El peligroso poder de persuasión del general Heidrich

El general Richard Heidrich era uno de los comandantes de fuerzas paracaidistas más prestigiosos del ejército alemán. Se había destacado en 1941 al mando del 3er Regimiento Fallschirmjäger en el asalto aerotransportado a la isla de Creta, y tres años más tarde dirigiendo a la 1ª División Fallschirmjäger en la batalla de Montecassino. En los meses finales de la guerra estaba al mando del I Cuerpo Paracaidista, desplegado en el norte de Italia.

El 2 de mayo de 1945, cuando el fin de la guerra era ya cuestión de pocos días, los hombres del I Cuerpo Paracaidista recibieron la que sería última orden del día de su general:

“Nosotros debemos cumplir con nuestro deber hasta el final, y no debemos sentir que hemos sido derrotados. Mantened vuestro espíritu de paracaidistas. Recordad a vuestros camaradas muertos, aquellos que murieron por todos nosotros”.

El propio general Heidrich demostró que no estaba dispuesto a aceptar fácilmente la derrota, si creemos la anécdota que voy a contar. Esta aparece originalmente en el diario no publicado del gefreiter (soldado de primera) Gottfried Emrich, del 3er Regimiento Fallschirmjäger, y ha sido citada, entre otros, por el británico Antony Beevor en una nota a pie de página de su libro La batalla de Creta. La verdad es que a mí me parece un poco extraño que la autobiografía de un simple soldado tenga detalles fiables sobre las vivencias de todo un teniente general, pero si un historiador de prestigio y superventas da por buena la historia no seré yo quien la ponga en duda.

La cuestión es que el mismo día en el que el general Heidrich emitió aquella orden, el 2 de mayo de 1945, una patrulla del 3er batallón de los Grenadier Guards le sorprendió tras unos matorrales con los pantalones bajados. Fue hecho prisionero y conducido ante el oficial de inteligencia del regimiento británico, el teniente Nigel Nicolson, Durante el interrogatorio, Heidrich inició una apasionada defensa de las virtudes de las armas ligeras alemanas en comparación con las aliadas. En un momento del debate, para ilustrar un detalle en concreto, el general se dirigió al centinela y le pidió que le dejase su subfusil Thompson. El soldado se disponía a hacerlo cuando Nicolson le detuvo de un grito. Heidrich se limitó a sonreír.

2 comentarios:

  1. Se cuenta una anecdoa similar entre Douglas Bader y Galland, segun esta tras ser derribado y conocerse ambos pilotos, el germano le mostró un 109 momento que Bader pregunto "inocentemente" si le dejaria darse una paseo para ver las prestaciones del aparato. Galland, en un alarde de galanteria le contestó,ahora que somos amigos seria una pena tener que enfrentarnos.. Bader terminó la guerra como prisionero en Colditz

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    1. Puede que la manera de evitar que Bader tratase de fugarse fuese ponérselo así de fácil, porque cuanto más difícil lo tenía más lo intentaba.
      Un saludo.

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