Durante la Segunda Guerra Mundial Japón no contó con muchas fuentes de inteligencia exterior. Antes del estallido del conflicto los servicios de inteligencia recurrían a colaboraciones ocasionales de residentes japoneses en el extranjero, principalmente en Hawaii y California, pero una vez comenzada la guerra eso se hizo imposible, a causa de las deportaciones al interior del país y el internamiento de los residentes japoneses. Hubo nueve fuentes de información exterior japonesas durante la guerra, con nombres en clave como Fuji (formada por diplomáticos portugueses), Minami (el embajador italiano en Madrid), o Nishi (informes desde el consulado japonés en Estambul). Pero la que mayor cantidad de informes enviaba a Tokio con diferencia, y la única que operaba en territorio estadounidense, era la red conocida como Tô, un ideograma japonés o kanji que en su forma corta significa Oriente. Los estadounidenses, que descifraban los códigos japoneses y por tanto conocían la existencia de todas estas fuentes, la llamaban Span-Nip (español-japonés), una indicación de su origen. Esta es su curiosa historia.

El protagonista: Alcázar de Velasco

El español Angel Alcázar de Velasco era un personaje peculiar, un falangista radical y abiertamente pronazi, ex torero, pintor, ensayista y poeta, que se convirtió en el hombre de confianza del ministro de Asuntos Exteriores de Franco, el “Cuñadísimo” Serrano Suñer. Alcázar era la persona a quien el ministro recurría para encomendarle las misiones más delicadas.

En julio de 1940 Alcázar participó en la Operación Willi: el intento de atraer a España al duque de Windsor (el ex rey de Inglaterra Eduardo VIII) para ser entregado a los alemanes, que tenían esperanzas de que se convirtiera en una alternativa al “círculo de Churchill” y de que pudiera regresar a Gran Bretaña, aglutinar en torno a él a los partidarios de una paz negociada, y formar un gobierno favorable a Alemania. El duque residía temporalmente en Lisboa, donde estaba esperando para partir a las Bahamas (había sido nombrado gobernador de ese archipiélago por Churchill, precisamente para alejarlo de Europa). Alcázar de Velasco viajó a esta ciudad por dos veces, como enviado personal de Serrano, a entrevistarse con el duque, al que intentó convencer de que el servicio secreto británico planeaba su asesinato y que lo mejor que podía hacer era fijar su residencia en España. Finalmente, a pesar de las presiones germano-españolas, el duque de Windsor embarcó para tomar posesión de su nuevo cargo.

El protagonista de esta historia, Angel Alcázar de Velasco:

Alcázar de Velasco
Tras esa misión fracasada, Serrano envió a Alcázar a Londres como agregado de prensa de la embajada española, con el objetivo de crear una red de espionaje para el Abwehr en Gran Bretaña. Llegó a Inglaterra en febrero de 1941, y antes de que acabase el año tuvo que regresar precipitadamente a España al ser descubierto. La opinión que se hizo de él y de su red la inteligencia británica era muy negativa. El agente del MI-5 Tomás Harris le definió así: “Un funcionario falangista de alto rango, germanófilo fanático, a la vez deshonesto e inculto. Le resultó más fácil inventar sus informes que molestarse en buscar información auténtica”. Cuando habla de otros miembros de su red menciona varias veces la incompetencia de su jefe Alcázar de Velasco. En otro informe del MI-5 se define la labor de la red española como “una opereta cómica propia de los hermanos Marx”, y cuenta cómo Alcázar se presentó en una ocasión en un club londinense con su uniforme falangista y gritando vivas a Hitler. El embajador británico en España en esa época, Samuel Hoare, reconoce en sus memorias que el error más grave cometido por su jefe de inteligencia fue el visto bueno que dio la embajada británica al nombramiento de Alcázar como agregado de prensa, pasando por alto detalles como que ni siquiera hablaba inglés ni francés (en realidad los británicos vieron con buenos ojos su nombramiento, al considerarle un falangista radical opuesto a Franco). El hecho es que el carácter extrovertido e impulsivo de Alcázar encajaba muy poco con lo que tendría que ser un espía.

Espiando en los Estados Unidos

Tras Pearl Harbor, sorprendentemente fue el ministro de Asuntos Exteriores español Serrano Suñer quien ofreció colaboración a los japoneses a través de su embajada en Madrid, sin que nadie se lo pidiese. Su primera medida después de la entrada en guerra de Japón con los aliados fue comenzar a entregar al embajador japonés Yakichiro Suma una copia de los despachos que le enviaban las embajadas españolas en Londres, Washington, Río de Janeiro y Buenos Aires. Los informes llegaban a Tokio con el encabezamiento “Inteligencia Suñer”, o Su, que fue el nombre en clave que finalmente se utilizó para hacer referencia a esa fuente. Viendo su disposición a colaborar, el embajador Suma sugirió a Serrano la formación de una red de espionaje en Estados Unidos, formada por ciudadanos españoles y en la que los japoneses se encargarían de los gastos y suministrar el equipo. Una vez recibidas las informaciones en la embajada japonesa en Madrid, éstas se enviarían a Tokio utilizando las comunicaciones diplomáticas.

El embajador japonés Yakichiro Suma posa junto a Franco en la ceremonia de presentación de las cartas credenciales; a la derecha, Serrano Suñer:

Yakichiro Suma
Serrano confió la misión nuevamente a Alcázar de Velasco, que además de ser de total confianza y de tener experiencia en el mundo del espionaje tenía la ventaja de que ya conocía al que iba a ser su contacto, el segundo en la legación nipona Fumio Miura, que se haría cargo de recoger la información y de hacer los pagos. El 2 de enero de 1942 Alcázar entregó su primer informe, sobre el Reino Unido, asegurando que sólo lo habían leído Franco y Serrano, y que había sido redactado a partir de las informaciones que le enviaba su red en Londres. El día 8 la embajada japonesa envió ese informe a Tokio empleando por primera vez el encabezamiento Tô. En el mismo mensaje, Suma pedía permiso a Tokio para poner en marcha el plan de espionaje en los Estados Unidos, que se le concedió al poco tiempo. Pero, como se dice en el argot del espionaje, Alcázar estaba quemado después de haber sido descubierto por los ingleses, por lo que tuvo que limitarse a dirigir la red desde Madrid (llegó a pedir visado para ocupar un puesto diplomático en Washington, pero Estados Unidos se lo denegó). Además, el desmantelamiento de la red en Londres, con el escándalo que supuso la detención del sucesor de Alcázar, Luis Calvo, limitó mucho las posibilidades de utilizar personal diplomático español, que era investigado sistemáticamente por la contrainteligencia aliada. Aun así, Tô recibió ayuda de la embajada española en Washington, sobre todo con las comunicaciones.

Sobre el terreno, Alcázar puso al frente de la red en las costas este y oeste, respectivamente, a José de Perignat, el jefe de Falange Española en Nueva York, y al capitán José Martínez, un falangista residente en San Francisco. Para las comunicaciones utilizaron distintos métodos. La idea original había sido introducir agentes con pasaporte diplomático que transmitiesen por radio desde los consulados españoles, pero se descartó por el aumento de los controles norteamericanos al personal diplomático español, aunque se utilizaron ocasionalmente, ya que el FBI detectó algunos mensajes enviados desde la embajada en Washington. A veces los mensajes se mandaban a México y desde allí se transmitían por onda corta a mercantes españoles en el Caribe, pero las dificultades por la vigilancia del FBI hacía que normalmente utilizasen los métodos más tradicionales: cartas con mensajes escritos en tinta invisible y mensajes a los periódicos conteniendo informaciones en clave (la mayor parte de los agentes eran corresponsales de prensa).

La dificultad en las comunicaciones era el mayor problema al que se tenían que enfrentar, y la gran dificultad para que la red fuese eficaz, y les obligaba a mandar nuevos agentes desde España para renovarla cuando los antiguos abandonaban la comunicación. Uno de ellos, el corresponsal de la revista Informaciones Guillermo Aladrén, confesó toda la operación cuando antes de su marcha fue a arreglar su visado en la embajada estadounidense, y se convirtió en agente doble, enviando desde entonces las informaciones falsas que le preparaba el G-2 (la inteligencia militar norteamericana).

Cuando Franco cesó a Serrano y le sustituyó en el ministerio por el neutralista Gómez-Jordana la política exterior española comenzó a cambiar. Según Alcázar informó a los japoneses, Jordana le dejó claro en una conversación privada que dejaría seguir funcionando la red, incluso que podían seguir utilizando los códigos y las valijas diplomáticas, pero le indicó que “en la superficie yo mantendré la neutralidad más estricta posible; quiero que lo lleve como si yo no supiera nada de esa red de inteligencia”. Por consiguiente, Alcázar solicitaba a Tokio que las autoridades japonesas fingiesen también desconocer la existencia de Tô en sus relaciones con los nuevos responsables del Ministerio de Exteriores español. No hay ninguna prueba de esta presunta conversación, aparte de la palabra de Alcázar, ni se puede saber hasta qué punto la red siguió operando a espaldas del nuevo ministro, pero en cualquier caso el resultado iba a ser el mismo: Tô se vio gravemente afectada por el cambio, ya que a partir de ese momento fue perdiendo de forma progresiva su respaldo oficial, y sus agentes fueron dejando de enviar información al darse cuenta de que la misión se estaba convirtiendo en una empresa particular. Finalmente, la red se desmanteló en mayo de 1944, cuando el embajador británico en Madrid presentó pruebas al gobierno español de las actividades de espionaje de Fernando de Kobbe, cónsul en Vancouver (en realidad Kobbe no llegó a enviar información, y no hay pruebas de que se dedicase activamente al espionaje, pero los británicos habían detectado los envíos desde España de dinero, códigos e instrucciones de informar sobre “los movimientos del enemigo en el Pacífico norte”). Tras la investigación posterior al incidente, Alcázar se vio obligado a firmar una declaración reconociendo sus actividades, y al parecer se refugió en Alemania.

