuki y el comandante Taniguchi, uno de sus superiores durante la guerra (y por aquel entonces un anciano que trabajaba en una librería). La imagen del teniente del Ejército Imperial, con el uniforme hecho jirones, saludando orgulloso ante su antiguo superior en el momento de rendirse, conmovió a la sociedad japonesa y convirtió a Onoda en un héroe nacional. También Suzuki, muy a su pesar, disfrutó de parte de la fama.

Suzuki nunca tuvo un trabajo propiamente dicho. Aprovechó la celebridad que le había dado el regreso de Onoda para escribir un libro en el que narraba sus aventuras. Parece que renunció a la búsqueda del panda gigante, un animal en peligro de extinción y muy difícil de ver en estado salvaje, cuyo hábitat natural está en los bosques de bambú de remotas regiones del interior de China. Quizás la costumbre del gobierno chino de regalar ejemplares a estados extranjeros como muestra de buena voluntad (que se hizo habitual en aquellos años, y que llenó de osos panda los zoológicos de las grandes capitales del mundo) hizo que aquel objetivo perdiese gran parte de su encanto. En cambio nunca abandonó su último gran sueño: encontrar al Yeti, el mítico "abominable hombre de las nieves", un homínido que supuestamente habita en las regiones boscosas de la cordillera del Himalaya. En julio de 1975 afirmó haber visto a través del teleobjetivo de su cámara a un ser de apariencia humana a unos 4.200 metros de altitud, en la cara sureste del macizo de Dhaulagiri, en Nepal.

Norio Suzuki desapareció en noviembre de 1986 en ruta hacia la cima del Dhaulagiri IV, durante una de sus expediciones al Himalaya. Su cuerpo se encontró casi un año después, el 7 de octubre de 1987.

Fuentes:
http://suite101.com/a/looking-for-ltonoda-the-panda-and-the-snowman-a191077
http://en.wikipedia.org/wiki/Norio_Suzuki_(explorer)
http://ja.wikipedia.org/wiki/%E9%88%B4%E6%9C%A8%E7%B4%80%E5%A4%AB

Hirō Onoda


Ayer murió Hirō Onoda. Tenía 91 años.

Onoda era un personaje muy conocido en Japón, considerado un héroe de guerra y un ejemplo para las nuevas generaciones. Imagino que muchos ya conocéis su historia. En febrero de 1945 el teniente Onoda estaba destinado en la base aérea de Lubang, en las Filipinas. Cuando los estadounidenses desembarcaron en la isla, Onoda se ocultó en la jungla junto a un pequeño grupo de supervivientes (el cabo Shoichi Shimada y los soldados Kinshichi Kozuka y Yuichi Akatsu), con la intención de continuar la lucha iniciando una guerra de guerrillas. Tenía 23 años recién cumplidos. Su superior, el comandante Takahashi, le dio la orden de resistir y no rendirse bajo ninguna circunstancia. Según Onoda, sus palabras fueron: "podremos tardar tres años, o cinco, pero pase lo que pase, regresaremos a por usted".

Takahashi nunca volvió a por ellos, pero el teniente siguió las órdenes hasta el fin. Cuando terminó la guerra, las autoridades estadounidenses y filipinas trataron de convencerles de que depusiesen las armas con el lanzamiento desde aviones de octavillas y periódicos. Onoda se negó a creer que Japón había sido derrotado. Estaba convencido de que todos aquellos mensajes eran tretas del enemigo. Incluso les hicieron llegar una orden firmada personalmente por el general Yamashita en la que les instaba a rendirse. Después de estudiarla detenidamente, llegaron a la conclusión de que también era una falsificación. En septiembre de 1949 Yuichi Akatsu abandonó el grupo, y, tras unos meses vagando por las montañas en solitario, se entregó al ejército filipino. Más tarde regresaría a por sus compañeros, pero tampoco le creyeron. Después de todo, era un desertor.

