Cascos de bebé

En la década de los 30 el recuerdo del uso de gas venenoso en los frentes de la Gran Guerra y los avances tecnológicos en aviación perseguían a los planificadores de defensa civil. Sabían que era imposible evitar un ataque aéreo en el que el enemigo esparciese armas químicas sobre sus ciudades. Cuando se estaban preparando para un futuro conflicto, todas las potencias daban por hecho que iban a tener que proteger a sus ciudadanos de los ataques químicos.

Durante la crisis de Munich en septiembre de 1938 el gobierno británico distribuyó máscaras antigás entre la población. Solo entonces se dieron cuenta de que no existía ningún sistema de protección válido para los bebés y los niños pequeños. Los adultos utilizaban máscaras estandar que se ajustaban al rostro, pero esas máscaras no servían para los niños, que a causa de sus pulmones poco desarrollados no podrían inhalar el aire a través de los filtros. El problema se solucionó unos meses más tarde, cuando la RAF presentó un equipo de protección al que llamó "casco de bebé" (baby helmet). El 13 de marzo de 1939 se hicieron las primeras pruebas en el Ayuntamiento de Holborn, con resultados satisfactorios. En unos pocos meses se fabricaron y distribuyeron 1.400.000 unidades.

Al estallar la guerra, casi todos los adultos de Inglaterra poseían una máscara de gas. Un mes después, el gobierno había distribuido equipos de protección también para los bebés y los niños.


El "casco" cubría completamente al niño. Estaba hecho de tela recubierta de goma, con un visor de gran tamaño, y se sujetaba al cuerpo por medio de un arnés. El aire se suministraba por medio de una bomba manual que tenía que ser accionada por un adulto. Podía ser utilizado por niños de hasta cinco años de edad.

Neville Mooney, el primer bebé nacido en el Reino Unido con el país en guerra, el 3 de septiembre de 1939:


Fuentes:
http://www.theatlantic.com/technology/archive/2011/06/old-weird-tech-world-war-ii-gas-helmet-for-babies-edition/241171/
http://www.telegraph.co.uk/history/britain-at-war/6056684/Second-World-War-evacuating-London.html?image=3


El ataque a Pearl Harbor según Zenji Abe


Zenji Abe nació en 1916 en un pequeño pueblo de montaña de la prefectura de Yamaguchi, en el extremo sur de la isla de Honshu. Su madre murió cuando él tenía nueve años. Su padre, un productor de sake, pasaba apuros para mantener a la familia, pero aun así el hombre se las arregló para enviar al hermano mayor de Abe a la universidad: "Mi padre no era hábil en su negocio, pero prestó mucha atención a la educación de sus hijos".

Al terminar los estudios primarios, Abe se matriculó en la Escuela Militar Bocho, una escuela privada fundada y administrada por altos oficiales del Ejército japonés. A los 16 años ingresó en la Academia Naval Imperial. Durante cuatro años estuvo sometido al duro programa de estudios y a la disciplina brutal en la que se formaba a los futuros oficiales de la Marina Imperial: "Desde el momento en que tocaban diana disponíamos de dos minutos para vestirnos, hacer la cama y llegar al comedor situado a 150 metros de distancia. Todo aquel que llegara incorrectamente vestido o un segundo tarde era sacado de filas y apaleado".

Con el rango de alférez, Abe ingresó en la Escuela de Aviación Naval, Un año más tarde se graduó como piloto naval. Fue asignado al portaaviones Soryu, y voló en numerosas misiones durante la guerra chino-japonesa. En 1941, como líder de una escuadrilla de bombarderos en picado Aichi D3A Val, comenzó a prepararse para el ataque a Pearl Harbor:

En abril de 1941 yo estaba al mando de una escuadrilla de nueve bombarderos a bordo del portaaviones Akagi. Todos los aviones de seis portaaviones se reunieron en varios aeródromos en Kyushu, donde entrenamos muy duro día y noche, sin descanso.

Los bombarderos tenían que atacar en un ángulo de 50 a 60 grados y lanzar sus bombas sobre el objetivo a una altitud de 400 metros
[la altura teórica para soltar las bombas era de 800 metros, lo que permitía a los bombarderos salir del picado sin riesgo, pero para esta misión se decidió reducir la altura a la mitad, con el peligro que suponía]. Nuestro objetivo era un buque de guerra que intentaba escapar de nosotros. Cada avión utilizaba ocho bombas de práctica en el buque. Hubo algunos bombarderos que se estrellaron en el mar a causa del agotamiento grave de sus pilotos, causado por el exceso de entrenamiento.

Los cazas Zero (Mitsubishi A6M2) estaban ocupados con ejercicios de combate aéreo y prácticas de tiro. Los bombarderos de ataque (Nakajima B5N2) se ejercitaban en ejercicios de bombardeo horizontal en formación a 3.000 metros y en el lanzamiento de torpedos a una altura extremadamente baja.

Como teniente de la Marina y comandante de la escuadrilla, entrené a mis hombres (sin saber para qué se estaban entrenando) para que pusieran la mayor atención a sus objetivos en el bombardeo de precisión. Mi escuadrilla tenía que adiestrarse en varios deberes, pero cuando atacábamos y bombardeábamos barcos, incluso si estábamos bombardeando durante cinco horas, y nuestras bombas no golpeaban las naves, nuestro entrenamiento se consideraba sin valor y teníamos que continuar con el bombardeo. Cuando pienso en el duro entrenamiento de los aviones torpederos que volaban cada día sobre la ciudad de Kagoshima, casi rozando los tejados y practicando en lanzar torpedos a baja altura, debo concluir que nuestro Estado Mayor ya había empezado a planear el raid a Pearl Harbor.

Pronto tuvimos la confirmación. Habíamos practicado muchos ejercicios combinados, y la preparación de los tripulantes en cada tipo de avión había alcanzado su nivel exigido. Un día de octubre, todos los oficiales superiores al grado de comandante de escuadrilla de nuestra fuerza de ataque nos reunimos en el aeródromo de Kasanohara, en el sur de Kyushu. El comandante Minoru Genda, el jefe de operaciones, entró en la sala de conferencias y sin ninguna ceremonia descorrió una cortina en la pared frontal para descubrir unas maquetas de Pearl Harbor y la isla de Oahu que ocupaban toda la pared.

A continuación explicó el plan del ataque a Pearl Harbor. Después, el contraalmirante Munetaka Sakamaki, que acababa de regresar de Alemania, informó de los progresos que la fuerza aérea alemana había logrado en la guerra. Todo esto fue confiado únicamente a los oficiales que dirigirían el ataque, y todo se mantuvo en el más estricto secreto.

Cuando me concedieron un permiso de unos días en noviembre, fui a ver a mi esposa a Kagoshima, temiendo que podía ser la última vez que nos viésemos. Tratando de mostrarme despreocupado, la hice ir a ella y a nuestro bebé de 6 meses a su pueblo natal, sin decirle nada de la guerra que se avecinaba.

Los aviones ya estaban a bordo de sus portaaviones. Un día antes de salir de Kyushu a la isla Kunashiri, nuestro último punto de reunión, celebramos una fiesta de despedida en un restaurante de Kagoshima. El vicealmirante Chuichi Nagumo, comandante en jefe de la fuerza de ataque, brindó y dio la mano a cada uno de los oficiales. A mí me pareció ver el brillo de las lágrimas en sus ojos.

Nuestros seis portaaviones se dirigieron al punto de reunión en la bahía de Hitokappu, cada uno acompañado por un destructor. Algunos cruzaron por el Mar de Japón, mientras que los otros lo hicieron por la costa del Pacífico. Nuestra salida fue cubierta por aviones de entrenamiento de varios aeródromos de Kyushu, que continuaron emitiendo mensajes de radio similares a los realizados por nuestros aviones durante los ejercicios, con el fin de camuflar el repentino cambio en las comunicaciones cuando nos marchamos.

