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El plan italoespañol para bombardear Gibraltar

A comienzos de junio de 1940, pocos días antes de la entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial, el ministro de Exteriores italiano Galeazzo Ciano escribió una carta al ministro de Gobernación español, Ramón Serrano Suñer, en la que explícitamente le solicitaba permiso para que bombarderos italianos repostasen en bases aéreas españolas ”al regreso de una importante acción de guerra”. En su respuesta, Serrano ofrecía la colaboración española “no sólo por una vez, sino por todas las que ustedes quieran”. El entusiasmo de Serrano contrastaba con la desconfianza con la que el ministro de Exteriores, Juan Beigbeder, veía las maniobras italianas para empujar a España hacia la beligerancia plena. Pero Ciano sabía a quién dirigirse. Había conocido a Serrano un año antes, durante un viaje oficial del ministro español a Italia, y ambos (Cuñadísimo y “yernísimo”) habían congeniado. Serrano le hizo algunas confidencias sorprendentes, como que ambicionaba el cargo de ministro de Exteriores (que por entonces ocupaba Jordana, un monárquico anglófilo), sugiriendo que Mussolini podría interceder ante Franco a su favor. Se mostró incondicionalmente pro-Eje y muy hostil hacia Gran Bretaña y Francia. Ciano se quedó impresionado por su energía y su elocuencia. Tanto él como Mussolini le consideraban ”el puntal más firme del Eje en el régimen de Franco”.

Lo que en principio iba a ser un simple permiso a una fuerza de bombardeo para repostar en el vuelo de regreso a Italia (en el mensaje original no se especificaba, pero era evidente que el objetivo iba a ser Gibraltar), en algún momento se convirtió en un plan para bombardear la colonia británica partiendo desde bases españolas. Aquello era un acto de guerra que, de descubrirse, pondría en grave peligro la recién declarada no beligerancia española. Puenteando al ministro de Exteriores, Serrano consiguió de Franco el permiso para iniciar los preparativos necesarios. El ministro del Aire era el general Juan Yagüe, falangista convencido, probablemente el único en el gobierno de Franco que podía competir con Serrano en lo que a pasión por el Eje se refiere. Yagüe era un abierto admirador del régimen nazi cuyo sueño era construir una Fuerza Aérea Española a imagen y semejanza de la Luftwaffe. Así que el ministro no tuvo ningún problema en aceptar la tarea de iniciar, con la mayor discreción, la colaboración con los italianos.

Un alto mando de la Regia Aeronautica, el general Ruggero Bonomi (que conocía España por haber participado en la Guerra Civil con la Aviazione Legionaria), viajó a Madrid para concretar los detalles del plan. Aunque no está claro qué reuniones mantuvo ni con quién, el hecho es que Bonomi consiguió el visto bueno de las autoridades españolas. El 29 de junio el comandante de la base aérea de El Carmolí, en Murcia, recibió la orden de preparar el aeródromo con el máximo secreto para la llegada inminente de dos escuadrillas de bombarderos italianos. La tarde del domingo 30 de junio aterrizaron en El Carmolí diez Savoia-Marchetti S.M.79 de las escuadrillas 204ª y 205ª del 41º Grupo de Bombardeo Terrestre, con base en Ciampino Norte, cerca de Roma. Al mando de la fuerza de ataque estaba el comandante Ettore Muti, que además de oficial de la Regia Aeronautica era el secretario del Partido Nacional Fascista (lo que indica la importancia política que el gobierno de Mussolini daba a la operación).

El comandante Ettore Muti, veterano de la Aviazione Legionaria, amigo personal de Galeazzo Ciano y alto cargo del partido fascista, fue el elegido para dirigir la misión:


Pero la llegada de los aviones italianos se produjo en el momento más inoportuno. Franco acababa de destituir al general Yagüe como ministro del Aire. La excusa oficial fue que Yagüe había hecho unos comentarios muy poco diplomáticos al embajador del Reino Unido, Samuel Hoare. El general le había espetado que Inglaterra estaba acabada y que merecía su derrota, provocando la indignación del gobierno británico. En realidad sus palabras no eran muy distintas a las que el propio Franco había dirigido a Hoare unos pocos días antes: “¿Por qué no acaban la guerra ahora? Nunca vencerán. Todo lo que sucederá, si se permite que la guerra continúe, es la destrucción de la civilización europea”. Aunque los motivos reales del cese de Yagüe aún no están del todo claros, parece ser que a Franco le llegaron informaciones sobre la participación del ministro en una conspiración militar que pretendía derrocarle. Yagüe llevaba tiempo criticando abiertamente a Franco y apoyando las posturas del falangismo más radical. Tras el cese fue confinado durante unos meses en su pueblo natal de San Leonardo, en Soria (más tarde renombrado San Leonardo de Yagüe en su honor).

Aunque la destitución de Yagüe no tenía ninguna relación directa con la misión de bombardeo a Gibraltar, acabó suponiendo su cancelación. Todo se había preparado al margen de los mandos locales y de la Región Aérea de Levante, que no tenían ningún conocimiento de la operación. Todas las órdenes venían directamente de Madrid. Pero Franco no había nombrado sucesor, por lo que en esos momentos no había nadie al frente del Ministerio del Aire español. El personal del aeródromo de El Carmolí esperaba la orden para proceder al repostaje y permitir el despegue de los bombarderos italianos. Aquella orden nunca llegó. Al parecer Ettore Muti voló a Madrid en un avión pilotado por un teniente español para tratar de conseguir la autorización, pero fue inútil. El jefe del Estado Mayor del Aire, prudentemente, se negó a dar la asistencia prometida a los italianos.

Finalmente se permitió a los bombarderos repostar para regresar a Italia. Se hizo de forma escalonada, en los dos días siguientes, en grupos de tres o cuatro aviones, para impedir que continuasen con su misión de bombardeo a pesar de la prohibición española.

El gobierno de Mussolini no volvió a comprometer la neutralidad española solicitando a Franco su colaboración directa para un raid contra Gibraltar. Aun así, el sucesor de Yagüe en el Ministerio del Aire, el general Juan Vigón, continuó dando facilidades a la Regia Aeronautica. Durante la guerra la aviación italiana bombardeó Gibraltar hasta en quince ocasiones. Fueron casi todas incursiones realizadas por pocos aparatos (a veces uno solo), que partían generalmente desde bases aéreas en Cerdeña. Siempre llegaban a su objetivo sobrevolando territorio español, sin que las autoridades españolas hiciesen nada por impedirlo ni presentasen la más mínima protesta. Al contrario, era habitual que en el vuelo de regreso los bombarderos italianos hiciesen escala en aeródromos españoles para repostar o efectuar reparaciones. La convención de La Haya obligaba a los países neutrales a internar aparatos y tripulantes hasta el final del conflicto cuando éstos hubiesen llegado a su territorio después de participar en una acción de guerra. Pero eso no se cumplía en el caso de los italianos, a los que se les permitía seguir su camino tras darles la asistencia que solicitaban.

La situación cambió a partir del 20 de octubre de 1942. Esa noche un bombardero italiano que participaba en una misión contra Gibraltar lanzó por error tres bombas sobre La Línea de la Concepción, causando dos muertos y doce heridos. Jordana, que había regresado al Ministerio de Exteriores sustituyendo a Serrano Suñer, vio la oportunidad de utilizar el incidente para reforzar la política de neutralidad española y consiguió el compromiso de Vigón de no permitir violaciones del espacio aéreo español por parte de la aviación italiana. Aun así, hubo otros dos ataques más, ya muy tardíos (junio de 1943 y junio de 1944, este último a cargo de aviones de la República de Saló) en los que los bombarderos sobrevolaron territorio español durante cientos de kilómetros sin ser molestados.

El extraño caso del espía travestido

El teniente coronel Dudley Clarke era uno de los hombres más notables de la inteligencia británica. Como director de la sección del MI9 para Oriente Medio, fue el responsable de innumerables operaciones de desinformación y engaño estratégico en toda el área del Mediterráneo. Sus exitosos métodos no tardaron en llamar la atención de sus superiores en Londres, y a finales de septiembre de 1941 recibió orden de viajar a la capital británica para informar con detalle de sus actividades. A mediados de octubre inició el viaje de regreso a su cuartel general de El Cairo, vía Lisboa, Madrid y Gibraltar.

La noche del 17 de octubre el coronel Clarke fue detenido en una calle de Madrid por la policía española. Llevaba los labios pintados con carmín y vestía completamente con ropas de mujer: vestido estampado de flores, collar de perlas, zapatos de tacón, bolso, e incluso sostén.

Cuando le interrogó la policía, Clarke dijo ser un corresponsal de The Times llamado Wrangal Craker. Explicó que estaba escribiendo una novela, y que se había vestido de aquella manera para estudiar las reacciones que provocaban las mujeres en los hombres cuando se cruzaban con ellas por la calle.

