Los orígenes del esoterismo nazi

Desde el nacionalismo romántico alemán del s. XIX hubo un intento de unir el cristianismo muy mayoritario en la sociedad alemana con la idea de un pueblo identificado con una raza y una cultura milenaria a la que había que darle unas creencias religiosas propias. Se quiso crear un neopaganismo basado en los mitos germánicos, el problema era que se desconocía casi todo de ellos. Tenían más a mano las tradiciones medievales y las historias épicas de Parsifal o los Nibelungos (que sirvieron de inspiración a uno de los grandes ideólogos del nacionalismo alemán, Richard Wagner, cuyas óperas se basan en esas historias épicas medievales, con las que buscaba reforzar el sentimiento patriótico del pueblo alemán y darle un pasado mítico, en los años en que el estado alemán se estaba formando). El problema estaba en que esas historias medievales tenían muchos elementos cristianos, mientras que uno de los grandes mitos del nacionalismo alemán era su identificación con el ideal de la pureza aria, la raza más perfecta de todas, acompañada de un fuerte antisemitismo. El cristianismo era de origen judío, por tanto era una religión antinatural para los pueblos germánicos. Ante eso había dos salidas: negar el cristianismo y explicarlo como un invento judío para el sometimiento y la domesticación de los pueblos arios, o germanizarlo. Esa era la solución menos traumática, por decirlo de alguna manera, porque en el fondo el cristianismo no podía ser borrado tan fácilmente de la sociedad alemana. Eso fue lo que hicieron muchos, como el mismo Wagner: Jesús era ario, como sus discípulos, y los símbolos cristianos que aparecían en las epopeyas medievales eran todos ellos símbolos del poder de la sangre del pueblo elegido (que por supuesto no era el judío, sino el germánico).

Otros fueron más allá, y optaron por la primera opción: el cristianismo no sirve para el pueblo alemán, es un invento judío para corromperlo. Pero aún así mantuvieron la afición por esos símbolos teóricamente cristianos. La verdad es que no les importaba mucho la lógica: eran objetos unidos a la historia del pueblo alemán por las leyendas medievales (al romanticismo alemán le gustaba mucho el medievalismo). El grial era un objeto unido históricamente al pueblo alemán por la búsqueda que protagonizaron los caballeros del Parsifal. Que tuviera su origen en Palestina dejó de importar. Igual que pasó con la lanza de Longino, que, al ser una reliquia que había pasado de un emperador a otro a través de los siglos, era un símbolo del poder de los líderes germánicos, y no una reliquia cristiana como los clavos de la cruz de Cristo y tantos otros supuestos restos que se conservaron en muchos lugares de la cristiandad.

La ariomanía del s. XIX nació de los estudios lingüísticos del XVIII, que descubrieron el parentesco entre el sánscrito, el avéstico (el persa antiguo) y muchas de las lenguas europeas. Así el origen de los pueblos europeos se situó en algún lugar de Asia Central (el Tibet, Cachemira, los montes Altai...). En algún momento, en tiempos remotos, salió de allí el pueblo primigenio, y en una marcha siempre hacia el oeste fue colonizando la India (sus descendientes serían las personas de piel clara habituales en las castas superiores hindúes), Persia, Oriente Próximo y Europa. La expansión colonial entre los siglos XVIII y XIX hizo que los europeos descubriesen y quedasen fascinados por las milenarias civilizaciones asiáticas, como los grandes filósofos alemanes del s. XIX: Schopenhauer se inspiró en el hinduismo y los textos sagrados sánscritos, y Nietzsche en el mazdeísmo y los textos avésticos, Los europeos ateos, anticlericales, neopaganos, etc, habían descubierto un origen alternativo al de la tradición judeocristiana, una “historia” distinta a la que se contaba en la Biblia. Existía una raza primigenia, con su lengua y su religión, de la que ellos eran descendientes. La lengua primitiva era la más perfecta, nacida del contacto con la naturaleza, y su máxima expresión era la poesía épica (con lo que se podían unir las epopeyas griegas, las sagas nórdicas, o los romances medievales, como los restos del espíritu de la lengua original común). La religión original era un culto natural, muy diferente del cristianismo, que era totalmente ajeno a la raza aria, aunque hubo quien también quiso buscar en las raíces del cristianismo esa religión original, quitándole todas las impurezas y corrupciones que se le habían añadido a lo largo de los siglos. Así no era necesario renunciar al cristianismo, sólo había que limpiarlo de su influencia judía. A medida que se realzaba la raza aria y su expansión hacia el oeste llevando consigo la civilización, caía en desgracia la raza de la Biblia, la judía, por su resistencia a esa influencia civilizadora, al no tener la suficiente grandeza de espíritu.