Los tres hombres se acostumbraron a una vida nómada en la jungla. Nunca pasaban más de cinco días en un mismo lugar (a excepción de la temporada de lluvias, en la que nadie se adentraba en las montañas), y podían desmontar su campamento en pocos minutos si sospechaban que había un peligro cerca. La comida nunca fue un problema para ellos. Se alimentaban de cocos, bananas, mangos y otras frutas silvestres, o de lo que podían robar a los campesinos de la región. Aquellos hurtos de ganado, comida, ropa o distintos utensilios hicieron que la población local comenzase a verles como un vulgar grupo de bandidos. Incluso llegaron a cometer varios asesinatos. Los tiroteos con las fuerzas de seguridad filipinas también eran frecuentes (años más tarde Onoda sería indultado por el dictador Ferdinand Marcos). En mayo de 1954 Shoichi Shimada murió de un disparo cuando huía de una patrulla de búsqueda que se había formado tras un enfrentamiento previo con unos pescadores.

En 1965 Onoda y Kozuka lograron hacerse con una radio. Podían oír las noticias, incluyendo alguna emisora japonesa, pero una vez más se autoconvencieron de que todas las informaciones que escuchaban eran trucos con los que el enemigo pretendía engañarles.

En octubre de 1972 Kozuka murió por disparos de la policía local durante otro intento de robo. Onoda se quedó completamente solo. Y así continuaba cuando el 20 de febrero de 1974 se encontró con un curioso personaje llamado Norio Suzuki, un joven japonés que había abandonado la universidad para recorrer el mundo y, entre otras cosas, encontrar al "mítico" teniente Onoda. Por fin, tras una larguísima conversación, Onoda confió en alguien que le aseguraba que podía regresar a casa, aunque se negó a rendirse si no recibía las órdenes personalmente de un oficial superior. Suzuki se comprometió a buscar a un militar que pudiese reconocer y regresar con él a la jungla.

El 9 de marzo de 1974 Suzuki dejó una nota a Onoda en un lugar convenido de antemano en la que le citaba a una reunión con el comandante Taniguchi, uno de sus superiores durante la guerra. Tres días después Onoda se presentó en el punto de encuentro ante Suzuki y Taniguchi, quien le dio órdenes verbales de rendir su sable.

Hirō Onoda regresó a Japón, casi exactamente treinta años después de haber sido destinado a las Filipinas como oficial de inteligencia (formado, por cierto, en la Escuela de Inteligencia de Nakano, el centro en el que recibían entrenamiento las unidades del Ejército Imperial especializadas en guerra de guerrillas, un dato que se suele pasar por alto). Fue recibido como un héroe, y se convirtió en una auténtica celebridad. Pero la fama y los enormes cambios que había experimentado la sociedad japonesa en aquellas tres décadas hicieron que se sintiese incómodo en su país. Se fue a vivir a Brasil, compró un rancho y se casó con una brasileña-japonesa. Volvió a Japón en 1984 para fundar una escuela de educación en la naturaleza destinada a jóvenes problemáticos.

Lo normal un día como hoy sería hablar de heroísmo, sacrificio y sentido del deber. Pero qué queréis que os diga, a mí esta historia me parece terriblemente patética.

Seis extraños buques híbridos de la Segunda Guerra Mundial

Acorazados portahidros clase Ise


Después de la batalla de Midway, donde los japoneses perdieron cuatro de sus portaaviones de escuadra, la Marina Imperial se vio obligada a buscar soluciones de urgencia para dotar de cobertura aérea a su flota. Una de las imaginativas propuestas aprobadas por los planificadores japoneses fue la de modificar dos viejos acorazados para convertirlos en portahidroaviones mixtos.

Los elegidos fueron dos acorazados gemelos botados en los años de la Primera Guerra Mundial, el Ise y el Hyuga. En un principio las modificaciones iban a ser más profundas, dando capacidad de transporte de más de 50 aviones, pero finalmente se optó por una solución intermedia. Se desmontaron las dos torres de popa y toda la superestructura de la mitad posterior de los buques para convertirla en un hangar, y colocar sobre él una cubierta de vuelo de 70 metros. Cada uno de los buques tenía capacidad para 22 aeronaves. Los hidroaviones eran lanzados por medio de dos catapultas y recogidos con una grúa desde el costado del buque.

El Ise y el Hyuga no fueron los únicos buques de gran tamaño japoneses que acabaron transformados en portaaeronaves mixtos. El crucero pesado Mogami también fue modificado como crucero portahidros.

