El primer caso de la historia en el que un piloto derribó a un aparato enemigo embistiéndolo con su propio avión ocurrió al comienzo de la Primera Guerra Mundial. Por entonces los aviones todavía no estaban armados con ametralladoras para el combate aéreo, y como mucho las tripulaciones podían intercambiar disparos con sus armas cortas personales. El 8 de septiembre de 1914 el piloto ruso Pyotr Nikolayevich Nesterov dirigió su avión contra un biplaza de reconocimiento austríaco, golpeándole en el timón. Ambos aparatos cayeron a tierra y los tres hombres murieron. La acción de Nesterov se convirtió en "un símbolo de la abnegación, coraje y valentía" para los pilotos rusos.
Décadas después, durante la Operación Barbarroja, cuando los ejércitos alemanes avanzaban imparables hacia el corazón de Rusia, los mandos de la VVS (la Fuerza Aérea Soviética), desesperados por frenar a las escuadrillas de la Luftwaffe que bombardeaban objetivos vitales en Moscú y otras ciudades, emitieron órdenes escritas para que sus pilotos embistiesen a los aviones atacantes. Las directivas suponían, la mayor parte de las veces, una sentencia de muerte para los pilotos soviéticos. Cientos de ellos perdieron la vida cuando estrellaron sus aviones contra los bombarderos alemanes. Fueron las llamadas tácticas Tarán (“ariete” en ruso).
Los primeros ataques Tarán tuvieron lugar en las primeras horas de la invasión alemana. El primer día de la guerra, según las cifras oficiales soviéticas, al menos seis pilotos embistieron a aviones enemigos después de agotar sus municiones. La primera embestida de la guerra fue anunciada de forma concisa por un programa de radio de Moscú: “A las 05:15 horas del 22 de junio de 1941, cerca de 200 millas dentro de territorio ruso, el teniente de vuelo Líder Juvenil Leonid Butelin se estrelló contra un bombardero alemán Junkers-88, cortándole la cola con la hélice de su caza”.
Otros nueve bombarderos alemanes fueron abatidos en ataques Tarán en los meses de julio y agosto. El 2 de julio un Heinkel He-111, preparado para vuelo a gran altura, se dirigía a Moscú en misión de reconocimiento fotográfico cuando fue interceptado por un Yak-1 pilotado por el teniente Sergei Goshko. El oficial soviético logró derribar al bombardero alemán golpeandole en la cola con el ala de su avión. El Heinkel capturado transportaba mapas, códigos e información de inteligencia de gran valor. Por su hazaña, Goshko recibió la más alta condecoración de la URSS, la Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética.
A partir de julio Moscú se convirtió en el blanco principal de los ataques aéreos alemanes. La Luftwaffe contaba para ese propósito con una gran fuerza formada por millares de aviones, incluyendo bombarderos como los He-111, Ju-88 y Do-215. El primer ataque masivo contra Moscú fue lanzado en la noche del 22 de julio de 1941, con la participación de 220 bombarderos. Aquella fue la primera de una larga serie de batallas aéreas libradas en los cielos de Moscú en los meses siguientes. Entre julio y diciembre los alemanes lanzaron aproximadamente 120 raids contra la capital rusa. La eficaz defensa antiaérea soviética logró detener la mayor parte de aquellos ataques. Pero fue precisamente en las batallas aéreas en torno a Moscú donde se realizaron la mayor parte de los ataques Tarán de la guerra.
