Los planos originales de la Estrella de la Muerte

Volvemos con otro curioso artículo de la revista estadounidense Mechanix Illustrated. Se titula Fortress on a Skyhook, y está firmado por Frank Tinsley.

El artículo fue publicado en abril de 1949. Por entonces aún no se había iniciado la carrera espacial, y en la experimentación con cohetes los estadounidenses casi no habían pasado de hacer pruebas con las V-2 capturadas a los alemanes; la aviación a reacción estaba también en sus inicios (de hecho todavía no había ningún modelo comercial); aún no existían reactores nucleares de uso civil, ni buques con propulsión nuclear; el programa nuclear soviético estaba ya muy avanzado, pero era el secreto mejor guardado del mundo. Teniendo en cuenta todo esto, llama la atención el optimismo con el que el autor veía el futuro de la tecnología aeroespacial. También hay que decir que, aunque se pueda deducir que el artículo se refiere a proyectos oficiales de las Fuerzas Armadas estadounidenses, en realidad se trata más bien de elucubraciones teóricas del autor o de los expertos a los que consultó.

Una fortaleza colgada en el cielo


Incluso Julio Verne se sorprendería de las últimas actividades del Departamento de Defensa de Estados Unidos. El Secretario de Estado James Forrestal reveló recientemente que su departamento está trabajando en una "base orbital" que giraría alrededor del mundo igual que una luna en miniatura, como un puesto de avanzada militar en el espacio.

"El programa de vehículos tierra-satélite, que se lleva a cabo de forma independiente por cada arma de las Fuerzas Armadas, fue asignado a la Comisión de Misiles Guiados para su coordinación", reveló en su primer informe anual sobre la organización militar nacional. “Para ofrecer un programa integrado eliminando duplicidades, el comité recomendó que los esfuerzos actuales en este campo se limitasen a los estudios y diseños de componentes. Áreas bien definidas de investigación se han asignado a cada uno de los tres departamentos militares".

Hay muchas especulaciones en cuanto a hasta dónde pretende llegar este programa. Un satélite de la tierra puede ser casi cualquier cosa. Puede variar desde un pequeño trozo de materia enviado al espacio para la observación astronómica, hasta una fortaleza orbital permanente.

(…) Por otro lado, el desarrollo de cohetes puede haber avanzado lo suficiente como para construir una pequeña nave espacial. Ese cohete podría llevar a varios científicos en un vuelo de observación alrededor del globo, y luego regresar a la base antes de haber agotado su suministro de aire.

Finalmente, con la experiencia adquirida en ese vuelo de prueba en el espacio, se podría diseñar una nave más grande con la que transportar los elementos prefabricados necesarios para el montaje de una base en el cielo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis jugaron con la idea de crear una plataforma de espejos en el espacio para transmitir los rayos concentrados del Sol como un mortal "cañón solar". La primera mención oficial a los planes de Estados Unidos sobre sus propias armas secretas en el espacio salió a la luz en abril de 1946. El general Curtis E. LeMay incluyó un breve pasaje críptico enterrado en un informe sobre su programa de investigación. Se refería al desarrollo de "equipo de vuelo y supervivencia para su uso por encima de la atmósfera, incluidos vehículos espaciales, bases espaciales y dispositivos para uso en los mismos".

Con el rápido avance de la investigación científica en los últimos años, hemos visto el nacimiento de la energía atómica y el crecimiento fenomenal de la tecnología aeronáutica desde los motores de hélice a los poderosos cohetes que propulsan un avión como el Bell X-1 a una velocidad supersónica de 1.700 mph. Cohetes no tripulados, como el nuevo Neptune de la Armada, están casi listos para dejar atrás a la sensacional V-2 nazi y superar la marca de 250 millas. Eso pondría los cohetes de hoy en día ya bien fuera de la atmósfera terrestre y casi a mitad de camino de la altitud a la que estaría la estación espacial.