Los dos acorazados participaron en la batalla del golfo de Leyte, formando parte de la flota de señuelo del almirante Ozawa. Ambos fueron atacados por la aviación estadounidense, recibiendo el impacto de varias bombas que los dejaron gravemente dañados. Fueron hundidos con tres días de diferencia en julio de 1945, en bombardeos estadounidenses contra la base naval de Kure.

Submarinos portaaviones clase I-400


Los submarinos japoneses de la clase I-400 (o Sen Toku) fueron los mayores sumergibles de la historia hasta la aparición de los modernos submarinos nucleares. Fueron diseñados como submarinos portaaviones, con un hangar cilíndrico de 28 metros de largo con capacidad para tres hidroaviones de ataque Aichi M6A Seiran.

Al llegar a la zona de operaciones, la tripulación tenía que sacar los hidroaviones del hangar, desplegarles las alas e instalarles los flotadores. A continuación se colocaban en una catapulta situada en la proa del submarino para lanzarlos. A su regreso los hidroaviones tenían que amerizar al costado del sumergible para ser recuperados por una grúa.

Dos de estos submarinos, el I-400 y el I-401 (de los tres que entraron en servicio en la Marina Imperial) fueron asignados a la operación Arashi, un ataque aéreo con el que se pretendía volar las esclusas del Canal de Panamá. Cuando ya habían partido, en agosto de 1945, recibieron la orden de regresar a Japón y rendirse a las fuerzas aliadas. Los estadounidenses los llevaron a Hawai y estuvieron estudiándolos por un tiempo antes de hundirlos definitivamente cerca de Oahu, al parecer para evitar que los soviéticos pudiesen tener acceso a su tecnología.

El I-400 fue noticia hace unas semanas, cuando se descubrieron sus restos en aguas hawaianas.

Mercantes submarinos clase R


A mediados de 1942 la marina italiana aprobó la construcción de doce submarinos de transporte de gran capacidad, con un desplazamiento de 2.220 toneladas y dos grandes bodegas que permitían una carga efectiva de 600 toneladas. No contaban con tubos lanzatorpedos, y su único armamento eran tres ametralladoras antiaéreas de 20mm. Con las fuerzas navales y aéreas aliadas controlando el Mediterráneo, aquellos submarinos se convirtieron en la única posibilidad de acceder a puertos donde obtener mercancías vitales para el esfuerzo de guerra italiano.

Las dos primeras unidades de la denominada Clase R, el Rómulo y el Remo, entraron en servicio en julio de 1943. El 15 de julio el Remo zarpó de Tarento con destino a Nápones en el que sería su viaje inaugural. Aquella tarde fue hundido por los torpedos del sumergible británico United. Tan solo se salvaron cuatro de sus sesenta y tres tripulantes. Tres días después, el 18 de julio, el Rómulo fue descubierto haciendo la misma travesía por un bombardero de la RAF. Las bombas del avión británico dañaron al submarino, que desapareció bajo las aguas sin dejar rastro y sin haber enviado ningún mensaje de socorro. Ninguno de los diez sumergibles restantes de la clase R llegaron a completarse antes del armisticio italiano.

Además de los diseñados específicamente como submarinos de carga, los italianos modificaron una decena de submarinos de combate para el transporte de mercancías. Dos de ellos, el Comandante Capellini y el Luigi Torelli, quedaron bajo el control de la Kriegsmarine al sorprenderles el armisticio en el Lejano Oriente y acabaron en poder de la Marina Imperial japonesa tras la rendición de Alemania, convirtiéndose en los únicos buques que estuvieron en servicio en las armadas de las tres potencias del Eje durante la guerra.

El único precedente de submarinos de transporte anteriores a la clase R fueron los de la clase Deustchland alemana, desarrollada durante la Primera Guerra Mundial.

Crucero submarino Surcouf

Surcouf
El Surcouf nació como un intento francés de burlar las restricciones que imponía el Tratado Naval de Washington, que limitaba el número, desplazamiento, potencia y armamento de los buques de cada una de las potencias navales. Como los submarinos no habían sido incluidos en los acuerdos, los franceses pensaron en construir una serie de sumergibles de gran tonelaje con artillería propia de un crucero. En su tiempo recibió la denominación de crucero submarino. Contaba con tubos lanzatorpedos, pero su arma principal era una torre estanca armada con dos cañones de 203 mm con los que podía presentar batalla a unidades de superficie de rango igual o menor a un crucero ligero. Tenía además un hidroavión de reconocimiento guardado en un hangar estanco.