Al día siguiente un funcionario de la embajada británica telegrafió a Londres para informar de lo sucedido. En su informe incluyó una explicación alternativa a la que Clarke había dado a la policía española: “El cónsul que le vio esta mañana le encontró tranquilo y despreocupado, pero le contó una historia diferente. Llevaba las prendas a una dama de Gibraltar y pensó en ponérselas como una broma. Esto difícilmente cuadra con el hecho de que las prendas femeninas y los zapatos le quedan perfectos” (este último comentario parece hecho con un poco de mala leche). Además, entre otras cosas, explicó que a Clarke se le había encontrado “otro juego completo de ropa de mujer, el uniforme de un corresponsal de guerra (...) y un rollo de papel higiénico extrafino, que ha entusiasmado particularmente a la policía...”

Fotografías del coronel Clarke tomadas por la policía española:


La detención provocó una enorme alarma en Londres. Por un lado, el servicio secreto británico estaba aterrorizado por la posibilidad de que quedase al descubierto la tapadera del coronel Clarke, que ya por entonces era uno de sus agentes más valiosos. Y por otro, el gobierno temblaba al pensar que la historia pudiese hacerse pública y al imaginar el uso que podía hacer de ella la propaganda alemana. Como decía el informe de la embajada: “No necesito señalar el daño que este incidente nos va a hacer (…) Ya han comenzado las bromas sobre el editor de The Times que se hace pasar por mujer”.

“El hecho de que él es un oficial británico puede que sea desconocido para las autoridades españolas y debe mantenerse en secreto. Informe también si muestra signos de trastorno mental”, fue la respuesta de las autoridades de Londres al telegrama de la embajada en Madrid. El mismísimo primer ministro Winston Churchill mostró su preocupación por el episodio y dio instrucciones para que el coronel Clarke, en cuanto fuese puesto en libertad, regresase a Inglaterra a la mayor brevedad posible para dar explicaciones.

Finalmente la policía española archivó el tema como un “asunto homosexual” y dejó en libertad a Clarke tras hacerle pagar una multa.

Tal como se le había ordenado, el coronel Clarke regresó a Lisboa y allí embarcó en el primer barco que encontró, el Ariosto, un mercante británico que iba a zarpar con destino a Liverpool. El 24 de octubre el barco fue torpedeado y hundido por un submarino alemán. Clarke y el resto de supervivientes fueron trasladados a Gibraltar. Churchill aceptó entonces que fuese el gobernador de la colonia, Lord Gort, quien entrevistase al coronel. No se sabe con qué argumentos, Clarke convenció al anciano gobernador, que acabó aceptando sus explicaciones y concluyó que “podemos esperar razonablemente que esta escapada y sus consecuencias le han castigado lo suficiente como para que se muestre más prudente en el futuro”.

La gran duda es qué hacía Clarke en una calle de Madrid vestido de mujer. No hay nada que indique que su comportamiento tuviese una motivación sexual. Parece que tenía un gran sentido del humor, pero tampoco creo que pensase que la España de 1941 estaba para muchas bromas. En realidad lo más probable es que hubiese decidido disfrazarse para seguir o vigilar a alguien, o quizás para ponerse a prueba a sí mismo. Clarke no era un agente de campo, pero imaginemos que se encontró en Madrid con algún personaje sospechoso y no tenía a nadie a quien recurrir. Con su experiencia en operaciones de inteligencia pudo pensar que estaba perfectamente capacitado para hacer un trabajo de seguimiento. Evidentemente se equivocó. Y quedó en el más espantoso de los ridículos.

Pese a todo, el episodio de Madrid no afectó a la carrera militar de Clarke. Una carrera brillante, por otro lado. Fue sin duda un genio de la desinformación. Buena parte de las operaciones de engaño previas a la batalla de El Alamein y a los desembarcos en Sicilia y Normandía fueron obra suya. Como por ejemplo, la operación Copperhead, que hace ya tiempo comenté en este blog. También, aunque esto fue anterior a su “aventura” española, tuvo un papel decisivo en la creación de los Commandos británicos (también lo conté aquí hace tiempo) e incluso en la de los Rangers estadounidenses. Se retiró con el rango de general de brigada y con el reconocimiento de todos a su extraordinaria trayectoria.

El misterio de la casa de Cofete

Hace unos días recibí un mensaje pidiéndome información sobre Gustav Winter y sus supuestas actividades ocultas en la isla de Fuerteventura. En mi respuesta no tuve más remedio que confesar mi absoluta ignorancia sobre el tema. Si algún amable lector conoce algo más de esta historia aparte de lo que se puede encontrar en internet y lo quiere compartir con nosotros, adelante.

En mi modesta biblioteca solo he podido encontrar dos referencias a Gustav Winter. Una en el libro La guerra secreta de Franco, de Manuel Ros Agudo:

El mariscal Goering a partir de 1938 envió a España al menos a siete de sus hombres para preparar contactos necesarios en el futuro. A mediados de abril de 1939 el jefe de la Luftwaffe y Canaris acordaron destinar 96.000 dólares como fondo suplementario para el Abwehr en España.
El interés de Goering por todo lo español en esta época era muy intenso apoyando las iniciativas de la Marina. Destinó un grupo informativo especial a las islas Canarias bajo la tapadera de una expedición de pesca comercial. Su misión era buscar lugares apropiados para las operaciones secretas de suministro a submarinos. Durante un mes, entre el 14 de julio y el 14 de agosto de 1938, los componentes del grupo a bordo del pesquero Richard Ohlrogge se dedicaron a tomar fotografías y elaborar detallados mapas de calas recónditas en las islas. De cara al exterior tan sólo buscaban un emplazamiento para una fábrica de conservas de pescado, por encargo de Gustav Winter. Se trataba de un alemán afincado en Canarias que desde 1937 venía proponiendo a Berlín el establecimiento de un puerto de pesca alemán en el archipiéliago. La idea había sido acogida por entusiasmo por Goering y Bernhardt, viendo enseguida las posibilidades que tal negocio presentaba para dar cobertura legal a ciertos fines menos confesables. Financiaron la expedición en cuestión de meses.
En realidad el proyecto de Winter era mucho más ambicioso. Pretendía industrializar la desértica isla de Fuerteventura, iniciar su electrificación y montar, además de la industria de pesca con su pequeña flota propia, una fábrica de cemento. Los documentos alemanes de la oficina del Plan Cuatrienal o del Ministerio de Exteriores referentes a Winter evitan cuidadosamente cualquier alusión a referencias de índole estratégica o militar, salvo que debían construirse en el emplazamiento finalmente elegido unos grandes muelles. Tras el acuerdo de Munich en septiembre de 1938, el mariscal debió perder temporalmente interés por el proyecto, y no volvió a mandar otra "expedición" hasta junio de 1939.
Queda pues suficientemente aclarado que el objetivo primordial alemán no era desarrollar simples actividades de pesca, pues en caso de guerra sería imposible transportar las capturas a Alemania, sino hacerse con un punto de apoyo discreto en Canarias para el suministro a sus unidades navales.
Aunque todo el asunto permanece todavía oscuro, el hecho es que Gustav Winter adquirió en 1939-1940 un extenso terreno en el extremo sudoccidental de Fuerteventura, en la llamada península de Jandía, donde construyó una casa aislada en la playa de Cofete con acceso directo al mar y a unas grutas naturales de gran profundidad. El lugar se prestaba de forma ideal para el suministro de combustible y torpedos a los submarinos alemanes o como punto de descanso para las tripulaciones entre misiones.

La segunda alusión a Gustav Winter la he encontrado en el libro La lista negra, del periodista José María Irujo, que da una versión de la historia bastante más fantasiosa (al menos a mí me resulta difícil de creer):

En las islas Canarias la Abwehr contaba con uno de sus agentes más eficientes y comprometidos. Se llamaba Gustav Winter y era el encargado de los puestos de observación, equipados con "telefonía sin hilos" (tal era la denominación que se utilizaba) y del abastecimiento de los submarinos alemanes que arribaban a sus tranquilas costas. Los lobos grises del almirante Karl Dönitz, responsable de la guerra submarina, costeaban por las islas Canarias al su antojo y muchas de las empresas de Johannes Bernhardt, el presidente de Sofindus, los abastecían de alimentos y materiales con los barcos nodriza. Winter supervisaba los aprivisonamientos.
El agente Gustav Winter no sólo ejercía como informador y abastecedor, también creó en Fuerteventura un oasis donde los marineros pudieran descansar y olvidar la tensión de la guerra. Un edén al que sólo se podía acceder por mar o después de una larga caminata de varias horas bordeando barrancos y acantilados. La Casa de Cofete era un enorme y elegante caserón, con torreón incluido, en la península de Jandía, en el sur de la isla, en cuyos salones los oficiales nazis, con sus trajes de gala, bailaban hasta el amanecer con una variada tropa de prostitutas llegadas desde Berlín. Sexo, música y alcohol en veladas interminables bajo la atenta mirada de la cruz gamada y el retrato de Hitler, omnipresente en las dependencias principales del palacio.
Nadie que no hablara alemán podía pasear bajo los arcos de la Casa de Cofete, la villa cercada por una valla con carteles donde se leía "Propiedad privada". El pueblo más cercano estaba a varias horas de camino y casi ningún lugareño osaba acercarse a fisgonear por el feudo de los nazis. Desde los años cuarenta los submarinos fondeaban en la playa del mismo nombre y, mientras la tropa permanecía en sus estrechas literas, los oficiales remaban en botes hasta la playa y caminaban en dirección al caserón con sus uniformes de gala. Allí les esperaban las chicas de Berlín que, además de compañía, siempre traían noticias. Lo que ocurría en la playa Cofete era de dominio público, pero nadie en Fuerteventura se atrevía a censurarlo.
El agente Gustav Winter iba y venía de Tenerife a Fuerteventura. En ambas islas se desenvolvía con comodidad y gozaba de influencia en ámbitos castrenses, en los que no ocultaba sus actividades a favor de Hitler. En Santa Cruz de Tenerife, residía en el número 4 de la calle de la Brisa. En Fuerteventura, podía localizársele en las oficinas de Atlántica Comercial S.A., en Jandía. Los aliados vigilaban todo cuanto ocurría a su alrededor y denunciaban sus actividades a las autoridades locales, que miraban hacia otro lado.