Entre el 19 y el 22 de noviembre, todos los buques de la fuerza de ataque de la operación contra Hawai se reunieron en la bahía de Hitokappu. En total la fuerza estaba formada por: nuestra escuadra al mando del almirante Nagumo, integrada por seis portaaviones: Akagi, Kaga, Soryu, Hiryu, Shokaku y Zuikaku, con la misión de realizar el ataque aéreo contra Pearl Harbor y las instalaciones militares en Oahu; la escuadra de protección, formada por del crucero ligero Abukuma y nueve destructores bajo el mando del contraalmirante Sentaro Omori; la escuadra de reserva, consistente en los acorazados Hiei y Kirishima y los cruceros pesados Tone y Chikuma bajo el mando del contraalmirante Gunichi Mikawa; la fuerza de exploración con tres submarinos al mando del capitán Kijiro Imaizumi; la fuerza de ataque a la isla de Midway, con tres destructores bajo el mando del capitán Yojin Konishi; y la escuadra de abastecimiento de ocho buques tanque al mando del capitán Kyokuto Maru.

En los pocos días que estuvimos en Hitokappu se realizaron los preparativos finales. A las 6 de la mañana del 26 de noviembre partimos de la bahía de Hitokappu, navegando hacia el este a través del tormentoso Pacífico norte, alejándonos de las rutas mercantes (el secreto era vital).

Pero en aquellos momentos todavía no estaba tomada la decisión de comenzar las hostilidades. La flota de Nagumo avanzaba hacia un área de espera, a 42º de latitud norte, 170º oeste.

El 2 de diciembre la flota combinada recibió un mensaje telegrafiado en el que se comunicaba que la guerra iba a estallar el 8 de diciembre (hora de Tokio). Fue entonces cuando la flota de Nagumo continuó su avance, acelerando a 24 nudos. A las 7 de la mañana del 7 de diciembre se había acercado rápidamente a Oahu.

Antes del amanecer del día siguiente, 8 de diciembre, la flota de Nagumo estaba a 200 kilómetros al norte de Oahu. La primera oleada de la fuerza de ataque aéreo despegó a las 1:30 am (30 minutos antes de la salida del sol). La segunda oleada saldría aproximadamente una hora más tarde. La fuerza de asalto de 354 aviones de estaba al mando de Mitsuo Fuchida.

"El destino del Imperio descansa en esta batalla. Que cada uno cumpla con su deber”. Esta fue la famosa señal que el almirante Heihachiro Togo izó en su buque insignia, el Mikasa, en la batalla de Tsushima durante la guerra ruso-japonesa, 36 años antes. Ahora, justo encima de mi cabeza, la misma señal ondeaba al viento en la punta del mástil de nuestro buque insignia, el Akagi.

El viento competía con el rugido de los motores de los aviones que calentaban en las pistas. Los primeros en despegar fueron los cazas Zero, liderados por el teniente Shigeru Itaya. Los aviones eran guiados por linternas en la oscuridad. Se movían de uno en uno hasta su posición y despegaban hacia el oscuro cielo.

A continuación, despegó el comandante Fuchida, seguido de cerca por sus catorce bombarderos de ataque. Después, el teniente Juji Murata con sus doce aviones torpederos. Se veía a los radiooperadores y observadores agitando sus hachimakis
[cintas para la frente] con el símbolo del Sol Naciente (especialmente preparadas para aquel día) en respuesta a la despedida de la tripulación del buque. Todos estaban unidos en un propósito común.

Desde los otros cinco portaaviones, los aviones despegaban y entraban en formación, mientras ganaban altura, alrededor de la fuerza de ataque. Cuando completaron sus formaciones, fijaron su rumbo hacia el sur.

Todos los portaaviones eran hormigueros de actividad. Se sacaron los aviones de los hangares y se prepararon para el despegue de la segunda oleada, que en una hora iba a seguir a la primera. Desde el Akagi saldrían nueve cazas Zero al mando del teniente Saburo Shindo y los dieciocho bombarderos, de los que yo era el líder de la segunda escuadrilla.

Mis hombres estaban de pie, en fila. Sus ojos estaban brillantes y ansiosos, y su boca firme. Tal era el grado de preparación que me limité a ordenar “Adelante”, sabiendo que harían exactamente lo que se debía hacer, incluso en circunstancias inesperadas.

Fui a mi avión, y desde el asiento del piloto probé el tubo de voz con mi observador, el suboficial Chiaki Saito. Luego examiné los instrumentos con mucho cuidado.

El barco se balanceaba y cabeceaba, pero no lo suficiente como para preocuparme. Me sentí como si se tratase de un ejercicio de rutina.

Los portaaviones maniobraron para situarse a favor del viento. Despegamos uno a uno, como había hecho la primera oleada. Giramos a mi izquierda y formamos mientras ganábamos altura en el luminoso cielo. Nuestra oleada estaba dirigida por el teniente Shigekazu Shimazaki, y estaba compuesta por 35 cazas y los 78 bombarderos del teniente Takashige Egusa. Mi propia unidad, el Grupo de Asalto 11, estaba al mando del teniente Takehiko Chihaya, que ocupaba el puesto del observador-artillero en el bombardero en picado líder. Como buntaicho (jefe de escuadra), yo cerraba la formación.

Nuestros 167 aviones giraron al sur, con los cazas cubriendo los lados de la formación, una hora después de la primera oleada. El tiempo no era muy bueno. Soplaba un viento de más de 10 km/h del noreste, y el mar estaba agitado.

Mientras volábamos, pensé en muchas cosas. Si no encontrábamos los portaaviones, los objetivos secundarios serían los cruceros. Me pregunté si los mini-submarinos especiales habrían llegado al puerto. Tenían que esperar hasta que el ataque aéreo empezase. ¿Cómo podría un hombre tener tanta paciencia? Me preocupaba que alguna de nuestras bombas cayese por error sobre ellos.

No sé cuánto tiempo estuve meditando, pero a voz del alférez Saito me hizo volver bruscamente a la realidad. Desde el asiento trasero, Saito me hizo saber que había captado una señal de radio.

El comandante Fuchida había dado la señal para atacar. Era 3:19 am, 8 de diciembre, hora de Tokio y 7:49 am, 7 de diciembre, hora de Honolulu.

Miré hacia atrás y mis aviones me seguían fielmente, como si yo fuese su padre. Me aseguré de que todos ellos habían escuchado y entendido el mensaje de radio.

Esperé durante lo que me parecieron millones de horas a recibir el siguiente mensaje. En realidad pasaron solo unos minutos hasta que el alférez Saito me comunicó a través del tubo de voz: "Señor, el ataque sorpresa ha sido un éxito”. Saito era un hombre excelente y también todo un experto como observador y operador de radio. Tenía mucha experiencia en combate. Siempre actuaba en los momentos más críticos como si estuviera jugando. Murió al año siguiente.

Él estaba tranquilo, como de costumbre, en aquel momento histórico. Yo, en cambio, estaba un poco nervioso. Respiré profundamente y probé mis armas. Comprobé el combustible, el medidor de altitud y todos los aparatos una vez más. La velocidad era de 125 nudos, altitud 4.000 metros... Todo estaba bien.

Los aviones en formación enfrente de mí volaban majestuosamente como si nada pudiera detenerlos. Estaba lleno de impaciencia. ¿Cuál sería el aspecto de Pearl Harbor?¿La isla de Oahu se parecería al mapa que había estudiado? Mis ojos escudriñaban el horizonte a través de los claros entre las nubes.