Muy pronto quedaron en evidencia sus deficiencias: tardaba mucho tiempo en sumergirse, lo que le hacía muy vulnerable a los ataques aéreos. En superficie era muy inestable para utilizar los cañones con eficacia, aparte de que al tener la cubierta tan baja su alcance efectivo disminuía considerablemente. Además, fue muy propenso a sufrir averías graves, que más de una vez estuvieron a punto de acabar en tragedia.

Tras el armisticio francés, el Surcouf se refugió en Inglaterra y se integró en las Fuerzas Navales de la Francia Libre. En el tiempo en que no estaba en reparaciones a causa de sus numerosas averías, fue destinado a la escolta de convoyes en el Atlántico. A finales de 1941 tomó parte en la liberación de Saint Pierre y Miquelon, un pequeño enclave francés situado frente a Terranova. Desde allí el se dirigió a Bermuda, donde recibió orden de zarpar rumbo a las islas de soberanía francesa en el Pacífico sur. Desapareció sin dejar rastro con los 126 hombres de su tripulación cuando se dirigía al canal de Panamá.

Otros cruceros submarinos anteriores al Surcouf fueron las fallidas clase M y clase X británicas.

Mercantes portaaviones MAC

empire mackendrick
Los MAC-ships (MAC significa Merchant Aircraft Carriers) fueron una solución de urgencia para dotar a los convoyes británicos de cobertura aérea. Normalmente estos no tenían que hacer frente a la Luftwaffe, así que no se trataba de contar con una gran escolta de cazas, sino de dotar a los convoyes de un pequeño grupo de aviones que pudiesen ayudar a localizar y atacar a los submarinos alemanes.

Los MAC no tenían hangares, catapultas, ascensores ni demás equipos específicos de los auténticos portaaviones. En realidad eran buques de carga, con sus bodegas plenamente operacionales, pero a los que se había añadido una cubierta de vuelo en su parte superior desde la que operaban tres o cuatro Sea Hurricanes o Fairey Swordfish. Estos buques servían bajo pabellón mercante con tripulaciones civiles bajo contrato, contando únicamente con una pequeña dotación de suboficiales y marineros de la Royal Navy como sirvientes de los antiaéreos, además de los pilotos y mecánicos de los aparatos.

Los primeros MAC-Ships fueron seis cerealistas de la clase Empire. Eran lentos, tenían una débil protección antiaérea, y solamente cuatro aviones, almacenados en un pequeño hangar que servía más bien como taller. La segunda serie fueron trece buques petroleros, dos de ellos bajo pabellón mercante holandés. Eran un poco más grandes que los cerealistas y estaban mejor armados, pero no tenían hangar ni ascensor. Su cubierta de vuelo era más larga (137 metros frente a 128) porque todos sus aparatos estaban en todo momento sobre la pista, sólidamente amarrados y cubiertos con toldos (precisamente por no tener hangares estos buques tenían las cubiertas bastante bajas, y eran frecuentemente batidas por las olas). Los últimos de esta clase de buques entraron en servicio a finales de 1944. Todos ellos sobrevivieron a la guerra, y en 1945 se les desmontaron la cubierta de vuelo y el resto de equipamiento suplementario, y volvieron a su forma y actividad original de cargueros.

Monitor Marshal Soult


Los monitores eran acorazados costeros, de pequeñas dimensiones y poco calado, equipados con artillería de gran calibre, que vivieron su época gloriosa en la guerra civil estadounidense y las décadas posteriores. A comienzos de la Primera Guerra Mundial, cuando el Marshal Soult entró en servicio en la Royal Navy, parecían ser ya cosa del pasado. Sin embargo, durante la guerra los británicos diseñaron varias clases de estos buques para desarrollar operaciones ofensivas en las costas continentales del Canal de la Mancha.