En octubre de 1947 los aliados presentaron al Ministerio de Asuntos Exteriores español una lista en la que figuraban los nombres, direcciones y actividades de 104 agentes alemanes que habían trabajado en España durante la guerra y permanecían en el país sin ser molestados (es la “lista negra” a la que se refiere el título del libro de Irujo). Los aliados reclamaban al gobierno de Franco que fuesen detenidos y repatriados. En esa lista figuraba Gustav Winter:

WINTER, Gustav
Calle de la Brisa, 4 Tenerife, o Atlántica Comercial S.A., Jandía, Islas Canarias
Agente alemán en las Islas Canarias, estuvo a cargo de los puestos de observación equipados con W/T*. Fue responsable del suministro de los U-Boats (sic)
* W/T significa “telefonía sin hilos”, o sea, equipos de comunicaciones por radio.

En resumen, Gustav Winter era un alemán residente en las Canarias que antes de la guerra había conseguido financiación de su gobierno para instalar una industria pesquera en el archipiélago. Es más que probable que detrás de sus actividades empresariales estuviesen los servicios secretos alemanes (según Ros Agudo el interesado en el plan era Göring, según Irujo era una operación del Abwehr) con la intención de conseguir una base de apoyo para la marina germana en el Atlántico. Al final el proyecto industrial se quedó en nada y Winter se limitó a edificar un caserón en una enorme finca que había adquirido en una zona casi desértica de la península de Jandía, en el extremo sur de Fuerteventura. En principio parece que era un buen lugar para servir de base de abastecimiento de submarinos (aunque en alguna página se dice que la costa no es lo suficientemente profunda), pero que yo sepa no hay pruebas de que realmente llegase a ser utilizada con ese fin. En otros casos en los que se abastecieron en España submarinos alemanes se conocen las fechas en las que se hicieron los abastecimientos y los numerales de los sumergibles implicados. En esas operaciones los alemanes utilizaban mercantes que al comienzo de la guerra se habían refugiado en puertos españoles. Uno de ellos, el petrolero Corrientes, se encontraba en las mismas islas Canarias, en el puerto de Las Palmas. Las actividades alemanas, ilegales por violar la neutralidad española, eran conocidas, permitidas e incluso apoyadas por las autoridades locales y el gobierno de Franco. También se conoce algún caso de submarinos capturados en los que las tripulaciones reconocieron tras interrogatorios haberse abastecido en puertos españoles. La colaboración del gobierno español terminó a finales de 1941 por las presiones aliadas. En cambio, oficialmente España no sabía nada de las actividades alemanas en Cofete. No se conoce ninguna fecha concreta ni ningún submarino determinado (al menos por la poca información que tengo yo) que hubiese sido abastecido en la playa Cofete durante la guerra. Lo que está claro es que los servicios secretos británicos estaban muy seguros de que Winter era un agente alemán (ya le consideraban sospechoso incluso antes del comienzo del conflicto) y de que la casa de Cofete era en realidad una base secreta de la flota submarina, y hay que recordar que al terminar la guerra los aliados tuvieron acceso a toda la información de la Kriegsmarine, incluidos los cuadernos de bitácora de sus buques.

Aunque, pensándolo bien, si es cierto que la casa de Cofete estaba llena de prostitutas se entendería que los capitanes no dejasen constancia de sus visitas. No fuera a enterarse la parienta.

La casa de Cofete:

Foto: http://www.villawinter.com/site3_es.htm

Guerra de propagandas en España

Vamos con una nueva entrada sobre la "guerra postal". Esta es una historia que he conocido por el libro La guerra secreta de Franco, de Manuel Ros Agudo. Es un ejemplo de guerra propagandística en un país no beligerante: En España la ley ponía restricciones a la propaganda que podían distribuir los países contendientes dentro del territorio nacional, limitándola a los boletines publicados por los servicios de prensa de sus embajadas. Esos boletines se editaban en teoría para ser enviados por correo a las autoridades españolas, aunque siempre se trataba de mandarlas a la mayor cantidad posible de personas. Los servicios de propaganda aliados tenían un presupuesto mucho mayor que los alemanes, sobre todo desde la entrada en guerra de los Estados Unidos, y por ello sus boletines tenían una mayor difusión. Para contrarrestar esa desventaja, la embajada alemana puso en marcha un plan de contrapropaganda, que fue conocido como Grosse Plan ("Gran Plan"). Se trataba de crear una gran red de simpatizantes y colaboradores que distribuyesen panfletos editados ilegalmente y que localizasen e interceptasen la mayor cantidad posible de propaganda enemiga. Contaba con el apoyo de Falange y la colaboración de su jefe nacional de propaganda, el de la asociación de ex-cautivos de la guerra civil y de otras organizaciones pro-alemanas. Se puso un interés especial en tener conexión directa con el personal de la Dirección General de Seguridad (es decir, las fuerzas de seguridad del Estado) y con el del Servicio de Correos.

La participación de los funcionarios de Correos simpatizantes fue muy importante. En muchas oficinas, entre ellas las centrales de algunas de las principales ciudades, se tomó como costumbre interceptar la propaganda angloamericana y venderla a la Papelera Madrileña para que fuese convertida en pulpa de papel. La embajada británica se quejaba continuamente de que envíos postales correctamente franqueados se perdiesen por toneladas. No tardaron en enterarse de que sus boletines acababan vendidos al peso. En sus protestas daban todo tipo de datos, incluyendo nombres de los funcionarios y los responsables implicados. A pesar de las fundadas quejas británicas las autoridades españolas nunca actuaron para frenar estas prácticas, limitándose a asegurar a los ingleses que iban a ser investigadas.

Planes para la entrada de España en la guerra

En la segunda mitad de 1940 la entrada de España en la guerra al lado del Eje parecía casi inevitable. Hubo momentos en los que muchos, tanto de un bando como de otro, creyeron que era inminente. Y en consecuencia se prepararon para ello. Este es un pequeño resumen de los planes que españoles, alemanes y británicos tenían preparados para cuando Franco decidiese que había llegado el momento de ocupar su lugar entre los líderes del nuevo orden mundial.

Por parte española las hostilidades comenzarían, como no podía ser de otra manera, con el ataque a Gibraltar. De hecho los primeros planes del Estado Mayor Central del Ejército que recogían acciones ofensivas contra la colonia británica ya habían sido aprobados por Franco en agosto de 1939, pocos meses después del final de la Guerra Civil e incluso antes de que estallase el conflicto en Europa. Fue en esa fecha cuando comenzaron las obras de una línea de fortificaciones en la región del Estrecho. La línea fortificada tenía una longitud total de 120 Km, y constaba de casi 500 puntos fortificados y emplazamientos para 200 cañones. El gobierno español trataba de tranquilizar a los británicos mientras se construían las fortificaciones afirmando que eran obras meramente defensivas. Y en parte lo eran. Una de sus misiones era evitar que los británicos tratasen de obtener una zona de seguridad en torno al Peñón desembarcando en algún punto del litoral entre Barbate y la desembocadura del río Guadiaro. Además las fortificaciones principales se encontraban en La Línea, en la salida terrestre de la colonia británica. Pero también, como ya se especificaba en los planes del Estado Mayor de 1939, la línea fortificada se construía para cumplir con otras funciones: En primer lugar se trataba de concentrar una gran fuerza artillera capaz de batir la colonia británica con un intenso y continuo fuego de artillería con el fin de obtener su rendición. Y después, una vez conquistada la colonia, la artillería se utilizaría para cerrar el Estrecho a la navegación enemiga. Las fuerzas destinadas a las fortificaciones del Estrecho (dos divisiones y tres batallones de ametralladoras) estuvieron al mando del general Muñoz Grandes hasta julio de 1941, cuando tomó el mando de la División Azul.

