A mediados de octubre de 1942 la batalla de Guadalcanal se había convertido en una gran batalla de desgaste en la que ambos bandos consumían cada vez más recursos sin que se pudiese vislumbrar aún el final. Japoneses y estadounidenses estaban preparando el envío masivo de refuerzos con los que intentar hacerse con el control definitivo de la isla. Por parte japonesa, por primera vez en mucho tiempo las tropas de desembarco contarían con equipo pesado, embarcado en los portahidroaviones Chitose y Nishin. Estos dos buques, construidos desde la base de un crucero ligero, eran ideales para el transporte de vehículos o piezas de artillería pesada, gracias a sus hangares y grúas. Y eran muy veloces, lo que les permitiría hacer la travesía desde las islas Shortland en un solo día, permaneciendo en aguas de Guadalcanal durante unas pocas horas de la noche. Los convoyes nocturnos de buques rápidos (destructores o cruceros ligeros) eran la única forma que tenía la Marina Imperial de enviar suministros a sus fuerzas en Guadalcanal, ya que durante el día el control del aire por parte de la “Cactus Air Force” (las escuadrillas de la Marina o del Cuerpo de Marines con base en Campo Henderson) impedía a los barcos japoneses acercarse a la isla. Estos convoyes se mantuvieron durante todo el tiempo que duró la batalla y su intercepción pasó a ser el principal cometido de la US Navy en la campaña. Los japoneses los apodaban “la ruta de las ratas”, los estadounidenses “el Expreso de Tokio”.
El portahidroaviones Nishin, utilizado en la campaña de Guadalcanal como transporte rápido de tropas:
La mañana del domingo 11 de octubre partió de su fondeadero de las islas Shortland el convoy japonés, formado por el Chitose, el Nishin y seis destructores (Asagumo, Natsugumo, Yamagumo, Shirayuki, Murakumo y Akizuki), cinco de los cuales llevaban también tropas de refuerzo para Guadalcanal. Al mando estaba el contraalmirante Takatsugu Jōjima. Seis horas después zarpó una formación comandada por el contraalmirante Aritomo Gotō, compuesta por los cruceros pesados Aoba, Furutaka y Kinugasa, y los destructores de escolta Fubuki y Hatsuyuki. Su misión sería bombardear Campo Henderson para dar cobertura al desembarco de las tropas en el oeste de la isla.
Mientras tanto, los estadounidenses también preparaban el envío de refuerzos. El 8 de octubre embarcó en Nueva Caledonia el 164º Regimiento de Infantería de la División Americal (la primera división del Ejército formada fuera de Estados Unidos, su nombre era la combinación de las palabras “América” y “Caledonia”). Su desembarco en Guadalcanal estaba previsto para el día 13. Para asegurar la ruta que seguiría el convoy, una fuerza de cuatro cruceros (San Francisco, Boise, Salt Lake City y Helena) y cinco destructores (Farenholt, Duncan, Laffey, Buchanan y McCalla), a las órdenes del contraalmirante Norman Scott, fue enviada a patrullar las aguas al sur de Guadalcanal. Allí se encontraba la tarde del 11 de octubre, cuando Scott recibió los primeros informes de aviones de reconocimiento que comunicaban el avistamiento de un convoy de dos cruceros y seis destructores. Viendo que se trataba de una misión especialmente importante del Expreso de Tokio, Scott ordenó a su escuadra salir a su encuentro. Calculó que podría interceptar el convoy durante la noche frente a la costa noroeste de Guadalcanal, entre el cabo Esperanza y la isla de Savo.
Hasta ese momento la noche había sido una gran aliada de la Marina Imperial. Desde el comienzo de la guerra todas las batallas nocturnas (mar de Java, estrecho de la Sonda, isla de Savo) se habían saldado con aplastantes victorias niponas. Ni siquiera la ventaja estadounidense de disponer de buques equipados con radar había impedido que una y otra vez se impusiesen el entrenamiento y la pericia de las tripulaciones japonesas (en especial de sus cruceros) en operaciones nocturnas. Pero Scott estaba confiado. La noche era muy oscura, lluviosa y sin luna, y dos de sus buques, el Boise y el Helena, contaban con un nuevo modelo de radar muy avanzado. Esperaba que en esta ocasión fuesen ellos los que sorprendiesen al enemigo.