El Marshal Soult tenía una torre de artillería de tamaño desproporcionado, armada con dos cañones de 380mm (el calibre de la artillería principal de muchos de los acorazados británicos de la época). Si no fuese por su diseño eminentemente ofensivo, y teniendo en cuenta solo sus dimensiones y armamento, se podría definir como una patrullera acorazada. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial estaba ya retirado de primera línea y era utilizado en labores secundarias. En marzo de 1943 se le retiró el armamento para instalarlo en el Abercrombie, uno de los dos últimos monitores de la Royal Navy. El Marshal Soult acabó sus días como buque nodriza de dragaminas en el puerto de Portsmouth.

La Royal Navy fue la última marina de guerra que utilizó monitores (a excepción de algunas unidades fluviales de varias armadas, como la soviética). Los dos monitores de la clase Roberts, el Roberts y el Abercrombie (el que recibió los cañones del Marshal Soult), sirvieron en el Mediterráneo en apoyo del Octavo Ejército británico en las campañas del norte de África e Italia y participaron en el bombardeo de objetivos terrestres durante el desembarco de Normandía.

La torre de Pisa en el punto de mira

El campanario de la catedral de Pisa fue diseñado como una torre completamente vertical, pero al poco tiempo de iniciarse su construcción, en el siglo XII, sus cimientos cedieron parcialmente y comenzó a inclinarse. Ninguno de los intentos que se hicieron desde entonces para enderezarla tuvo éxito, pero, paradójicamente, aquel tremendo fallo de construcción es la causa principal de su fama. La torre inclinada de Pisa es hoy uno de los monumentos arquitectónicos más conocidos del mundo.

En el verano de 1944 Pisa estaba aún en manos alemanas. La ciudad toscana era el objetivo de la 91ª División de Infantería estadounidense, pero el avance de los norteamericanos se había vuelto lento y difícil. El mariscal de campo Kesselring, comandante de las fuerzas alemanas en Italia, había dado la orden de retrasar a los aliados a toda costa. Tras cada recodo del camino, cada granja o cada roca parecía esconderse una trampa explosiva o un pequeño grupo de obstinados defensores. Cuando al fin alcanzaron las afueras de la ciudad, las tropas estadounidenses se encontraron con un último obstáculo: más de cuatro kilómetros de campo abierto y completamente llano que tendrían que atravesar al descubierto. La letal precisión con la que les bombardeaban la artillería alemana y los Nebelwerfer ("lanzadores de niebla", lanzacohetes múltiples) hizo pensar a los aliados que el enemigo tenía puestos de observación desde los que dominaba la llanura. Y la ubicación más obvia para uno de aquellos puestos era la torre inclinada.

Entre los soldados estadounidenses de la 91ª División de Infantería que preparaban el asalto definitivo a Pisa se encontraba el sargento Leon Weckstein, un joven de 23 años criado en los suburbios de Los Ángeles. Weckstein era un experimentado explorador y observador de artillería: “Yo tenía poderes realmente extraordinarios de observación, y en particular una habilidad innata para descubrir antes que nadie un tanque Panzer camuflado o un nido de ametralladora”. En 1942 había intentado enrolarse en la Marina, pero curiosamente había sido rechazado a causa de su miopía. Le aconsejaron que comiese muchas zanahorias y volviese a intentarlo seis meses más tarde, pero Weckstein no quiso esperar y probó suerte en el Ejército. Allí no le pusieron problemas para alistarse. Y es que, como afirmaba el propio Weckstein, en la infantería "aceptan a cualquiera".

Una calurosa noche de julio, Weckstein recibió la orden de adentrarse en tierra de nadie, entre las líneas estadounidenses y alemanas, para buscar las posiciones de observación enemigas. Iría acompañado por un operador de radio, el sargento Charles King, un taciturno guitarrista de Ohio. Una batería de artillería y los cañones de un destructor permanecerían a la espera, preparados para abrir fuego en cuanto él transmitiese por radio las coordenadas de los objetivos. Hasta ese día, Weckstein nunca había oído hablar de la torre de Pisa. Su superior, el coronel Woods, no parecía muy preocupado por el destino del monumento. Le explicó que su misión era confirmar si el enemigo estaba haciendo uso de la torre. Si era así, sería reducida a escombros en cuestión de segundos.

Al amanecer Weckstein inició el avance lentamente a través de huertas y campos de labranza en dirección a la ciudad. Tras él iba King, con su radio de campaña a la espalda. "Con nuestros cuerpos inclinados pegados a la tierra, nos agazapamos y reptamos lentamente a lo largo del peligroso camino hacia nuestro objetivo durante lo que pareció una eternidad. King había comenzado a sudar visiblemente. Tenía que cargar con aquella tosca radio, y sentí pena por él".