Nunca España estuvo tan cerca de entrar en la guerra como en octubre de 1940. Fue cuando Hitler aceptó que una victoria rápida contra Gran Bretaña no iba a ser posible y fijó su atención en el Mediterráneo. Franco hacía meses que había cambiado la neutralidad española por la "no beligerancia", un status ambiguo, en realidad inexistente hasta que lo inventó Mussolini como paso previo a la beligerancia plena. Hitler era el amo de Europa, y otros, como el propio Mussolini, no habían dudado en subirse corriendo al carro de los vencedores cuando tuvieron la ocasión. La derrota de Francia daba a Franco la oportunidad de ver cumplidos sus sueños imperiales a costa de las colonias francesas en Africa. Y estaba Gibraltar, y la posibilidad de recuperarla aprovechando la situación crítica en la que se encontraba Gran Bretaña. Entrar en la guerra antes de que los británicos fuesen definitivamente derrotados permitiría a Franco sentarse en la mesa de negociación como uno de los vencedores de pleno derecho. En este contexto fue cuando ese mes de octubre el Estado Mayor Central del Ejército presentó su plan definitivo para la conquista de Gibraltar, la Operación C. Como estaba previsto desde que comenzó a construirse la línea fortificada del Estrecho el año anterior, la operación consistiría básicamente en que la artillería española machacaría sin descanso la colonia británica hasta acabar con sus defensas. El ataque constaría de las siguientes fases:

1- Fuego intenso sobre la artillería fija gibraltareña (por entonces 12 piezas de 305 mm, 9 de 225mm y 19 de 152 mm) a cargo de un total de 236 cañones y obuses de gran calibre emplazados a lo largo de la bahía de Algeciras.
2- Fuego contra la artillería antiaérea inglesa. La artillería española se aumentaría hasta totalizar 416 obuses y cañones de calibre variado.
3- Tiro de demolición para abrir paso a los carros, realizado por 170 piezas de gran calibre.
4- Ataques aéreos: 80 aparatos para bombardeo diurno y 20 nocturno.
5- Avance de la infantería apoyada por carros y por una cortina de fuego de morteros. Sólo si la infantería era obligada a retirarse se recurriría al asedio.

No había ninguna referencia a ayuda alemana.

Los preparativos comenzaron inmediatamente. En realidad antes de que se presentase el plan ya se habían preparado una importante cantidad de posiciones de artillería en torno a Gibraltar.

Por su parte, los alemanes también se estaban preparando para intervenir en España. El 12 de noviembre de 1940, después del fracaso de la cumbre de Hendaya, Hitler emitió su Directiva nº 18:


Se han iniciado las medidas políticas para inducir a España a ingresar prontamente en la guerra. El objetivo de la intervención alemana en la Península Ibérica (Operación Felix) será el sacar a los ingleses del Mediterráneo Occidental.
Para este propósito:
a) Gibraltar debe ser tomado y el Estrecho de Gibraltar cerrado.
b) Se debe evitar que los ingleses pongan el pie en otro punto de la Península Ibérica o de las islas atlánticas.
Para la preparación y ejecución de la operación se pretende lo siguiente:

Sección I:
a) Grupos de reconocimiento (oficiales en ropas de civil) completarán el requisito de preparación de la ejecución de la operación contra Gibraltar y para la captura de los campos aéreos. En lo concerniente al camuflaje y la cooperación con los españoles ellos estarán regidos por las medidas de seguridad del Departamento de Inteligencia Exterior.
b) Unidades especiales del Departamento de Inteligencia Exterior en cooperación encubierta con los españoles, tomarán medidas para la protección del área de Gibraltar contra los intentos ingleses para extender el área de vigilancia o descubrir prematuramente y entorpecer los preparativos. 
c) Las unidades designadas para las acciones se alistarán lejos de la frontera franco-española y sin darle a las tropas explicaciones prematuras sobre la operación. La alerta preliminar para el comienzo de las operaciones serán emitidas 3 semanas antes que las tropas crucen la frontera franco-española (Pero solamente después de terminados los preparativos respecto a las islas atlánticas).
En vista de la limitada capacidad de los ferrocarriles españoles, el Ejército designará mayormente unidades motorizadas para la operación de manera que los ferrocarriles sólo sean usados para suministros.

Sección II
a) Dirigidos por observaciones en las cercanías de Algeciras, unidades de la Luftwaffe conducirán ataques aéreos desde suelo francés contra las unidades de la flota inglesa fondeadas en la Bahía de Gibraltar y después del ataque aterrizarán en aeropuertos españoles.
b) Poco después las unidades asignadas para actuar desde España cruzarán la frontera franco-española por tierra o por aire.

Sección III
a) El ataque para la captura de Gibraltar será ejecutado por tropas alemanas.
b) Las tropas se organizarán para marchar hacia Portugal en caso de que los ingleses traten de poner el pie en ese país. Las tropas designadas para esto marcharán hacia España inmediatamente después de las fuerzas asignadas para Gibraltar.

Sección IV
Si fuera necesario, se tendrá el apoyo de los españoles del lado del Marruecos Español para cerrar el estrecho después de la captura de Gibraltar.

Se aplicará lo siguiente relacionado con el poderío de las unidades comprometidas en la Operación Félix:

Heeres:
Las unidades designadas para Gibraltar deben ser lo suficientemente fuertes para tomar el Peñón aún sin la ayuda española. Conjuntamente, un grupo menor debe estar disponible para apoyar a los españoles en el supuesto caso de que los ingleses intenten desembarcar en otro lugar de la costa española.
Para la posible marcha hacia Portugal, se tendrán listas principalmente unidades móviles.

Luftwaffe:
Para el ataque aéreo del puerto de Gibraltar se asignarán fuerzas suficientes para garantizar un éxito rotundo.
Para las subsiguientes operaciones contra objetivos navales y para el apoyo a las unidades terrestres se transferirán a España unidades de bombardeo en picada.
Se asignarán suficientes unidades de Artillería Antiaérea para las fuerzas terrestres incluso para ser utilizadas contra blancos terrestres.

Kriegsmarine:
Se proveerán U-boots para combatir a la escuadra inglesa de Gibraltar, en especial para atacar la evacuación de la isla que se espera ocurrirá después del ataque aéreo.
Para apoyar a los españoles en la clausura del Estrecho de Gibraltar, se preparará la transferencia de baterías costeras con la cooperación con la Kriegsmarine.

No se prevé la cooperación de Italia.

Las islas atlánticas (particularmente las Canarias y las islas Cabo Verde) a raíz de las operaciones en Gibraltar ganarán importancia para la conducción de nuestras operaciones navales y también para los ingleses. El Comandante en Jefe de la Kriegsmarine y el Comandante en jefe de la Luftwaffe estudiarán como puede apoyarse la defensa española de las Canarias y cómo pueden ocuparse las islas de Cabo Verde.
De la misma forma requiero que se examine la cuestión de la ocupación de Madeira y de las Azores así como las ventajas y desventajas que tendrían para la conducción de la guerra naval y aérea.
Se me harán llegar esos exámenes a la mayor brevedad posible.

Firmado:
Adolf Hitler


Los preparativos para la operación comenzaron inmediatamente después de que Hitler emitiese la directiva. El ataque a Gibraltar sería efectuado por dos regimientos de tropas de élite y una gran fuerza artillera bajo el mando conjunto del general Ludwig Kuebler. Las fuerzas asignadas fueron el Regimiento de Infantería Grossdeutschland y el 98º Regimiento de la 1ª División de Montaña, además de 26 batallones de artillería y otras unidades auxiliares. El avance de estas unidades a través de la península estaría cubierto por tres divisiones motorizadas, que tendrían que hacer frente a un posible ataque británico desde Portugal (la 16ª División Motorizada se concentraría en Valladolid, la 16ª División Panzer en Extremadura, y la División SS Totenkopf en los alrededores de Sevilla). Otras dos divisiones se mantendrían en reserva para intervenir en el Protectorado de Marruecos si fuese necesario.

La fecha inicialmente prevista para el inicio de las operaciones era el 10 de enero de 1941. Pero para que las tropas alemanas pudiesen atravesar la península y atacar Gibraltar tenían que conseguir antes que España se uniese definitivamente al Eje.

En la reunión entre Franco y Hitler en Hendaya había quedado claro que los españoles estaban dispuestos a entrar en la guerra, pero sólo después de recibir la ayuda militar y económica que demandaban. Hitler confiaba en poder presionar lo suficiente al gobierno español para que accediese a sus propuestas sin necesidad de comprometerse en nada. A petición del ministro de Asuntos Exteriores alemán Joachim von Ribbentrop, su homólogo Serrano Suñer viajó a Berchtesgarden para una reunión con Hitler el 19 de noviembre. Pero ya era demasiado tarde. En el verano de ese año había sido Franco quien estuvo tentado de entrar en la guerra (en aquel momento habría comenzado con una invasión del Marruecos francés), pero se había encontrado con la indiferencia de Hitler, que no quería dar motivos a los franceses partidarios de continuar la lucha. A partir de agosto/septiembre, cuando empezó a haber dudas de una victoria rápida alemana, la situación se dio la vuelta: los estrategas alemanes empezaron a prestar atención al Mediterráneo, y los españoles comenzaron a dudar, porque eran conscientes de que España no estaba preparada para una guerra larga.