Finalmente, apareció una línea blanca, rompiendo el borde liso donde el agua se encontraba con el cielo. Sobre de la línea blanca de las olas apareció una masa de un color azul-violeta. "Eso es Oahu”, informó Saito a través del tubo de voz, tratando de mantener la voz calmada. Me acerqué a la isla con una mezcla de miedo y fascinación terrible. Pensé que era la "isla del diablo" de las leyendas japonesas. Me pregunté si batallas aéreas ya habían empezado sobre la isla.

Las nubes dispersas disminuyeron gradualmente, y pude ver una parte de la “isla del diablo” con claridad. Cuando nos aproximábamos a la línea de costa, un grupo de bocanadas de humo negro aparecieron justo enfrente de nosotros, y luego otro grupo apareció muy cerca de nuestra formación. ¡Fuego antiaéreo! Excepto por algunos disparos dispersos en China, era la primera vez que experimentaba aquello. Veía las explosiones acercarse más y más. Por mi mente cruzó la idea de que tal vez nuestro ataque sorpresa no era una sorpresa en absoluto. ¿Volveríamos a tener éxito? Me sentí muy mal.

Dejamos Kahuku Point a nuestra derecha. El comandante Shimazaki acababa de cambiar nuestra dirección. Entonces vi la Base Aérea de Kaneohe, tal como estaba planeado. Esto era solo como un ejercicio. Todo estaba bien. Mi nerviosismo se fue. Me tranquilicé.

Como no teníamos la oposición de cazas enemigos que esperábamos, nuestros propios cazas rompieron la formación para atacar los aeródromos. El comandante Shimazaki dio la señal de ataque y a continuación rompió la formación, conduciendo a la mayor parte de su grupo contra Hickam Field. El resto atacamos la base aérea de Kaneohe y la isla Ford. Nuestro bombardeo fue a una altitud de 400 metros, por debajo de la capa de nubes. A pesar de que era una altitud extremadamente baja y del intenso fuego antiaéreo, nuestro grupo no perdió ningún avión.

Nuestros 78 bombarderos giraron a la derecha, y, liderados por Egusa, se aproximaron a Pearl Harbor desde el este. Como líder de escuadrilla, yo cerraba la marcha de la formación. En esos momentos nuestra altitud era de 4.000 metros, y por debajo de las nubes podía ver Pearl Harbor frente a mí. Los bombarderos picaron para iniciar el ataque.

Por encima de la ciudad de Honolulu, las escudrillas cogieron velocidad sucesivamente y se situaron en formación de ataque. Revisé mi equipo de bombardeo y deslicé la cubierta sobre la carlinga. No podía ver bien, debido al humo, pero cuando me acercaba pude divisar una línea de buques de guerra junto a la isla Ford. Algunos estaban cubiertos por el humo, y otros estaban soltando por sus costados grandes olas marrones de petróleo. Sus cubiertas y superestructuras bailaban con los destellos de las armas antiaéreas, que parecían estar todas apuntándome a mí. Vi a otra formación de bombarderos por debajo de mí, a la derecha, y ya no me sentí solo. Iniciaron picado uno a uno, hasta el último de ellos. A continuación llegó nuestro turno.

Hice una señal a mis hombres y me dirigí hacia abajo. Desde el suelo, miles de balas trazadoras se disparaban hacia arriba, pareciendo ganar velocidad al pasar cerca de mi avión. Mi altura era de 3.000 metros y mi velocidad de 200 nudos. Quité la tapa de mi visor de bombardeo. Estaba bajando en picado en un ángulo de 50 grados. No había portaaviones en el puerto, así que decidí atacar un crucero.

La isla Ford estaba en llamas, y un pesado manto de humo flotaba en el aire de la mañana. Con los ojos pegados a la mira de bombardeo, era como si las balas inflamadas color caramelo se dirigiesen directamente a mi ojo, pero en el último momento parecía que pasaban silbando a los costados de mi avión. Los otros ocho bombarderos de mi escuadrilla me seguía de cerca en línea recta.

Fijé mi objetivo, un crucero grande, justo en el centro de la escala de la mira. El alférez Saito comenzó a darme la altitud. Un fuerte viento del este empujaba el avión a la izquierda. Corregí la deriva mientras el el objetivo se hacía más y más grande, hasta que casi llenó la mira. "Seiscientos metros”, gritó Saito. “Listo ... lanzamiento!”

Liberé la bomba y al mismo tiempo tiré hacia atrás de la palanca. Por un momento casi me desmayé, pero me espoleó el sonido de la voz de Saito por el tubo. Mi observador estaba emocionado anunciando los resultados de nuestro bombardeo: "Líder de formación corto. Segundo avión corto. ¡Tercer avión blanco! Ajuste correcto. ¡Segundo escalón éxito!”. Más tarde pude identificar nuestro objetivo como el el crucero ligero Raleigh, de la clase Omaha.

Todo el ataque duró unas dos horas. Yo solo vi sólo la parte en la que la que participó la segunda oleada. Más tarde, a nuestro regreso, escuché la historia de la primera oleada de los propios labios del Comandante Fuchida.

Mientras la primera oleada se acercaba Pearl Harbor, se podía ver colgada sobre el agua una tenue bruma de humo de las cocinas que preparaban el desayuno. Era una escena pacífica. Fuchida observaba a través de sus prismáticos, y cuando se acercaron, divisó los mástiles de los acorazados Nevada, Arizona, Tennessee, West Virginia, Oklahoma, California y Maryland apareciendo a través de la bruma. Todos los acorazados de la Flota del Pacífico de los Estados Unidos estaban en el puerto. No había portaaviones, pero Fuchida sonrió por la suerte que el destino le había concedido. Dio la orden para iniciar la formación de ataque y llevó a su propia formación hacia la parte oeste de Oahu y sobre Barbers Point. Esa zona tenía fuertes instalaciones antiaéreas, pero no hubo ni un disparo.

Al acercarse a la flota, nada se movía. Todo el mundo parecía profundamente dormido. Confiado en el éxito de su misión y en la obediencia a sus instrucciones, comunicó por radio: "Nuestro ataque por sorpresa es un éxito”.

La señal fue recogida por nuestro buque insignia, el Akagi, que informó al Consejo Imperial en Tokio y al Nagato, el buque insignia de la flota combinada en Hiroshima. Tras la recepción del mensaje, se envió la señal a las unidades que esperaban para atacar Malasia, Hong Kong, Guam, Wake y otros objetivos.

Poco después de que Fuchida enviara su mensaje, columnas de humo negro se elevaban por encima de Hickam Field y la isla Ford. Eso indicaba que el bombardeo había comenzado. A lo lejos, Hoiler Field también estaba cubierto de denso humo negro denso.

Desde su puesto como comandante del ataque y líder del grupo de los bombardeos en horizontal, Fuchida vio cómo un chorro de agua, y luego otro, y otro, aparecían al lado del grupo de buques de guerra. El ataque de los torpederos también estaba en marcha.

Fuchida dio la orden de ataque a su formación para comenzar los bombardeos. De repente, un intenso fuego antiaéreo estalló frente a sus aviones. Al principio las explosiones se sucedían delante de ellos, pero luego ajustaron hasta acabar estallando entre los bombarderos de su grupo. La mayor parte del fuego provenía de los buques, pero algunos disparos llegaban también desde posiciones antiaéreas en tierra.

A Fuchida le admiró la capacidad que demostró el enemigo para reaccionar ante un ataque y defenderse con tanta rapidez tras el comienzo del raid. El fuego antiaéreo se hizo más y más preciso. De repente, el avión de Fuchida se estremeció violentamente. Más tarde se descubrió que uno de sus cables de control habían estado a punto de salir disparado. Pese a esos problemas, puso sus aviones en formación de ataque para bombardear Diamond Head. Cuando de aproximaba, una torre de fuego de color rojo y negro, de casi 1.000 metros de altura, se levantó del acorazado Arizona, en el lado este de la isla de Ford. La explosión fue tan violenta que sacudió a los aviones a través del puerto. Hizo una señal a sus bombarderos para atacar de nuevo al Maryland, y la batalla se hizo más y más intensa. En el momento en el que llegó la segunda oleada, la batalla estaba en su apogeo.