El generador atómico está a punto de resolver muchos de los problemas de los viajes espaciales. El poder virtualmente ilimitado del motor de átomos permitirá al cohete aumentar su velocidad gradualmente. La energía atómica es casi infinita en comparación con la duración de la carga de combustible de un cohete químico. Tal cohete requeriría un depósito de combustible del tamaño de un trasatlántico simplemente para superar la gravedad y abandonar la Tierra a la velocidad mínima teórica de 5 kilómetros por segundo. En resumen, las virtudes del motor atómico hacen que sea casi ideal para una nave espacial.

Casi, porque hay algunas problemas, como el blindaje contra la radiación y la disipación del enorme calor generado por el reactor. Ese calor llega a la increíble cifra de ¡600 mil millones de grados!

Estos problemas se están abordando uno por uno. Los expertos en el átomo están desarrollando escudos ligeros compuestos, que reflejarían los neutrones con un material y absorberían los mortales rayos gamma con otro. Con algunos de los mejores cerebros del país dedicados a este trabajo, incluso el terrible calor y los problemas comunes a todos los mecanismos y procesos nuevos pronto serán superados.

Por supuesto, en la futura nave espacial el reactor atómico simplemente reemplazará al combustible químico que proporciona el calor necesario para la expansión de un gas. En altitudes super-atmosféricas, donde no hay aire, para producir el empuje hay que inflamar y expulsar un gas a través de la boca de chorro. Ese gas tendrá que ser transportado igualmente en depósitos. Por el momento, los estudios apuntan a que será un motor de chorro abierto, con hidrógeno como fluido de trabajo.

En la ilustración que acompaña a este artículo se muestra una nave espacial diseñada con un motor de ese estilo. Concebida para viajes de exploración espacial, y más tarde para su uso como vehículo de abastecimiento a una gran base orbital permanente, la nave está equipada con un pesado tren de aterrizaje, necesario para frecuentes viajes de transbordador. Sus tres patas de aterrizaje incorporan grandes amortiguadores, autonivelados para poder aterrizar en terrenos irregulares, y son completamente retráctiles en vuelo. (…) La nave espacial de abastecimiento mide 200 metros de largo y 33 metros de diámetro, con su tren de aterrizaje recogido.

La presurización, el suministro de oxígeno y el aire acondicionado de la nave de abastecimiento no darían muchos problemas a los actuales diseñadores de aeronaves, al igual que los instrumentos, los equipos de radiocomunicaciones y el radar de navegación, que se pueden adaptar fácilmente a partir de aparatos ya existentes. Para el despegue y el aterrizaje hay ya disponibles cohetes de combustible líquido compactos y potentes. La Fuerza Aérea ha diseñado trajes de vuelo que solo necesitan una ligera modificación para su uso en el espacio. La única carencia real, por tanto, es un generador de potencia adecuado. ¡Y eso está en camino!

Una vez se disponga de un cohete atómico, capaz de realizar vuelos limitados en el espacio exterior, los problemas prácticos de la creación de una luna artificial armada podrán solucionarse en poco tiempo.

Para poner en servicio una base temporal, experimental, lo más práctico sería situarla a una altitud de 600 millas, ya que en esa etapa pionera una distancia corta facilitaría el acceso a la estación y las comunicaciones.

Más tarde, probablemente se situaría una base permanente en una amplia órbita a 22.300 millas de altura. Podría colocarse casi en cualquier lugar en el cielo, en una posición aparentemente fija sobre algún punto concreto en la Tierra. Además, a esa distancia la base sería una plataforma ideal para el estudio de los rayos cósmicos y las observaciones científicas de los cuerpos celestes.

Sería necesaria una flota de ocho naves espaciales para completar el trabajo de montaje de nuestra base orbital. Una de ellas sería una nave unidad-básica, un poco mayor que el diámetro final de la base. Cinco serían naves de transporte de materiales, y dos de abastecimiento. La nave de abastecimiento extra proporciona un factor de seguridad necesario, para poder mantener el servicio de suministros en caso de avería o accidente de la otra.