Al mismo tiempo, por influencia de la teoría de la evolución, empezó a extenderse la idea de la degradación de la raza: la raza aria primitiva había ido corrompiéndose por el mestizaje y perdiendo sus valores originales. Todo esto, más la moda del ocultismo y de las sociedades secretas de la segunda mitad del s. XIX, está en el origen de las teorías esotéricas nazis.

En las últimas décadas del s. XIX se pusieron de moda las sociedades secretas dedicadas al ocultismo: espiritistas, satánicas, neopaganas, etc. En algunos de estos grupos empezaron a circular teorías que mezclaban las filosofías orientales de los universos cíclicos, la reencarnación y los distintos estados de consciencia con la teoría de la evolución. Había distintas versiones, pero coincidían en que la historia de la Tierra había pasado por varias fases, cada una de ellas empezaba con el dominio de una raza superior, luego venía su decadencia y acababa en un cataclismo que permitía volver a comenzar cuando del desastre surgía una nueva raza que volvía a dominar el mundo. La última raza de semidioses o superhombres, la de los míticos pueblos arios, ya había entrado en decadencia, y la misión de estos grupos era la de ayudar a nacer a la nueva humanidad. La evolución natural había dejado de ser positiva, ahora era el hombre el que tenía que hacerse cargo de su propia evolución. Esta se entendía no sólo en el aspecto físico, sino sobre todo en el espiritual: el nuevo superhombre tenía que tener acceso a estados superiores de consciencia. En algunos de estos grupos los adeptos se dedicaban a experimentar y buscar caminos por los que alcanzar esos niveles superiores (con drogas, por ejemplo, o a través del dolor o el placer sexual, los más duros), aunque en el fondo la mayoría de las veces era un pasatiempo inofensivo para las clases burguesas europeas o norteamericanas, como reunirse para sesiones de espiritismo o rituales inofensivos. Pero en este ambiente de sociedades esotéricas apareció un grupo que fue muy importante en el nacimiento del partido nacionalsocialista, y hay quien dice que también en la política de Hitler cuando llegó al poder: la sociedad Thule.

La sociedad Thule nació como la versión alemana de otro grupo inglés, la Golden Dawn. Esta defendía la existencia de unos misteriosos seres, los Superiores Desconocidos, que iban a ser los encargados de llevar a los elegidos a un nivel evolutivo superior, y con los que supuestamente estaban en contacto. La Golden Dawn ("Alba Dorada") era un grupo muy influyente, con miembros entre la élite cultural británica (como el poeta W. B. Yeats, ganador del premio Nobel, o Bram Stoker, el novelista creador de Drácula). También se había sumado a la ariomanía, lo que la hacía tener muchos contactos en el mundo intelectual alemán. Por causa de su influencia en un grupo rosacruciano alemán, nació de él en Munich la Sociedad Thule, en la que estaban Karl Haushoffer, Alfred Rosenberg, Dietrich Eckart y Rudolf Hess, todos ellos futuros ideólogos o dirigentes del nazismo. El símbolo de la Sociedad, creado por Haushoffer, era una esvástica cruzada por una espada vertical, y fue el origen de la esvástica como símbolo nazi. Su objetivo era recuperar el mítico reino de Thule, la patria original de los arios primigenios, que se encontraría en Asia Central, y hacer revivir la raza y su civilización. Los miembros de la sociedad tuvieron un papel muy importante en la fundación del partido nacionalsocialista y en un porcentaje bastante alto pasaron a ser dirigentes del nuevo partido. Cuando Hitler llegó al poder la sociedad fue disuelta, pero hay quien cree que su influencia ideológica se mantuvo en algunos miembros del gobierno nazi, como Rosenberg, Heinrich Himmler o el propio Hitler.

1 comentario:

  1. Estoi conbencido de que las lellendas antiguas que tienen los pueblos o naciones,no son del todo fantasias.
    Actual mente hay infinidad de investigadores historicos que se lo podrian atestiguar.

    DREIDE

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