Después de dos horas rompimos el contacto y volvimos a nuestros portaaviones, a los que llegamos a las 8:30. Las pérdidas totales fueron nueve cazas, quince bombarderos en picado, cinco bombarderos torpederos y 54 hombres muertos en acción. Habíamos destruido la principal fuerza de la Flota del Pacífico de los Estados Unidos. Se nos había escapado nuestro objetivo principal, los portaaviones, ya que estaban en el mar, pero el Almirante Nagumo consideraba que habíamos cumplido con nuestra misión.

Yo todavía estaba en un estado de aturdimiento y de ensueño cuando volví a mi habitación. Entré en el pequeño cuarto, y empece a quitarme el uniforme de vuelo. En el centro de mi escritorio limpio de lo contrario poner el sobre con mi última voluntad, dirigido a mi padre. De repente, levanté el ánimo. Era bueno estar vivo.

A las 9 de la mañana la flota puso rumbo al noroeste, y comenzamos el regreso a casa. El ataque había terminado. Habíamos cumplido nuestra misión. La guerra estaba en marcha.


Después de Pearl Harbor, Abe participó en numerosos combates aeronavales en las Aleutianas, el Pacífico, Australia y el Índico. Durante la Batalla del Mar de Filipinas, el 19 de junio de 1944, tomó parte en un ataque sin retorno lanzado desde el portaaviones Junyo. Como no tenía combustible para regresar, después de descargar sus bombas contra los buques estadounidenses tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en la isla de Rota, entre Saipan y Guam. Allí estuvo escondido durante meses en una cueva. En agosto de 1945 se rindió a los estadounidenses. Durante todo aquel tiempo, su esposa lo creyó muerto.

Fuentes:
http://www.historynet.com/lieutenant-zenji-abe-a-japanese-pilot-remembers.htm
http://www.elmundo.es/magazine/m92/textos/

Mataría por un baño caliente

La Primera Guerra Mundial terminó oficialmente a las 11 de la mañana del día 11 del mes 11 de 1918. Hace unos días, cuando conté la historia de Henry Gunther, muerto en el último minuto de la guerra, explicaba que en cuanto se supo la hora en la que entraría en vigor el alto el fuego, tanto sus compañeros como los enemigos que tenían enfrente se dedicaron a dejar pasar el tiempo esperando a que se cumpliese el plazo. Seguro que en todo el frente hubo muchos casos como ese, pero otros soldados tuvieron menos suerte. Algunos mandos aliados decidieron que tenían que aprovechar las últimas horas de la guerra para ganar un poco de gloria para sí mismos, y de paso enviar a la muerte a unos cientos de hombres. El historiador Joseph Persico calculó que en las menos de seis horas que transcurrieron entre el momento de la firma del armisticio (las cinco y diez de la mañana) y la hora en que se haría efectivo (las once en punto) hubo en el frente occidental un total de 10.944 bajas, de ellas 2.738 muertes. Estas cifras de bajas son bastante mayores que la media diaria en todo el frente occidental durante la guerra.

Una de las acciones más injustificables fue la ordenada por el general estadounidense William Mason Wright, comandante de la 89ª División de Infantería. Su división, como la mayor parte de la Fuerza Expedicionaria Estadounidense en Francia, se encontraba desplegada en el frente de la ofensiva Mosa-Argonne. El 11 de noviembre Wright ordenó un ataque contra la pequeña ciudad de Stenay, aun sabiendo que los alemanes iban a tener que entregar la población unas horas después. El asalto le costó a la división 365 bajas. Más tarde, cuando las noticias sobre el caso provocaron una gran indignación en Estados Unidos, Wright justificó el ataque explicando que, al ver a sus soldados sucios y desharrapados, pensó que era urgente que pudiesen disfrutar de los baños de la ciudad francesa.

La batalla de Stenay no tuvo ninguna consecuencia negativa en la carrera militar del general Wright. Pocos años después fue nombrado Jefe de Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos. Cuando fue condecorado con la Medalla al Servicio Distinguido, la mención aclaraba:

"Por servicios excepcionalmente meritorios y distinguidos. Estuvo al mando sucesivamente de la 35ª División, el 3º, 5º y 7º Cuerpos, bajo el 8º Ejército francés en la cordillera de los Vosgos, y más tarde mandó la 89ª División en la ofensiva de St. Mihiel y en las operaciones finales en el río Mosa, donde demostró ser un líder enérgico y agresivo".

Los otros James Bond

A raíz de una crítica cinematográfica que ha publicado Canichu en El Tornillo de Klaus sobre la última película de James Bond, 007: Operación Skyfall, me dio por dar un repaso a la larga lista de personajes reales que supuestamente inspiraron a Ian Fleming para crear a su agente secreto “con licencia para matar”. Ya hablé en el blog de alguno de ellos, como William Stephenson, director de las redes de inteligencia británicas en Norteamérica y creador de Camp X, un mítico centro de entrenamiento para agentes situado en Canadá. Pero Stephenson no es el único. El propio Ian Fleming fue miembro de la Inteligencia Naval británica durante la guerra, y su hermano Peter un importante agente del SOE en Oriente Medio, los Balcanes y el sudeste asiático. Tanto uno como otro conocieron a muchos de los más destacados nombres de los servicios de inteligencia británicos en aquellos años, entre los que abundaban los personajes pintorescos de todo tipo. Los espías británicos siempre han sido gente rara. Así que si algo le sobraba a Ian eran fuentes de inspiración.

Como digo, estuve buscando por internet información sobre los distintos personajes que pudieron inspirar el personaje de James Bond. Así me encontré con la historia de cómo se conocieron entre sí dos de ellos, y cómo el deslumbrante estilo de vida de uno, muy “bondiano”, pudo influir para que el otro acabase también metido en el mundillo de los servicios de inteligencia.

Fitzroy MacLean era miembro de una familia aristocrática escocesa, nacido en Egipto y criado en Italia. Después de licenciarse en Historia en Cambridge, en 1933, se unió al servicio diplomático. En 1935 el joven Fitzroy (tenía 23 años) era tercer secretario de la embajada británica en París. El día de Año Nuevo el embajador Sir George Clark invitó a una fiesta en su residencia a todos los miembros de la legación. Durante la comida a Fitzroy le tocó sentarse al lado de una impresionante rubia norteamericana elegantemente vestida. Se llamaba June Dunderdale, de soltera Morse (era nieta de Samuel Morse, el inventor). MacLean le preguntó a qué se dedicaba, y ella respondió que su marido era un empleado de la Oficina Británica de Control de Pasaportes. Más tarde le presentó a su esposo, el comandante Wilfred Dunderdale. La pareja le invitó a cenar en su casa una semana más tarde.

Aquella noche resultó ser toda una revelación para el joven diplomático. Los Dunderdale vivían en un magnífico apartamento cerca de la Torre Eiffel, con un impresionante vestíbulo de mármol. Durante la cena, para veinticuatro invitados, el champagne corría a raudales. Después Dunderdale llevó a sus invitados a un club nocturno propiedad de un general zarista exiliado. El general saludó efusivamente a Dunderdale, que presentó al joven Fitzroy diciendo: "Este es mi amigo MacLean, quiero que tenga champán gratis cada vez que venga por aquí". El grupo permaneció toda la noche en el local. Al amanecer, Dunderdale propuso un viaje en barco por el Sena. Fitzroy pensaba que hablaba de un bateau mouche, pero cuando llegaron al río se encontró con un yate privado. También allí se servía champagne sin límite. MacLean nunca había visto tanto derroche.