Sin embargo, el convoy de Jōjima alcanzó el extremo noroeste de la isla de Guadalcanal y continuó paralelo a la costa sin ser detectado por los radares de los buques ni por los hidroaviones de reconocimiento estadounidenses. Desde los barcos japoneses pudieron escuchar los motores de los hidroaviones que los buscaban, pero Jōjima envió un mensaje a Gotō comunicando que no había buques enemigos en la zona. Se equivocaba. Poco después de pasar el convoy japonés llegó a la altura del cabo Esperanza la fuerza de Scott. La escuadra de Gotō no había sido aún detectada. Scott esperaba el paso del convoy de destructores y cruceros (en realidad portahidroaviones) avistada horas antes, no sospechaba que a poca distancia la seguía un grupo de cruceros pesados.
La escuadra estadounidense navegaba hacia el norte en línea, con tres destructores en cabeza, los cuatro cruceros en el centro y los restantes dos destructores cerrando la formación. A las once y media, cuando llegaron al oeste de la isla de Savo, se produjo una situación confusa cuando Scott ordenó virar al sur para continuar vigilando el paso entre Savo y el cabo Esperanza. El primer crucero de la formación, el San Francisco (sorprendentemente el buque insignia de Scott) viró antes de que lo hiciesen los tres destructores que lo precedían. El resto de la escuadra siguió al San Francisco, mientras los destructores Farenholt, Duncan y Laffey se quedaron retrasados y fuera de la formación. Minutos después en los radares del Helena y el Boise comenzaron a aparecer los buques de las fuerzas de Gotō. Cuando Scott fue informado de los contactos de radar a estribor, creyó erróneamente que eran los tres destructores que trataban de volver a ocupar su sitio en la columna.
Y efectivamente, el Farenholt, el Duncan y el Laffey habían aumentado la velocidad y trataban de volver a la cabeza de la columna, colocándose inadvertidamente entre ésta y la escuadra japonesa que se dirigía hacia ella. Los vigías del Duncan fueron los primeros en avistar los cruceros enemigos. El destructor aumentó la velocidad y se dirigió en solitario contra la formación de Gotō. Los radares de todos los cruceros estadounidenses habían detectado ya los buques japoneses. A las doce menos cuarto el Helena abrió fuego y unos instantes después lo hicieron todos los demás (sin esperar la autorización de Scott, que seguía dudando).
La escuadra japonesa fue tomada por sorpresa. Navegaba también en columna, encabezada por el Aoba, el buque insignia de Gotō. Los vigías del Aoba llegaron a detectar barcos frente a ellos, pero su comandante supuso erróneamente que se trataba del convoy de Jōjima y mantuvo la formación. Los estadounidenses habían cruzado la T de la formación enemiga (una maniobra clásica de la guerra naval que cuando se consigue realizar casi garantiza la victoria en una batalla: todos los cañones de los buques que representan la barra horizontal de una T pueden abrir fuego contra la columna enemiga, que estaría representada por la barra vertical, mientras que los de ésta solo pueden combatir de uno en uno y usando la artillería de proa). El Aoba fue su primera víctima. La artillería de los buques estadounidenses destrozó toda la superestructura del crucero japonés, inutilizando sus torretas y alcanzando el puente de mando. Los japoneses tuvieron un pequeño respiro cuando Scott ordenó un alto el fuego momentáneo para asegurarse de que sus cruceros no estaban atacando a sus destructores (de hecho sí lo estaban haciendo, ya que los destructores se habían quedado en medio del fuego cruzado). Después de intercambiar mensajes con el Farenholt y ordenar que se alejase de los objetivos, permitió reanudar el combate. El Aoba viró a estribor y levantó una cortina de humo para tratar de huir del castigo al que le estaba sometiendo la artillería enemiga. Los cruceros estadounidenses concentraron entonces el fuego en el segundo buque de la columna japonesa, el Furutaka, que fue alcanzado por decenas de proyectiles y acabó envuelto en llamas. Un torpedo lanzado por el destructor Buchanan golpeó al Furukata en la sala de máquinas, causando daños muy graves. Al mismo tiempo comenzó el ataque contra uno de los destructores japoneses, el Fubuki, que se incendió y comenzó a hundirse. El segundo de los destructores, el Hatsuyuki, y el crucero que cerraba la columna, el Kinugasa, consiguieron alejarse antes de que los buques enemigos fijasen su fuego en ellos.
Pasada la medianoche los cruceros estadounidenses salieron en persecución de los navíos en retirada. El Boise y el Salt Lake City trataron de alcanzar al Kinugasa, que en lugar de rehuir el combate viró para enfrentarse a los dos buques estadounidenses. Dos proyectiles alcanzaron un pañol de municiones en la proa del Boise, provocando una gigantesca explosión que mató a casi cien hombres y a punto estuvo de hacer saltar el barco por los aires. Después de que el Boise abandonase la lucha, el Kinugasa mantuvo un intercambio de fuego de artillería con el Salt Lake City. Un impacto en una de las calderas dejó al crucero estadounidense a media potencia, lo que permitió al Kinugasa alejarse. A las doce y veinte Scott ordenó a sus buques abandonar la persecución y reagruparse.
