Die Glocke

Este es otro misterio inexistente. Es una de las muchas historias que circulan sobre las Wunderwaffen, las míticas "Armas Maravillosas" que según el Ministerio de Propaganda de Goebbels iban a conseguir cambiar el curso de la guerra cuando todo parecía perdido para el Tercer Reich. Lo sorprendente de este caso es que la historia nació y se popularizó hace apenas unos años.

En el año 2000 un periodista polaco llamado Igor Witkowski reveló en su libro Prawda o Wunderwaffe (“La verdad sobre la Wunderwaffe”) detalles de un programa armamentístico ultrasecreto nazi que había conseguido avances extraordinarios en tecnología antigravitatoria. Aunque no aportaba ninguna prueba de sus afirmaciones, la historia consiguió hacerse popular y fue reproducida y ampliada (con datos de su propia cosecha) por el escritor británico Nick Cook y un buen número de expertos en ufología, energías libres y otras ciencias igual de prestigiosas.

Witkowski explica en su libro que descubrió la existencia del programa nazi en agosto de 1997, gracias a un contacto anónimo de la inteligencia polaca que le permitió leer las transcripciones del interrogatorio a un oficial de las SS llamado Jakob Sporrenberg. Como es lógico (y conveniente), su informador no le permitió hacer copias de los documentos que le mostró.

Witkowski asegura que durante la guerra, bajo la dirección de las SS, se construyó un centro de investigación secreto conocido como Der Riese (“El Gigante”), cerca de una vieja mina de sal en la Baja Silesia, en lo que hoy es el sudoeste de Polonia (y a escasos kilómetros del castillo de Ksiaz, otro lugar lleno de misterios del que ya hablé en este blog). Allí los científicos nazis desarrollaron un dispositivo al que llamaron Die Glocke (“La Campana”), un artefacto metálico con forma de campana (por supuesto), de unos 2'50 o 3 metros de diámetro y entre 3'50 y 4'50 de altura. El aparato contaba con dos cilindros, que se rellenaban con un líquido metálico similar al mercurio de nombre “Xerum 525”, y que se hacían girar en sentidos opuestos, generando una fuerza antigravitatoria que hacía que la campana flotase en el aire. Cuando eso ocurría, el artilugio emitía una fuerte radiación de naturaleza desconocida, que supuestamente provocó la muerte de varios de los científicos que trabajaban en el proyecto.

Según Witkowski, una estructura circular de hormigón que se conserva en las cercanías de la mina de sal, a la que llamó “el Henge” (por su parecido con esas construcciones prehistóricas), habría servido como lugar de pruebas del dispositivo antigravitatorio.

En cuanto al destino final de Die Glocke, Witkowski asegura que acabó en algún país sudamericano transportado por nazis fugitivos. Otros autores defienden que está en poder del gobierno de los Estados Unidos.

The Deadly Double

El 22 de noviembre de 1941, apenas dos semanas antes del ataque japonés a Pearl Harbor, dos extraños anuncios aparecieron en la revista estadounidense New Yorker. Parecían ser publicidad de algo llamado The Deadly Double (“El Doble Mortal”). Uno de ellos, publicado en la página 32 de la revista, estaba encabezado con una advertencia en varios idiomas: “Achtung! Warning! Alerte!”. Debajo se veía un dado blanco que mostraba los caracteres 12, 24 y XX, y otro negro con los números 0, 5 y 7. Sobre ellos tan solo había una frase: “Ver anuncio página 86”.


En la mencionada página 86 se encontraba el segundo anuncio. Un dibujo mostraba a un grupo de gente de aspecto alegre reunida en un bunker subterráneo, jugando a los dados en torno a una mesa, mientras sobre ellos se desarrollaba lo que parecía ser un ataque aéreo, con focos reflectantes y explosiones en el aire y en tierra. Se repetía la advertencia “Achtung! Warning! Alerte!”, y bajo ella un texto explicativo (que en realidad no explicaba demasiado): “Esperamos que usted nunca tenga que pasar una larga noche de invierno en un refugio antiaéreo, pero pensamos ... que es de sentido común estar preparado. Si no está demasiado ocupado entre este momento y la Navidad, por qué no sentarse y planear una lista de las cosas que usted querría tener a mano... Productos enlatados, por supuesto, y velas, Sterno [latas de combustible para barbacoas y estufas], agua embotellada, azúcar, café o té, brandy, y un montón de cigarrillos, suéteres y mantas, libros o revistas, cápsulas de vitaminas ... y aunque no es tiempo, realmente, de pensar en lo que está de moda, apostamos a que la mayoría de sus amigos se acordará de incluir esos intrigantes dados y fichas que componen el juego favorito de Chicago”. A continuación aparecían en gran tamaño las palabras “The Deadly Double” y un águila bicéfala, con un aspecto sospechosamente germánico, e incrustado en ella un escudo con las siglas XX.


Después de Pearl Harbor, aquellos misteriosos mensajes parecieron adquirir un significado siniestro. Hubo quien pensó que los anuncios habían sido el método utilizado por las potencias del Eje para avisar a sus agentes en Estados Unidos de que la guerra era inminente. En los dados aparecía la fecha del ataque (los números 7 y 12, es decir, 7 de diciembre). El resto de caracteres podrían incluir mensajes en clave con más información o instrucciones para espías y saboteadores (se han intentado descifrar de distintas maneras, pero ninguna de las interpretaciones tenía mucho sentido). “Deadly Double” podía ser una forma de describir la doble amenaza que se cernía sobre la nación, Alemania y Japón. Y las premonitorias alusiones a bombardeos “entre este momento y la Navidad” parecían referirse a los ataques japoneses. Se cuenta que, ante tanto indicio sospechoso, el FBI se vio obligado a realizar una exhaustiva investigación. Lo que descubrieron (o, mejor dicho, lo que no descubrieron) no hizo sino aumentar el misterio. A pesar de todos sus esfuerzos, no se logró averiguar la identidad del hombre que había contratado los anuncios en el New Yorker. Había pagado en efectivo y no había dejado ningún nombre ni dirección. Los anuncios aparecían firmados por una compañía de Nueva York llamada Monarch Trading Co., que resultó ser una empresa ficticia.

