La tragedia del Holandés Errante

El Flying Dutchman era un C-47 de la Quinta Fuerza Aérea de los Estados Unidos, perteneciente al 33º Escuadrón de Transporte, que a finales de 1942 estaba dedicado al traslado de tropas desde Port Moresby, en el sur de Nueva Guinea, hasta Pongani, en la costa norte de la isla. En aquellos vuelos el avión tenía que sobrevolar la cordillera Owen Stanley, un macizo montañoso casi inexplorado, con picos que superaban los 4.000 metros de altura y escarpados valles cubiertos por una selva impenetrable. El nombre de Flying Dutchman (“Holandés Volador”, o mejor, como en la famosa leyenda, “Holandés Errante”) se lo había dado su piloto, el alférez George W. Vandervort, de origen holandés.

A las 13.00 horas del 10 de noviembre de 1942 el Flying Dutchman despegó de Wards Strip, un campo de aviación a las afueras de Port Moresby, en un vuelo con destino a Pongani. Además del alférez Vandervort, la tripulación la formaban el sargento John Gerrity (copiloto), el cabo Kirshner (operador de radio) y el sargento Steven Pitch (mecánico). El avión transportaba a un capellán del Ejército y a dieciocho soldados estadounidenses que iban a unirse a los preparativos para el ataque aliado en Buna. En total, entre tripulación y pasajeros, eran veintitrés hombres.

No llevaban ni media hora de vuelo cuando de repente el avión quedó atrapado en una corriente de aire descendente y cayó bruscamente, estrellándose en la ladera del monte Obree. Diecisiete hombres lograron escapar del aparato en llamas, la mitad de ellos heridos o con quemaduras graves. Estuvieron varias horas esperando bajo la lluvia, tiritando de frío, hasta que se apagó el fuego y regresaron al avión para recuperar todo lo que pudiesen. La parte delantera estaba totalmente destruida, y solo el tercio posterior se mantenía más o menos intacto. Casi todos los suministros habían desaparecido en el incendio. Tan solo rescataron seis fusiles, tres raciones K, varias latas de jugo de tomate, un botiquín de primeros auxilios, dos globos de señalización y algunas bengalas. Los supervivientes cubrieron el fuselaje con mapas que habían encontrado en el avión, esperando que así los restos fuesen más visibles desde el aire (el C-47 estaba pintado de un verde mate nada llamativo). Se mantenían alerta para lanzar uno de los globos en cuanto escuchasen los motores de algún avión de los que, suponían, estaban peinando la región en misión de rescate. Y efectivamente, en cuanto se supo en Wards Strip que el Flying Dutchman había desaparecido en las montañas, comenzó una intensa búsqueda aérea, pero no apareció ningún rastro del avión.

Pasaba el tiempo y poco a poco los supervivientes fueron perdiendo las esperanzas de ser rescatados. A los pocos días uno de los heridos murió. Un día que en uno de sus reconocimientos en torno a los restos del Flying Dutchman se aventuraron más lejos que de costumbre, encontraron el cuerpo del sargento ingeniero Pitch, que había salido despedido hasta allí en el accidente, junto al panel de instrumentos de la cabina del avión. Los hombres enterraron el cadáver y desatornillaron la brújula del panel. El 12 de noviembre, conscientes de que ya no podía seguir esperando la llegada de un equipo de rescate, y contando con la brújula que habían recuperado, decidieron enviar a un grupo de cuatro hombres en busca de ayuda. Cuatro días más tarde partieron otros cuatro hombres, dejando en el lugar del accidente tan solo a los ocho heridos. El menos grave de ellos, el sargento Patton, quedó como encargado de atender a sus compañeros y del transporte de agua potable.