¿Espías de verbena?

La eficacia de Tô no fue demasiado grande. La mayor parte del material que se enviaba a Tokio provenía de informaciones sacadas directamente de la prensa, y hay informes que se sabe que fueron inventados por Alcázar de Velasco cuando la información auténtica escaseaba. Como por ejemplo cuando se le pidió información sobre cómo afectaban las emisiones de radio propagandísticas japonesas en Estados Unidos, y Alcázar respondió que según las informaciones de un agente suyo la escucha de esas informaciones era duramente castigada, lo que era falso. En otra ocasión Tokio pidió información sobre la moral del gobierno y la población de Estados Unidos, y Alcázar en respuesta envió un informe, según él redactado por el embajador en Washington Cárdenas y dirigido a Jordana, en el que se relataban entrevistas que había mantenido con políticos y altos funcionarios. Ese informe en realidad nunca existió. Pero en ocasiones mandaban material realmente valioso y difícil de conseguir: salidas de convoyes, un envío de refuerzos a Guadalcanal, datos previos a la operación Torch (el desembarco en el norte de Africa) o informes sobre un explosivo secreto llamado RDX. En conjunto, el valor de las informaciones de Tô fue escaso, pero era con diferencia la fuente más importante que tuvieron los japoneses durante la guerra. Al principio era muy valorada en Tokio, pero perdió consideración cuando descubrieron el engaño de algunos de los informes falsos. Aun así, nunca retiraron su apoyo ni su financiación conscientes de que era la única fuente que les informaba directamente desde Estados Unidos.

A partir de mediados de los años 70, a raíz de la desclasificación de los Magic Summaries (los archivos estadounidenses en los que se recogían las informaciones provenientes del descifrado del Código Púrpura japonés) se pudo tener una idea de la importancia de la colaboración hispano-japonesa en cuestiones de inteligencia durante la guerra. En general se ha dado una visión chapucera y ridícula del espionaje español en Estados Unidos, de la que en parte es responsable la imagen que dejó la red hispano-alemana en Gran Bretaña. Hay quien piensa que Tô no fue más que un montaje para sacar dinero a los ingenuos japoneses (la financiación de la operación corría totalmente a cuenta de la embajada japonesa en Madrid, y por ejemplo, los agentes en Estados Unidos cobraban 3600 pesetas al mes, mientras que los que habían trabajado para el Abwehr en Londres cobraban unas 800 pesetas). En el otro extremo, el único protagonista que rompió el silencio fue Alcázar de Velasco, que incluso escribió un libro contando sus peripecias como espía. Alcázar exageró mucho la importancia de su red, tanto en la calidad de las informaciones que consiguió y transmitió a los japoneses como en el tamaño (afirmaba que la red estaba formada por treinta personas, lo que es poco creíble, él mismo sólo dio la identidad de cuatro de sus agentes: el citado Aladrén y los también corresponsales Penella de Silva, del diario Madrid, Jacinto Miquelarena, de ABC, y Francisco Lucientes, de Ya).

Hay un hecho cierto: los estadounidenses conocían la existencia de Tô porque descifraban las comunicaciones diplomáticas japonesas, sabían que tenían una red de espías dirigida desde Madrid operando en el interior del país, y se lo tomaron en serio, pero a pesar de la calidad del contraespionaje norteamericano y de la persecución del FBI no fueron capaces de cazarlos.


Fuentes:
Manuel Ros Agudo: La guerra secreta de Franco
Florentino Rodao: Franco y el imperio japonés
Tomás Harris: Garbo, doble agente
Juan Juárez: Madrid-Londres-Berlín
http://www.florentinorodao.com/articulos/art02a.htm


Espías en Pearl Harbor

En febrero de 1941, al tiempo que la Flota Combinada dirigida por el almirante Yamamoto comenzaba la planificación del ataque a Pearl Harbor, se ordenó al Tercer Departamento del Estado Mayor de la Marina Imperial (la sección de inteligencia) reforzar su red de información en Hawaii.

Para los japoneses, establecer redes de espionaje en las islas Hawaii era relativamente sencillo. En el archipiélago vivían 40.000 ciudadanos japoneses, además de otros 120.000 norteamericanos de origen japonés. Entre ellos, los japoneses contaban con un numeroso grupo de informadores a sueldo, además de los colaboradores ocasionales. El cónsul de Japón en Honolulu era un diplomático tradicional sin ningún interés por cuestiones de espionaje. Era el vicecónsul, Otojiro Okuda, quien estaba a cargo de las labores de información.

Por petición de la Marina, el cónsul fue sustituido a mediados de marzo por Nagao Kita, un hombre muy vinculado a la Marina Imperial y colaborador habitual del Tercer Departamento. Dos semanas después, el 27 de marzo, llegó a Honolulu el alférez de navío Yoshikawa, un agente del Tercer Departamento experto en la marina estadounidense. A partir de ese momento, Yoshikawa se encargaría del trabajo de campo, vigilando los movimientos de la flota y las instalaciones militares. Okuda siguió al frente de su red de informadores locales, mientras que el cónsul Kita era el encargado de recopilar la información y transmitirla a Tokio. Las comunicaciones se hacían normalmente por medio de telegramas, usando las redes comerciales, pero previamente codificadas con la máquina Púrpura (la máquina de cifrado utilizada en las comunicaciones diplomáticas japonesas). Los mensajes menos urgentes se enviaban por valija diplomática, un medio mucho más seguro, pero demasiado lento para utilizarlo en la mayoría de los casos. A pesar de ello, los japoneses se sentían seguros, ya que el código Púrpura era considerado indescifrable.

Takeo Yoshikawa:

Takeo Yoshikawa
Antes de la llegada de Yoshikawa, el encargado de vigilar los movimientos de la flota norteamericana era Otto Kühn, un ex-marino alemán, supuestamente un médico retirado, en realidad un espía profesional que había ofrecido sus servicios a los japoneses a cambio de dinero. Tras la llegada de Yoshikawa, el Tercer Departamento decidió que Kühn se mantendría en reserva, para el caso de que la red del consulado quedase neutralizada (podía ocurrir si las relaciones entre los dos países seguían empeorando y el gobierno norteamericano decidía cerrar el consulado en Honolulu, dejando a los japoneses sin sus fuentes de información cuando más necesarias serían). Yoshikawa y Kühn acordaron un sistema de comunicación a través de una radio de onda corta y un código de comunicaciones óptico (luces encendidas, ventanas abiertas o cerradas, cortinas de determinados colores...) para poder enviar mensajes a algún submarino desde su casa en la playa en caso de urgencia.

Otto Kühn:

Otto Kühn
Takeo Yoshikawa llegó a Hawaii con el nombre falso de Tadashi Morimura, con el supuesto cometido de hacer un estudio jurídico para el ministerio japonés de Asuntos Exteriores sobre la situación de los nisei, los americano-japoneses de segunda generación. Era un joven atractivo y adinerado de 29 años, que pronto comenzó a llevar una vida aparentemente despreocupada, ocupado en fiestas, esgrima, golf, mujeres y alcohol. Se instaló en una casa de campo con vistas a la isla Ford y al cuartel de Hickam Field. Pescaba y practicaba remo entre los buques fondeados en la bahía, se hizo socio de un club aéreo y con frecuencia sobrevolaba Oahu en aviones alquilados, se hizo habitual de los restaurantes y clubs frecuentados por oficiales, y también de los bares del puerto, donde debido a sus frecuentes borracheras protagonizó más de un escándalo sonado. Ayudado por algunos colaboradores locales escogidos de la red de Okuda, como un funcionario del consulado llamado Richard Kotoshidoro, o el taxista John Mikami, ambos con nacionalidad estadounidense, se dedicó a recopilar información y a responder a los cuestionarios enviados por Tokio. No se arriesgaba, trataba de no mostrarse demasiado curioso, y nunca trató de colarse en zonas de acceso restringido (para eso tenía a ayudantes como el taxista Mikami, que solía llevar de vuelta a la base a los marineros borrachos).

El 1 de noviembre llegó a Pearl Harbor el Taiyo Maru, el paquebote que cubría la línea regular entre Tokio y Honolulu. Era su último viaje, ya que debido a la crisis entre los dos países las líneas civiles iban a ser interrumpidas. El Taiyo Maru había seguido una ruta nada habitual: por el Pacífico Norte dirección este, entre las Aleutianas y Midway, para luego girar al sur y llegar a Hawai desde el norte. Esa iba a ser la ruta de ataque de la flota japonesa, y los servicios de información de la Marina querían conocer el tráfico marítimo que se podían encontrar, las condiciones meteorológicas y el estado del mar. El Taiyo Maru hizo el viaje sin contratiempos, sin avistar un solo barco en toda la travesía.