El caso del "Deadly Double" se ha convertido en uno de los grandes misterios de la Segunda Guerra Mundial, y así aparece en infinidad de sitios. Por ejemplo, en este libro de curiosidades matemáticas, además del día y el mes del ataque japonés, el autor es capaz de encontrar en los anuncios del New Yorker el año y la hora, e incluso la latitud de Pearl Harbor. Afirma también que en 1967 se reveló que el FBI había estudiado el asunto en 1941 y había llegado a la conclusión de que todo podía atribuirse a una gran coincidencia. En este artículo de Los Angeles Times el autor asegura que conoció la historia a través de un oficial de inteligencia con el que habló durante la guerra (el artículo es de 1989). En este otro, el autor se atreve a afirmar que en el dibujo del segundo anuncio "todas las imágenes sugieren Pearl Harbor en Hawai", y cree ver una bomba cayendo en la superficie del mar, cuando es evidente que lo que representa es un ataque aéreo sobre tierra y un refugio subterráneo. Se dice también que el FBI sí consiguió identificar al misterioso hombre que contrató los anuncios, pero que éste murió pocas semanas después en circunstancias extrañas. Son versiones no exactamente coincidentes, pero todas llegan a la misma conclusión: el misterio sigue sin resolverse.

Pero lo cierto es que nunca hubo tal misterio. The Deadly Double era exactamente lo que parecía, un juego de mesa.


En medio de la paranoia que siguió al ataque a Pearl Harbor, resulta incluso creíble que el FBI se interesase por el asunto, pero en cualquier caso la investigación no les llevaría demasiado tiempo. Monarch Trading Co. era una empresa auténtica y completamente legal, y The Deadly Double un juego que se comenzó a comercializar en la campaña navideña de aquel año. Es posible que las alusiones a bombardeos en su publicidad fuesen de mal gusto, pero hay que tener en cuenta que era el tema de moda (Europa llevaba dos años en guerra y la amenaza sobre Estados Unidos era cada vez mayor) y que el primer objetivo de cualquier campaña de marketing es llamar la atención. Por supuesto, que apareciesen los números 12 y 7 en los anuncios fue una simple casualidad (y no demasiado sorprendente), y el resto de cifras y símbolos no tenían ningún significado oculto.

El incidente del William D. Porter

El William D. Porter (o Willie Dee, como se le apodaba familiarmente) era un destructor estadounidense de la clase Fletcher, la mayor y más avanzada tecnológicamente de su época. Entró en servicio en la US Navy en julio de 1943, al mando del Lieutenant commander (capitán de corbeta) Wilfred A. Walter y con una dotación de 329 hombres. La tripulación dedicó los meses siguientes a completar las pruebas de mar, adiestrarse y realizar prácticas de combate. En noviembre de 1943 el flamante destructor fue destinado a su primera misión, una travesía a través del Atlántico hasta el puerto argelino de Mers el-Kebir en la que acompañaría y daría escolta antisubmarina al acorazado Iowa.

En el Iowa viajaba un pasajero muy especial, el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt. Aquella era la primera etapa del viaje que le llevaría a las conferencias interaliadas de El Cairo y Teherán. Junto al presidente embarcaron el secretario de Estado Cordell Hull, el jefe del Estado Mayor almirante William D. Leahy, el jefe del Estado Mayor del Ejército general George C. Marshall, el Jefe de Operaciones Navales almirante Ernest King, el comandante de la USAAF Henry "Hap" Arnold, y otros mandos militares y cargos políticos del más alto nivel. Prácticamente todos los hombres responsables de la dirección de la guerra se reunieron a bordo del acorazado. Como es de imaginar, el viaje se preparó en el secreto más absoluto y se extremaron las medidas de seguridad. La escolta del Iowa estaría formada por el William D. Porter y otros dos destructores, además de dos portaaviones de escolta.

El William D. Porter:


La mañana del 12 de noviembre el Willie Dee zarpó del puerto de Norfolk con órdenes de reunirse con el Iowa y el resto del convoy en mar abierto. Cuando dejaba el muelle, su ancla se enganchó a otro destructor amarrado a su costado y le destrozó varios metros de baranda y algunos botes salvavidas. La misión empezaba con mal pie.

El 13 de noviembre, navegando con un mar agitado ya en compañía del resto de buques, una carga de profundidad mal asegurada se soltó y cayó al mar desde la cubierta del destructor. La carga detonó, levantando un gran chorro de agua en medio del convoy. La explosión hizo que el Iowa y sus escoltas se pusiesen en alerta e iniciasen maniobras evasivas al suponer que estaban siendo atacados por submarinos alemanes. Avergonzado, el capitán Walter tuvo que informar del accidente para tranquilizarles.

El 14 de noviembre, con el convoy navegando al este de las Bermudas, el capitán del Iowa, John McCrean, tuvo la ocurrencia de preparar un simulacro de ataque aéreo para impresionar a sus insignes pasajeros. Con Roosevelt y su séquito acomodados en el puente para presenciar el espectáculo, McCrean ordenó lanzar una serie de globos meteorológicos que sirviesen como blancos para las armas antiaéreas del buque. La artillería del acorazado abrió fuego y derribó la mayor parte de los globos, pero algunos, empujados por el viento, escaparon en dirección al William D. Porter. El capitán Walter vio una oportunidad de restaurar el buen nombre de su destructor y ordenó zafarrancho de combate. Los antiaéreos del Willie Dee hicieron un buen trabajo y derribaron los globos, pero Walter no se conformó con aquella exhibición y quiso continuar con el ejercicio, así que, aprovechando el estado de alerta en el que se encontraba el buque, ordenó un simulacro de ataque con torpedos.

El ejercicio consistía en simular el lanzamiento de una salva de cuatro torpedos. Para ello tenían que fijar un blanco y realizar todos los cálculos como si fuese un ataque real. La única diferencia era que antes de abrir fuego se retiraban las cargas explosivas que disparaban los torpedos fuera de los tubos. Tras determinar datos como la velocidad y el rumbo del blanco, el oficial de tiro calculaba el ángulo de disparo. A continuación, el oficial de guardia ordenaba disparar los torpedos uno a uno. El blanco escogido por los hombres del Willie Dee fue el Iowa, que navegaba a unas tres millas náuticas de distancia. El ejercicio se desarrollaba con normalidad, hasta que llegó el momento en que el oficial de guardia dio la orden de disparar el tercer torpedo de la salva. Un instante después se oyó un chapoteo. Aquello solo podía significar una cosa: el torpedo había salido del tubo y se dirigía hacia su blanco, el acorazado Iowa.