En el mes de noviembre era ya evidente que Mussolini se había precipitado al entrar en la guerra sin la preparación necesaria (los ejércitos italianos estaban siendo destrozados en Grecia y Libia). El ejemplo de Italia tuvo que influir mucho en la postura que tomó Franco ante las presiones de Hitler. Además se acercaba un invierno que iba a ser muy difícil. España estaba destrozada por tres años de guerra civil, la gente literalmente se moría de hambre, y si la guerra provocaba el fin del comercio con el continente americano, de donde procedían las vitales importaciones españolas de trigo y petróleo (algo que con el dominio británico del Atlántico iba a ser imposible de evitar) la situación del país terminaría siendo catastrófica si antes sus aliados del Eje no garantizaban que sustituirían ellos a los suministradores americanos. En un informe fechado el 11 de noviembre y firmado por el entonces capitán de fragata Luis Carrero Blanco, jefe de Operaciones del Estado Mayor de la Marina, se insistía en estos puntos, siendo por otra parte bastante pesimista con las alternativas: cuando comenzase la guerra las comunicaciones atlánticas quedarían cortadas (lo que incluía la imposibilidad de defender las Canarias), pero además, mientras los británicos siguiesen dominando el Mediterráneo, los alemanes no podrían abastecer a España de todos los productos que necesitase aunque quisieran, porque los transportes por ferrocarril serían insuficientes para ello (Carrero se refería al petróleo y el trigo provenientes del Mar Negro, que sólo podría llegar sin problemas a España si se expulsaba a los ingleses del Mediterráneo). La conclusión de Carrero era que España no tendría que entrar en la guerra antes de que las fuerzas del Eje tomasen Suez. Sólo si los británicos perdían el canal de Suez tendría sentido arriesgarse. Con la otra entrada al Mediterráneo en manos del enemigo, el cierre de Gibraltar habría sido prácticamente inútil y España no tendría garantizado el suministro de los productos esenciales que necesitaba.

En resumen, España entraría en la guerra, pero no antes de que estuviese realmente preparada. Esa había sido la auténtica posición de Franco en Hendaya y fue lo que repitió Serrano en Alemania.

La entrevista fue por tanto un nuevo fracaso: Hitler pretendía que se fijase la fecha para la Operación Felix (que sabemos que se acababa de aprobar), mientras que Serrano insistió en que no podía hacerlo mientras no se asegurasen los suministros vitales que España iba a necesitar. Puede que al quedar desbaratados sus planes en esta reunión fuese cuando Hitler empezó a culpar a Serrano Suñer, al que consideraba un personaje intrigante y falso (una imagen totalmente equivocada, ya que Serrano era posiblemente el español que más deseaba entrar en la guerra al lado de Alemania).

A medida que pasaba el tiempo disminuían las presiones alemanas para que España entrase en la guerra. El 18 de diciembre Hitler firmó la Directiva nº 21, que ordenaba el comienzo de los preparativos para invadir la Unión Soviética la primavera siguiente. Enero de 1941 era la fecha límite para la Operación Felix, a partir de entonces a Hitler no le iba a interesar distraer fuerzas en el Mediterráneo occidental, cuando las fuerzas armadas alemanas tenían que concentrarse en preparar el ataque a la URSS. Al ver los nulos resultados de la cumbre de Hendaya y del viaje de Serrano Suñer a Alemania Hitler supo que en ningún caso Franco aceptaría lanzarse a la guerra sin garantías de ayudas económicas y militares (y de ganancias territoriales, un punto que le ponía en una situación difícil con Mussolini y con Pétain). La beligerancia española sólo se habría conseguido después de una negociación larga y difícil. Cuando se dio cuenta de eso, Hitler perdió todo su interés por España y Gibraltar.

Había otro posible punto de discordia que en principio habría sido menor, pero que pudo haber tenido su importancia: Como se puede ver en la Directiva 18, en los planes alemanes no se tiene en cuenta la participación española en la toma de Gibraltar: sería una operación totalmente alemana. Eso era algo que Franco difícilmente habría aceptado. Gibraltar tendría que ser ocupado por tropas españolas, era una cuestión de honor.

Por su parte, también los ingleses se preparaban para la inminente entrada de España en la guerra. Estas eran las órdenes enviadas por el Almirantazgo británico a sus fuerzas en Gibraltar y el Atlántico el 22 de julio de 1940 para el caso de que se confirmase la beligerancia española:


Detallamos a continuación el plan de guerra contra España.
A. Se pretende mantener una fuerza basada en Gibraltar para el control del Estrecho mientras pueda utilizarse como base naval. La composición de esta fuerza depende de las circunstancias en esa coyuntura, pero por el momento consiste en la Fuerza H.
B. Tan pronto como sea posible después del comienzo de la guerra serán ejecutadas operaciones contra Vigo, Cádiz y Ferrol. Ordenes separadas serán comunicadas para cada una de estas operaciones.
C. Se están preparando planes y disponiendo fuerzas detalladas para la ocupación de las islas Azores y Cabo Verde y se pretende que se lleven a cabo tan pronto como se inicie la guerra. El riesgo de ruptura de relaciones con Portugal será aceptado puesto que se asume que en todo caso Portugal será invadido por España y está más allá de nuestras posibilidades proporcionarle asistencia militar para su defensa.
D. La ocupación de las Canarias es una empresa impracticable en el momento actual pero sí se prevén operaciones ofensivas contra esas islas.
E. Si el uso de Gibraltar se hace inviable las fuerzas allí presentes se irán en parte a Freetown y en parte al Reino Unido según las circunstancias. La XIII Flotilla de Destructores probablemente quedará emplazada en las Azores tan pronto como estas islas hayan sido ocupadas.
F. Se llevará a cabo un minado ofensivo de las entradas a los puertos noroccidentales de España siguiendo órdenes del Almirantazgo y en cuanto la oportunidad lo permita. Un depósito de minas magnéticas está siendo remitido en estos momentos a Gibraltar y la consiguiente apreciación sobre la política general de minado contra España será comunicada al comandante en jefe de las Fuerzas del Atlántico Medio, al comandante en jefe de las Fuerzas en el Mediterráneo y al comandante en jefe de las Fuerzas del Atlántico Norte, para servirles de guía en la ejecución de las operaciones.


La respuesta inglesa, inmediatamente después de que se confirmase la beligerancia española ("tan pronto como se inicie la guerra"), sería la ocupación de las islas atlánticas portuguesas (operaciones Brisk y Shrapnel), para lo que se designaron fuerzas navales y terrestres, con un plazo previsto de embarque de 48 horas desde que se recibiese la orden. Se descartaba realizar desembarcos en las Canarias, por la escasez de recursos y la fuerte resistencia prevista a la ocupación. En cambio los ingleses esperaban ocupar las Azores y Cabo Verde sin resistencia, y poder utilizarlas a continuación como bases que les ayudasen a conservar abiertas las rutas atlánticas. También estaba previsto el minado de los puertos atlánticos españoles. Además la Royal Navy atacaría varios puertos (Vigo, Cádiz o Ferrol) "tan pronto como fuera posible".

Si España entraba en la guerra la situación británica en el Mediterráneo se volvería muy difícil. También en el Atlántico se complicaría mucho si dejaban que se instalasen bases aéreas o navales enemigas en las Azores (que podrían cortar las rutas con América) y en Cabo Verde (que lo harían con las del cabo de Buena Esperanza, la única alternativa a las comunicaciones con el Mediterráneo oriental y Asia si Gibraltar quedaba cerrado). El plan británico lo que pretendía era adelantarse a una invasión hispano-alemana de Portugal, o a su entrada forzada en el Eje, que sería una consecuencia inevitable de la beligerancia de España y la presencia militar alemana en la península. No se esperaba una ocupación por sorpresa por fuerzas alemanas de las islas portuguesas, y menos aún la fortificación posterior de estas islas con fuerzas suficientes (aunque como se ve en la directiva 18, Hitler no descartaba ninguno de esos objetivos). Pero la ocupación de estos archipiélagos era lo único que podían hacer los británicos con los escasos recursos de los que disponían para paliar el daño que les haría que el Eje pudiese utilizar bases en la Península Ibérica y la costa atlántica del norte de Africa.

Las fuerzas designadas para las operaciones Brisk y Shrapnel (cuatro batallones de Royal Marines y otro de infantería) fueron concentradas en el puerto de Plymouth en julio de 1940, y el material bélico y los suministros estuvieron preparados en Liverpool, todo ello dispuesto para partir en un plazo de cuarenta y ocho horas desde la recepción de la orden de embarque. Tropas y equipos se mantuvieron en espera hasta 1941.

La ocupación de las islas Canarias se descartó porque habría necesitado como mínimo de una división de infantería y una importante fuerza naval, que incluiría un portaaviones y varios cruceros, demasiado para las otras necesidades que tenían los ingleses en ese momento, cuando la propia Inglaterra estaba amenazada de invasión. Aun así, se hicieron planes para la invasión de las Canarias si surgía la ocasión, al igual que otras operaciones aún más ambiciosas, como la ocupación del Marruecos español si había posibilidad, o el apoyo a una posible resistencia armada a la entrada de tropas alemanas por algún sector del ejército español en el sur de la península...

Pero en principio los ingleses ni siquiera esperaban poder mantener Gibraltar por mucho tiempo, por lo que en sus planes no se destinaban fuerzas extra para la defensa de la colonia británica. Con el puerto y el aeropuerto al alcance de la artillería española no tendrían ninguna forma de recibir ayuda, y el asedio haría que Gibraltar cayese tarde o temprano. Los ingleses no arriesgarían una flota para intentar abastecer Gibraltar, porque aunque resistiese iba a ser inútil como base naval o aérea y el estrecho iba a estar cerrado para ellos igualmente (a diferencia de Malta, donde sí que arriesgaron y perdieron muchos buques para mantenerla a toda costa). Su única posibilidad era que los defensores de Gibraltar pasaran a la ofensiva y consiguiesen ampliar y mantener un perímetro de seguridad de varios kilómetros para dejar a la colonia fuera del fuego directo de la artillería española, pero para eso iban a necesitar muchos más medios que los que tenían disponibles. De hecho ese plan existió, pero fue descartado.