El Taiyo Maru:

Taiyo Maru
Camuflados entre la tripulación del Taiyo Maru llegaron a Pearl Harbor dos agentes del Tercer Departamento, los tenientes de navío Suzuki y Maejima. Tras desembarcar, Suguru Suzuki se puso en contacto con Yoshikawa y el cónsul Kita, que le pasaron toda la información que habían recopilado sobre las instalaciones y las defensas estadounidenses. También había llegado el momento de “despertar” al espía durmiente. A través de Yoshikawa, Suzuki dio instrucciones a Kühn para que estuviese preparado para reanudar sus actividades en cuanto recibiese la señal. Mientras tanto, el teniente Maejima hacía sus propias indagaciones sobre le terreno: cuando regresó al Taiyo Maru llevaba varios lotes de tarjetas postales con vistas aéreas de Pearl Harbor, que había comprado en las tiendas para turistas. Esas fotografías sirvieron a los pilotos de la fuerza de ataque japonesa para identificar sus blancos.

Vista aérea de Pearl Harbor, octubre de 1941:

Pearl Harbor
Esta visita de los espías japoneses del Taiyo Maru pasó desapercibida a los agentes del FBI, pero no así muchas otras de las actividades de las redes locales. Los japoneses no imaginaban hasta qué punto sus movimientos estaban siendo controlados. Casi desde el momento en el que desembarcó en Honolulu, Yoshikawa estuvo sometido a vigilancia. Su teléfono estuvo pinchado, y su casa vigilada, aunque el FBI no consideró sus actividades peligrosas y le dejó hacer sin intervenir en ningún momento. Lo cierto es que el FBI tenía en su contra la despreocupación con la que todo el mundo veía la creciente crisis política con Japón. En una ocasión, una queja de la compañía telefónica les obligó a retirar las escuchas que habían instalado en el consulado japonés, para evitar el escándalo que habría supuesto que se llegase a conocer que el FBI estaba espiando a diplomáticos. Sin embargo, continuaron con una discreta vigilancia a los agentes japoneses identificados. Hubo dos llamadas registradas por el FBI en los días previos al ataque a Pearl Harbor que tenían que haberles puesto en alerta, pero ellos, como todos los demás, no supieron ver el nivel real de la amenaza. Una fue de un agente japonés al que el FBI mantenía en vigilancia llamado Otozo al cocinero del consulado, la noche del 3 de diciembre: “Quema los documentos. Es la guerra”. Otra fue el día antes del ataque, el 6 de diciembre, cuando un dentista llamado Mori (que también tenía intervenido el teléfono por ser sospechoso de espionaje) recibió una llamada desde Tokio, de alguien que hacía curiosas preguntas sobre el tipo de flores que se podían ver en Honolulu (una clave bastante evidente para referirse a las clases de buques que se encontraban en la base).

Además del FBI, que tenía competencias en contraespionaje en territorio norteamericano, la inteligencia militar también tenía sus medios para controlar las actividades de los agentes japoneses. El código Púrpura, el utilizado para las comunicaciones diplomáticas japonesas (y como ya se dijo para las comunicaciones entre Tokio y sus agentes en Hawaii) estaba siendo sistemáticamente descifrado. Los mensajes Púrpura descodificados tenían el nombre en clave de Magic. Muy pocas personas tenían acceso a Magic. Una de ellas era el general MacArthur, en las Filipinas, pero en Hawaii nadie sabía de su existencia. En Washington, los servicios de inteligencia del Ejército y la Marina fueron conociendo cómo Tokio pedía informes cada vez más detallados sobre los movimientos de la flota en Pearl Harbor, como el mensaje descifrado el 5 de octubre, en el que se dividía el puerto en cinco sectores y se pedía que a partir de ese momento se diesen indicaciones detalladas sobre cada uno de ellos. O el del 15 de noviembre en el que se pedía doblar la frecuencia con la que se enviaban los informes. En Washington veían cómo aumentaba la comunicación entre Tokio y Honolulu a medida que se acercaba la fecha del ataque, pero nadie consideró necesario alertar a Pearl Harbor.

Yoshikawa nunca fue procesado, a pesar de que el FBI lo tenía fichado como espía. Al comenzar la guerra fue internado con el resto del personal del consulado, y cuando pudo regresar a Japón montó una gasolinera en su pueblo natal.

Otto Kühn (sospechoso para el FBI desde 1939, por sus conocidas relaciones con importantes jerarcas nazis) sí fue detenido y acusado de espionaje inmediatamente después del ataque japonés. El 21 de febrero de 1942 fue declarado culpable y condenado a morir fusilado. Más tarde se le conmutó la pena a 50 años de prisión, y cuando terminó la guerra fue deportado a Alemania.

Yoshikawa en un programa de TV, 1964:

Yoshikawa tv

Fuentes:
Jean-Jacques Antier: Pearl Harbor
Manuel Leguineche: Recordad Pearl Harbor
http://www.fbi.gov/page2/feb05/kuehn022105.htm
http://en.wikipedia.org/wiki/Takeo_Yoshikawa
http://cryptome.org/csp/spy002/spy002.htm


Operación Tarbrush

El Comando Interaliado Número 10 era una unidad anglofrancesa creada para realizar incursiones de comando en las costas francesas del Canal de la Mancha. A finales de 1943 llevó a cabo una serie de acciones conocidas en conjunto como Operación Hardtack. La primera, de nombre en clave Hardtack Dog, tuvo lugar la noche del 26 al 27 de noviembre en Biville, al este de Dieppe. Fueron un total de trece incursiones, entre el Paso de Calais y Bretaña, en las que los grupos de comandos zarpaban del sur de Inglaterra en lanchas torpederas, desembarcaban en lanchas neumáticas, realizaban su misión, consistente en recopilar información sobre las defensas alemanas, y regresaban rápidamente. Entre sus objetivos estaban recoger muestras de arena en las playas, para poder saber el tipo de terreno en el que iban a desembarcar soldados y vehículos, o describir los obstáculos antitanque que los alemanes estaban instalando. Era una misión peligrosa (los nueve comandos franceses de Hardtack 11 murieron el día de navidad al hundirse la lancha neumática en la que regresaban tras una incursión en Pointe de Gravelines) pero los datos que recogieron, en apariencia pequeños detalles, fueron de enorme valor para los planificadores de Overlord.

El 27 de enero de 1944 el general Francis de Guingand, jefe de Estado Mayor del 21 Grupo de Ejércitos, dio la orden de suspender todas las operaciones de comandos a través del Canal, ya que pensaba que lo único que se conseguía era reforzar las defensas alemanas. Sin embargo, debido a la instalación de nuevas defensas costeras por parte de Rommel, llegó un momento, a pocas semanas del Día D, en el que los planificadores aliados necesitaban nuevos datos. En concreto era importante conseguir información sobre el minado de las playas. Eisenhower había decidido que el desembarco sería a la luz del día y en marea baja, de manera que los obstáculos subacuáticos no supondrían un grave problema para las tropas de asalto, pero se sabía que los alemanes estaban colocando en las playas grandes cantidades de minas de un tipo desconocido; era necesario hacerse con algunas de ellas para estudiar sus características además de conseguir información sobre la forma en que estaban siendo distribuídas en las playas. De nuevo se encomendó al Comando Interaliado Número 10 una serie de incursiones al otro lado del Canal para recopilar información, pero en esta ocasión las misiones también tenían un objetivo secundario: las incursiones se realizarían en la zona del Paso de Calais, y los comandos dejarían sutiles pistas de su presencia en las playas, con la intención inducir a los alemanes a pensar que esa sería la zona de desembarco. La operación se llamó en clave Tarbrush, y consistió en ocho incursiones, entre el 14 y el 18 de mayo. Los comandos, formados por grupos de tres hombres, salían en lanchas torpederas del puerto de Dover y desembarcaban en lanchas neumáticas en determinados sectores de costa para estudiar los tipos y disposición de las defensas alemanas. Consiguieron identificar los cinco tipos de minas que utilizaban los alemanes en las playas, así como su distribución general (datos que, aunque recogidos en Pas de Calais, servían igualmente para saber a qué se iban a enfrentar en las playas de Normandía). Tras dos operaciones fallidas a causa del mal tiempo y de la actividad naval alemana en la zona, al fin Tarbrush 8 consiguió alcanzar la costa francesa y hacerse con algunas minas. Además Tarbrush 8 confirmó que no había minas entre la franja de obstáculos y la línea de bajamar, lo que significaba que las tropas desembarcadas no tendrían que preocuparse de las minas antes de llegar a los obstáculos.

La noche del 17 al 18 de mayo dos comandos ingleses de Tarbrush 10, los tenientes Roy Woodbridge y George Lane, fueron capturados por los alemanes en las proximidades de Ault cuando trataban de alejarse de la costa en su bote. Después de estar dos días sometidos a continuos interrogatorios y trasladados de un sitio para otro, finalmente el día 20 les llevaron al cuartel general del Grupo de Ejércitos B, en el castillo de La Roche-Guyon, para ser interrogados personalmente por el mismísimo mariscal Rommel. El teniente Woodbridge se limitó a dar su mombre, rango y número de serie, como en el resto de interrogatorios que le habían hecho. En cambio el interrogatorio del teniente Lane se convirtió en una distendida conversación en la que el mariscal alemán y el comando británico hablaron de la marcha de la guerra mientras tomaban una taza de té en la biblioteca del castillo. Entre otras cosas, Rommel le dijo a Lane que era una vergüenza que los británicos no se uniesen a los alemanes en su lucha contra la Unión Soviética. Lane fingió no hablar alemán, por lo que la conversación tuvo que hacerse con intérprete. Según contó más tarde, en un momento de la charla Rommel le preguntó "¿Cómo le va a Montgommery?" a lo que Lane respondió "Lamentablemente no le conozco, pero está preparando la invasión. Estará aquí dentro de poco" e instantes después añadió "...por la ruta más corta". No es que Rommel se fuese a creer la afirmación de Lane, pero el hecho de que los comandos hubieran sido capturados en la zona del Pas de Calais con seguridad reforzó la convicción de Rommel de que esa iba a ser la zona de desembarco. Lane y Woodbrigde pasaron el resto de la guerra en un campo de prisioneros alemán.