Sin embargo, la base sería casi auto-suficiente. Usando como fuente de oxígeno plantas de calabaza, que pueden crecer en jardineras colgantes, la fortaleza crea su propia atmósfera basándose en el mismo principio que el de un acuario equilibrado. El comandante de la base puede generar calor o frío en cualquier grado que desee por medio de superficies reflectantes o absorbentes. Para evitar que los hombres floten como globos en el interior de la fortaleza, suelos magnetizados y trajes actuarán como una gravedad artificial y ayudarán a tener unas condiciones de vida normales. A partir de los rayos directos del sol, la fortaleza puede obtener energía ilimitada mediante la utilización de su calor en una planta de producción de vapor. Reflejados desde un espejo de sodio en forma de plato, los rayos se concentran en unos tubos de caldera encerrados bajo una superficie absorvente de color negro. El vapor sobrecalentado producido de este modo se canaliza hasta un cuarto generador de turbina situado bajo el espejo.

Las ventajas ofrecidas por la fortaleza espacial son enormes. Los astrónomos no sólo podrán hacer sus observaciones las 24 horas del día, además, debido a la ausencia de atmósfera, esas observaciones serán infinitamente más nítidas y detalladas que cualquiera de las que se pueden hacer en la Tierra. Los científicos (…) podrán estudiar los planetas más distantes con la misma facilidad, estudiar sus condiciones específicas y sus atmósferas, y analizar sus propiedades físicas con espectrógrafos.

Desde el punto de vista militar, el poder de esta fortaleza celestial puede controlar el mundo. Desde una altura de más de 22.000 millas, toda la Tierra estaría bajo la mira de bombardeo de la base. La fortaleza podría lanzar sus misiles casi con el empuje de una mano, ya que bajarían impulsados por la gravedad. Sin obstáculos, el radar puede rastrear un misil hasta el mismo momento del impacto, y a continuación evaluar sus resultados mortales. Los radares de búsqueda también avisarían de cualquier contraataque con cohetes enemigos.

Por suerte, la nación que realmente está acelerando los planes para que esta todopoderosa base en el espacio sea una realidad no es otra que Estados Unidos. Debido a que, como país, odiamos la guerra, podemos ofrecer nuestra arma espacial a las Naciones Unidas para asegurar el orden internacional, después de reservarnos las garantías necesarias para salvaguardar nuestra propia seguridad (…).


Fuente:
http://blog.modernmechanix.com/fortress-on-a-skyhook/
Vía http://sandglasspatrol.livejournal.com/54548.html


6 comentarios:

  1. Al más puro estilo de la Guerra de las Galaxias, eso sí, con diseños de la era Supermán (me refiero al cómic de los años 50 y 60)

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    1. A mí me recuerda más a Flash Gordon.
      Un saludo, Cayetano.

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  2. Había oído algo así pero en los años 1980 con Reagan, no con la II Guerra Mundial. Como siempre, toda una fuente de sorpresas.

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    1. La "Guerra de las Galaxias" de Reagan era un proyecto mucho menos espectacular de lo que se vendió al público. No se trataba de militarizar el espacio llenándolo de bases militares, como sugería el nombre. Era solo una red defensiva antimisiles automatizada.
      Un saludo, Canichu.

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  3. Lo de los planos de la Estrella de la Muerte antes de Star Wars, ¿es casualidad o serendipia que diría Iker Jimenez?

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    1. Yo creo que es lógica, más que casualidad. Si hubiese que diseñar una estación orbital, la mayoría de la gente pensaría en una con forma esférica, sobre todo en los inicios de la tecnología aeroespacial (antes de que nos hayamos acostumbrado a ver en las películas estaciones en forma de anillo, o modulares). De hecho en el artículo se refiere a ella como "luna artificial armada", y la idea era esa, construir lunas artificiales.
      Un saludo.

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