El primer grupo tomó rumbo este, descendiendo hasta la base de la cordillera. En el quinto día de marcha, siguiendo el curso del río Moni, se encontraron atrapados en un estrecho desfiladero, con unas paredes demasiado escarpadas como para intentar escalarlas. Decidieron hacerse con un tronco cada uno y seguir a nado río abajo. Poco después de saltar al agua dos de los hombres fueron arrastrados por la fuerte corriente y desaparecieron entre los rápidos. Sus dos compañeros, los soldados Thomas y Butler, estuvieron dos días buscándoles sin éxito a lo largo de la orilla del río. Al fin los dos supervivientes llegaron al pequeño aeródromo de Safia. Desde allí fueron trasladados en una avioneta a Port Moresby, donde ambos fueron hospitalizados por las quemaduras y el agotamiento que sufrían. Era el 14 de diciembre de 1942, Thomas y Butler habían logrado llegar a la costa treinta y dos días después del accidente del Flying Dutchman.

El segundo grupo partió el 16 de noviembre de 1942. Lo formaban los sargentos Kershner y Holleman y los soldados August y Mobley. Siguieron un rumbo suroeste, a través de una selva que apenas les dejaba ver el sol. El décimo día de marcha se encontraron con un sendero que les llevó hasta un poblado nativo. El 14 de diciembre llegaron a una plantación dirigida por unos australianos.

Basándose en la escasa información proporcionada por Thomas y Butler, se formó un grupo de búsqueda para tratar de recorrer en sentido contrario la ruta que habían seguido los dos supervivientes. El equipo lo formaban dos militares australianos y uno estadounidense, que se trasladaron en avión desde Port Moresby hasta Safia, donde se les unieron varios guías nativos. Contaban con una radio y una antena que podía ser izada con un globo, pero cuando probaron el equipo descubrieron que no funcionaba, lo que les impidió recibir abastecimiento por aire. Tuvieron que racionar la comida, mientras continuaban su ascensión a la cordillera, escalando barrancos escarpados y abriéndose paso a través de la selva.

La tarde del 31 de diciembre de 1942 el grupo hizo un descubrimiento esperanzador, un par de polainas del ejército estadounidense en lo alto de unas peñas. Al día siguiente (día de Año Nuevo de 1943) giraron a la izquierda y se dirigieron hacia la cima del monte Obree, situada a 3.100 metros de altura. Esperaban tener desde allí una buena visión de toda la zona que les ayudase a localizar el avión perdido. No llevaban ropas de abrigo, y aquella noche sufrieron mucho por el frío. A la mañana siguiente descubrieron que el agua que llevaban se había congelado. Tras discutir su situación decidieron iniciar el regreso, antes de que ellos mismos necesitasen ser rescatados. Lo que no se imaginaban era que si el día anterior, en el lugar en el que había aparecido las polainas, hubiesen girado a la derecha en lugar de hacerlo a la izquierda, se habrían encontrado con el Flying Dutchman y los supervivientes que aún permanecían en él.

Restos del avión, en la ladera del monte Obree:


Un día indeterminado un grupo de nativos encontró el Flying Dutchman. Entre los restos del accidente y los cadáveres dispersos, descubrieron a un hombre aún con vida. Se trataba del capitán Barron, el capellán militar. Estaba moribundo, ciego por la desnutrición y “ligero como un niño”. Un semicírculo pelado alrededor de la puerta de carga del avión indicaba que había estado tratando de sobrevivir arrancando y comiendo el musgo que tenía a su alcance. Los nativos trataron de alimentarle con plátanos cocidos, pero estaba demasiado débil y murió poco tiempo después.

En marzo un avión divisó los restos del Flying Dutchman desde el aire. Un equipo australiano se dirigió al lugar y recuperó todos los cuerpos y los efectos personales, que fueron enviados a las familias de los fallecidos en Estados Unidos.

Casi dos décadas más tarde, en marzo de 1961, un bimotor Piaggio de una línea civil australiana desapareció en las montañas durante un vuelo rutinario con destino a Port Moresby. Inmediatamente dio comienzo una de las más intensas búsquedas aéreas en tiempo de paz de la historia de Australia, pero el Piaggio nunca apareció. En cambio, durante aquellas operaciones se redescubrieron los restos del Flying Dutchman. Cuando un equipo de búsqueda llegó al lugar del accidente, alguien se fijó en que en la puerta de carga trasera del avión los supervivientes habían escrito con carbón una especie de diario. En las escuetas notas escritas en la puerta quedaron reflejadas las penalidades y esperanzas de aquellos hombres que aguardaban un rescate que nunca llegó. La última anotación era del 1 de enero de 1943, el mismo día que el equipo de rescate había decidido abandonar la búsqueda cuando se encontraba a escasa distancia del lugar del accidente. Es imposible saber qué ocurrió a partir de ese día. La puerta se conserva en el Museo Nacional de la USAF en Dayton, en el estado norteamericano de Ohio.