En un campo de olivos, a unos 1.200 metros del objetivo, encontraron una buena posición de observación. Desde allí el sargento Weckstein comenzó a escudriñar la torre con su telescopio mientras King permanecía a su lado, esperando para transmitir la información. En sus memorias, publicadas con el título Through My Eyes (“A través de mis ojos”), Weckstein confiesa sus sentimientos en aquel momento: ”En mi audaz mente de un joven de 23 años no había ni una sola duda; estaba dispuesto a dirigir una infernal andanada contra uno de los monumentos más famosos del mundo”. Comenzó a observar el objetivo de forma metódica. ”Me centré en primer lugar en el punto más alto, el amplio campanario circular de la torre. Podía distinguir la silueta oscura de las viejas campanas, silenciosas, pero nada se movía. Me tomé mi tiempo dirigiendo el telescopio muy lentamente hacia arriba y hacia abajo, y a través de cada una de las balaustradas elaboradamente ornamentadas, tratando de detectar lo que pudiera estar oculto dentro de esos huecos negros”. Durante unos interminables minutos tuvo en sus manos el destino de uno de los monumentos más representativos de Italia. Mientras estaba allí, observando la torre, ocurrió algo curioso: Weckstein se fue sintiendo paulatinamente cautivado por su belleza, lo que le llevó a retrasar su decisión hasta tener una completa seguridad en un sentido u otro.

Las observaciones de Weckstein se interrumpieron bruscamente cuando una lluvia de proyectiles comenzó a pasar por encima de sus cabezas. Los alemanes habían iniciado un bombardeo en la dirección en la que se encontraban, y Weckstein y King recibieron por radio la orden de retirarse. Más tarde el alto mando cambió el plan de ataque, descartando el avance frontal a través de la llanura. La torre había dejado de ser un objetivo militar.

Es imposible saber si aquel día había alemanes en la torre inclinada. Mucho tiempo después Weckstein afirmó: “¿Sabes una cosa? He tenido cincuenta años para pensar en ello, y ahora estoy bastante seguro de que estaban allí”.

Después de la guerra Leon Weckstein viajó a Italia en un par de ocasiones con su esposa Mimi. Al visitar Pisa y encontrarse de nuevo frente a la famosa torre, no pudo evitar pensar que, si su decisión hubiese sido otra, en aquel momento él y su mujer podían estar contemplando en su lugar una montaña de escombros de mármol.

“Si hubiese sabido con suficiente seguridad que el bombardeo a la torre iba a salvar la vida de uno solo de nuestros camaradas, yo habría mandado el mensaje al instante, sin perder un segundo en pensar en las consecuencias. La guerra es así. Los santuarios famosos y los lugares de culto están protegidos por la Convención de Ginebra, pero lo cierto es que, al igual que la mayoría de los tratados bienintencionados, estos acuerdos tienen poco valor para los infantes que combaten en el campo de batalla”.

Fuentes:
http://www.theguardian.com/theguardian/2000/jan/13/features11.g23
http://www.historybyzim.com/2013/07/leaning-tower-of-pisa-wwii/


Ovejas en la Casa Blanca


Durante la Primera Guerra Mundial era habitual ver ganado pastando enfrente de la Casa Blanca. La falta de mano de obra (la mayoría de los jardineros se habían alistado en las fuerzas armadas) obligó al presidente Wilson a introducir ovejas en los jardines de la residencia presidencial para que mantuviesen el césped corto. La lana de las ovejas se subastaba en beneficio de la Cruz Roja.