Fuentes:
Sir Martin Gilbert: El desembarco de Normandía
http://www.exordio.com/1939-1945/militaris/batallas/ofensiva-aliada/tarbrush.html
http://www.timesonline.co.uk/tol/comment/obituaries/article7089271.ece


El ataque de los comandos dentistas

Conocí esta historia hace un tiempo, cuando vi una película británica titulada Two Men Went To War ("Dos hombres van a la guerra"), que según se decía estaba basada en hechos reales, así que investigué un poco en internet para saber hasta qué punto era cierto lo que se contaba en ella. No encontré mucha información, tan sólo algunos comentarios en foros en inglés, así que puede que la historia no fuese exactamente como la cuento aquí. Lo que es seguro es que hay diferencias importantes entre la historia auténtica y lo que se cuenta en la película, que se basa en un libro titulado Amateur Commandos ("Comandos aficionados"), de Raymond Foxall.

Situémonos un poco. Los hechos tuvieron lugar en la primavera de 1942. El Imperio Británico vivía entonces sus días más difíciles. Los submarinos alemanes amenazaban con asfixiar a Inglaterra. En el norte de África las fuerzas británicas estaban a la defensiva, incapaces de derrotar a Rommel. En Asia, Singapur había caído, y la India y Australia estaban amenazadas por el rápido avance japonés, aparentemente imparable. Europa continental estaba en manos de Hitler, y cualquier operación a gran escala al otro lado del canal habría sido suicida. Sin embargo, Churchill se resistía a dejar la iniciativa en manos de los alemanes, e impulsó la creación del Mando de Operaciones Combinadas, con la misión de realizar incursiones en la costa atlántica europea y obligar a los alemanes a destinar a la defensa el mayor número posible de fuerzas. Las tropas del Mando de Operaciones Combinadas, los comandos, pronto se hicieron populares, por sus primeras acciones en Noruega, y, sobre todo, por su espectacular operación contra el puerto de Saint-Nazaire, en la desembocadura del Loira.

Mientras todo esto ocurría, dos soldados del Cuerpo Dental del Ejército Británico (yo ni me imaginaba que tal cosa existía) se aburrían en su cuartel de Aldershot, al oeste de Londres. Eran el sargento Peter King, de 27 años, y el soldado Leslie Cuthbertson, estudiante de mecánico dental de 19 años. Frustrados por la falta de acción en un destino sin importancia mientras la nación luchaba por su supervivencia, un buen día de abril decidieron imitar a sus admirados comandos y realizar por su cuenta una incursión en la Francia ocupada. Armados de dos revólveres y una bolsa con una decena de granadas, abandonaron el cuartel sin permiso y se dirigieron a Cornualles, en el suroeste de Inglaterra. Allí pasaron un par de semanas, buscando los medios para llegar a Francia. Al fin consiguieron hacerse con un pequeño barco pesquero con el que cruzaron el Canal de la Mancha. Sin conocimientos marineros, y navegando únicamente con la ayuda de una brújula y un atlas, a punto estuvieron de ser arrastrados al Atlántico por las fuertes corrientes del Canal. Finalmente llegaron a la costa francesa, en la región de Cherburgo. No estuvieron mucho tiempo en tierra. Cuando estaban saliendo de la playa al parecer oyeron unas voces hablando en alemán, y decidieron que sería más prudente reembarcar e intentar el desembarco en otro lugar. Pero una tormenta los alejó de la costa, se agotó el combustible de su barco, y tuvieron que pasar dos semanas a la deriva en aguas del Canal. Cuando su situación era ya desesperada, después de agotar el agua y la comida, tuvieron la suerte de ser avistados por un avión inglés de reconocimiento costero que estaba haciendo unas prácticas. Fueron rescatados por un destructor, y como no podían confirmar su identidad comenzó una investigación para saber quiénes eran y cómo habían llegado hasta allí. Los interrogadores no sabían si se encontraban ante unos torpes desertores que se habían perdido tratando de llegar a Irlanda o ante unos astutos espías alemanes haciéndose los tontos. Finalmente tuvieron que creer su historia, aunque eso no les libró de ser juzgados por un tribunal militar, acusados de ausentarse sin permiso durante cinco semanas y de robo de armas del ejército. El castigo no fue demasiado severo: el sargento King fue degradado a cabo, y el soldado Cuthberson condenado a 28 días de prisión.

Después del juicio los dos hombres nunca volvieron a verse. Peter King logró finalmente ser destinado a los Comandos, donde sirvió hasta el final de de la guerra. Después emigró a Nueva Zelanda y continuó allí su carrera militar. En Corea ganó una Orden de Servicios Distinguidos, y se retiró como mayor del ejército neozelandés. Más tarde se dedicó a la silvicultura, y murió en 1962 en un accidente de tráfico. Leslie Cuthberson fue destinado a la Infantería Ligera de Durham, y tras la guerra se convirtió en un hombre de negocios de éxito. En 1967 fue elegido teniente de alcalde de Newcastle. Murió en 1995.

En la película la historia es bastante diferente. Entre otras cosas, el guión convirtió al sargento King en un veterano de la Primera Guerra Mundial de 55 años, medio chiflado, envidioso de los suboficiales más jóvenes que eran destinados a Africa. Cuando llegaron a Francia, después de una serie de peripecias (una de ellas hacer descarrilar accidentalmente un tren militar alemán) encontraron un objetivo digno de ser atacado, una estación de radar, y por supuesto tuvieron éxito en el ataque (una acción que también está basada en una historia auténtica; en la película se ve que hay un ataque de comandos al mismo tiempo que el de los protagonistas: el guión hizo coincidir la incursión de los dentistas con el ataque de comandos a la estación de radar de Bruneval, un hecho real que ocurrió en el mes de febrero de 1942). Finalmente, en la película, cuando King y Cuthberson estaban siendo juzgados por deserción les salvó la intervención directa de la oficina de Churchill, que conoció su historia por una carta que habían tenido la prevención de enviarle antes de partir.

Tengo que aclarar que no estoy criticando la película al comentar sus diferencias con la historia auténtica. Se trata de una comedia, no pretende ser un relato fidedigno de los hechos.

Cartel de la película:

Two Men Went To War

Cowra

El Campo de Prisioneros de Guerra Nº 12

El trato que los australianos dieron a sus prisioneros de guerra fue en general más que correcto, respetando siempre la Convención de Ginebra. Incluso llegaron a permitir a miles de prisioneros italianos trabajar en granjas civiles sin ningún tipo de vigilancia. En el momento de los sucesos de Cowra las autoridades australianas estaban considerando dar trabajo también a los prisioneros japoneses. En agosto de 1944 había en Australia 14.720 prisioneros de guerra italianos, capturados principalmente en la campaña del norte de Africa, 1.585 alemanes, en su mayoría marinos mercantes o de la Kriegsmarine, y 2.223 japoneses, incluyendo 544 marinos mercantes. Estaban repartidos en 28 campos de internamiento.

Cowra es una pequeña ciudad cabeza de un distrito agrícola de Nueva Gales del Sur, a unos 300 km al oeste de Sydney, con una población aproximada en aquella época de 3.000 personas. A unos kilómetros del pueblo se encontraba el campo de prisioneros de guerra Nº 12, el mayor de Australia, donde estaban internados unos 4.000 hombres, militares y civiles pertenecientes a países del Eje y algunos indonesios detenidos a petición de las autoridades de las Indias Orientales Holandesas acusados de colaborar con el enemigo.

Fotografía de prisioneros japoneses jugando al béisbol en Cowra, tomada en 1 de julio de 1944 con fines propagandísticos:

Cowra
El campo de prisioneros de guerra Nº 12 ocupaba un área de más de treinta hectáreas. Tenía una forma octogonal, dividido en cuatro partes por dos carreteras de 700 metros de largo, conocidas como “No Man’s Land” (que iba en sentido este-oeste y tenía 10 metros de ancho, incluidas las alambradas que lo delimitaban) y “Broadway” (llamada así por su iluminación nocturna, que servía de camino de acceso al campo y vía principal, tenía una anchura de 45 metros y lo recorría en dirección norte-sur). Dos de los sectores, los llamados A y C, acogían a los prisioneros de guerra italianos, que sumaban aproximadamente la mitad del total, y a los indonesios. En el sector D estaban los oficiales japoneses junto a los prisioneros de Formosa y Corea, que servían en su mayoría como auxiliares en el ejército japonés. Los prisioneros del sector B eran todos japoneses. Eran un total de 1.104 hombres, todos ellos suboficiales y tropa, capturados en su mayoría en Nueva Guinea y las islas Salomon. Fue en este último bloque donde estalló la rebelión.