Como había órdenes estrictas de mantener silencio de radio, el capitán Walter trató de comunicarse con el acorazado utilizando una lámpara de señales. Pero el nerviosismo y la inexperiencia del marinero encargado de las comunicaciones hicieron que enviase dos confusos mensajes en los que avisaba que había un torpedo en el agua alejándose del Iowa (en lugar de dirigiéndose al Iowa) y que el William D. Porter había puesto sus máquinas marcha atrás (en lugar de recomendar que el acorazado diese marcha atrás a toda máquina). Al ver el lío que se estaba haciendo el marinero con el código morse, el capitán Walter decidió romper el silencio de radio y avisar él mismo al acorazado. Para entonces los vigías del Iowa ya habían visto la estela del torpedo y habían dado la alarma. El Iowa aceleró a toda máquina y viró todo a estribor justo a tiempo para esquivar el torpedo, que explotó en la estela del buque, a unos trescientos metros de distancia. La brusca maniobra y la explosión cercana hicieron creer a varios de los acompañantes del presidente que el Iowa había sido alcanzado.

Todas las armas del acorazado apuntaron entonces hacia el William D. Porter, esperando un posible nuevo ataque, mientras se radiaban mensajes al destructor pidiendo explicaciones. El capitán Walter solo pudo excusarse y asegurar que se había tratado de un lamentable accidente. Parece que fue el almirante King, comandante en jefe de la US Fleet, fuera de sí por la ira (su Marina había quedado en ridículo ante el presidente y, lo que probablemente era peor para él, ante los mandos supremos del Ejército), quien decidió que el destructor abandonase de inmediato el convoy. El Iowa y el resto de su escolta continuaron hacia Mers el-Kebir, mientras el Willie Dee viraba en redondo para dirigirse a las Bermudas. Allí les esperaba un destacamento de marines. Tras atracar, el capitán Walter y toda su tripulación fueron arrestados. Era la primera vez en la historia de la US Navy que algo así ocurría.

Finalmente Roosevelt logró reunirse con Stalin y Churchill en Teherán, a pesar del Willie Dee:


La Marina realizó una investigación exhaustiva que concluyó que tanto oficiales como marineros eran inexpertos y no habían recibido suficiente entrenamiento. La culpabilidad del incidente recayó en un marinero de 22 años llamado Lawton Dawson, el encargado de retirar las cargas explosivas de los tubos lanzatorpedos, que por un descuido había dejado en su sitio la del tubo número 3. Dawson fue sometido a un consejo de guerra y condenado a catorce años de trabajos forzados. Por suerte para él, Roosevelt le concedió un indulto en cuanto conoció la sentencia.

El William D. Porter se convirtió en la vergüenza de la US Navy. Fue enviado al destino menos deseado de todos, las islas Aleutianas, en el Ártico. El capitán Walter mantuvo el mando varios meses más, hasta que fue relevado en mayo de 1944. Además de una fama de gafe que nunca le abandonaría, el Willie Dee tuvo que soportar las burlas del resto de la flota. Cuando se acercaba a algún otro buque, solían recibirle con mensajes como “no disparen, nosotros votamos a Willkie” (el candidato republicano en las presidenciales de 1940), o “no disparen, somos republicanos”.

Felix Dadaev ¿el doble de Stalin?

Gazavat Dadaev nació en Kazi-Kumuj, una aldea del Daguestán, en las montañas del Cáucaso ruso (“gazavat” es la palabra que utilizan los pueblos musulmanes del Cáucaso para referirse a un “guerrero”, o , más concretamente, a lo que hoy llamaríamos un “yihadista”). En su adolescencia fue pastor y aprendiz de orfebre. Pero su auténtica vocación era la danza. Ingresó en un grupo de bailes folclóricos de Grozny, y destacó tanto que llegaron a ofrecerle un puesto en una famosa banda de coros y danzas ucraniana. Al estallar la guerra Dadaev fue destinado a una “brigada de entretenimiento”, cuyo trabajo era recorrer el frente ofreciendo a las tropas espectáculos de baile, malabarismo o ilusionismo. Aquello no le libró de tener que tomar las armas en más de una ocasión. Según cuenta él mismo, participó en arriesgadas misiones de inteligencia y recibió varias condecoraciones. Durante la liberación de Grozny fue herido de gravedad. Llegó al hospital de campaña en tal mal estado que los médicos le dieron por muerto, e incluso se llegó a expedir un certificado de defunción con su nombre.

No tengo claro hasta qué punto su falsa muerte influyó en el comienzo de su doble vida. Gazavat se cambió el nombre por Felix (en memoria de un oficial y profesor de baile polaco que había muerto en sus brazos), aunque no sé si lo hizo aprovechando su “resurrección” o en otro momento. A menudo sus amigos bromeaban con su parecido físico con Stalin. Aunque él se mostraba molesto por aquellos chistes, en el fondo se sentía orgulloso, según confesaría muchos años después. Pero nunca había imaginado que aquella coincidencia iba a marcar su vida. Un día de 1943 unos hombres vestidos de civiles fueron a buscarle y sin darle muchas explicaciones le hicieron subir a un avión con destino a Moscú. Le instalaron en una dacha a las afueras de la capital y comenzaron a prepararle para convertirle en un doble del dictador soviético.

El parecido entre Dadaev y Stalin estaba lejos de ser perfecto. El joven tuvo que engordar once kilos y calzar tacones para eliminar las desigualdades en peso y altura que había entre los dos hombres. La nariz, las cejas, los ojos y la voz eran casi idénticos. La diferencia más llamativa estaba en las orejas, pequeñas y pegadas a la cabeza en el caso de Dadaev y grandes y separadas en el del dictador. Tuvieron que recurrir al maquillaje para simular las canas y las marcas de la viruela en la cara. El entrenamiento duró meses, bajo la permanente supervisión de agentes del NKVD. Le hicieron ver horas y horas de documentales para que aprendiese a imitar los movimientos, la forma de andar, los gestos, los ademanes y la entonación de voz de Stalin. Las dotes para la interpretación de Dadaev y su pasado en el mundo del espectáculo le ayudaron a conseguirlo.

Al fin llegó el día de la prueba definitiva. Una mañana Dadaev fue trasladado al Kremlin y conducido ante el general Vlasik, el jefe de seguridad personal de Stalin. El general le inspeccionó en silencio, y, tras una pausa, hizo un gesto de aprobación con la cabeza. A continuación comenzó un examen detallado de su ropa, la forma de comportarse, los gestos y la entonación de su voz. Aquella noche los nervios habían impedido dormir a Dadaev, aunque en realidad no era consciente de todo lo que se jugaba. De no haber superado aquella prueba quizá habría acabado en el GULAG, o algo aún peor...