Por la mañana, Fitzroy llego a su despacho tambaleándose y medio dormido. Cuando se encontró con el agregado militar, le contó su aventura nocturna, mostrando su extrañeza de que un simple funcionario pudiera permitirse semejante estilo de vida. El agregado se rió: “¿No sabes lo es que la Oficina de Control de Pasaportes? Es una tapadera habitual del SIS”.
+
Dunderdale había nacido en Odessa de padres británicos, aunque fue criado como un nativo ruso. En 1924 se unió a la inteligencia británica. Entre 1925 y 1939 fue el representante del SIS en París. Seguramente para el servicio secreto británico el glamour de su mujer June era un activo más valioso que el propio comandante Dunderdale.

Poco después Fitzroy pidió un destino en Moscú, buscando dar algo de emoción a su vida. En la Unión Soviética se dedicó a viajar por el país, especialmente por regiones remotas prohibidas a los extranjeros. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial renunció al servicio diplomático para poder ingresar en el Ejército como soldado raso. En 1942 se distinguió en incursiones de comando tras las líneas enemigas como miembro del SAS (Special Air Service) en el norte de África. Al mismo tiempo, había iniciado su carrera política. En 1941 fue elegido diputado por el partido Conservador. Su relación con Winston Churchill permitió que le confiasen misiones en Persia y sobre todo en Yugoslavia, donde hizo de enlace con los partisanos de Tito, a pesar de su anticomunismo declarado.

Por su parte, Dunderdale continuó en París al mando de la inteligencia británica en Francia. Era cliente habitual del restaurante Maxim's, conducía un Rolls Royce y lucía trajes hechos a mano y gemelos Cartier. Todo un bon vivant amante de los coches veloces y las mujeres atractivas. Cuando los alemanes invadieron Francia, regresó a Londres. Allí se convirtió en el enlace del MI6 con la inteligencia polaca.

En 1940 Ian y Peter Fleming conocieron en Londres a Fitzroy MacLean y Wilfred Dunderlane. Ambos son considerados por los estudiosos del tema (que los hay) como dos de los principales personajes que sirvieron de inspiración a Ian Fleming para crear a James Bond.

Por un minuto

Henry Gunther nació el 6 de junio de 1895 en Baltimore, en el estado norteamericano de Maryland. Sus padres eran hijos de inmigrantes alemanes, al igual que muchos de sus vecinos. Se crió en Highlandtown, un barrio del este de Baltimore con una fuerte influencia de la comunidad germano-americana.

Cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial, Henry trabajaba como contable en el National Bank of Baltimore. No se presentó voluntario para ingresar en el Ejército, pero en septiembre de 1917 fue reclutado para su servicio militar. Fue destinado al 313º Regimiento, el "Baltimore's Own", que estaba integrado en la 79ª División de Infantería. En julio de 1918 la división desembarcó en Francia como parte de la Fuerza Expedicionaria Estadounidense. El 12 de septiembre llegó al frente. Henry era sargento de intendencia, encargado de la equipación y la ropa de su unidad.

Un día Henry escribió una carta a un amigo suyo de Baltimore, en la que hablaba de las "condiciones miserables" que tenía que soportar en el frente, y le aconsejaba que intentase cualquier cosa para evitar ser reclutado. La carta fue interceptada por los censores. Su contenido se consideró una violación de los reglamentos del Ejército, y como castigo Henry fue degradado de sargento a soldado raso.

El 11 de noviembre de 1918 Alemania firmó el armisticio que ponía fin a la guerra. La firma se había hecho ese día a las cinco de la mañana, pero el alto el fuego no se haría efectivo hasta unas horas después, a las once en punto. La 79ª División estaba desplegada en el frente de la ofensiva Mosa-Argonne. A media mañana el 313º recibió la orden de avanzar hacia Metz. En las cercanías del pueblo de Chaumont-devant-Damvillers, el pelotón de Henry se encontró con una barricada bloqueando la carretera, defendida por dos ametralladoras alemanas. Desde las posiciones alemanas se hicieron algunos disparos sobre las cabezas de los estadounidenses para obligarles a detenerse, y luego cesó el fuego. Nadie se movía. Los dos bandos mantenían sus posiciones a la espera de que llegase la hora en la que el armisticio entraría en vigor. Pero en el último momento, desoyendo los gritos de su sargento (y su mejor amigo) Ernest Powell, Henry se levantó y cargó con la bayoneta calada contra la posición enemiga. Los soldados alemanes le gritaron y le hicieron señales con los brazos para que parase, pero él continuó con su carrera y disparó "un tiro o dos". Cuando se acercó demasiado a las ametralladoras, apenas a unos metros, los alemanes abrieron fuego. Henry murió en el acto. Eran las 10:59. Fueron los mismos alemanes los que colocaron su cuerpo en una camilla y se lo entregaron a sus compañeros.

James M. Cain, que años después se convertiría en un famoso novelista (autor de El cartero siempre llama dos veces), era en aquella época corresponsal del Baltimore Sun. Después de entrevistar a sus compañeros de armas concluyó que "Gunther meditó mucho sobre su castigo, y terminó obsesionado con la determinación de hacerse valer ante sus oficiales y compañeros. Particularmente estaba preocupado porque creía que se sospechaba que era un simpatizante de los alemanes. El regimiento entró en acción un par de días después de que Gunther fuese degradado, y desde el primer momento mostró una voluntad de lo más inusual para exponerse a todo tipo de riesgos ".

Al día siguiente el general John J. Pershing, comandante en jefe de la Fuerza Expedicionaria Estadounidense, mencionó a Gunther en la orden del día, como el último soldado norteamericano muerto en la guerra. El Ejército restauró a título póstumo su rango de sargento. Además fue condecorado con la Cruz de Servicios Distinguidos.

En el último momento, Henry Gunther consiguió demostrar que podía ser un héroe.

Fuentes:
http://en.wikipedia.org/wiki/Henry_Gunther
http://www.findagrave.com/cgi-bin/fg.cgi?page=gr&GRid=16204809
http://articles.baltimoresun.com/2008-11-11/news/0811100097_1_henry-gunther-11th-month-war-i


Krystyna Skarbek, la primera chica Bond


Krystyna Skarbek nació el 1 de mayo de 1915 en una hacienda de Mlodzieszyn, 50 km al oeste de Varsovia. Era la hija menor del conde Jerzy Skarbek y Stefania Goldfeder, hija a su vez de un rico banquero judío. Se podría decir que el suyo era un matrimonio de conveniencia, que permitió al conde Skarbek pagar sus deudas y continuar con el lujoso estilo de vida al que estaba acostumbrado. Krystyna recibió una buena educación, y demostró tener una gran facilidad para los idiomas. Además del polaco, hablaba con fluidez inglés, francés y alemán. Creció compartiendo el amor de su padre por los caballos. Junto a la equitación, su otra pasión era el esquí, un deporte que empezó a practicar durante las estancias de su familia en Zakopane, en las montañas del sur de Polonia.

La crisis económica de 1929 dejó a la familia en una situación financiera desesperada. Tuvieron que deshacerse de la hacienda de Mlodzieszyn y mudarse a Varsovia. En 1930 murió el padre de Krystyna. En poco tiempo el imperio financiero de la familia Goldfeder se derrumbó, dejando apenas el dinero suficiente para mantener a la condesa viuda Stefania.

Krystyna encontró trabajo en un concesionario de Fiat, pero pronto tuvo que abandonarlo a causa de una enfermedad pulmonar. Como su padre había muerto de tuberculosis, los primeros diagnósticos apuntaban a esa dolencia. Pero más tarde le diagnosticaron una enfermedad provocada por las emanaciones de gases de los automóviles, lo que le permitió cobrar una indemnización del seguro de su empresa. Siguiendo el consejo de sus médicos de pasar todo el tiempo posible al aire libre, dedicaba los días a practicar el senderismo y el esquí en las montañas de Tatra, en el sur de Polonia. En aquella época Krystyna se casó por primera vez, con un joven hombre de negocios llamado Karol Getlich. Pronto se dieron cuenta de que eran incompatibles, y el matrimonio terminó amistosamente unos meses después.