Vista general del campo de prisioneros de guerra de Cowra:

Cowra
Aunque los prisioneros de guerra eran tratados de acuerdo con la convención de Ginebra, la relación entre los presos japoneses y sus guardias era difícil, a causa de las grandes diferencias culturales. A diferencia de los italianos, que aceptaban con normalidad su condición de prisioneros y se limitaban a esperar pacientemente el fin de la guerra, los soldados japoneses capturados se sentían avergonzados de su condición. Muchos daban nombres falsos para evitar a sus familias la humillación de saber que habían sido hechos prisioneros. Sin embargo, en un principio las medidas de seguridad en el campo no eran demasiado estrictas. Las autoridades pensaban que cualquier intento de fuga no tenía ninguna posibilidad de éxito, por lo que era muy improbable que se produjesen (¿a dónde iba a ir un fugitivo japonés en una zona rural del sur de Australia?). Alrededor del perímetro del campo había tres vallas, con metros de alambradas entre ellas. El campo contaba con seis torres de vigilancia, de casi nueve metros de altura. El perímetro estaba regularmente recorrido por guardias armados. Como consecuencia de una rebelión de prisioneros japoneses en el campo de prisioneros de guerra de Featherston, en Nueva Zelanda, en febrero de 1943, se reforzó la seguridad en Cowra. Se instalaron ametralladoras Vickers y se dotó a la guarnición de algunas ametralladoras ligeras Lewis. Hasta entonces las armas más potentes con las que habían contado los guardias eran sus fusiles. La guardia del campo pertenecía al 22nd Garrison Battalion de la Milicia Australiana, formada en su mayoría por veteranos o jóvenes considerados físicamente incapaces para su servicio en el frente. Al mando estaba el teniente coronel Brown.

Vista de Broadway, el camino que dividía en dos el campo; a la izquierda, los sectores B y C, a la derecha A y D:

Cowra
La evasión

El 3 de junio de 1944 un prisionero coreano informó a los guardias australianos de que se estaba preparando una fuga masiva. Según él los japoneses habían planeado atacar a la guarnición para hacerse con armas y municiones y escapar. A raíz de ese aviso aumentó la seguridad en el campo, aunque no ocurrió nada hasta que los australianos tomaron la decisión de trasladar a una gran parte de los hombres del serctor B a otro campo en Hay, Nueva Gales del Sur, unos 400 Km al oeste de Cowra. La convención de Ginebra disponía que los prisioneros debían ser informados de su traslado al menos 24 horas antes, y así se hizo el 4 de agosto (el traslado estaba previsto para el día 7), cuando el teniente coronel Brown se lo comunicó al comandante japonés del bloque B, el sargento mayor Kanazawa. Esa tarde Kanazawa convocó a una reunión a los veinte jefes de barracón para explicarles la situación y decidir la acción a seguir. Cuando el sargento Kanazawa propuso intentar una fuga masiva esa misma noche, comenzó una acalorada discusión que terminó finalmente cuando los demás jefes aceptaron la propuesta, aunque estuvo lejos de ser una decisión unánime.

Comenzaron entonces a prepararse para la rebelión. Se distribuyeron las armas disponibles y se dividió a los hombres en grupos a los que asignaron distintos objetivos. Se decidió que antes del inicio de la evasión los prisioneros incapacitados para participar en la fuga por lesión o enfermedad pudiesen suicidarse para salvar su honor. Algunos de los líderes de la rebelión también optaron por quitarse la vida cuando terminaron todos los preparativos sin llegar a participar directamente en el intento de fuga. Fue el caso del contramaestre Enji Kakimoto, piloto de caza de la Marina Imperial y as de la aviación japonesa, que se ahorcó en su barracón momentos antes del inicio de la rebelión.

Esa madrugada, poco antes de las 2, un japonés corrió a las puertas de campo y gritó lo que parecía ser una advertencia a los guardias. Entonces sonó una corneta japonesa. Esa era la señal convenida para el inicio de la rebelión (el corneta, Hajimi Toyoshima, un piloto de la Marina derribado en el raid contra Darwin, había sido el primer prisionero japonés capturado por los australianos en la guerra). Un guardia hizo un disparo de advertencia. Más guardias dispararon cuando una avalancha de presos, en cuatro grupos separados, gritando "Banzai", se abalanzaron sobre las alambradas. Dos de los grupos se dirigieron al perímetro exterior del campo, en las caras sur y oeste, los otros dos trataron de cruzar Broadway para llegar al sector D (donde se encontraban el resto de los prisioneros japoneses) y a los barracones de la guarnición australiana. Mientras tanto, los que no participaron en la primera oleada prendieron fuego a los barracones. Poco tiempo después, la mayor parte de los barracones del sector B estaba ardiendo. Los japoneses estaban armados con cuchillos, bates de béisbol, palos y estiletes hechos con alambre. Para atravesar las alambradas tiraban sobre ellas mantas y ropas de invierno. Se lanzaron al asalto a los puestos de ametralladoras armados únicamente con sus armas improvisadas, mostrando un desprecio suicida por la propia vida.

Armas recogidas por los guardias del campo tras la rebelión:

Cowra
Dos soldados, Benjamin Hardy y Ralph Jones, hicieron fuego con su ametralladora Vickers contra la primera oleada de asaltantes, pero no pudieron detenerlos, abrumados por la superioridad numérica, y acabaron muertos. Jones antes de morir logró quitar y ocultar el cerrojo del arma, inutilizándola e impidiendo así que los fugados pudiesen utilizarla contra los guardias. Por su acción, Hardy y Jones fueron condecorados póstumamente con la George Cross.

Cuerpos junto a las alambradas; estas están cubiertas por las ropas y mantas que utilizaron los presos para saltar sobre ellas:

Cowra
Los intentos de atravesar Broadway fracasaron. Retenidos por un intenso fuego, unos 200 hombres se refugiaron en una zanja de la que sólo salieron al amanecer para rendirse. Por contra, la mayor parte de los prisioneros de los grupos que trataron de cruzar el perímetro exterior lograron escapar. En total murieron durante la fuga tres guardias australianos y otros tres resultaron heridos. Además de los soldados Hardy y Jones, el tercer australiano muerto fue el soldado Charles Shepherd, que resultó herido de muerte en el asalto al perímetro de Broadway. El total de japoneses muertos fue de 209 hombres (31 de ellos se suicidaron, otros murieron en los incendios de los barracones). 298 presos resultaron heridos, algunos con heridas autoinfligidas tratando de quitarse la vida. Lograron escapar 359 prisioneros.

Cadáver de un prisionero japonés:

Cowra
La captura de los fugados y la investigación posterior

En las operaciones de búsqueda de los fugados participaron la policía, la Real Fuerza Aérea Australiana, reclutas del Ejército (había un campo de entrenamiento cercano a Cowra, a tan sólo unos 3 km del campo) y mujeres del Australian Women’s Battalion, también con base en Cowra. Los últimos fugados vivos fueron capturados 10 días después de la evasión; algunos llegaron hasta Eugowra, a más de 50 km de distancia de Cowra. La mayoría se rindieron sin ofrecer resistencia, incluso se dieron casos (al menos dos) de fugitivos capturados por civiles. Otros, unos 25 hombres, se suicidaron antes de ser capturados. Dos de ellos se tiraron bajo un tren, otros muchos se colgaron.

El único muerto en las operaciones de captura de los prisioneros fue el teniente Harry Doncaster, del 19th Australian Infantry Training Battalion, asesinado a once kilómetros al norte de Cowra. El teniente Doncaster y los soldados Hardy, Jones y Shepherd, muertos en Cowra, son las únicas bajas que ha tenido el ejército australiano por acción del enemigo en suelo australiano en toda su historia. Entre la población civil australiana no hubo ninguno herido ni muerto, ya que los líderes de la fuga habían prohibido a sus hombres hacer daño a los civiles.

Funeral por los soldados australianos muertos:

Cowra
Una de las anécdotas que se cuentan es la de la señora Weir, que se negó a entregar a los dos fugitivos que se habían refugiado en su granja (y que llevaban varios días sin comer) hasta que no hubiesen tomado té con panecillos. Décadas después los dos japoneses visitaron a la familia de la señora Weir para agradecerles su hospitalidad.

La fuga de Cowra fue la mayor evasión masiva de la historia militar moderna, y también la más sangrienta. La investigación oficial de los hechos exculpaba totalmente a los responsables del campo de la masacre. Los informes de la investigación fueron leídos a la Cámara de Representantes australiana por el Primer Ministro John Curtin en 8 de septiembre de 1944. Sus conclusiones fueron:

- El campo cumplía con la Convención de Ginebra y las condiciones de vida de los prisioneros eran buenas.
- Antes del incidente no hubo ninguna queja por el trato recibido por parte de los prisioneros japoneses o en su nombre. La rebelión parecía ser el resultado de un proyecto premeditado y previamente preparado.
- Las acciones de la guarnición australiana al resistir el ataque evitaron una mayor pérdida de vidas, y el fuego cesó tan pronto como los guardas recobraron el control.
- Muchos de los muertos se habían suicidado o habían sido asesinados por otros prisioneros, y muchos de los japoneses que resultaron heridos se habían autoinfligido las heridas.