Además del Boise y el Salt Lake City, otros dos buques norteamericanos habían sufrido daños en la batalla. Ambos eran destructores que habían quedado atrapados bajo el fuego cruzado al inicio del combate. El Farenholt se había retirado de la lucha después de recibir varios impactos de los cruceros estadounidenses. El Duncan, que había sido el primero en atacar la columna enemiga, fue alcanzado repetidamente por la artillería de ambos bandos y acabó envuelto en llamas. Dos horas más tarde su capitán dio la orden de abandonar el barco. Los supervivientes fueron rescatados por el destructor McCalla y por botes de las tropas terrestres provenientes de Guadalcanal. También trataron de recoger a los náufragos del Fubuki, aunque muchos de ellos se negaron durante horas a ser rescatados por los estadounidenses.
El renqueante Aoba (sin Gotō, muerto en la batalla) y el Kinugasa se retiraron hacia el norte. El Furutaka trató de unirse a ellos, pero los daños que había sufrido eran demasiado graves. Se hundió a las dos y media de la noche. Los supervivientes fueron recogidos por el Hatsuyuki, que llegaría sin más contratiempos a su base en las Shortland.
El Aoba a su llegada a Bougainville, horas después del final de la batalla:
Mientras tanto, el convoy de Jōjima había desembarcado los refuerzos en Guadalcanal sin ser molestado y había iniciado su viaje de regreso. Al enterarse de la derrota de la escuadra de Gotō, Jōjima dividió sus fuerzas. Envió los destructores Shirayuki y Murakumo a buscar supervivientes del Furutaka, y a otros dos destructores, el Asagumo y el Natsugumo, a reunirse con el Kinugasa, que se había separado del Aoba para cubrir la retirada de su convoy. Con la llegada del día empezaron los ataques de la Cactus Air Force. A las siete de la mañana el Kinugasa sufrió un ataque sin consecuencias por parte de varios bombarderos en picado SBD Dauntless de Campo Henderson. Pero la peor parte se la llevaron los destructores. Descubiertos a primera hora de la mañana, el Shirayuki y el Murakumo fueron atacados sin descanso por bombarderos Dauntless y torpederos TBF Avenger. El Murakumo fue alcanzado por un torpedo en su sala de máquinas, dejándolo inmovilizado y convirtiéndolo en un blanco fácil. Los ataques aéreos continuaron hasta que el buque acabó envuelto en llamas. La tripulación abandonó el barco y fue recogida por el Shirayuki. El Asagumo y el Natsugumo también sufrieron los ataques de los bombarderos y torpederos de Campo Henderson. El Natsugumo fue alcanzado por varias bombas y se hundió. El Asagumo rescató a los supervivientes y se retiró a las Shortland.
Por primera vez en una batalla nocturna una fuerza naval estadounidense había derrotado a una japonesa. La batalla había tenido lugar prácticamente en el mismo punto en el que dos meses antes la escuadra de cruceros de Mikawa (de la que formaban parte los tres que en esta ocasión comandaba Gotō) había destrozado a la de Crutchley. Pero la venganza fue relativa. La victoria estadounidense no fue ni mucho menos tan indiscutible como la derrota que habían sufrido en agosto. Por parte norteamericana las bajas fueron 163 muertos, un destructor hundido y otro destructor y un crucero dañados. Por la japonesa, unos 400 muertos, 111 prisioneros (los supervivientes del Fubuki), un crucero y tres destructores hundidos (dos de ellos lo fueron a consecuencia de ataques aéreos diurnos, no del combate naval nocturno), y un crucero dañado.
Desde un punto de vista estratégico, la batalla del cabo Esperanza casi no tuvo influencia en la campaña. La escuadra de Jōjima consiguió su objetivo de desembarcar los refuerzos en Guadalcanal, como también lo haría el convoy estadounidense que estaba en camino. Solo dos noches más tarde, el 13 de octubre, los acorazados japoneses Kongō y Haruna bombardearon sin oposición Campo Henderson, y el 15 un gran convoy del Expreso de Tokio logró desembarcar 4.000 hombres en Tassafaronga, al oeste de la isla. Los estadounidenses habían demostrado que se podía derrotar a la Marina Imperial en un combate nocturno, pero aún no estaba claro quién se iba a llevar la victoria final.
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