Finalmente Hitler dirigió toda su atención al este y se olvidó de Gibraltar. Franco por su parte mantuvo su "no beligerancia", aunque volvió a tener la tentación el verano siguiente, cuando el ataque alemán a la URSS le dio la excusa ideológica que necesitaba. Pero no pasó del gesto simbólico de organizar una fuerza de voluntarios que participaría en la guerra contra el comunismo integrada en el ejército alemán. Las presiones económicas del bloque anglosajón pudieron más que las afinidades ideológicas y los sueños imperiales.


Fuentes principales:
Enrique Moradiellos: Franco frente a Churchill
Manuel Ros Agudo: La guerra secreta de Franco
http://www.exordio.com/1939-1945/militaris/batallas/felix.html
http://www.exordio.com/1939-1945/codex/Documentos/directiva18.html
http://mundosgm.com/smf/index.php/topic,717.0.html


Himmler en Montserrat

Uno de los mitos más extendidos sobre las creencias esotéricas nazis es el del viaje del Reichsführer-SS Heinrich Himmler a España en octubre de 1940, según se dice siguiendo pistas en su búsqueda del Grial que le condujeron a Montserrat. Supuestamente Himmler habría dado crédito a las teorías que identificaban la montaña de Montserrat con el mítico castillo de Montsalvat, la fortaleza en la que los caballeros de la Orden del Santo Grial custodiaban la sagrada reliquia.

En realidad el viaje de Himmler a España fue oficial. Era la devolución de una visita a Alemania que había hecho en agosto de 1940 el conde de Mayalde, director general de Seguridad español. Los objetivos que buscaba Himmler: extender a España la acción de la Gestapo para controlar a los residentes alemanes (más de 30.000), tratar el tema de los refugiados republicanos que habían quedado en la Francia ocupada (de los que Franco se desentendía totalmente), y la creación de un servicio conjunto hispano-alemán para operar en América Latina. Pero sobre todo se trataba de preparar el terreno para la cumbre Franco-Hitler que se iba a celebrar unos días después, e insistir ante las autoridades españolas en la aspiración principal de Hitler: conseguir paso libre a través de España para las tropas que atacarían Gibraltar.

Himmler tuvo una agenda muy apretada en España, pero ocupada en gran parte por actos culturales. El 19 de octubre llegó a la frontera de Irún. En San Sebastián visitó el Museo de San Telmo y el monte Igueldo. Por la tarde fue a Burgos, donde visitó la catedral. Durante la noche hizo el viaje a Madrid en tren. El día 20 por la mañana, ya en al capital, tuvo las entrevistas con Franco y Serrano Suñer (el "Cuñadísimo" y ministro de Asuntos Exteriores). Por la tarde fue a una corrida de toros a Las Ventas. A continuación visitó la Dirección General de Seguridad y se entrevistó con Mayalde, y por la noche tuvo una cena de gala ofrecida por las autoridades españolas. El 21 estuvo de turismo: visitó El Escorial y Toledo, y esa noche, de vuelta en Madrid, tuvo que asistir a otra cena, ofrecida por los residentes alemanes. El 22 se dedicó a visitar museos de Madrid, el del Prado y el Arqueológico, y de nuevo cena de gala, en este caso la de despedida ofrecida por Mayalde. El 23, el mismo día en que Franco y Hitler se entrevistaban en Hendaya, Himmler salió en avión de Madrid hacia Barcelona. En el aeropuerto fue recibido por el alcalde de la ciudad y el Capitán General de Cataluña. La comitiva se dirigió al Pueblo Español, donde asistieron a una representación de bailes regionales a cargo de la Sección Femenina. A continuación Himmler fue a almorzar al hotel Ritz. Esa tarde fue cuando hizo la visita a Montserrat, acompañado como siempre con una numerosa comitiva de políticos y militares españoles y alemanes. Allí fue recibido por un joven fraile, el padre Andreu Ripol, que hablaba perfectamente alemán (el abad del monasterio se había negado a recibirle poniendo como excusa su desconocimiento del idioma). Himmler no pareció muy interesado en la abadía ni en los símbolos religiosos. Regresaron a Barcelona, y después de una nueva recepción y cena ofrecida por el ayuntamiento, Himmler salió de España antes de que acabase el día.

Himmler es recibido por el padre Ripol:

himmler montserrat
Según se cuenta a Himmler le robaron la cartera durante su estancia en el Ritz, y a pesar de que es de imaginar que toda la policía de Barcelona se puso a buscarla, no lograron recuperarla. La leyenda convierte esa cartera en un maletín donde guardaba todos los documentos sobre el Grial que le habían conducido hasta allí.

En fin, que sin negar que Himmler tenía creencias ciertamente originales, por decirlo de alguna forma, su supuestamente misterioso viaje a España y su búsqueda del Grial por tierras catalanas a mí me parecen más leyenda que realidad. El Reichsführer-SS recibió en España tratamiento prácticamente de jefe de estado. Tuvo todo el tiempo a las personalidades del régimen franquista revoloteando a su alrededor. Allá donde iba salían las autoridades a recibirle (en Valladolid, en el viaje en tren entre Burgos y Madrid, fue el alcalde a presentarle sus respetos a la estación a pesar de que eran altas horas de la madrugada y Himmler estaba obviamente durmiendo y nadie se iba a atrever a despertarle). En fin, que iba a tener muy difícil hacer de Indiana Jones en Montserrat, aparte de que no se adivina un interés especial en esa visita, cuando hizo otras con bastante menos interés histórico-artístico.


Fuentes principales:
Manuel Ros Agudo: La guerra secreta de Franco
http://www.lne.es/sociedad-cultura/2010/01/22/chasco-nazi-montserrat/862894.html


La Nueve y la Liberación de París

La 2ª División Blindada de las Fuerzas de la Francia Libre, más conocida como División Leclerc, por el nombre de su comandante, fue creada en el Chad en mayo de 1943, con la base de la Fuerza L, o Columna Leclerc, y el añadido de una variada mezcla de unidades francesas y coloniales que habían participado en los combates en el norte de Africa. De los 16.000 hombres que la componían en inicio, aproximadamente 2.000 eran españoles. La gran mayoría eran veteranos del ejército de la República que se habían enrolado en la Legión Extranjera Francesa para salir de los campos de internamiento y evitar la deportación. Muchos habían participado en la campaña de Noruega en 1940 con la XIII semibrigada de la Legión Extranjera. También había un buen número de veteranos de los Corps Francs, unidades de guerrilleros del ejército francés. Muchos de ellos ya habían estado bajo el mando de Leclerc en la Force L, otros procedían del Corps Franc d’Afrique, y por último estaban los que se habían unido a la División tras ser liberados de los campos de castigo de Argelia.

En abril de 1944 la División Leclerc se trasladó de Marruecos a Inglaterra para participar en la operación Overlord. La división comenzó su desembarco en la playa Utah la noche del 31 de julio al 1 de agosto. El día 4 le tocó el turno de desembarcar a la 9ª Compañía del Regimiento de Marcha del Chad. Era una unidad formada casi exclusivamente por españoles (de los 160 hombres que la formaban, 144 eran españoles o de origen hispano), por eso la compañía era conocida como “La Nueve” (en español). Al mando estaba un oficial francés, el capitán Raymond Dronne. Los primeros días la compañía se mantuvo en reserva, hasta que el 13 de agosto llegó su bautismo de fuego, cuando la Nueve tomó al asalto la población de Ecouché. Los hombres de la Nueve tuvieron que mantener Ecouché en solitario soportando varios contraataques alemanes hasta el día 18. En cinco días de combates la compañía había sufrido siete muertos y diez heridos graves, pero su actuación fue un gran éxito táctico. Una acción destacada fue la de dos half-tracks al mando del sargento “Juanito” Reiter que el día 14 se infiltraron tras las líneas alemanas y tomaron un château, capturando a 129 alemanes, entre ellos un coronel.

El 20 de agosto estalló la insurrección popular en París. A pesar de los combates callejeros entre la Resistencia y las tropas alemanas, el mando aliado pretendía ceñirse al plan predeterminado y no tomar la capital hasta mediados de septiembre. París, además de una distracción en las líneas de avance previstas, supondría un enorme problema logístico para las fuerzas aliadas, que iban a tener que desviar del frente gran cantidad de recursos para atender a sus millones de habitantes. Por si fuera poco, estaba el temor de verse envueltos en una gran batalla urbana para la que no estaban preparados.

Pero De Gaulle no opinaba igual. El día 22 ordenó al general Leclerc que se dirigiese a toda velocidad a la capital con su 2ª División Blindada, para acudir en auxilio de los resistentes franceses y evitar que la ciudad fuese arrasada por los alemanes, y de paso para adelantarse a los estadounidenses y lograr una victoria simbólica: que las primeras tropas aliadas que entrasen en la capital fuesen de las Fuerzas de la Francia Libre. La división se puso en marcha el día 23 a las seis de la mañana. La Nueve partió de Ecouché y tuvo un papel destacado en el avance, siempre en vanguardia de la división.