Un día, mientras esquiaba en Zakopane, Krystyna perdió el control descendiendo por una ladera. En el último momento un hombre enorme se interpuso en su camino y la salvó. Su nombre era Jerzy Gizycki, un joven excéntrico y brillante que provenía de una rica familia ucraniana. A los catorce años se había escapado de casa después de pelearse con su padre. Había vivido en Estados Unidos, trabajando en oficios como el de cowboy o buscador de oro. Con el tiempo se convirtió en escritor, y se dedicaba a viajar por el mundo en busca de material para sus libros y artículos.

Krystyna y Jerzy se casaron en Varsovia el 2 de noviembre de 1938. Poco después Jerzy aceptó un cargo diplomático en Etiopía, donde se desempeñó como cónsul general de Polonia hasta septiembre de 1939. Cuando estalló la guerra y Polonia fue invadida por los alemanes, el matrimonio se dirigió a Kenia para llegar desde allí a Inglaterra. En Londres Krystyna ofreció sus servicios a los servicios secretos británicos. Estaba dispuesta a regresar a su país y servir como enlace entre la resistencia polaca y los aliados. Por mediación del periodista Frederick Voigt consiguió ser aceptada como agente del SIS (Servicio Secreto de Inteligencia).

Krystyna viajó a Hungría, y en diciembre de 1939 persuadió al esquiador olímpico polaco Jan Marusarz para que la guiase a entrar en la Polonia ocupada a través de las montañas Tatra, cubiertas de nieve. Al llegar a Varsovia Krystyna se reencontró con su madre, a la que rogó que saliese del país. Stefania se negó a hacerlo. Fue la última vez que se vieron. Poco tiempo después la condesa fue arrestada y asesinada por la Gestapo. En un cruel giro del destino, murió en la prisión Pawiak de Varsovia, que había sido diseñada a mediados del siglo XIX por un antepasado de Krystyna, Fryderyk Skarbek Florian, reformador de prisiones y padrino de Frédéric Chopin.

Un incidente ocurrido en febrero de 1940 ilustra el peligro al que se enfrentaba trabajando como agente encubierta en su propio país. En un café de Varsovia fue reconocida por una mujer, que exclamó: "¡Krystyna, Krystyna Skarbek! ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Me dijeron que te habías ido al extranjero!" Skarbek, con frialdad, negó que ese fuese su nombre, aunque la mujer insistió en que el parecido era tal que ella habría jurado que era Krystyna Skarbek. Después de que la inoportuna señora se marchase, Krystyna permaneció algún tiempo en el café antes de salir, para no despertar sospechas.

Krystyna ayudó a organizar un equipo de mensajeros polacos que llevaban informes de inteligencia de Varsovia a Budapest. Entre ellos estaba su primo Ludwik Popiel, que logró sacar de contrabando un fusil antitanque Modelo 35 (zw.35), con la culata y el cañón serrados para poder ser transportado más fácilmente. El wz.35, pionero en la munición con núcleo de tungsteno, era una de las joyas de la ingeniería armamentística polaca. Era un arma tan secreta que no fue distribuida entre las divisiones polacas hasta la movilización inmediatamente anterior a la guerra. El riesgo que corrió Popiek no sirvió de mucho, ya que los aliados no sacaron ningún provecho de su fusil. Los diseños y especificaciones técnicas habían sido destruidos durante la invasión alemana, y no había medios para aplicar la ingeniería inversa. Krystyna tuvo un tiempo el arma escondida en su apartamento de Budapest.

En Hungría Krystyna se reencontró con un amigo de la infancia llamado Andrzej Kowerski. Cuando eran niños, mientras el padre de Andrej se reunía con el conde para hablar de negocios, ellos jugaban en los establos de la hacienda de Mlodzieszyn. Kowerski era un ex-oficial del ejército polaco que había perdido parte de una pierna en un accidente de caza antes de la guerra, lo que no le impedía ser un hombre muy atlético y un experto paracaidista. También era un agente británico, que ayudaba a salir de Polonia a militares y agentes de inteligencia polacos y aliados. En sus tratos con los ingleses utilizaba el nombre de “Andrew Kennedy”.

A comienzos de 1941 Krystyna era ya muy conocida por la Gestapo. A pesar de ello, estaba planeando otro viaje a Polonia en compañía de Kowerski. Sus planes se truncaron cuando ambos fueron arrestados en Budapest. En ese momento Krystyna demostró su rapidez de reflejos y su sangre fría al fingir los síntomas de la tuberculosis mordiéndose la lengua hasta escupir sangre. Hungría aún no había entrado en la guerra, y Krystyna estaba lejanamente emparentada con el regente húngaro, el Almirante Mikos Horthy (un primo suyo se había casado con una pariente de Horthy). Gracias a eso evitó que les entregasen a la Gestapo y consiguió su liberación y la de Kowerski. La pareja consiguió salir de Hungría a través de los Balcanes y Turquía.

En Polonia Skarbek había establecido contacto con una organización de resistencia conocida como “los mosqueteros", creada en octubre de 1939 por un ingeniero e inventor llamado Stefan Witkowski (que sería asesinado en octubre de 1941). Krystyna fue informada a través de sus conexiones con los mosqueteros de la concentración de tropas alemanas en las fronteras orientales y de otros detalles que permitían predecir que Hitler estaba preparando la invasión de la Unión Soviética. Era una información explosiva, pero en realidad nada nuevo para los servicios de inteligencia británicos, que conocían de sobra los planes alemanes gracias a Ultra, la descodificación de sus comunicaciones militares.

Cuando llegaron a las oficinas del SOE de El Cairo (el SOE, Special Operations Executive, había nacido en julio de 1940 a partir de la sección D del SIS, la encargada de las operaciones encubiertas en territorio ocupado por el enemigo), se sorprendieron al descubrir que estaban bajo sospecha debido a la facilidad con la que habían obtenido del cónsul del gobierno de Vichy en Estambul los permisos de tránsito por Siria y el Líbano. La desconfianza venía sobre todo por parte de las fuerzas polacas y del gobierno polaco en el exilio. Los servicios secretos británicos, que conocían mejor que sus compatriotas las actividades que Skarbek y Kowerski habían estado desarrollando para ellos, acabaron disipando las dudas de los polacos. Andrzej Kowerski pudo reanudar su trabajo como agente de inteligencia. Por su parte, Krystyna Skarbek se quedó en los años siguientes apartada de la acción en primera línea. Cuando se reencontró con su marido le confesó que amaba a Andrzej. Poco después Gizycki renunció a su propia carrera como agente de inteligencia y emigró a Canadá. Por aquella época Krystyna comenzó a utilizar el alias Christine Granville, un nombre que después de la guerra adoptaría legalmente.

En 1944 el SOE se enfrentaba a la escasez de equipos de inteligencia experimentados necesarios para los preparativos de la invasión de Francia. Tenían una gran cantidad de agentes en formación, pero todavía no estaban suficientemente preparados, y enviarles antes de tiempo pondría en peligro, además de la vida de los propios agentes, la seguridad de las redes de resistencia con las que tenían que contactar. El SOE recurrió de nuevo a Krystyna, una agente con mucha experiencia que además hablaba francés con fluidez. Su desempeño anterior en Polonia había sido excepcional, y tan solo requería alguna pequeña orientación sobre las particularidades de trabajar en Francia.