La noche del 6 de agosto tuvo lugar uno de aquellos combates. Aunque los pilotos de las escuadrillas encargadas de la defensa de Moscú no tenían experiencia en combate nocturno, al sonido de las alarmas antiaéreas saltaron a las cabinas de sus cazas y comenzaron a despegar en la oscuridad con la orden de interceptar a los bombarderos enemigos. Uno de aquellos cazas era un Polikarpov I-16 pilotado por un teniente de 23 años llamado Viktor Talalikhin. Volando a 4.500 metros, el joven piloto distinguió a la luz de la luna un bombardero enemigo (un He-111). Talalikhin abrió fuego con las ametralladoras de su I-16 y alcanzó al bombardero en un motor. El avión alemán, con el motor en llamas, inició una maniobra evasiva, descendiendo y cambiando de rumbo bruscamente. No logró deshacerse de Talalikhin, que siguió disparando hasta agotar la munición. Aunque estaba desarmado, se negó a abandonar a su presa y continuó la persecución. Inesperadamente, una ametralladora del bombardero abrió fuego y alcanzó a Viktor en un brazo. Como respuesta al golpe de dolor, el piloto soviético aceleró al máximo y se estrelló contra el Heinkel, que se precipitó a tierra envuelto en llamas. Pero el avión de Talalikhin también comenzó a caer incontrolablemente. Viktor saltó en paracaídas y acabó en un lago poco profundo. Fue rescatado por unos campesinos y poco tiempo después pudo reincorporarse a su regimiento. Aquel fue el primer ataque Tarán nocturno de la guerra. Talalikhin fue condecorado con la Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética, y su hazaña fue ampliamente difundida por la prensa. En los meses siguientes derribó otros cinco aviones alemanes. Murió el 27 de octubre de 1941, en un combate aéreo con tres Messerschmitt Me-109.
A medida que la línea del frente se acercaba a Moscú, la Luftwaffe aumentaba sus ataques a la capital soviética. En octubre los alemanes realizaron más de 2.000 salidas, llegando a bombardear hasta el mismísimo Kremlin. Los ataques Tarán continuaban sin descanso. Los soviéticos tenían que recurrir incluso a sus aviones más viejos, que no eran rivales para los modernos aparatos alemanes. El 7 de octubre un anticuado biplano de madera y lona Polikarpov R-5 pilotado por el teniente Ivan Denisov embistió frontalmente a un Henschel-129. Ambos aviones se estrellaron, pero Denisov logró sobrevivir saltando en paracaídas.
A partir de 1942 la relación de fuerzas en los cielos de Rusia comenzó a cambiar, y las embestidas de los pilotos soviéticos se hicieron cada vez más esporádicas. El último ataque Tarán en la defensa de Moscú tuvo lugar el 2 de junio de 1943, cuando un MiG-3 pilotado por el teniente Gennady Sirishikov seccionó con su hélice la cola de un Junkers-88.
Pero Moscú no fue el único frente en el que los soviéticos recurrieron a las embestidas. En Murmansk, en el Ártico ruso, el piloto Alexei Khlobystov reclamó el derribo de dos aviones alemanes (un Bf-109 y un Bf-110) en ataques Tarán el mismo día, el 8 de abril de 1942, y otro más (otro Bf-109) el 14 de mayo. Pero este último, en el que además perdió su avión, un Curtiss P-40 de fabricación estadounidense, es como mínimo dudoso, ya que ese día los alemanes no sufrieron ninguna pérdida en el sector en el que se encontraba Khlobystov.
Oficialmente, las órdenes rusas de ataques en embestida cesaron en septiembre de 1944. Para entonces los pilotos soviéticos dominaban los cielos y pocos aviones de la Luftwaffe se aventuraban fuera del territorio aún ocupado por los alemanes. Pero se siguieron dando casos aislados prácticamente hasta el final de la guerra. El 18 de marzo de 1945 Piotr Kozachenko, Héroe de la Unión Soviética con 12 derribos, fue alcanzado por un avión enemigo mientras escoltaba a unos PE-2. El último mensaje que envió por radio fue: "Me han dado, voy a efectuar un Tarán". No se sabe si tuvo éxito.