El corresponsal de guerra de The New York Times narró en su crónica su encuentro con los republicanos españoles que avanzaban hacia París:

"A las seis de la mañana emprendimos la marcha hacia París, llegando hasta la población de Antony, donde fuimos detenidos por un escuadrón motorizado de republicanos españoles. La lucha en aquel sector se había recrudecido, y aquellos aguerridos muchachos de la República española consideraron que allí corríamos peligro. Aproveché la circunstancia para hablar con ellos. Muchos llevaban ya años luchando al lado de los hombres de la Francia Libre, y algunos eran evadidos de los campos disciplinarios de Normandía y de Cherburgo. Sus tanques y vehículos blindados llevan pintados en la parte delantera y en los lados nombres tan sugestivos como Ebro, Guadalajara o Belchite. Y enarbolan la bandera republicana".

Sobre las banderas republicanas que enarbolaban los vehículos de la Nueve, el capitán Dronne confesaría más tarde: “Yo no sé de dónde sacaron esas banderas, pero como en realidad era la bandera de su patria, nadie puso la menor objeción”.

El 24 por la mañana la 9ª Compañía participó junto al 501º Regimiento de Carros de Combate en la toma del suburbio de Antony, superando la resistencia alemana y dejando abierta la ruta hacia París por el este. Por la tarde el capitán Dronne recibió la orden de Leclerc de dirigirse hacia la capital con las fuerzas que tuviese a mano, por pocas que fuesen. A las 8h45’ de la tarde los hombres de la Nueve entraron en París por la Porte d’Italie. El jeep de Dronne encabezaba una columna formada por treinta y seis españoles en nueve half-tracks, pertenecientes a las tres secciones de la 9ª Compañía, y un carro de combate Sherman con tripulación francesa de apoyo. Habían bautizado a sus vehículos con los nombres de batallas de la Guerra Civil: Madrid, Jarama, Ebro, Teruel, Guernica, Belchite, Guadalajara, Brunete y Don Quijote (este último lo bautizó así el teniente Federico Moreno, comandante de la 1ª Sección, “por ser el papel que estamos desempeñando nosotros desde que salimos de nuestra tierra”). A esa hora la plaza estaba llena de gente. En un primer momento, al ver llegar los blindados, todos huyeron aterrorizados, pero en cuanto los reconocieron (“iSon franceses!”) se produjo una explosión de júbilo y una muchedumbre enloquecida se abalanzó sobre ellos y les impidió seguir la marcha. En cuanto pudieron continuar el capitán Dronne tomó la decisión de dirigirse al ayuntamiento, donde días antes se había instalado el Consejo Nacional de la Resistencia. Con la ayuda de un armenio llamado Dikran que les guió con su motocicleta por las calles de París, finalmente a las 9h22’ un grupo de tres vehículos blindados encabezados por el Guadalajara al mando del teniente Amado Granell se desplegó en la Place de l'Hôtel de Ville. Detrás llegó el jeep de Dronne, con una alsaciana ataviada con su traje típico subida al capó. Así lo contó Léo Hamon, del Consejo Nacional de la Resistencia, que salió al encuentro de los primeros hombres que se desplegaron frente al Ayuntamiento:

"Evocaremos en primer lugar la llegada de los tres primeros tanques franceses, el 24 por la noche. Vimos llegar a dos oficiales, y luego supe que uno de ellos era el capitán Dronne. Eran los primeros oficiales franceses que veíamos y se nos saltaron las lágrimas. Luego fuimos a saludar a las tripulaciones de los tanques. No hablaban muy bien francés: eran republicanos españoles alistados en la División Leclerc".

Desde allí se dirigieron a la Rue des Arquives para acabar con un foco de resistencia alemán. En las horas siguientes los hombres de La Nueve combatieron en varios puntos de la ciudad, participando en la toma de la central telefónica, donde fue gravemente herido el subteniente Elías. El día siguiente el grueso de la división entró en la capital. La lucha cesó ese 25 de agosto con la rendición del gobernador militar alemán de París, el general Dietrich von Choltitz.

La División Leclerc permaneció en París hasta el 8 de septiembre, cuando partió de nuevo al frente. En las semanas siguientes tuvieron actuaciones destacadas en el cruce del Mosela y en la liberación de Estrasburgo. En 1945 cruzaron el Rin y se internaron en Baviera. Su última acción de guerra fue su participación en la toma de Berchtesgaden, el refugio alpino de Hitler, el 5 de mayo de 1945.


Fuentes:
El País Semanal Especial El desembarco de Normandía, junio de 1994.
http://www.elmundodecerca.com/iturribarria/2008/9/11/un-diez-la-nueve-
http://es.wikipedia.org/wiki/La_Nueve
http://www.lainsignia.org/2004/agosto/cul_057.htm
http://www.lanueve.net/memoria/leclerc.php


Durante la Segunda Guerra Mundial Japón no contó con muchas fuentes de inteligencia exterior. Antes del estallido del conflicto los servicios de inteligencia recurrían a colaboraciones ocasionales de residentes japoneses en el extranjero, principalmente en Hawaii y California, pero una vez comenzada la guerra eso se hizo imposible, a causa de las deportaciones al interior del país y el internamiento de los residentes japoneses. Hubo nueve fuentes de información exterior japonesas durante la guerra, con nombres en clave como Fuji (formada por diplomáticos portugueses), Minami (el embajador italiano en Madrid), o Nishi (informes desde el consulado japonés en Estambul). Pero la que mayor cantidad de informes enviaba a Tokio con diferencia, y la única que operaba en territorio estadounidense, era la red conocida como Tô, un ideograma japonés o kanji que en su forma corta significa Oriente. Los estadounidenses, que descifraban los códigos japoneses y por tanto conocían la existencia de todas estas fuentes, la llamaban Span-Nip (español-japonés), una indicación de su origen. Esta es su curiosa historia.

El protagonista: Alcázar de Velasco

El español Angel Alcázar de Velasco era un personaje peculiar, un falangista radical y abiertamente pronazi, ex torero, pintor, ensayista y poeta, que se convirtió en el hombre de confianza del ministro de Asuntos Exteriores de Franco, el “Cuñadísimo” Serrano Suñer. Alcázar era la persona a quien el ministro recurría para encomendarle las misiones más delicadas.

En julio de 1940 Alcázar participó en la Operación Willi: el intento de atraer a España al duque de Windsor (el ex rey de Inglaterra Eduardo VIII) para ser entregado a los alemanes, que tenían esperanzas de que se convirtiera en una alternativa al “círculo de Churchill” y de que pudiera regresar a Gran Bretaña, aglutinar en torno a él a los partidarios de una paz negociada, y formar un gobierno favorable a Alemania. El duque residía temporalmente en Lisboa, donde estaba esperando para partir a las Bahamas (había sido nombrado gobernador de ese archipiélago por Churchill, precisamente para alejarlo de Europa). Alcázar de Velasco viajó a esta ciudad por dos veces, como enviado personal de Serrano, a entrevistarse con el duque, al que intentó convencer de que el servicio secreto británico planeaba su asesinato y que lo mejor que podía hacer era fijar su residencia en España. Finalmente, a pesar de las presiones germano-españolas, el duque de Windsor embarcó para tomar posesión de su nuevo cargo.

El protagonista de esta historia, Angel Alcázar de Velasco:

Alcázar de Velasco
Tras esa misión fracasada, Serrano envió a Alcázar a Londres como agregado de prensa de la embajada española, con el objetivo de crear una red de espionaje para el Abwehr en Gran Bretaña. Llegó a Inglaterra en febrero de 1941, y antes de que acabase el año tuvo que regresar precipitadamente a España al ser descubierto. La opinión que se hizo de él y de su red la inteligencia británica era muy negativa. El agente del MI-5 Tomás Harris le definió así: “Un funcionario falangista de alto rango, germanófilo fanático, a la vez deshonesto e inculto. Le resultó más fácil inventar sus informes que molestarse en buscar información auténtica”. Cuando habla de otros miembros de su red menciona varias veces la incompetencia de su jefe Alcázar de Velasco. En otro informe del MI-5 se define la labor de la red española como “una opereta cómica propia de los hermanos Marx”, y cuenta cómo Alcázar se presentó en una ocasión en un club londinense con su uniforme falangista y gritando vivas a Hitler. El embajador británico en España en esa época, Samuel Hoare, reconoce en sus memorias que el error más grave cometido por su jefe de inteligencia fue el visto bueno que dio la embajada británica al nombramiento de Alcázar como agregado de prensa, pasando por alto detalles como que ni siquiera hablaba inglés ni francés (en realidad los británicos vieron con buenos ojos su nombramiento, al considerarle un falangista radical opuesto a Franco). El hecho es que el carácter extrovertido e impulsivo de Alcázar encajaba muy poco con lo que tendría que ser un espía.