Según Dadaev, Stalin tenía cuatro dobles. Eran utilizados, por ejemplo, como señuelos en los desplazamientos. En un principio, Dadaev se limitó a realizar aquella tarea, entrando y saliendo del Kremlin en el coche del Secretario General. Más tarde le asignaron misiones más complejas, como sustituirle en actos oficiales. En una ocasión presidió un desfile de deportistas desde el Mausoleo de Lenin, en la Plaza Roja:

"Todo el mundo estaba seguro de que yo era el propio Stalin. Caminé hasta el mausoleo con los miembros del gobierno, y a continuación me detuve en el estrado central, sonriendo y saludando a las columnas que pasaban. La clave era conseguir el paso correcto. Cuando Stalin iba junto a su séquito su andar era rápido y firme. Pero en las recepciones o reuniones caminaba despacio y pensativamente. Mi confianza se reforzó tan pronto como salí y fui saludado por los miembros del gobierno. Fuimos directamente al mausoleo. Pude ver que nadie sospechaba. Una vez más la KGB lo había logrado"

La misión más importante de Dadaev tuvo lugar en febrero de 1945, cuando Stalin tuvo que viajar a Yalta para participar en la cumbre aliada junto a Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt. La inteligencia soviética había recibido informaciones sobre un complot para asesinar al dirigente soviético, y se extremaron las precauciones. Dadaev le suplantó en el coche que hizo el trayecto del Kremlin al aeropuerto y en el avión que le llevó a Crimea. Allí se encontraba ya Stalin, que había hecho el viaje en secreto con anterioridad.

Pese a haber permanecido tantos años a su servicio, Dadaev estuvo solo una vez delante de Stalin, ya en los años 50. El encuentro fue breve: "Él sonrió y me hizo un gesto de aprobación, y eso fue todo".

Tras la muerte de Stalin, Dadaev quedó liberado de sus funciones (como es lógico). Le permitieron volver a la vida civil, aunque antes le hicieron comprometerse a guardar de por vida el secreto de su trabajo. Y lo hizo durante más de medio siglo, hasta que en 2008 se decidió a romper el silencio. Ese año publicó un libro y apareció en numerosos artículos de prensa, por ejemplo en uno del diario británico Daily Mail (en inglés, hacer clic aquí) o en otro del español El Mundo (hacer clic aquí). Desde entonces su nombre ha aparecido en numerosos artículos y libros como uno de los pocos casos confirmados de dobles de dirigentes históricos. A menudo estos relatos incluyen fotografías como estas dos, que nos sirven para poder comparar el parecido entre Dadaev (a la izquierda) y Stalin (derecha):


Tengo que decir que a mí la historia de Felix Dadaev me parece como mínimo dudosa. En los artículos que señalé anteriormente se cuenta que ha sido confirmada por documentos desclasificados de los archivos soviéticos. También se dice que el gobierno de Putin le dio autorización para hacerla pública, algo que dudo que fuese necesario a estas alturas. El artículo del Daily Mail añade que la historia también ha sido corroborada por la hija del general Vlasik, el jefe de seguridad de Stalin: “Sí, ellos usaron dobles. Mi padre inventó todo tipo de trucos para distraer la atención del líder. Estaba tan absorto en su trabajo, y amaba tanto a Stalin, que sugirió ideas fantásticas”. Yo aquí solo veo una confirmación de que Stalin usaba dobles (lo que sí puedo creer sin problemas), pero nada en concreto sobre Dadaev.

En general todo el relato de Dadaev me hace desconfiar: que se presente a sí mismo como un bailarín condecorado por su participación en operaciones especiales, que cuente cómo fue enviado a un hospital y dado por muerto, pero sin especificar cuáles fueron sus heridas (cualquier herido en combate sería lo primero de lo que hablaría)... Y sobre todo está la cuestión de la edad. En los artículos, de 2008, se dice que Dadaev tenía entonces 88 años. Eso implica que estaría en torno a los 23 años en 1943, cuando fue seleccionado como doble. Ese año Stalin cumplió 65. Dadaev explica la aparente incongruencia diciendo que la tensión de la guerra le hacía envejecido tanto que parecía mucho mayor de lo que era, y que con la ayuda de un poco de maquillaje podía hacerse pasar sin problemas por un sexagenario.

Hace un año Dadaev fue entrevistado para un documental de una televisión alemana. El programa se tituló Stalins Tod: Das Ende einer Ära (“La muerte de Stalin: El fin de una era”). Yo no entiendo el alemán y no puedo explicar lo que contó, pero lo dejo aquí por si alguien tiene curiosidad. Dadaev aparece en cuatro ocasiones, en los minutos 12:25, 22:50, 34:55 y cerrando el documental a los 42:15:



Se le ve muy juvenil para tener 93 años (si tenía 88 en 2008...). Espero que siga así por mucho tiempo, pero también esto me hace dudar de que la edad que dice tener sea la auténtica.

En fin, os toca decidir a vosotros qué credibilidad queréis dar a esta historia.

V de Viktoria

Es conocido por mucha gente (entre la que están los lectores habituales de este blog, por supuesto) que en la Segunda Guerra Mundial la letra "V" se convirtió en un popular símbolo de resistencia frente a los nazis. Lo que no todo el mundo sabe es que los propios nazis también la utilizaban en su propaganda. A menudo se ha explicado como un torpe intento de apropiarse del símbolo cuando los alemanes vieron el éxito que había alcanzado entre la población civil de los países conquistados. Supuestamente se trataba de hacer pasar las pintadas contra la ocupación por muestras espontáneas de apoyo a los ocupantes.

Eso explicaría por qué su propaganda se empeñaba en usar la "V", cuando la palabra alemana habitual para "victoria" es "sieg". Según se dice, la única forma de encajar el signo de resistencia en sus carteles fue sustituyendo "sieg" por la nada común palabra de origen latino "viktoria":


Pero esta teoría tiene un problema: la "V" fue utilizada antes por la propaganda alemana que por la aliada.

En esta fotografía se ve la Torre Eiffel decorada con una gran "V":


La foto es del verano de 1940, poco después de que los alemanes ocupasen París y medio año antes de que el locutor belga de la BBC Victor de Labeleye propusiese a sus compatriotas el uso de la "V" como símbolo de la lucha por la libertad y la unidad nacional frente al invasor. Bajo la "V" hay una pancarta con la frase "Deutschland siegt an allen fronten", es decir, "Alemania vence en todos los frentes". De la misma época es esta foto del Parlamento noruego, en Oslo:


Son solo dos ejemplos. Muchos otros edificios representativos de Alemania y de los países ocupados fueron decorados con grandes uves y pancartas con la misma consigna.