Las órdenes soviéticas de embestir a los aviones enemigos no se hicieron públicas hasta tres décadas después del fin de la guerra. Sin embargo, no eran un secreto. Muchos de aquellos pilotos se convirtieron en héroes, recibieron las más altas condecoraciones, y en ocasiones fueron entrevistados por la prensa de Moscú. Algunas de sus hazañas fueron conocidas incluso en Estados Unidos. Y por supuesto en Alemania. Las tripulaciones de la Luftwaffe que eran destinadas al frente oriental pronto comprobaban que los rumores que circulaban sobre las tácticas cuasi-suicidas soviéticas eran ciertas.
Se suponía que los ataques Tarán eran un recurso de última instancia para los pilotos rusos. En las primeras semanas y meses de la invasión la fuerza aérea soviética no era rival para la todopoderosa Luftwaffe. Generalmente los aviones alemanes eran tecnológicamente superiores y sus pilotos tenían la ventaja de contar ya con una importante experiencia en combate. Las directivas de guerra soviéticas especificaban cuándo tenían que recurrir sus pilotos a los ataques Tarán. Por ejemplo, una directiva dirigida a los pilotos del 6 º Cuerpo Aéreo, a cargo de la defensa de Moscú, explicaba: “Si las ametralladoras se encasquillan, si los cartuchos se gastan antes de tiempo, si el enemigo se dirige contra un objetivo de importancia para el Estado, se deberá atacar y destruir al enemigo con una embestida”. Según esta directiva, los pilotos no eran enviados a misiones suicidas: “Embestir al enemigo es un acto de supremo heroísmo y valentía, pero no es un acto de autosacrificio”. Y añadía: “El piloto debe saber cómo embestir”, una afirmación que era seguida por cuatro páginas en las que se explicaban las distintas técnicas de embestida. Así es como el Mariscal Jefe de la Fuerza Aérea Soviética, A. A. Novikov, consideraba el acto de embestir a un avión enemigo: “Cualquier técnica de combate aéreo exige valentía, coraje y habilidad por parte del piloto. Pero un ataque Taràn exige incalculablemente más a un piloto. El Tarán precisa, en primer lugar, de disposición para el sacrificio. Es una prueba de lealtad al pueblo, a los ideales de la Patria”. También defendía la importancia de las embestidas en un sentido puramente táctico. Como explicó después de la guerra: “El miedo de los pilotos enemigos a nuestras embestidas dio a los nuestros muchas ventajas, como mayores posibilidades de maniobra, y ayudó a impulsar su creciente superioridad en tácticas de combate aéreo”. El as soviético Alexander Pokryshkin, que derribó oficialmente 59 aviones y terminó la guerra como mariscal del aire, también defendió las tácticas Tarán: “Un ataque de embestida es un arma para pilotos con nervios de acero. En la defensa de Moscú, este método fue justamente necesario. A distancias cortas, detrás de la cola de un bombardero enemigo, nuestro caza era invulnerable. Se metía en la zona muerta de fuego enemigo, se acercaba más y le seccionaba una parte de la cola o de un ala”.
Los que sobreviveron a los ataques Tarán al comienzo de la guerra pudieron enseñar más tarde a otros pilotos sus tácticas de embestida. Pero un número imposible de calcular no tuvo esa suerte. En los informes oficiales se explicaba que los pilotos sobrevivían si eran capaces de saltar en paracaídas o si se las arreglaban para aterrizar con sus cazas dañados, aunque no se mencionaba que en muchas ocasiones los aviones eran incontrolables después de la colisión con el aparato enemigo y en la mayoría de los casos estaban condenados. Según las cifras oficiales “únicamente” murió el 37% de los pilotos que efectuaron un ataque Tarán. Hubo incluso casos de pilotos que realizaron varias embestidas en el transcurso de un mismo combate aéreo y sobrevivieron para contarlo.
Fuente principal:
A.Axell/H.Kase: Kamikaze, Japan's Suicide Gods
Más:
http://es.wikipedia.org/wiki/Tar%C3%A1n
http://surfcity.kund.dalnet.se/soviet_khlobystov.htm