Skarbek fue la elegida para reemplazar a Cecily Lefort, una agente del SOE que había sido capturada por la Gestapo (acabaría encarcelada en el campo de concentración de Rabensbrück y ejecutada en febrero de 1945, después de meses de torturas). Lefort era la enlace entre el SOE y la red de resistencia conocida como “Jockey”, que actuaba en el valle del Ródano y estaba dirigida por un belga-británico llamado Francis (o François) Cammaerts. Este era un personaje curioso. Era un joven muy culto, licenciado en historia e inglés por la universidad de Cambridge e hijo del poeta belga Emil Cammaerts. Pacifista convencido, en 1940 había conseguido que los tribunales británicos le reconociesen su derecho a la objeción de conciencia. Mientras el resto del mundo ardía en la mayor guerra jamás conocida por la Humanidad, él llevaba una vida tranquila, trabajando en una explotación agrícola de Lincolnshire. Pero un día recibió la noticia de la muerte de su hermano Pieter, piloto de la RAF, y decidió que no podía mantenerse al margen por más tiempo. Se unió voluntariamente al SOE, esgrimiendo como gran mérito su dominio del idioma francés. En marzo de 1943 saltó en paracaídas sobre la Francia ocupada. Unos meses después dirigía la principal red de resistencia que operaba en el sureste del país.

El 6 de julio de 1944 Skarbek, que en Francia se haría llamar Pauline Armand, fue lanzada en paracaídas en el sur de Francia. Kristina ayudó a poner en contacto a Cammaerts con partisanos italianos y maquis franceses para operaciones conjuntas contra los alemanes en los Alpes, y a inducir a la deserción de soldados polacos y de otras nacionalidades que habían sido reclutados por las fuerzas de ocupación alemanas.

El 13 de agosto de 1944, justo dos días antes del inicio de la Operación Dragón (los desembarcos aliados en el sur de Francia), Francis Cammaerts, otro agente de SOE llamado Xan Fielding, y un oficial francés, Christian Sorensen, fueron detenidos en un control de carretera. Cuando Skarbek se enteró de que iban a ser ejecutados, consiguió que la recibiese el capitán Albert Schenck, oficial francés de enlace entre la prefectura de Digne y la Gestapo. Se presentó como la esposa de Cammaerts y como una sobrina del mariscal Montgomery (nada menos). Amenazó a Schenck con que los británicos vengarían cualquier daño que sufriesen los prisioneros, reforzando su amenaza con una oferta de dos millones de francos por la liberación de los tres hombres. Schenck la condujo a un oficial de la Gestapo llamado Max Waem.

Durante tres horas, Krystyna negoció con Waem, combinando las amenazas con las promesas de soborno. Le dijo que los aliados desembarcarían en cualquier momento, que ella era agente aliada y estaba en contacto diario por radio con las fuerzas británicas. “Si yo fuese usted me pensaría muy bien la proposición que le hago. Como le dije al capitán Schenck, si algo le pasa a mi marido o a sus amigos, las represalias serán rápidas y terribles, porque no tengo que decirle que tanto usted como el capitán tienen una infame reputación entre los locales”. Cada vez más alarmado por la idea de lo que podría ocurrirle si los aliados y la Resistencia decidían vengar los numerosos asesinatos que había cometido, Waem golpeó la culata de su revólver sobre la mesa y dijo: “Si los saco de la prisión, ¿qué vas a hacer para protegerme?”.

Cuando Cammaerts y los otros dos hombres fueron sacados de sus celdas, estaban convencidos de que iban a ser ejecutados. En lugar de eso les condujeron hasta un coche, en el que se encontraron con una sonriente Krystyna sentada al volante. Años después del incidente de Digne, Skarbek reconoció que durante sus negociaciones con la Gestapo no fue consciente del peligro que corría. Solo después de que ella y sus compañeros hubiesen escapado se dijo: "¿Qué he hecho? ¡Podrían haberme matado!"

Krystyna recomendó al capitán Schenck que abandonase Digne. No lo hizo, y fue asesinado poco después por personas desconocidas. Su esposa se quedó con el dinero del soborno. Después de la guerra fue detenida cuando trataba de cambiarlo por nuevos francos, pero fue liberada después de que las autoridades investigasen su historia. Se las arregló para cambiar el dinero, pero solo recibió una pequeña parte de su valor.

Cuando los equipos del SOE regresaron de Francia, Krystyna se había ganado una gran reputación militar. Siendo polaca, era ideal para ser destinada a las misiones que estaba planeando el SOE en su tierra natal en los meses finales de la guerra. El gobierno británico y el gobierno polaco de Londres estaban colaborando para establecer una red que tenía que informar sobre lo que ocurría en Polonia, que en esos momentos estaba siendo ocupada por el Ejército Rojo. Las fuerzas polacas en el exilio ya habían olvidado sus sospechas sobre la lealtad de Kowerski y Skarbek, y a comienzos de 1945 ambos se preparaban para saltar sobre Polonia. Sin embargo, la misión, la Operación Freston, fue cancelada cuando el primer grupo enviado al país fue capturado por los soviéticos (los agentes serían puestos en libertad en febrero de 1945).

Cuando terminó la guerra Krystyna Skarbek/Christine Granville/Pauline Armand era la agente femenina más veterana del SOE, de hecho cuando la organización nació oficialmente ella era ya una agente experimentada. Krystyna se licenció con el grado de capitán de la Women's Auxiliary Air Force (a todas las agentes se les asignaba un rango militar, y el suyo era el más alto al que había llegado cualquier otra mujer del SOE). Fue condecorada con la George Medal por su misión en Digne. En mayo de 1947 fue nombrada Oficial de la Orden del Imperio Británico. También el gobierno francés le concedió la Croix de Guerre, en reconocimiento a su contribución a la liberación de Francia.

Pero todos aquellos reconocimientos no le sirvieron de mucho. Unas semanas después del final de la guerra Krystyna fue despedida con un mes de salario. No podía regresar a su país, convertido en una dictadura comunista, debido a sus conexiones con el gobierno polaco en el exilio y a su origen aristocrático. Demasiado orgullosa para pedir otro tipo de ayuda, se fue a El Cairo, al tiempo que solicitaba un pasaporte británico. Mientras la lenta burocracia hacía su trabajo, la hija del conde Skarbek se convirtió en una apátrida sin recursos económicos. En los años siguientes tuvo que ganarse la vida con trabajos modestos, como el de dependienta en varias tiendas. Su último empleo fue de azafata en un trasatlántico.

Krystyna Skarbek tuvo un final trágico y prematuro. El 15 de junio 1952 murió apuñalada en el vestíbulo de un hotel barato de Kensington. Su asesino fue un hombre llamado Dennis Muldowney, un compañero de trabajo (mayordomo en el trasatlántico) obsesionado con ella que no pudo soportar su rechazo. Muldowney fue juzgado y condenado por asesinato. Fue ajusticiado en la horca el 30 de septiembre de 1952.

En los últimos años de su vida Krystyna conoció a Ian Fleming, con quien supuestamente tuvo una aventura amorosa (aunque de eso no hay ninguna prueba). Hay quien cree que Vesper Lynd, el personaje femenino de la primera novela de Fleming, Casino Royale (y la primera “chica Bond”), estaba inspirada en ella. Lo cierto es que ninguna chica Bond resistiría una comparación con Krystyna Skarbek.

Fuentes:
http://polishgreatness.blogspot.com.es/2011/02/spy-week-famous-polish-spies-krystyna.html
http://cosmopolitanreview.com/component/content/article/296
http://en.wikipedia.org/wiki/Krystyna_Skarbek
y otras entradas de Wikipedia

A Lonely Sky

En 1947, un piloto de pruebas arriesga su vida para romper la barrera del sonido.

Otro corto de Nick Ryan.

A Lonely Sky de Nick Ryan en Vimeo.

The German

Un piloto de caza británico persigue incansablemente al alemán que derribó a su amigo dispuesto a vengarse a toda costa. Pero cuando al fin consigue alcanzarle descubre que no es tan fácil matar a un hombre cuando tiene que mirarle a los ojos.