Pánico

El 10 de mayo de 1940 comenzó la ofensiva alemana en el frente occidental con un ataque masivo contra Bélgica y Holanda. Mientras las mejores divisiones aliadas se movilizaban hacia el interior de Bélgica para formar junto a los belgas una línea defensiva en el río Dyle, el Grupo de Ejércitos A de Von Rundstedt avanzó a toda velocidad hacia el oeste a través de Las Ardenas, un terreno que el mando aliado había considerado infranqueable para las unidades motorizadas. El 12 de mayo la punta de lanza de Von Rundstedt, el XIX Cuerpo Panzer del general Heinz Guderian, salió de Las Ardenas y entró en territorio francés. Allí la principal línea de defensa aliada se encontraba a lo largo del río Mosa. Los franceses se apresuraron a volar los puentes y atrincherarse en la orilla occidental. Más al norte, en Dinant (todavía en Bélgica), Erwin Rommel sería el primero en cruzar el Mosa con su 7ª División Panzer. Pero el enfrentamiento decisivo iba a tener lugar en la ciudad de Sedán, casualmente el escenario de una de las derrotas más humillantes de la historia de Francia, la rendición de Napoleón III y todo su ejército a los prusianos en septiembre de 1870.

El cruce del Mosa en el sector de Sedán iba a correr a cargo de las tres divisiones acorazadas del Grupo Panzer Guderian. La 1ª División Panzer sería la encargada de atravesar el río al norte de la ciudad, mientras que la 10ª Panzer lo haría al sur. La 2ª División Panzer se mantendría a la espera para explotar la ruptura en cuanto esta se produjese.

Enfrente esperaba la 55ª División francesa del general Lafontaine. Era una división de las catalogadas como B, integrada mayoritariamente por reservistas (al no esperar los aliados una ruptura a través de Las Ardenas, aquel sector del frente había sido asignado a unidades de segunda línea), con un entrenamiento deficiente, pero con una posición defensiva muy ventajosa. La división estaba desplegada en las alturas del Bois (bosque) de La Marfée, desde donde dominaba el Mosa, y a lo largo de la orilla izquierda contaba con una red de bunkers y emplazamientos defensivos que, aunque estaban en gran parte inacabados, servirían para entorpecer o impedir las maniobras de los alemanes en el cruce del río. Además tendrían un fuerte apoyo artillero por parte de la artillería divisional y de un buen número de baterías pesadas del X Cuerpo de Ejército francés.

Pero los franceses descuidaron la defensa en un punto fundamental: el aire. Aún no habían aprendido las lecciones de la campaña de Polonia y se vieron sorprendidos por el novedoso uso del poder aéreo que hacía la blitzkrieg alemana, concentrando centenares de aparatos en un estrecho sector del frente para apoyar la ruptura de las fuerzas de tierra. A primera hora de la mañana del 13 de mayo la Luftwaffe inició el ataque con una serie de devastadores bombardeos de sus Dornier Do 17 contra las líneas de comunicaciones y los centros de mando de la artillería. Hacia el mediodía fueron relevados por los aviones de ataque en picado Junkers Ju 87 Stuka, que se dedicaron a machacar todo tipo de objetivos en tierra, con preferencia por los bunkers y las baterías de artillería. Dorniers y Stukas se fueron turnando en su tarea de arrasar las defensas francesas, protegidos en todo momento por los cazas Bf 109 y Me 110, sin que la aviación aliada apenas hiciese acto de presencia. El bombardeo aéreo permitió a las fuerzas acorazadas alemanas desplegarse en la orilla derecha del río y prepararse para el ataque.

Pese a la eficacia de los ataques aéreos, las fuerzas francesas que defendían el río mantenían gran parte de su capacidad de combate. Por la tarde, las primeras unidades de zapadores alemanes que trataron de cruzar el Mosa en botes de goma sufrieron pérdidas pavorosas (en el sector de la 10ª Panzer solo lo consiguieron tres de los cincuenta botes de la primera oleada de asalto). Al final de la tarde algunas fuerzas de infantería de la 1ª Panzer, apoyadas por tropas de élite del regimiento Grossdeutschland, habían logrado asegurar una pequeña franja de terreno en la orilla izquierda, al norte de Sedán. Desde allí comenzaron a trabajar en el tendido de un puente de barcas que permitiese el paso de los vehículos de la división.

La batalla no había hecho más que comenzar. Y entonces ocurrió...

A última hora de la tarde, el coronel Poncelet, comandante de artillería del X Cuerpo de Ejército francés, recibió un informe del teniente coronel Dourzal, jefe del Grupo B de artillería pesada, desplegado en apoyo de la 55ª División, en el que aseguraba que habían estallado violentos combates a unos pocos cientos de metros de su puesto de mando y solicitaba permiso para retirarse. Cuando Poncelet pidió más detalles, Dourzal confirmó que estaba bajo el fuego de las ametralladoras enemigas y que en pocos minutos estaría rodeado. Es posible que estuviese exagerando para obtener la autorización y abandonar el lugar, pero que realmente creyese que su situación era crítica. Al parecer un motorista de enlace había llegado a su cuartel general avisando de que se habían visto tanques enemigos en los bosques próximos a Bulson y que era cuestión de minutos que llegasen hasta allí. Poncelet autorizó la retirada confiando en la palabra de su subordinado. Aquello provocó una reacción en cadena. Los hombres que abandonaban sus posiciones arrastraron tras de sí a todos los que se encontraban por el camino, asegurando que se había dado la orden de retirada y extendiendo rumores sobre la inminente llegada de los panzer. Aterrorizados y desmoralizados después de haber estado soportando espantosos ataques aéreos durante todo el día, no necesitaban mucho más para emprender la huida en dirección sur, lejos del río. Algunos jefes de batería tuvieron la precaución de inutilizar sus cañones antes de retirarse para evitar que pudiesen ser usados por el enemigo. Otros se limitaron a salir corriendo, abandonando todo el equipo pesado. No todos se dejaron llevar por el pánico. Hubo quien mantuvo sus posiciones, e incluso quien avanzó hacia el frente siguiendo el sentido contrario de la marea humana. Pero fueron excepciones.