Conclusiones oficiales aparte, lo cierto es que el auténtico objetivo de los planificadores de la evasión, más que tener éxito en la fuga, era tener la oportunidad de encontrar una muerte honrosa. Masaru Morki, un superviviente, escribió más tarde, "Como soldados japoneses, tuvimos que elegir la muerte. No podíamos segur viviendo indefinidamente con la vergüenza de haber sido capturados... Nosotros nos guiábamos por el Código del Combatiente, el núcleo de la disciplina militar”. El Código del Combatiente japonés consideraba una vergüenza para el soldado japonés ser capturado vivo. Un oficial del 22nd Garrison Battalion escribió posteriormente: “No comprendieron los artículos de la convención de Ginebra… nuestra adherencia estricta a sus términos simplemente les divertía y además les convenció de nuestra debilidad moral y espiritual. Ellos atribuyeron nuestro trato humanitario hacia ellos a un deseo de aplacarles…”. Para muchos japoneses lo que estaba detrás del buen trato que recibían de los australianos era el miedo oculto que les tenían, y no los sentimientos humanitarios.

El campo Nº 12 continuó funcionando hasta que los últimos prisioneros japoneses e italianos fueron repatriados en 1947.

La noticia de la evasión en la prensa:

Cowra
Cowra hoy

Cowra ha sabido convertir el recuerdo de un suceso dramático en una reivindicación de paz entre las naciones, o si se prefiere (para los menos idealistas) en un reclamo turístico internacional. La ciudad mantiene un cementerio de guerra japonés, cuidado por las autoridades locales, contiguo al cementerio australiano donde descansan los caídos en combate de la localidad. En 1979 fue construido un jardín japonés en Bellevue Hill, diseñado por Ken Nakajima, un famoso diseñador de jardines de la época, como homenaje a las víctimas de la evasión. En el jardín, diseñado siguiendo el estilo del período Edo, se encuentra una Campana de la Paz japonesa, para simbolizar la convivencia pacífica entre los pueblos. Junto a él se encuentra un centro cultural japonés, con salas de exposiciones, una casa de té, un taller de alfarería y una casa de bonsáis. Está unido al cementerio por una carretera bautizada Avenida de Sakura, flanqueada por 2.000 cerezos.

El jardín japonés de Cowra:

Cowra
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Fuentes:
http://www.anzacday.org.au/history/ww2/anecdotes/cowra.html
http://www.ww2australia.gov.au/allin/breakout.html
http://en.wikipedia.org/wiki/Cowra_breakout
http://www.awm.gov.au/encyclopedia/cowra/doc.asp
http://www.hindu.com/thehindu/mag/2005/02/13/stories/2005021300250700.htm
http://www.migrationheritage.nsw.gov.au/exhibition/objectsthroughtime/bugle/


El nacimiento del Viento Divino

En junio de 1944 la marina estadounidense inició una campaña con el objetivo de capturar bases avanzadas en el archipiélago de las Marianas para posteriores ataques a las Filipinas o Formosa. Para proteger los desembarcos en Guam y Saipán, previstos para mediados de mes, los norteamericanos desplegaron la Agrupación 58, al mando del vicealmirante Marc Mitscher, formada por 7 acorazados, 21 cruceros, 69 destructores y 15 portaaviones con 891 aviones. El almirante japonés Soemu Toyoda, que acababa de ser nombrado jefe de la Flota Combinada, vio la oportunidad de derrotar a los estadounidenses en un único combate, recuperando la idea de Midway de forzar al enemigo a entablar la batalla decisiva. Para ello reorganizó la flota, formando una gran fuerza de ataque bautizada como la 1ª Flota Móvil, al mando del almirante Jisaburo Ozawa, que contaba con 6 acorazados, 13 cruceros, 28 destructores y 9 portaaviones con unos 500 aviones embarcados. Contaría también con el apoyo de la 1ª Flota Aérea, con unos 1000 aviones repartidos en aeródromos en torno al Mar de Filipinas. Pero la superioridad numérica japonesa en el aire era engañosa. La mayoría de los pilotos japoneses eran jóvenes inexpertos con menos de seis meses de vuelo en solitario, y sus aviones se habían quedado desfasados, y poco podían hacer contra los nuevos Hellcat guiados por radar y tripulados por pilotos bien adiestrados. El 11 de junio los estadounidenses comenzaron los ataques aéreos preliminares a los desembarcos contra los aeródromos de la 1ª Flota Aérea. En los ocho días siguientes la 1ª Flota Aérea perdió la mitad de sus aparatos, de forma que no pudo prestar la ayuda esperada en la que se pretendía que fuese la batalla decisiva. Esta tuvo lugar el 19 de junio, y pasó a la historia con el nombre de Batalla del Mar de las Filipinas, aunque los aviadores navales estadounidenses la apodaron “el gran tiro al blanco de las Marianas”. Los aviones japoneses fueron barridos del cielo por los cazas estadounidenses, y los pocos que lograron pasar la barrera defensiva fueron abatidos por las defensas antiaéreas de los buques. Los aviadores de los portaaviones japoneses hicieron un total de 328 salidas y perdieron 243 aviones, mientras que la 1ª Flota Aérea perdía otros 50. El día siguiente los aviadores estadounidenses pudieron atacar a la flota japonesa, que había perdido casi por completo su cobertura de cazas. El 21 de junio, cuando la 1ª Flota Móvil se retiró a Japón, había perdido tres portaaviones (los portaaviones de escuadra Taiho y Shokaku y el ligero Hiyo), 395 aparatos y 445 tripulantes. Lo que quedaba de la 1ª Flota Aérea se retiró a las Filipinas.

Durante la batalla del Mar de las Filipinas la tripulación de un buque estadounidense observa un combate aéreo:

batalla mar filipinas
Para los japoneses lo peor no fue la pérdida de los portaaviones ni de sus aparatos, sino la muerte de las tripulaciones. No habría nuevos pilotos para suplir las pérdidas con una mínima preparación antes de la primavera del año siguiente. A la superioridad numérica y técnica aliada se le unía ahora la ausencia casi total de tripulaciones experimentadas. Las posibilidades de victoria en un enfrentamiento convencional con la aviación norteamericana eran prácticamente nulas. Tras el desastre de las Marianas, en la Marina Imperial empezaron a tomarse en consideración las solicitudes de creación de fuerzas de ataque “especiales”. En la presentación de un informe sobre la batalla del Mar de Filipinas ante el Estado Mayor Imperial, el capitán de navío Eichiro Jo, comandante del portaaviones Chiyoda, propuso la creación y el mando de una unidad especial de “abordaje directo”, formada por pilotos inexpertos, que estrellarían sus aviones cargados de bombas contra los portaaviones enemigos. También el contraalmirante Sueo Obayashi, comandante de la 3ª División de portaaviones, se ofreció para crear y entrenar una unidad similar, pidiendo al almirante Ozawa que trasladase su propuesta al Estado Mayor Imperial. Ni el Estado Mayor ni el almirante Toyoda, comandante de la Flota Combinada, aprobaron esas propuestas, que sin embargo fueron tomadas en consideración por el vicealmirante Takijiro Onishi, por entonces jefe del departamento de aviación del Ministerio de Municionamiento.

Los pilotos eran conscientes de su situación. Participar en un ataque convencional contra la flota estadounidense, enfrentándose a su cobertura de cazas y a sus defensas antiaéreas, casi suponía una muerte segura. Muchos se convencieron de que si iban a morir al menos tenían que conseguir que no fuese una muerte inútil y que su sacrificio tuviese algún resultado. A mediados de octubre, cuando la flota estadounidense se presentó ante las Filipinas, una buena parte de los aviadores japoneses habían asumido que el ataque suicida no sólo era una táctica válida, sino la única con la que se podía hacer daño al enemigo. Como veremos a continuación, entre el 15 y el 25 de octubre, día de la primera misión oficial kamikaze, hubo varios ataques suicidas, iniciativas individuales de aviadores no pertenecientes a las escuadrillas del Cuerpo Especial de Ataque, que decidieron estrellar sus aviones contra los buques enemigos sin necesidad de que nadie se lo ordenase ni se lo sugiriese. Desde el día de su creación las escuadrillas Shimpu nunca tuvieron problemas para encontrar voluntarios.

A comienzos de octubre los portaaviones de la Task Force 38 del almirante Halsey comenzaron una serie de ataques a las bases aéreas de las Filipinas, Okinawa y Formosa. El 12 de octubre comenzaron a atacar los aeródromos japoneses de Formosa. En tres días de ataques continuos, las fuerzas aéreas japonesas en Formosa fueron reducidas a la mitad, evitando así que pudiesen ayudar en la defensa de las Filipinas. El día 14 ocurrió un hecho que pasó desapercibido: un torpedero Nakajima B6N Tenzan se precipitó contra el crucero ligero Reno. El avión se empotró en el puente de popa, causando daños leves. Pudo parecer una reacción irracional de un piloto desequilibrado, pero en realidad fue el primer aviso de lo que ocurriría en los días siguientes. Los aviadores japoneses empezaban a aceptar su propio sacrificio voluntario como la mejor forma de hacer frente a la aplastante superioridad enemiga.

