En los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial cualquier estadounidense podía tener un cierto conocimiento de lo que significaba la energía nuclear (al menos en sus fundamentos básicos) gracias a las obras de divulgación y los numerosos artículos de prensa que se escribían sobre el tema. Pero lo que realmente ayudó a que el público estadounidense asimilase en relativo poco tiempo, en el mundo post-Hiroshima, términos como "energía atómica" o "armas atómicas", fueron los cómics de ciencia-ficción de la década de los 30. Los personajes más populares de aquellos años, Buck Rogers (creado en 1929) y Flash Gordon (1934), lograron que al norteamericano medio le resultasen familiares aquellos conceptos e incluso que tuviese una cierta idea de los peligros y las posibilidades que implicaba la manipulación del átomo. Claro que los cómics trataban el tema situándolo siempre en un futuro muy lejano, junto a otras maravillas como los viajes interplanetarios o las ciudades submarinas.
Cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial la Oficina de Censura impuso un "apagón informativo" sobre todo lo relacionado con la investigación atómica. La prohibición en un principio afectaba solo a artículos de divulgación o informaciones de prensa, pero a medida que el Proyecto Manhattan crecía, la censura se fue extendiendo progresivamente hasta alcanzar también a las obras de ficción. Términos que aparecían hasta entonces con relativa frecuencia en los cómics de ciencia-ficción, como "haces atómicos", "motores atómicos" o "gases radiactivos" dejaron de utilizarse casi por completo, aunque sus representaciones, productos de la imaginación de guionistas y dibujantes más que de auténticos datos científicos, tuviesen muy poco que ver con la realidad.
A finales de 1944 la editorial DC Comics estaba preparando la publicación de un cómic de Superman titulado Battle of the Atoms. La historia comenzaba con Clark Kent y Lois Lane dirigiéndose en coche al campo para investigar el origen de una "terrible convulsión". Allí descubrían árboles enormes derribados, rocas fundidas y estructuras de acero retorcidas por una fuerza desconocida. Sus pesquisas les conducían hasta Lex Luthor. El supervillano había fabricado un dispositivo al que llamaba "bomba atómica", una poderosa arma que planeaba utilizar contra la ciudad de Metrópolis.
Como es lógico, nadie en DC había oído hablar del Proyecto Manhattan ni se imaginaba que su gobierno estaba gastándose miles de millones de dólares en la fabricación de una auténtica bomba atómica. Cuando los censores del Departamento de Guerra tuvieron conocimiento de la historia, se dirigieron a la editorial para impedir la publicación del cómic. La prohibición tardó más de un año en levantarse. El relato apareció finalmente en enero de 1946, meses después del final de la guerra, en el número 38 de la revista Superman.
El 14 de abril de 1945 se publicó en numerosos diarios estadounidenses el primer capítulo de una tira titulada The Science of Superman. En ella un profesor de física proponía al Hombre de Acero poner a prueba sus poderes exponiéndole a un ciclotrón. Según el científico, el aparato, que definía como un "colisionador de átomos", podía bombardear al superhéroe con electrones "a una velocidad de 100 millones de millas por hora y con una 'carga' de tres millones de voltios".
En principio no parece que hubiese nada en aquella historia que pudiera poner al lector en la pista del Proyecto Manhattan, pero en aquellos días el programa atómico estadounidense estaba en su momento crítico, y cualquier referencia a átomos o energía atómica que apareciese publicada era mirada con lupa por los censores. El guionista se había inspirado en un artículo sobre ciclotrones que había leído en Popular Mechanics, y, por supuesto, no tenía el más mínimo conocimiento del Proyecto Manhattan. Al ser una tira diaria, el gobierno no pudo evitar que varios episodios se publicasen en todo el país antes de que el FBI obligase a DC Comics a cambiar el argumento de la historia evitando más alusiones al poder de los átomos. A partir de entonces, los censores solicitaron a DC la supervisión de todos sus cómics antes de su publicación, incluyendo las tiras diarias de los periódicos. Era la segunda vez en pocos meses que la editorial revelaba información sobre las posibilidades de la energía atómica, curiosamente a través del mismo personaje, Superman, aunque con diferentes autores, que probablemente ni se conocían entre sí.
No fue hasta agosto de 1945, tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, cuando el mundo pudo conocer realmente el inmenso poder destructivo del átomo. Lo que no parecía más que un imaginativo elemento de cuentos de ciencia-ficción resultó ser una estremecedora realidad. A partir de entonces, y sobre todo en la década de los 50 (la época del "terror atómico"), los cómics se llenaron de historias de explosiones nucleares, nubes radiactivas, mutaciones... Uno de los primeros relatos con tema atómico, todavía en un tono amable, se publicó en octubre de 1946, en el número 101 de Action Comics. En él se contaba cómo Superman filmaba para el Ejército de los Estados Unidos una explosión de prueba de un artefacto nuclear.
Es posible que el Hombre de Acero aceptase aquel trabajo como forma de compensar sus anteriores indiscreciones.
Fuentes:
http://www.thespeedingbullet.com/atomic.html
http://almostchosenpeople.wordpress.com/2013/11/15/battle-of-the-atoms/
http://www.cracked.com/article_18836_6-eerily-specific-world-events-predicted-by-comics.html
http://www.comicvine.com/superman-38-battle-of-the-atoms/4000-120075/
http://thebulletin.org/buck-rogers-and-atomic-education-america
Y es que los guionistas de los cómics siempre han sido gente culta y bien informada, muchas veces abriendo camino a los demás.
ResponderEliminarUn saludo.
En el caso de los autores de ciencia-ficción, ese es su trabajo, precisamente.
EliminarUn saludo, Cayetano.
Hablando de secretos atómicos, sin ser norteamericano de nacimiento y con esa llamativa capa roja, lo raro es que el nefasto senador McCarthy no lo investigara. Saludos, Nonsei
ResponderEliminarA lo mejor esa era la razón por la que tenía una identidad secreta.
EliminarUn saludo, Iakob.