El diario escrito en la puerta del Flying Dutchman:


Traducción de las anotaciones diarias de la puerta:

Nos estrellamos 01:30 - martes - 10 de noviembre - 1942
Mar 10- 17 hombres vivos
Sáb 11- 16 hombres vivos
Jue 12- 4 hombres salen en busca de ayuda
Vie 13-
Sáb 14- tratamos de izar el globo
Dom 15- galletas y queso
Lun-16- 4 hombres parten al sur por ayuda - quedamos ocho hombres
Mar 17- pequeño trozo de queso
Mi 18- barra de chocolate
Jue 19- encontramos una barra de chocolate
Vie 20- 1/3 de jugo de tomate
Sáb 21- 1/3 de jugo de tomate
Dom 22- bebemos último 1/3 lata de jugo de tomate
Lun 23- últimos cigarrillos, ni siquiera colillas
Mar 24- primer día sin lluvia
Mi 25- segundo día sin lluvia
Jue 26- llueve hoy, día claro por la mañana
Vie 27- cubo lleno de agua esta mañana - todavía mantenemos nuestra cabeza en alto
Sáb 28- día más claro que hemos tenido
Dom 29- bonito día claro - estamos débiles pero todavía mantenemos la esperanza
Lun 30- aún nos mantenemos fuertes con comidas imaginarias
Diciembre Mar 1- hoy llegó el verano - pasó la primavera
Mi 2- llovió
Jue 3- día un poco frío y nublado - todavía hay mucha hambre - un cigarrillo nos haría bien
Vie 4- mañana clara
Sáb 5- no pasa nada, solo esperamos
Dom 6- tuve servicio hoy - todavía mucha esperanza
Lun 7- hoy hace un año que comenzó la guerra - chico, no pensábamos que ahora estaríamos así
Mar 8- día agradable
Lun 9- nublado - Dios está velando por nuestro suministro de agua
Jue 10- hoy hace treinta días - lo vamos llevando, pero sería bueno que viniese alguien
Vie 11- frío día de lluvia - nos gustaría salir antes de Navidad
Sáb 12- día bastante bueno, aún mucha agua
Dom 13- hermosa mañana, todo el mundo tiene grandes esperanzas
Lun 14- esperando
Mar 15- esperando
Mi 16- hoy nuevo sitio de agua
Jue 17- nos quedamos sin comidas imaginarias - los chicos ya no deberían tardar en volver
Vie 18- agradable y cálido por la mañana - llovió por la tarde
Sáb 19- bastante frío anoche - la mañana también fría - poca agua - faltan cinco días para Navidad
Dom 20-
Lun 21- un montón de agua
Mar 22- llovió durante tres días
Sáb 23- pensando en el hogar y la Navidad - aún con esperanza
Jue 24- hoy es Nochebuena - Dios les dé felicidad en casa
Vie 25- día de Navidad
Sáb 26-
Dom 27- llueve todos los días
Lun 28-
Mar 29-
Mi 30- Johnnie murió hoy
Jue 31-
Vie 1- Día de Año Nuevo
Pat
Mart
Ted


Fuentes:
http://www.pacificwrecks.com/aircraft/c-47/41-18564/agony.html
http://www.nationalmuseum.af.mil/factsheets/factsheet.asp?id=15377
Fotos:
http://www.nationalmuseum.af.mil/factsheets/factsheet_media.asp?fsid=15377

3 comentarios:

  1. Debe ser horrible ver cómo pasan los días sin solución alguna. Me imagino que la desesperación va dejando paso a otras actitudes más serenas, a la vez que se van debilitando las fuerzas.
    Un saludo.

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    1. Puede que oscilasen entre el optimismo y la desesperación, dependiendo del día.Es difícil saberlo.
      Un saludo.

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  2. Impresionante historia, Nonsei. Puñetera lenta agonia....

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