Fuente: http://www.historybyzim.com/2012/12/sheep-the-white-house/

La batalla de las patatas de Maine

La noche del 5 de abril de 1943 el destructor estadounidense O'Bannon fue alertado por un contacto de radar cuando se encontraba a unas 40 millas de la isla Russell, en el archipiélago de las Salomon. Al dirigirse al punto del contacto los estadounidenses avistaron un submarino navegando en superficie. Se trataba del RO-34, un sumergible medio japonés de la clase Kaichū, con una tripulación de cuarenta y cinco hombres. La primera intención del capitán del O'Bannon (que se llamaba nada menos que Donald MacDonald) fue embestir al submarino con la proa del destructor, pero cuando se estaban aproximando a toda máquina alguno de sus oficiales sospechó que podía tratarse de un submarino minador. Eso hacía que chocar contra él no fuese muy buena idea, ya que en el caso de que estuviese cargado de minas la explosión podía enviar a ambos buques al fondo del mar. En el último momento el capitán MacDonald ordenó virar para evitar la colisión, de modo que el destructor y el sumergible quedaron momentáneamente navegando en paralelo y a muy corta distancia entre sí.

Aquella situación dio lugar a uno de los combates navales más extraños de toda la guerra, según el testimonio (poco creíble, todo hay que decirlo) de uno de los protagonistas de la acción, el operador de sonar del O'Bannon, Ernest A. Herr.

Al parecer hasta ese momento los tripulantes del RO-34 no se habían percatado de la presencia del destructor, a pesar de que un buen número de ellos se encontraban durmiendo sobre la cubierta. Después de un brusco despertar, los japoneses reaccionaron y un grupo de hombres corrió en dirección a su cañón de cubierta de tres pulgadas. Los estadounidenses estaban en desventaja, ya que al encontrarse tan cerca del submarino, mucho más bajo que el destructor, sus armas apuntaban demasiado alto para poder alcanzarlo. La tripulación del O'Bannon recurrió entonces a los proyectiles que tenían más a mano, que no eran otra cosa que unos sacos patatas que por alguna extraña razón se encontraban en cubierta en ese momento (este es uno de los muchos puntos débiles de la historia de Herr). Sobre los japoneses que corrían hacia el cañón cayó una lluvia de tubérculos que les detuvo en seco. Aterrados, pensando que se trataba de granadas de mano, se dedicaron a recoger las patatas y tirarlas por la borda o lanzarlas de vuelta al O'Bannon. Aquello permitió ganar el tiempo suficiente para que el destructor se alejase a una distancia que le permitía utilizar sus armas.

Después de este inciso para contar el dudoso episodio de la batalla de patatas, retomamos la historia oficial. Tras el encontronazo, mientras el destructor se alejaba para abrir fuego, el teniente Tomita, el comandante del RO-34, ordenó la inmersión. El submarino se sumergió rápidamente, pero no lo suficiente como para escapar de los primeros disparos de los cañones de cinco pulgadas del O'Bannon, que alcanzaron la vela del sumergible. El RO-34 logró despistar momentáneamente a los norteamericanos. Una hora después el sonar del O'Bannon volvió a localizar al submarino y el destructor inició un ataque con cargas de profundidad. Más tarde, otro destructor, el Strong, se unió a la caza. El RO-34 desapareció con todos sus tripulantes. A la mañana siguiente los estadounidenses avistaron una mancha de aceite que confirmaba el hundimiento.

El destructor USS O'Bannon:


Submarino de la clase Kaichū VI, gemelo del RO-34:


La historia de la batalla de patatas, publicada en la revista Reader's Digest, llegó a oídos de los miembros de la Asociación de Productores de Patata de Maine, que decidieron obsequiar al buque con una placa conmemorativa:


Puede que algunos tengáis dudas sobre la veracidad de esta historia. Es comprensible, yo también. Pero si creéis que la placa es un fake estáis equivocados. El regalo de los productores de patatas es auténtico. La placa fue colocada en un lugar privilegiado del destructor, en el comedor de la tripulación, a la vista de todo el mundo:


Fuentes:
http://destroyerhistory.org/fletcherclass/index.asp?r=45007&pid=45019
http://en.wikipedia.org/wiki/USS_O'Bannon_(DD-450)
http://ussobannon.org/history/dd-450.htm
http://www.combinedfleet.com/RO-34.htm

