En diciembre de 1939 el Ministerio de la Guerra británico creó el MI9, una nueva rama del Servicio Secreto encargada de la recuperación de las tropas que habían quedado en territorio ocupado por el enemigo y de ayudar a la evasión de los capturados. A los militares británicos se les enseñaba que todo soldado que hubiese sido hecho prisionero tenía el deber de intentar fugarse siempre que fuese posible. El trabajo del MI9 era ayudarles en las fugas con todos los medios a su alcance. Así, por ejemplo, establecieron en los países europeos ocupados por el Eje, en colaboración con los grupos de resistencia locales, redes que conducían hasta las fronteras a los prisioneros fugados o a los pilotos derribados. También se dedicaban a fabricar todo tipo de utensilios que facilitasen la evasión a los aviadores o soldados aislados tras las líneas enemigas. Detrás de muchos de los planes más ingeniosos del MI9 estaba un hombre llamado Christopher Clayton-Hutton, que ideó una gran variedad de ayudas de escape, como botas de vuelo y uniformes que podrían ser convertidos fácilmente de forma que pareciesen ropas de civil, o brújulas ocultas en el interior de botones. Clayton consideraba que el accesorio más importante que podía necesitar un soldado aislado en territorio enemigo era un mapa de la región en la que se encontraba. Entre sus primeros proyectos se encontraban mapas impresos en seda y brújulas en miniatura, que se fabricaron por millares para ser distribuidos entre las tripulaciones aéreas británicas (y más tarde también estadounidenses). La idea era que un aviador derribado tras las líneas enemigas tuviese los medios para evitar su captura, o para escapar, en caso de haber sido hecho prisionero. Los mapas estaban estampados en seda para hacerlos muy finos (y así poderlos ocultar en sitios como el tacón hueco de una bota o un paquete de cigarrillos) y resistentes al agua y al desgaste, a diferencia de los mapas de papel normales.
Pero una cosa era proporcionar a los miembros de las fuerzas armadas “kits de fugas” por si acaso, y otra hacérselos llegar a los que ya se encontraban en los campos de prisioneros de guerra para ayudarles en sus planes de evasión. Para eso el MI9 contaría con la colaboración de Waddington PLC, una empresa de impresión de Leeds famosa por comercializar una gran variedad de juegos de mesa, en especial el popular Monopoly.
Cumpliendo con la Convención de Ginebra, los alemanes permitían a los prisioneros de guerra (a los de las potencias occidentales, claro, porque en otros frentes no se respetaba ninguna norma en el trato a los cautivos) recibir paquetes enviados por sus familias o por organizaciones de socorro como la Cruz Roja. Los británicos consideraron que no sería ético ocultar los mapas y demás accesorios en los paquetes de la Cruz Roja. Los envíos eran revisados a fondo, y si los alemanes descubrían que estaban siendo utilizados para ayudar a las fugas, quedaría comprometida la neutralidad de la organización y se pondría en peligro la llegada de más paquetes. En lugar de eso el MI9 se inventó una serie de organizaciones caritativas totalmente ficticias, dedicadas al envío de ropa de abrigo, lecturas y otras pequeñas comodidades a los prisioneros de guerra.
En los paquetes de ayuda se incluían distintas clases de juegos de mesa, ajedrez o barajas. Y es que uno de los principales problemas de la vida en cautividad es el aburrimiento. Los prisioneros agradecían mucho cualquier cosa que les ayudase a matar el tiempo, y los guardias de los campos tampoco lo veían mal, ya que sabían que la mejor forma de evitar conflictos era tener a los prisioneros entretenidos.
En colaboración con un selecto grupo de empleados de Waddington, y en el mayor de los secretos, el MI9 comenzó a ocultar mapas de seda en pequeñas cavidades preparadas en los tableros de Monopoly y otros juegos. También incluían dinero, en moneda alemana o italiana, y brújulas y otros pequeños objetos ocultos entre las piezas de los juegos.
En su mayor parte los mapas eran de escalas pequeñas y abarcaban grandes áreas, aunque como es lógico variaban dependiendo del campo al que estaban destinados. Algunos daban además algún tipo de información adicional que pudiese ser útil para el fugado. Este muestra una ruta desde Salzburgo, en Austria, a Mojstrana en el norte de Yugoslavia (en manos de las fuerzas proaliadas); la ruta marcada en rojo indica el camino más seguro para atravesar las montañas:
Es imposible saber cuántos de los mapas que se lograron introducir en los campos de prisioneros llegaron a utilizarse. Durante toda la guerra, más de 35.000 soldados británicos y de otras nacionalidades se las arreglaron para escaparse de los campos y llegar hasta las líneas aliadas. Se calcula que entre un tercio y la mitad de ellos habrían contado con la ayuda de los mapas de seda. En cualquier caso es seguro que los mapas, las brújulas y los demás objetos salvaron la vida de muchos prisioneros fugados.
Fuentes:
http://www.mapforum.com/04/escape.htm
http://www.snopes.com/military/monopoly.asp
Para que luego digan que jugar al "Monopoly" es perder el tiempo.
ResponderEliminarSi los soldados hubieran sido españoles, los juegos habrían sido "La Oca" o "El dominó".
Eliminé el comentario anterior porque puse algo ininteligible.
Mis excusas.
Un saludo.
O el futbolín, aunque habría sido un poco difícil meterlos en un campo de prisioneros.
EliminarNo hay problema por el comentario eliminado.
Un saludo, Cayetano.