Espiando en los Estados Unidos

Tras Pearl Harbor, sorprendentemente fue el ministro de Asuntos Exteriores español Serrano Suñer quien ofreció colaboración a los japoneses a través de su embajada en Madrid, sin que nadie se lo pidiese. Su primera medida después de la entrada en guerra de Japón con los aliados fue comenzar a entregar al embajador japonés Yakichiro Suma una copia de los despachos que le enviaban las embajadas españolas en Londres, Washington, Río de Janeiro y Buenos Aires. Los informes llegaban a Tokio con el encabezamiento “Inteligencia Suñer”, o Su, que fue el nombre en clave que finalmente se utilizó para hacer referencia a esa fuente. Viendo su disposición a colaborar, el embajador Suma sugirió a Serrano la formación de una red de espionaje en Estados Unidos, formada por ciudadanos españoles y en la que los japoneses se encargarían de los gastos y suministrar el equipo. Una vez recibidas las informaciones en la embajada japonesa en Madrid, éstas se enviarían a Tokio utilizando las comunicaciones diplomáticas.

El embajador japonés Yakichiro Suma posa junto a Franco en la ceremonia de presentación de las cartas credenciales; a la derecha, Serrano Suñer:

Yakichiro Suma
Serrano confió la misión nuevamente a Alcázar de Velasco, que además de ser de total confianza y de tener experiencia en el mundo del espionaje tenía la ventaja de que ya conocía al que iba a ser su contacto, el segundo en la legación nipona Fumio Miura, que se haría cargo de recoger la información y de hacer los pagos. El 2 de enero de 1942 Alcázar entregó su primer informe, sobre el Reino Unido, asegurando que sólo lo habían leído Franco y Serrano, y que había sido redactado a partir de las informaciones que le enviaba su red en Londres. El día 8 la embajada japonesa envió ese informe a Tokio empleando por primera vez el encabezamiento Tô. En el mismo mensaje, Suma pedía permiso a Tokio para poner en marcha el plan de espionaje en los Estados Unidos, que se le concedió al poco tiempo. Pero, como se dice en el argot del espionaje, Alcázar estaba quemado después de haber sido descubierto por los ingleses, por lo que tuvo que limitarse a dirigir la red desde Madrid (llegó a pedir visado para ocupar un puesto diplomático en Washington, pero Estados Unidos se lo denegó). Además, el desmantelamiento de la red en Londres, con el escándalo que supuso la detención del sucesor de Alcázar, Luis Calvo, limitó mucho las posibilidades de utilizar personal diplomático español, que era investigado sistemáticamente por la contrainteligencia aliada. Aun así, Tô recibió ayuda de la embajada española en Washington, sobre todo con las comunicaciones.

Sobre el terreno, Alcázar puso al frente de la red en las costas este y oeste, respectivamente, a José de Perignat, el jefe de Falange Española en Nueva York, y al capitán José Martínez, un falangista residente en San Francisco. Para las comunicaciones utilizaron distintos métodos. La idea original había sido introducir agentes con pasaporte diplomático que transmitiesen por radio desde los consulados españoles, pero se descartó por el aumento de los controles norteamericanos al personal diplomático español, aunque se utilizaron ocasionalmente, ya que el FBI detectó algunos mensajes enviados desde la embajada en Washington. A veces los mensajes se mandaban a México y desde allí se transmitían por onda corta a mercantes españoles en el Caribe, pero las dificultades por la vigilancia del FBI hacía que normalmente utilizasen los métodos más tradicionales: cartas con mensajes escritos en tinta invisible y mensajes a los periódicos conteniendo informaciones en clave (la mayor parte de los agentes eran corresponsales de prensa).

La dificultad en las comunicaciones era el mayor problema al que se tenían que enfrentar, y la gran dificultad para que la red fuese eficaz, y les obligaba a mandar nuevos agentes desde España para renovarla cuando los antiguos abandonaban la comunicación. Uno de ellos, el corresponsal de la revista Informaciones Guillermo Aladrén, confesó toda la operación cuando antes de su marcha fue a arreglar su visado en la embajada estadounidense, y se convirtió en agente doble, enviando desde entonces las informaciones falsas que le preparaba el G-2 (la inteligencia militar norteamericana).

Cuando Franco cesó a Serrano y le sustituyó en el ministerio por el neutralista Gómez-Jordana la política exterior española comenzó a cambiar. Según Alcázar informó a los japoneses, Jordana le dejó claro en una conversación privada que dejaría seguir funcionando la red, incluso que podían seguir utilizando los códigos y las valijas diplomáticas, pero le indicó que “en la superficie yo mantendré la neutralidad más estricta posible; quiero que lo lleve como si yo no supiera nada de esa red de inteligencia”. Por consiguiente, Alcázar solicitaba a Tokio que las autoridades japonesas fingiesen también desconocer la existencia de Tô en sus relaciones con los nuevos responsables del Ministerio de Exteriores español. No hay ninguna prueba de esta presunta conversación, aparte de la palabra de Alcázar, ni se puede saber hasta qué punto la red siguió operando a espaldas del nuevo ministro, pero en cualquier caso el resultado iba a ser el mismo: Tô se vio gravemente afectada por el cambio, ya que a partir de ese momento fue perdiendo de forma progresiva su respaldo oficial, y sus agentes fueron dejando de enviar información al darse cuenta de que la misión se estaba convirtiendo en una empresa particular. Finalmente, la red se desmanteló en mayo de 1944, cuando el embajador británico en Madrid presentó pruebas al gobierno español de las actividades de espionaje de Fernando de Kobbe, cónsul en Vancouver (en realidad Kobbe no llegó a enviar información, y no hay pruebas de que se dedicase activamente al espionaje, pero los británicos habían detectado los envíos desde España de dinero, códigos e instrucciones de informar sobre “los movimientos del enemigo en el Pacífico norte”). Tras la investigación posterior al incidente, Alcázar se vio obligado a firmar una declaración reconociendo sus actividades, y al parecer se refugió en Alemania.

¿Espías de verbena?

La eficacia de Tô no fue demasiado grande. La mayor parte del material que se enviaba a Tokio provenía de informaciones sacadas directamente de la prensa, y hay informes que se sabe que fueron inventados por Alcázar de Velasco cuando la información auténtica escaseaba. Como por ejemplo cuando se le pidió información sobre cómo afectaban las emisiones de radio propagandísticas japonesas en Estados Unidos, y Alcázar respondió que según las informaciones de un agente suyo la escucha de esas informaciones era duramente castigada, lo que era falso. En otra ocasión Tokio pidió información sobre la moral del gobierno y la población de Estados Unidos, y Alcázar en respuesta envió un informe, según él redactado por el embajador en Washington Cárdenas y dirigido a Jordana, en el que se relataban entrevistas que había mantenido con políticos y altos funcionarios. Ese informe en realidad nunca existió. Pero en ocasiones mandaban material realmente valioso y difícil de conseguir: salidas de convoyes, un envío de refuerzos a Guadalcanal, datos previos a la operación Torch (el desembarco en el norte de Africa) o informes sobre un explosivo secreto llamado RDX. En conjunto, el valor de las informaciones de Tô fue escaso, pero era con diferencia la fuente más importante que tuvieron los japoneses durante la guerra. Al principio era muy valorada en Tokio, pero perdió consideración cuando descubrieron el engaño de algunos de los informes falsos. Aun así, nunca retiraron su apoyo ni su financiación conscientes de que era la única fuente que les informaba directamente desde Estados Unidos.

A partir de mediados de los años 70, a raíz de la desclasificación de los Magic Summaries (los archivos estadounidenses en los que se recogían las informaciones provenientes del descifrado del Código Púrpura japonés) se pudo tener una idea de la importancia de la colaboración hispano-japonesa en cuestiones de inteligencia durante la guerra. En general se ha dado una visión chapucera y ridícula del espionaje español en Estados Unidos, de la que en parte es responsable la imagen que dejó la red hispano-alemana en Gran Bretaña. Hay quien piensa que Tô no fue más que un montaje para sacar dinero a los ingenuos japoneses (la financiación de la operación corría totalmente a cuenta de la embajada japonesa en Madrid, y por ejemplo, los agentes en Estados Unidos cobraban 3600 pesetas al mes, mientras que los que habían trabajado para el Abwehr en Londres cobraban unas 800 pesetas). En el otro extremo, el único protagonista que rompió el silencio fue Alcázar de Velasco, que incluso escribió un libro contando sus peripecias como espía. Alcázar exageró mucho la importancia de su red, tanto en la calidad de las informaciones que consiguió y transmitió a los japoneses como en el tamaño (afirmaba que la red estaba formada por treinta personas, lo que es poco creíble, él mismo sólo dio la identidad de cuatro de sus agentes: el citado Aladrén y los también corresponsales Penella de Silva, del diario Madrid, Jacinto Miquelarena, de ABC, y Francisco Lucientes, de Ya).

Hay un hecho cierto: los estadounidenses conocían la existencia de Tô porque descifraban las comunicaciones diplomáticas japonesas, sabían que tenían una red de espías dirigida desde Madrid operando en el interior del país, y se lo tomaron en serio, pero a pesar de la calidad del contraespionaje norteamericano y de la persecución del FBI no fueron capaces de cazarlos.


Fuentes:
Manuel Ros Agudo: La guerra secreta de Franco
Florentino Rodao: Franco y el imperio japonés
Tomás Harris: Garbo, doble agente
Juan Juárez: Madrid-Londres-Berlín
http://www.florentinorodao.com/articulos/art02a.htm