El desactivador


El Flight Lieutenant (el rango de la RAF equivalente a capitán) Wilson Charlton estaba a cargo de los equipos de desactivación de explosivos que operaban en los condados ingleses de Wiltshire y Gloucestershire. A finales del verano de 1940 aquella tranquila región agrícola se convirtió en uno de los grandes objetivos de la Luftwaffe, ya que allí estaban situados varios de los aeródromos que servían de base a las escuadrillas de caza encargadas de la defensa del sur de Inglaterra. El capitán Charlton era el encargado de asegurar las UXBs (unexploted bombs, siglas inglesas con las que se conoce a las bombas que no han hecho explosión y que mantienen riesgo de detonación) que quedaban tras los bombardeos alemanes. En los meses de septiembre y octubre de 1940, durante los días decisivos de la Batalla de Inglaterra, Charlton tuvo que trabajar sin descanso día y noche, apremiado por la necesidad de mantener operativas las bases aéreas desde las que despegaban los cazas de la RAF. Muchos de los modelos de bombas alemanas eran desconocidos para los británicos, por lo que la labor del capitán Charlton era en gran parte experimental. Cada una de las bombas que desactivaba suponía varias horas de un trabajo mentalmente agotador, para el que se precisaban nervios de acero y un valor fuera de lo común.

Trabajando a ritmo frenético, el capitán Charlton desactivó unas doscientas bombas en apenas sesenta días, lo que suponía un increíble promedio de más de tres bombas diarias.

Wilson Charlton fue distinguido con la George Cross, la segunda condecoración británica en importancia y la mayor que puede recibir un militar destinado en un puesto que no sea de combate. En la citación, publicada el 21 de enero de 1941 en la London Gazette (el boletín oficial británico), se puede leer:

El teniente de vuelo Charlton es responsable de todo el trabajo en relación con las bombas enemigas en un área que comprende la mayor parte de los dos condados. Tanto de día como de noche, durante los últimos meses, se ha ocupado de unas 200 bombas sin explotar. Ha realizado con éxito varias misiones peligrosas con intrépido e inagotable valor.

Gracias a la valiosa experiencia adquirida en aquellos dos meses, Charlton se convirtió en uno de los desactivadores de explosivos más reputados de la RAF. Fue ascendido a Squadron Leader (comandante) y destinado al Lejano Oriente como instructor de equipos de desactivación. En marzo de 1942 fue capturado por las tropas japonesas que invadieron la isla de Java.

En el tiempo en el que estuvo prisionero de los japoneses, el comandante Charlton lideró dos intentos de fuga. En el primero, los fugitivos pretendían llegar a Australia después de reparar un viejo avión de la Fuerza Aérea Holandesa que encontraron abandonado en un aeródromo cercano, pero en el último momento renunciaron a sus planes por temor a las represalias de los guardias contra el resto de prisioneros del campo. Unos meses más tarde Charlton logró escapar con otro grupo de hombres y llegar a la costa. Allí fueron capturados de nuevo, cuando estaban terminando de construir un bote.

Wilson Charlton fue liberado al terminar la guerra. Murió en 1953, con tan solo 46 años.

Fuentes:
http://www.dailymail.co.uk/news/article-2241849/George-Cross-given-Second-World-War-bomb-disposal-hero-goes-sale.html
http://en.wikipedia.org/wiki/Wilson_Charlton

Y otro año más

Ya casi se ha convertido en una tradición esto de escribir una entrada a comienzos de enero para hacer balance del año que termina y felicitar a los lectores el año entrante.

En 2013 el número de visitas del blog se ha reducido en más de un 15% respecto al año anterior. Pero estoy satisfecho. Sabía que las estadísticas del 2012 iban a ser difíciles de igualar, y aunque en el total de visitas haya bajado, creo que el blog tiene más seguidores y lectores habituales que nunca.

Aprovecho para agradecer su contribución a que este blog siga existiendo a todos los seguidores de Nonsei SGM, a los lectores ocasionales que dejan sus comentarios y a los que enlazan a alguna de sus entradas en otros blogs, foros o redes sociales. En esto último, en las visitas llegadas desde Facebook o Twitter, es donde he notado un aumento importante con respecto a años anteriores. Imagino que es un fenómeno universal, que no ha pasado solo con este blog. Como dato anecdótico, en octubre hubo una pequeña avalancha de visitas gracias a un tuit publicado por un personaje popular, un presentador de Televisión Española que yo no conocía y cuyo nombre no recuerdo (en el poco probable caso de que sea lector habitual, lo siento) que enlazaba a una entrada de este blog.

Al 2014 no le pido mucho. Solo espero que dentro de un año pueda escribir otra entrada como esta. Y que alguien la lea.

Feliz año a todos.