En el cuartel general de la 55ª División, a unos kilómetros del pueblo de Bulson, el general Lafontaine vio aparecer por la carretera una riada de soldados aterrorizados, muchos disparando sus armas contra no se sabía quién. Según decían, los tanques enemigos habían alcanzado ya Bulson. En realidad ningún carro había cruzado todavía el Mosa, y las fuerzas alemanas en la orilla izquierda del río se reducían a algunas unidades de zapadores que a duras penas podían mantener la franja de terreno desde la que se estaba tendiendo el puente. Lafontaine intentó sin éxito que aquellos hombres entrasen en razón. Los oficiales a los que se dirigía le aseguraban que habían recibido la orden de retirarse, pero el general sabía perfectamente que él no la había dado. Finalmente decidió trasladar su puesto de mando a Chémery, ocho kilómetros al sur, para tratar de reorganizar sus fuerzas. Lo que se encontró allí fue todavía peor. Por entonces a la desbandada se habían sumado gran parte de la 55ª División y elementos de la 71ª División, desplegada en su flanco derecho: “La riada de fugitivos atraviesa el pueblo sin cesar: todas las fuerzas de la división concentradas en esta zona (unidades de combate, planas mayores regimentales, columnas de suministros, parques móviles...) se dirigen al sur, junto con rezagados; naturalmente, como por arte de magia, sus oficiales han recibido una misteriosa orden de retirada”. El general Baudet, comandante de la 71ª División, fue informado de la presencia de tanques enemigos en Bulson y decidió retrasar varios kilómetros su cuartel general para situarlo en un lugar más seguro. Aquel traslado, en el momento más crítico, le hizo perder casi completamente el contacto con sus tropas. La 71ª División se sumió en el caos, y no estaría en condiciones de oponer resistencia cuando los alemanes lanzasen el ataque auténtico al día siguiente. Por su parte, la 55ª División, en la práctica, había dejado de existir.

Los hombres de la primera línea francesa permanecieron en sus posiciones, ajenos a todo lo que ocurría detrás de ellos. Pero la infantería que defendía el Bois de La Marfée se había quedado sin apoyo artillero y sin capacidad para lanzar un contraataque. Los ingenieros alemanes continuaron trabajando en la construcción del puente sin ser molestados por la artillería enemiga. A medianoche completaron el puente, y a primera hora de la mañana del 14 de mayo los tanques de la 1ª División Panzer comenzaron a atravesarlo. Las puertas de Francia se habían abierto para los ejércitos alemanes.

El coronel Poncelet, destrozado por su responsabilidad en el desastre, se suicidó unos días más tarde.

La realidad de la guerra


Esta fotografía fue tomada por el reportero gráfico de la revista Life George Strock un día de finales de diciembre de 1942 o comienzos de enero de 1943. El lugar es la playa de Buna, en Nueva Guinea. Retrata los cuerpos de tres soldados estadounidenses anónimos semienterrados en la arena. No es una imagen excesivamente dura. En ella apenas son visibles las marcas más desagradables de la muerte: los cadáveres parecen intactos, sus heridas permanecen ocultas, ni siquiera hay manchas de sangre, y las caras no están a la vista.

Los días 15 y 22 de febrero de 1943 Life publicó sendos reportajes sobre la batalla de Buna-Gona. Incluían varias de las mejores fotografías de Strock, pero entre ellas no estaba la de los tres cuerpos en la playa. Los funcionarios de la Oficina de Censura la rechazaron siguiendo la consigna vigente desde el comienzo del conflicto: podían verse imágenes de combates y cadáveres de enemigos, pero nunca soldados estadounidenses muertos. Como mucho, cuerpos tapados con mantas o ataúdes cubiertos con la bandera nacional. La prensa gráfica, igual que la escrita, estaba obligada a dar una cobertura blanda y optimista de la guerra para evitar una posible desmoralización del público norteamericano.

Los editores de Life presionaron a las autoridades para conseguir el permiso de publicar la fotografía de Strock. Un corresponsal de la revista en Washington llamado Cal Whipple convirtió la cuestión en una cruzada personal. Presentó sus recursos a un funcionario tras otro, a un oficial tras otro, subiendo en el escalafón hasta que terminó llegando hasta la mismísima Casa Blanca. Logró convencer al director de la Oficina de Información de Guerra, Elmer Davis, con el argumento de que había que enfrentar al público estadounidense con la realidad de una guerra que estaba lejos de terminar. La sociedad tenía que ser consciente de lo que estaba en juego y del precio que había que pagar por la victoria. Davis logró que Roosevelt levantara la prohibición de publicar fotografías de soldados estadounidenses caídos en combate. Las únicas limitaciones que se mantuvieron fueron que las fotos no podrían mostrar las caras de los muertos ni las insignias de las unidades a las que pertenecían (esto último para evitar que se pudiese dar a conocer información valiosa desde el punto de vista militar).

La fotografía se publicó al fin a toda página en el número del 20 de septiembre de 1943. Por primera vez, unos meses antes de que se cumpliesen dos años de la entrada del país en la guerra, los estadounidenses veían a sus soldados muertos. El 5 de noviembre de 1943 la foto fue portada de la revista Yank, el semanario del Ejército de los Estados Unidos, como sirviendo de confirmación del cambio de criterio del gobierno y las autoridades militares, convencidos ahora de que tenía que dar una imagen más realista de la guerra para evitar que la sociedad cayese en la complacencia.

Después de la publicación, Life recibió críticas por un supuesto “sensacionalismo morboso”, aunque fueron menos de las esperadas. Se ha dicho que la fotografía de Strock tuvo una gran influencia, no está claro si positiva o negativa. Al parecer provocó un aumento de las ventas de bonos de guerra y al mismo tiempo una disminución de los alistamientos de voluntarios en las fuerzas armadas, pero dudo que se pueda determinar con claridad una relación causa-efecto entre la publicación de la foto y sus supuestas consecuencias.

Takeichi Nishi, de héroe olímpico a héroe de guerra

Takeichi Nishi nació en Tokio el 12 de julio de 1902. Era hijo de Tokujiro Nishi, un danshaku (un rango de la antigua nobleza japonesa), diplomático y antiguo miembro del Consejo Privado Imperial. Takeichi heredó el título nobiliario a la muerte de su padre, en 1912.

Siguiendo los deseos de su padre, Nishi estudió en estrictos colegios militares que seguían el modelo prusiano. En 1920 ingresó en la Academia del Ejército Imperial de Tokio. Fue compañero de clase de Masanobu Tsuji, que llegaría a ser un oficial de Estado Mayor muy influyente, además de uno de los mayores criminales de guerra japoneses. Se graduó en 1924. El primer destino del alférez Nishi fue el 1º Regimiento de Caballería de Setagaya. Fue ascendido a teniente en octubre de 1927.

El teniente Nishi era un habitual de las fiestas de la alta sociedad japonesa. Las familias más poderosas se peleaban por contar en sus actos sociales con aquel joven y apuesto aristócrata, oficial de caballería, aficionado a los coches deportivos, y con un carácter abierto, alegre y nada ceremonioso. También era un destacado jinete, y comenzó a viajar con frecuencia a Europa para representar a su país en torneos hípicos. En 1930, en Italia, se encaprichó de un hermoso caballo llamado Uranus. Cuando el Ejército rechazó su petición de adquirirlo, decidió comprarlo con su propio dinero. Con él compitió en numerosos concursos de saltos por toda Europa. En 1932 Nishi y Uranus fueron seleccionados para participar en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.