La mañana del 15 de octubre los vuelos de reconocimiento japoneses avistaron una gran escuadra norteamericana frente a la isla de Luzón. En una decisión sin precedentes, los aviones de la 1ª Flota Aérea de la Marina y de la 4ª Arma Aérea del Ejército se unieron en una única misión para lanzar un ataque con todas sus fuerzas disponibles contra la escuadra norteamericana. El contraalmirante Masabumi Arima, comandante de la 26ª flotilla de la 1ª Flota Aérea, logró reunir en el aeródromo de Nichols 13 bombarderos en picado Yokosuka D4Y Suisei, 16 cazas Mitsubishi A6M Zero y unos 70 aviones del Ejército de diversos tipos, para lanzar un ataque en dos oleadas. Tras salir la primera oleada de ataque, el contraalmirante Arima sorprendió a todos anunciando que tomaría personalmente el mando de la segunda. Arima había arrancado las insignias de su uniforme de vuelo, dejando ver así cuál era su intención al participar en aquella misión. El enemigo no podía saber que los japoneses se sentían tan desesperados como para que un almirante decidiese sacrificarse en un ataque suicida. Cuando localizaron a los buques norteamericanos del Task Group 38/4 y comenzó el combate aéreo entre los cazas, el contraalmirante escogió el blanco más importante, el portaaviones USS Franklin, y enfiló directamente hacia él su Suisei. No logró impactar contra el buque, pero al estrellarse junto a él se extendió combustible en llamas por su cubierta de vuelo dando la impresión de que el portaaviones había sido alcanzado. Así lo vieron los pilotos japoneses, que informaron de que el buque enemigo se había incendiado. El sacrificio de un oficial de tan alto rango, unido al aparente éxito de su ataque, fue el ejemplo que los japoneses necesitaban, si es que todavía necesitaban alguno, para aceptar el ataque suicida como una táctica válida de combate.

Contraalmirante Masabumi Arima:

Masabumi Arima
El 17 de octubre llegó a Nichols el vicealmirante Takijiro Onishi, que había sido nombrado comandante de la 1ª Flota Aérea en sustitución del vicealmirante Kimpei Tareoka. La tarde del día 19 convocó a una reunión al Estado Mayor de la 1ª Flota Aérea en el cuartel general del grupo aéreo 201, en el aeródromo de Mabalacat, en la isla de Luzón. Además de Onishi y su ayudante personal, el teniente de navío Moji, a la reunión asistieron: el jefe del Estado Mayor capitán de navío Rikihei Inoguchi, el capitán de fragata Asaichi Tamai, comandante del grupo aéreo 201 y de la base de Mabalacat, el capitán de corbeta Yosioka, del Estado Mayor de la 26ª flotilla aérea, y los jefes de escuadrilla, tenientes de navío Masanobu, Ibusuki y Yokoyama. Onishi expuso la desesperada situación en la que se encontraban: El día anterior se había puesto en marcha la operación Sho Go, el definitivo intento de forzar a la flota estadounidense a librar la batalla decisiva. La poderosa flota del vicealmirante Kurita estaba en camino, pero tardaría varios días en llegar a aguas filipinas. La misión de la Primera Flota Aérea era hacer frente a la invasión de la isla de Leyte, fijar allí a la flota estadounidense y mantener la presión hasta que la escuadra de Kurita llegase y obligase al enemigo a librar la gran batalla que decidiría la guerra. Para tan difícil cometido la 1ª Flota Aérea contaba en esos momentos con apenas 50 aviones en condiciones de combatir. Las tácticas convencionales serían inútiles, y la única manera de conseguir resultados y lograr hacer daño a la flota estadounidense era recurrir a los ataques suicidas. Siguió una discusión que duró casi hasta la medianoche, cuando todos acabaron por aceptar la propuesta de Onishi. El capitán Tamai solicitó ser el encargado de organizar el nuevo grupo especial de ataque. Entonces se hizo llamar al teniente de navío Yukio Seki, al que Onishi nombró comandante de la primera escuadrilla de voluntarios. Inoguchi propuso un nombre para la nueva unidad: Cuerpo Especial de Ataque Viento Divino, en japonés Shimpu Tokubetsu Kogeki Tai (o abreviadamente Tokkotai), en recuerdo del tifón que en 1281 destruyó la gigantesca armada que el emperador mongol Kublai Khan envió a invadir Japón (Shimpu es una palabra formada por los mismos ideogramas que la palabra Kamikaze, el nombre del tifón). La tarde del día siguiente se constituyeron las cuatro primeras escuadrillas Shimpu con los primeros 24 voluntarios. Tres escuadrillas se quedaron en Mabalacat, en Luzón, bautizadas como Shikishima, Asahi y Yamazakura. La cuarta, llamada Yamato, se trasladó a la isla de Cebú.

Vicealmirante Takijiro Onishi:

Takijiro Onishi
Teniente de navío Yukio Seki:

Yukio Seki
Al amanecer del 21 de octubre, un grupo de aviones de la 4ª Arma Aérea del Ejército atacó a la flota que protegía la cabeza de playa de Leyte. Uno de ellos (hay distintas versiones sobre el tipo de avión, se dijo que había sido un Val, pero siendo un aparato del Ejército seguramente se trataba de un Mitsubishi Ki-51) eligió como objetivos los cruceros pesados australianos Shropshire y Australia. Cuando el avión fue alcanzado por la defensa antiaérea del Shropshire, el piloto se precipitó contra el Australia. Se estrelló a pocos metros del buque, pero el puente de mando quedó envuelto en llamas al quedar rociado por combustible ardiendo. Los daños materiales en el buque no fueron muy graves, pero hubo 21 muertos y 54 heridos (entre los muertos se encontraba el comandante del crucero, el capitán Emile Frank Verlaime Dechaineux).

Daños en el puente del HMAS Australia tras el incendio provocado por el ataque suicida del 21 de octubre:

HMAS Australia
Ese día despegó de Mabalacat la escuadrilla Shikishima al mando del teniente Seki, en la que habría sido primera misión oficial kamikaze. Sin embargo, a causa de la mala visibilidad, los aviones regresaron sin haber podido localizar ningún blanco. El fracaso se repetiría los tres días siguientes. En Cebú el mal tiempo también estaba retrasando la primera acción kamikaze. La escuadrilla Yamato dejaba pasar las horas esperando a que mejorasen las condiciones meteorológicas para despegar en su primera misión, cuando hacia las cuatro de la tarde la base fue atacada por una treintena de aviones norteamericanos. Fue un ataque rápido y devastador en el que fueron destruidos varios de los aparatos que esperaban en la pista listos para despegar. Pero también fue una oportunidad para que el Cuerpo Especial empezase su historia con éxito, si lograban despegar rápidamente y seguir a los aviones enemigos en su vuelo de regreso a sus portaaviones. Tan sólo tres Zeros pudieron despegar, y no lo suficientemente rápido como para mantener contacto con los aparatos enemigos. Al anochecer volvieron dos de ellos sin haber podido localizar ningún blanco. El tercero, pilotado por el subteniente Yoshiyasu Kuno, nunca regresó. Los japoneses no pudieron saber si el primer avión perdido en una misión kamikaze había logrado algún resultado positivo atacando algún buque enemigo o simplemente se había estrellado en el mar o en la selva.

El día 23 llegó a Luzón la 2ª Flota Aérea de la Marina, al mando del vicealmirante Shigueri Fukudome, con 350 aviones, para reforzar a la casi aniquilada 1ª Flota Aérea. Fukudome rechazó tajantemente la propuesta de Onishi de organizar unidades de ataque suicida: él no estaba dispuesto a participar en esa locura, y sus aviones combatirían de forma convencional. Pero el día siguiente la 2ª Flota Aérea sufrió enormes pérdidas en un ataque masivo contra la flota estadounidense. 60 bombarderos y torpederos y su escolta de 130 cazas fueron diezmados por los Hellcats cuando trataban de alcanzar a la Task Force 38.3. Sin embargo, un solitario bombardero en picado Suisei logró atravesar la línea de cazas enemigos, y con una única bomba de 225 kilos provocó un incendio en el portaaviones ligero USS Princeton, que horas más tarde sería abandonado y rematado por un submarino estadounidense. Además el crucero Birminham resultó dañado gravemente por una explosión cuando trataba de auxiliar al Princeton. Fue el único triunfo que tuvo la 2ª Flota Aérea ese día, a cambio de unas pérdidas pavorosas. La carnicería que sufrieron sus pilotos y el éxito de la escuadrilla Shikishima el día siguiente, del que hablaremos más adelante, hicieron cambiar de opinión a Fukudome, que aceptó crear nuevas escuadrillas suicidas sólo tres días después de haber rechazado la idea ante Onishi.

Desde el USS Birmingham se trata de controlar el fuego del USS Princeton tras el ataque de la 2ª Flota Aérea de Fukudome el 24 de octubre; el Princeton finalmente se hundió, siendo el último buque hundido por la aviación japonesa en un ataque convencional:

kamikaze uss princeton
kamikaze atack princeton
La mañana del 24 de octubre, 80 aviones de la 4ª Arma Aérea atacaron nuevamente a la flota norteamericana en el golfo de Leyte. Un Ki-51, alcanzado por el fuego antiaéreo, se precipitó envuelto en llamas contra el mercante Augustus Thomas y el remolcador Sonoma, que se encontraba arbolado a él. El avión impactó en el costado de babor del remolcador, que comenzó a hacer agua rápidamente. Fracasaron los intentos de embarrancarlo, y el Sonoma se hundió unas horas después, convirtiéndose en el primer buque estadounidense hundido por un ataque suicida japonés. Pero al igual que en los ataques al USS Franklin y al HMAS Australia no se trataba todavía de una misión oficial Kamikaze.

Tampoco lo fue el siguiente ataque suicida: a las 7h40’ del 25 de octubre una formación de seis Zeros atacó a los portaaviones de escolta del grupo 1º de la Task Force 77/4 al este de la isla de Surigao. Se trataba de la escuadrilla Kikushi, de la base aérea de Davao. El jefe de la escuadrilla logró atravesar la barrera de fuego antiaéreo y precipitó su avión contra el portaaviones Santee. El caza atravesó la cubierta de vuelo y se estrelló en el hangar, provocando varios incendios y causando 16 muertos y 27 heridos (un cuarto de hora después el Santee recibió el impacto de un torpedo disparado por el submarino I-56, que causó la inundación de varios compartimentos y una escora a estribor de 6º; sin embargo los daños se solucionaron rápidamente, completándose las reparaciones de emergencia a las 9h35’).

Impacto del caza japonés en la cubierta del USS Santee:

kamikaze santee
A continuación los aviones restantes picaron contra los otros portaaviones enemigos. Uno fue derribado por los antiaéreos del Suwanee a menos de 50 metros del Sangamon. Otros tres se dirigieron contra el Suwanee y el Petrof Bay y fueron derribados por sus defensas antiaéreas. El quinto caza subió hasta 2.000 metros para lanzarse en picado contra el Suwanee. Se estrelló a poca distancia del ascensor de popa, abriendo un boquete en la cubierta de vuelo y estalló en el hangar, causando 31 muertos y 82 heridos. Dos horas después el hangar y la cubierta de vuelo del Suwanee estaban en condiciones de seguir operando. Suele ser considerado el primer ataque Kamikaze, pero lo cierto es que no se trataba de una de las escuadrillas del cuerpo recién creado por Onishi. Los pilotos, voluntariamente y por iniciativa propia, quizás siguiendo el ejemplo del primero que picó contra el Santee, decidieron estrellarse contra los portaaviones enemigos, sin seguir ningún plan prefijado. De hecho, los japoneses no tuvieron conocimiento de este ataque hasta el final de la guerra.

Fotografía de la cubierta del USS Suwanee tras el ataque:

kamikaze suwanee
Restos del caza japonés recogidos en el USS Suwanee:

ataque suwanee
Reparando los daños en la cubierta del Suwanee:

uss suwanee
A las 7h25’ de la mañana del 25 de octubre despegaron de Mabalacat los cinco cazas Zero de la escuadrilla Shikishima al mando del subteniente Seki, portando cada uno una bomba de 250 kilogramos. Les acompañaban otros cuatro Zero de escolta, mandados por el subteniente Hiroyoshi Nishizawa, un veterano piloto de caza. Era el quinto intento tras cuatro días de mal tiempo en los que no habían tenido oportunidad de atacar a la flota estadounidense.

Ceremonia anterior al primer ataque Kamikaze. El teniente Seki recibe una taza con agua. El vicealmirante Onishi se encuentra en el centro, de espaldas:

seki onishi
Escuadrilla Shikishima despegando:

Escuadrilla Shikishima
A las 10h10’ localizaron unidades enemigas a 50 kilómetros al NE de la isla de Suluan. Se trataba de una agrupación de portaaviones de escolta y destructores de la 7ª Flota con nombre en clave Taffy 3, con los portaaviones White Plains, Kitkun Bay, Fanshaw Bay y Saint Lô. Los pilotos kamikaze se aproximaron a ras del agua para no ser detectados por el radar, ganaron altura y picaron contra los portaaviones. El primero en atacar escogió como blanco el Kitkun Bay. El avión golpeó al portaaviones detrás de la isla, a estribor, rebotó en la cubierta y cayó al mar, pero la bomba que transportaba estalló en la cubierta, causando un muerto y 16 heridos. Dos aviones se lanzaron contra el Fanshaw Bay, pero fueron derribados por la artillería antiaérea sin llegar a impactar en él. Otros dos se dirigieron contra el White Plains. El buque evitó un impacto directo con un rápido viraje a estribor. Uno de los aviones, acribillado por las defensas antiaéreas, se estrelló al costado del buque causando daños poco importantes y nueve heridos. El otro, también alcanzado por los antiaéreos, cambió de objetivo en el último momento y se lanzó en llamas contra el Saint Lô, atravesó la cubierta de vuelo y estalló en el hangar. Hubo una gran explosión, a la que siguieron otras seis más cuando el fuego alcanzó los torpedos y las bombas almacenados en el hangar. Media hora después, ya con la quilla del buque al aire, se produjo una última gran explosión que lo partió en dos. El Saint Lô se hundió, contabilizándose 113 muertos o desaparecidos, a los que se añadirían 30 muertos más a consecuencias de las heridas sufridas.

Un Zero a punto de impactar contra el USS White Plains:

kamikaze white plains
Gigantesca explosión en el USS Saint Lô:

kamikaze saint lo
El USS Saint Lô ardiendo, poco antes de hundirse:

hundimiento saint lo
El 27 de octubre el Cuartel General Imperial difundió el siguiente comunicado: “La unidad Shikishima del Cuerpo Especial de Ataque Shimpu, a las 10h45’ de la mañana del 25 de octubre de 1944, obtuvo éxito en un ataque por sorpresa contra una agrupación de fuerzas enemigas, incluyendo cuatro portaaviones, a treinta millas náuticas al nordeste de Suluan, en las islas Filipinas. Dos aviones de Ataque Especial se estrellaron juntos contra un portaaviones enemigo, causando grandes incendios y explosiones, resultando probablemente hundido el navío. Un tercer avión se estrelló contra otro portaaviones, provocando tremendos incendios. Un cuarto avión se precipitó sobre un crucero, dando origen a una formidable explosión, que posteriormente causó el hundimiento del barco”. Así, como un espectacular éxito, fue como se dio a conocer el Cuerpo Especial de Ataque Shimpu al pueblo japonés. La información que se hizo pública se basaba en los informes de los tres pilotos de los cazas de escolta supervivientes de la misión, exageradamente optimistas. Según ellos, tan sólo uno de los aviones de la escuadrilla no había logrado estrellarse en ningún blanco, y los otros cuatro habían impactado en tres buques enemigos y habían logrado hundir uno o dos de ellos. Realmente, aunque los resultados habían sido exagerados la misión de la escuadrilla Shikishima no dejaba de ser un éxito. En un ataque llevado a cabo por cinco aviones, tres de los cuatro portaaviones de la Taffy 3 habían sido alcanzados, dos de ellos con escasos daños, pero el tercero se había hundido (en esto los japoneses habían rebajado el éxito de la misión, al confundir el St Lô con un crucero). A la vista de los resultados, los que en la Marina Imperial se seguían manifestando en contra de la utilización de escuadrillas suicidas difícilmente podían seguir manteniendo su oposición.

El día siguiente al ataque de la escuadrilla Shikishima, el 26 de octubre, se producía un nuevo ataque kamikaze en el estrecho de Surigao a cargo de la escuadrilla Yamato de Cebú, resultando alcanzado el portaaviones de escolta USS Suwanee, el mismo que ya había sido dañado el día anterior por el ataque suicida de la escuadrilla Kikushi. El caza del jefe de la escuadrilla se estrelló contra los aviones que se encontraban en la cubierta de vuelo del Suwanee, provocando un gran incendio que tardó varias horas en controlarse, causando graves daños al buque y 143 muertos o desaparecidos entre su tripulación.

El caza pilotado por Tomisaku Katsumata a punto de estrellarse sobre el USS Suwanee, en el mismo momento en el que un avión estadounidense iba a aterrizar en el portaaviones:

Tomisaku Katsumata
Momento en el que el kamikaze impacta sobre un avión que se encontraba sobre la cubierta del portaaviones, explotando ambos:

ataque suwanee
El fuego se extiende a otros aviones y se produce un gran incendio sobre la cubierta de Suwanee:

fuego suwanee
El vicealmirante Fukudome, reconociendo el éxito de las tácticas del Cuerpo Especial de Ataque, aceptó fusionar la 1ª y 2ª Flotas Aéreas y crear nuevas escuadrillas Shimpu. El 27 quedaron constituidas cuatro nuevas escuadrillas: Junchu, Seichu, Chuyu y Giretu.

Las acciones del Shimpu continuaron en las Filipinas hasta el mes de enero de 1945. En total 425 aviones kamikaze y un centenar más del Ejército (Tokubettsu) hundieron 27 buques y dañaron otros 174. Más tarde se formaron nuevas escuadrillas también en Formosa, pero fue en Okinawa entre los meses de abril y junio donde los kamikazes actuaron en mayor número, con los grandes ataques Kukusui, en los que intervenían cientos de aparatos en ataques masivos desde varias direcciones diferentes. Aunque sus resultados fueron significativos, todo el daño que podían hacer los pilotos con su sacrificio no reducía en nada la formidable desproporción de fuerzas que existía a favor de los estadounidenses. Finalmente el Viento Divino llegó demasiado tarde para cambiar el curso de la guerra.


Fuentes principales:

http://usuarios.lycos.es/majimenez1964/Casos_de_estudio.htm
http://www.de1939a1945.com/casos/006kamikazes.htm
http://robertodimolfetta.spaziofree.net/Storiche/Kamikazegiapponesi.htm
http://www.navsource.org
http://es.wikipedia.org/wiki/Kamikaze
http://www.backpackingphilippines.com/2008/10/kamikaze-airfield-mabalacat-pampanga.html
W.Murray/A.R.Millet: La guerra que había que ganar
Saburo Sakai: Samurai