Takeichi Nishi con Uranus:


Nishi hablaba inglés perfectamente y estaba acostumbrado a relacionarse con la alta sociedad. Su carácter de playboy y su exotismo de aristócrata oriental (en Estados Unidos tradujeron su título de danshaku como “barón”) sedujeron a Hollywood. Empezó a relacionarse con las estrellas del cine, y en poco tiempo se convirtió en el invitado imprescindible de cualquier fiesta que pretendiese ser glamourosa. Hizo amistad con la pareja formada por Douglas Fairbanks y Mary Pickford (la "novia de América"), y a través de ellos conoció a otras celebridades como Charles Chaplin o Will Rogers. Se decía de él que su fotografía aparecía más en las crónicas de sociedad que en las páginas deportivas de los periódicos. A pesar de todas aquellas distracciones, el 14 de agosto de 1932 Nishi y Uranus ganaron la medalla de oro en la categoría individual del Gran Premio de las Naciones, el concurso hípico de saltos de los Juegos Olímpicos. El barón Nishi, como se le conocía, contó con el apoyo incondicional del público angelino, que durante la competición le animó como si fuese uno de los suyos. Su popularidad le convirtió en un héroe para la numerosa comunidad japonesa de California.

Nishi durante la competición olímpica:


A su regreso de Los Ángeles, Nishi fue destinado a un regimiento de caballería con base en una pequeña ciudad de la prefectura de Chiba, cerca de Tokio. En agosto de 1933, ya con el rango de capitán, obtuvo una plaza de instructor en la escuela de caballería del Ejército Imperial. En los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 volvió a participar con Uranus, pero una caída durante la competición le impidió luchar por las medallas. En marzo de 1939 fue ascendido a comandante y destinado al departamento encargado de la compra de caballos para el Ejército.

Durante esos años el Ejército Imperial completó la modernización de sus últimas unidades de caballería sustituyendo los caballos por blindados ligeros. En agosto de 1943 Nishi fue ascendido a teniente coronel y recibió el mando del 26º Regimiento de Tanques, una unidad del Ejército Kwantung con base en Mudanjiang, en el norte de Manchuria. Antes de partir dejó a Uranus en las cuadras del Ejército de Setagaya, en las afueras de Tokio. Siempre que viajaba a la capital, Nishi iba a visitar a su caballo para comprobar que recibía los cuidados adecuados.

En julio de 1944 el 26º Regimiento de Tanques recibió la orden de dirigirse a Corea para embarcar allí con destino a una insignificante isla del archipiélago de las Vulcano que pocos meses después se haría mundialmente famosa: Iwo Jima. Era un pedazo de tierra de poco más de 20 Km², yermo, inhóspito y maloliente (esto último debido a las emanaciones de vapores sulfurosos). Pero su situación, a medio camino entre Japón y las bases aéreas de las Marianas, la había convertido en un objetivo de vital importancia estratégica. El Estado Mayor Imperial sabía que los estadounidenses iban a tratar de conquistar la isla para utilizarla como base de apoyo a sus bombarderos. El regimiento del teniente coronel Nishi fue una de las unidades elegidas para reforzar su defensa.

El 18 de julio de 1944 el buque Nisshu Maru, que transportaba a Iwo Jima al 26º Regimiento, fue torpedeado y hundido por el submarino estadounidense Cobia. Aunque apenas hubo bajas, todos los vehículos del regimiento se perdieron en el naufragio. Nishi se trasladó a Japón para solicitar nuevos tanques. Tan solo pudo conseguir veintidós, todos ellos blindados medios del Tipo 97 Chi-Ha y ligeros del Tipo 95 Ha-Go, muy inferiores a los M4 Sherman estadounidenses con los que iban a tener que enfrentarse (el Tipo 95 ya estaba considerado obsoleto al comienzo de la guerra).

En Iwo Jima Nishi y su 26º Regimiento de Tanques quedaron bajo el mando del general Tadamichi Kuribayashi, comandante supremo de las fuerzas japonesas en la isla. Kuribayashi preparó a sus hombres para enfrentarse al desembarco estadounidense ideando un complejo sistema de túneles, cuevas y bunkers excavados en el terreno volcánico unidos en una gigantesca red defensiva que cubría toda la isla. Kuribayashi y Nishi tenían personalidades opuestas, y desde el primer momento la relación entre ambos fue tensa. A diferencia del general, Nishi era un comandante poco estricto y bastante permisivo con la disciplina de los soldados bajo su mando. Él mismo rompía la uniformidad calzando unas elegantes botas de montar de fabricación francesa. Pero eso no le impidió demostrar una gran eficacia desplegando a sus hombres y preparándolos para la batalla. El terreno de Iwo Jima hacía casi imposible el movimiento de vehículos, incluso de los provistos de orugas, por lo que muchos de los tanques de Nishi fueron utilizados como emplazamientos fijos de artillería, enterrándolos hasta las torretas en la ceniza volcánica.

Tras tres días de intenso bombardeo naval y aéreo, los marines desembarcaron en Iwo Jima el 19 de febrero de 1945. En cuanto empezó la batalla el cuartel general del 26º Regimiento se trasladó al este de la isla, lejos de los primeros objetivos enemigos, el monte Suribachi y los aeródromos de la región central. Los norteamericanos, que sabían que Nishi era uno de los comandantes de las fuerzas japonesas, le hacían todos los días llamamientos con altavoces solicitando su rendición, para evitar, decían, que el mundo tuviese que llorar la muerte de un héroe olímpico. Como era de esperar, Nishi nunca respondió a aquellos mensajes.

El 7 de marzo el 2º Batallón del 9º Regimiento de Marines se encontró con un durísimo núcleo de resistencia japonesa en el este de la isla. Fue bautizado como “la Bolsa de Cushman", por el nombre del coronel estadounidense que mandaba el batallón. Durante diez días se libró allí uno de los combates más encarnizados de toda la batalla. Los marines no lo sabían, pero estaban enfrentándose a lo que quedaba del 26º Regimiento de Tanques, desplegado en torno al cuartel general del barón Nishi. Los tanquistas mantuvieron una resistencia suicida obligando a los estadounidenses a pagar un enorme coste en vidas humanas por cada metro de terreno conquistado. Se cree que Nishi fue herido y quedó parcialmente cegado durante el combate.

La Bolsa de Cushman cedió el 16 de marzo. No hubo supervivientes entre los hombres del estado mayor del 26º Regimiento, por lo que es imposible saber cuál fue el destino final del barón Nishi. Hay varias teorías sobre su muerte. Unos dicen que la mañana del 21 de marzo fue alcanzado por el fuego de una ametralladora estadounidense cuando trataba de llegar a su cuartel general. Según otros, murió abrasado por un lanzallamas el 22 de marzo. Hay quien cree que se suicidó junto a su ayudante cuando se vieron acorralados. Por último, también se ha dicho que cayó dirigiendo a los últimos supervivientes en un asalto banzai final. Lo único seguro es que Nishi no salió vivo de la isla. Su cuerpo nunca fue encontrado. Tenía 42 años.

Takeichi Nishi fue ascendido póstumamente al rango de coronel. Solo una semana después de su muerte, su caballo Uranus falleció en Setagaya.

En la película Letters from Iwo Jima (2006) el personaje de Takeichi Nishi fue interpretado por el actor Tsuyoshi Ihara:

Helene Mayer, la judía que confió en Hitler

Antes de los Juegos Olímpicos de Berlín hubo una fuerte campaña internacional para promover un boicot como protesta por las leyes racistas del gobierno nazi. En Estados Unidos, el Sindicato Atlético Amateur presionaba al Comité Olímpico de su país pidiendo que no respondiese a la invitación hecha por Alemania para participar en los Juegos a menos que el gobierno de Hitler garantizase la no discriminación de los deportistas judíos. Otros países amenazaron también con el boicot por el temor (más que fundado) de que sirviese de escaparate propagandístico para el régimen nazi, pero era evidente que la clave estaba en Estados Unidos. La decisión del Comité Olímpico Estadounidense arrastraría a los demás tanto en un sentido como en otro.

Para tranquilizar a los partidarios del boicot, uno de los miembros estadounidenses del COI, el general Charles Sherryll, propuso la inclusión de la esgrimista judía Helene Mayer en el equipo olímpico alemán como gesto que demostrase la sinceridad de las autoridades nazis. Con la mediación de Sherryll, el Comité Olímpico de Alemania se puso en contacto con Mayer, que residía en Estados Unidos, para saber si estaría dispuesta a representar al Reich en los Juegos. Aceptó encantada. En Estados Unidos muchos la criticaron por no apoyar el boicot, pero ella sentía que no podía negarse a participar en la competición deportiva más importante que se había celebrado nunca en su país. Junto a ella, otros veinte deportistas judíos fueron invitados a competir en las pruebas de selección. Se les permitió regresar a su país (en el caso de los exiliados) y reintegrarse en los clubes deportivos de los que habían sido expulsados.

Los gestos del gobierno de Hitler consiguieron su objetivo. Con el inestimable apoyo de los principales dirigentes de los comités olímpicos internacional y estadounidense, que buscaban por encima de todo asegurar la celebración de los Juegos, los nazis convencieron al mundo de que en Berlín no iba a haber ningún tipo de discriminación hacia los judíos. En cuanto se disipó la amenaza de boicot, las autoridades alemanas volvieron a deshacerse de los deportistas judíos excluyéndolos de sus equipos. De los veintiún preseleccionados solo mantuvieron a una: Helene Mayer. Tenía a su favor su popularidad en Estados Unidos, su patriotismo a toda prueba y su carácter nada reivindicativo. Y además, no respondía en absoluto a la teórica imagen del judío que pregonaba el nazismo. Alta, esbelta, rubia y de ojos azules, era más bien un ejemplo inmejorable de raza aria. Por todo ello Helene Mayer fue la única judía entre los cuatrocientos setenta deportistas que integraron el equipo olímpico alemán en los Juegos de Berlín (en realidad Mayer solo era de padre judío, pero para los nazis aquello no suponía una gran diferencia).

Helene Mayer tenía 25 años y era hija de un médico de Offenbach del Meno, en Hesse. Los de Berlín iban a ser sus terceros Juegos Olímpicos. En Amsterdam 1928, con solo 17 años, había ganado la medalla de oro en la especialidad de florete. Para entonces ya se había impuesto en cuatro campeonatos de Alemania consecutivos (el primero con tan solo 13 años) con el club de Esgrima de Offenbach. Antes de sus segundos Juegos ganaría otros tres campeonatos nacionales más y los mundiales de 1929 y 1931. En Los Ángeles 1932 acabó en un discreto (para su palmarés) quinto puesto. Pero su participación en aquellos juegos le valió una beca deportiva de la Universidad del Sur de California. Mayer se fue a estudiar a Estados Unidos coincidiendo prácticamente con la llegada de los nazis al poder en Alemania. La entrada en vigor de las leyes de Nuremberg en 1935 le supuso la pérdida de su ciudadanía y de gran parte de sus derechos civiles. Entre otras cosas, fue expulsada del Club de Esgrima de Offenbach, al que tantos triunfos había dado. Pero a pesar de todas las ofensas e injusticias que tuvo que sufrir, ella nunca quiso renunciar a su país.

En Berlín, Helene Mayer ganó la medalla de plata en la competición de florete. Fue derrotada por otra judía, la húngara Ilona Schacherer-Elek. Durante la ceremonia de entrega de medallas, cuando sonaba el himno de la vencedora y se izaban las banderas nacionales de las tres medallistas, Mayer sorprendió a todo el mundo haciendo el saludo nazi.


Más tarde Mayer conoció a Hitler en una recepción celebrada en la Cancillería del Reich. El Führer la alabó afirmando que era "la mejor y más limpia deportista del mundo".

Después de los juegos, Mayer regresó a Estados Unidos pensando que cuando quisiese volver a su país encontraría las puertas abiertas. Se equivocaba. El gobierno de Hitler se desdijo de sus halagos y promesas y le retiró nuevamente la ciudadanía. La prensa alemana ignoró sus éxitos deportivos posteriores (se proclamó campeona del mundo por tercera vez en 1937) y sus compatriotas no tardaron en olvidarse de ella. Mayer no perdía la esperanza de poder regresar a Alemania, pero unos años más tarde, al estallar la guerra, su sueño se volvió imposible. Se estableció en San Francisco y continuó con su impresionante carrera deportiva, ganando todo lo que podía ganar en aquellos años (que no era mucho, con los campeonatos del mundo y los Juegos Olímpicos cancelados por la guerra). Venció en los campeonatos estadounidenses ocho veces, la última en 1946. Por entonces ya había obtenido la nacionalidad estadounidense y compaginaba la esgrima con un trabajo de profesora de ciencias políticas en la Universidad de California.

En 1952 Helene Mayer regresó a Alemania. Le habían diagnosticado un cáncer de mama, y quiso pasar sus últimos meses de vida en su tierra natal. Allí se casó con un antiguo novio de juventud, el ingeniero aeronáutico Erwin Falkner von Sonnenburg. Murió en Munich en octubre de 1953, con solo 42 años.