Gran cortometraje del irlandés Nick Ryan, con un final sorprendente. Y ya he dado una pista.


The German de Nick Ryan en Vimeo.

La resurrección de un acorazado

Takeshi Maeda formaba parte de la fuerza aeronaval japonesa que se estaba preparando para un ataque por sorpresa a la principal base estadounidense en el Pacífico, aunque eso él todavía no lo sabía. Era 1941, tenía 20 años, y era navegante en un torpedero Nakajima B5N. Durante meses practicó con sus compañeros el ataque a una bahía cerrada con aguas muy poco profundas, tanto que los torpedos tuvieron que ser modificados, añadiéndoles unas aletas especiales de madera para evitar que se hundiesen a demasiada profundidad.

Pasamos seis meses de intenso entrenamiento preparándonos para la operación, aunque por aquel entonces todavía desconocíamos que Pearl Harbor era nuestro objetivo. Para poder lanzar el proyectil en un brazo de agua tan estrecho, tuvimos que reducir nuestra trayectoria de aproximación de un mínimo de 1.000 metros a 700. Debíamos sobrevolar las instalaciones del puerto enemigo antes de descender a diez metros sobre la superficie del agua, por lo que era crucial que realizáramos una aproximación perfecta. Una distancia tan corta significaba que los aviones corrían el riesgo de estrellarse contra los mástiles de los barcos a los cuales atacaban.

Durante la travesía de la escuadra, al principio con rumbo norte, las tripulaciones estaban seguras de que iban a atacar a la Unión Soviética. Hasta el último momento no supieron que su objetivo era Pearl Harbor, en Hawai. Maeda formaba parte de la primera oleada de ataque. Cuando despegó de su portaaviones, el Kaga, no estaba nervioso. Tan solo pensaba en cumplir con su deber. Al aproximarse a Pearl Harbor le tranquilizó escuchar por la radio el Sunrise Serenade de Glenn Miller transmitido por una emisora de Honolulu. Los estadounidenses no esperaban el ataque.

Manteniendo un estricto silencio de radio, el capitán de fragata Mitsuo Fuchida, comandante de la primera oleada, encendió una bengala que indicaba el comienzo del ataque. Al ver la señal, los 185 aviones japoneses iniciaron la aproximación final hacia sus objetivos preestablecidos. Los de los 40 torpederos eran los buques mayores, acorazados y portaaviones (por suerte para los estadounidenses, estos últimos no se encontraban en la base). Cada avión llevaba un único torpedo Tipo 91 de 850 Kilogramos. Maeda recuerda cómo, pese a ser uno de los primeros torpederos que se lanzaron en cadena contra los buques estadounidenses, su avión fue sacudido violentamente por el fuego antiaéreo. Su intervención en la batalla duró apenas un minuto. El B5N lanzó su torpedo y consiguió un impacto directo contra el acorazado West Virginia. Detrás de él otros torpederos japoneses siguieron golpeando al acorazado, que quedó envuelto en llamas y sin duda herido de muerte. Después del ataque, la principal preocupación de Maeda era no perderse en el camino de regreso al Kaga.

Maeda sobrevivió a cuatro años de combates aereonavales en el Pacífico. Tan solo fue herido una vez, en una pierna, en la batalla de Midway. En mayo de 1945, cuando ya era uno de los pocos aviadores veteranos supervivientes de la Marina Imperial, participó en un ataque nocturno contra la flota estadounidense fondeada en Okinawa. Allí le esperaba una sorpresa:

Los aviones de reconocimiento lanzaron bengalas para iluminar a la flota enemiga mientras iniciábamos el ataque final. De repente, justo enfrente de mí pude ver al USS West Virginia, el mismo barco que había torpedeado y hundido. No me lo podía creer, los ingeniosos americanos habían logrado reflotar y reparar muchos de los barcos hundidos o averiados. Las aguas poco profundas y las condiciones de la bahía que tanto puso a prueba la destreza y el valor de los pilotos japoneses, contribuyó a hacer infinitamente más sencillo reflotar los buques.



En Pearl Harbor el West Virginia había recibido el impacto de al menos siete torpedos y dos bombas, pero gracias en gran parte a la actuación de su tripulación, que logró contrarrestar las inundaciones, se hundió en una posición de equilibrio, lo que, añadido a la poca profundidad de la bahía, posibilitó que fuese reflotado unos meses más tarde. Después de las reparaciones, que se aprovecharon para introducir numerosas mejoras, volvió al servicio en septiembre de 1944.

En agosto de 1945 Takeshi Maeda fue destinado a una escuadrilla de ataque especial para participar en una misión kamikaze. Fue una decisión que no comprendía:

Yo había acumulado 3.800 horas de vuelo en combate y no podía creer que mis comandantes quisieran tirar esa experiencia por la borda, en una sola misión. En ese momento comprendí el error de mis líderes y la inconsciencia con la que dispusieron de las vidas del pueblo japonés.

La misión suicida de Maeda estaba prevista para el 16 de agosto. Un día antes el Emperador se dirigió por radio a su pueblo para anunciar la rendición.

Desde 1991, en la conmemoración del 50 aniversario del ataque a Pearl Harbor, Takeshi Maeda ha participado en numerosas iniciativas de reconciliación. En sus visitas a Hawai conoció e hizo amistad con muchos de sus antiguos enemigos, entre ellos algunos supervivientes del West Virginia, a los que pidió perdón por su participación en el ataque.

Para ser sincero, sospecho que el señor Maeda adornó un poco su historia. Es posible que viese al West Virginia en Okinawa, pero él no lo pudo reconocer. La US Navy tenía en servicio otros dos buques gemelos suyo, y uno de ellos, el Colorado, también estuvo en Okinawa en mayo de 1945. El acorazado que vio pudo ser cualquiera de los dos. O cualquier otro, porque tampoco creo que llegase a verlo muy de cerca. En Okinawa los buques principales, como el West Virginia, estaban protegidos por piquetes antiaéreos formados por buques menores, que solo conseguían superar algunos kamikazes. Ningún avión de ataque convencional lo lograría y regresaría para contarlo.

De todas formas, aunque a Takeshi Maeda le traicionase la memoria, o le pudiese la imaginación, lo cierto es que el West Virginia sí pudo estar allí.

Testimonio de Takeshi Maeda:
http://www.elmundo.es/magazine/m92/textos/japon1.html


El marino que sobrevivió a tres naufragios en un día

Durante las primeras semanas de la Primera Guerra Mundial, la Royal Navy destinó a patrullar las aguas del Mar del Norte, entre las Islas Británicas y la costa de Holanda, a sus obsoletos cruceros acorazados Pre-dreadnought , con la misión evitar la salida de buques alemanes de superficie a las aguas al este del canal de la Mancha. Algunos mandos de la Royal Navy apodaron irónicamente a aquella fuerza de cruceros "Escuadra de cebo vivo". Y es que muchos eran conscientes de que, en caso de que ser atacados, aquellos buques anticuados y sus tripulaciones formadas por reservistas y cadetes inexpertos no podrían estar a la altura de la flota alemana. Posiblemente el Almirantazgo también lo sospechaba, pero prefería reservar para misiones más importantes a los cruceros más modernos y consideraba que no se podían destinar buques de menor tamaño a patrullar en aguas donde el mal tiempo era casi constante.

En las primeras horas del 20 de septiembre de 1914, los cuatro cruceros acorazados de la clase Cressy que formaban la Fuerza C (Euryalous, Aboukir, Hogue y Cressy) se preparaban para zarpar en una de aquellas misiones de patrulla en el Mar del Norte. Habitualmente la Fuerza C contaba también con el crucero Bacchante, de hecho su buque insignia, al mando del contraamirante Campbell, pero en aquella ocasión el Bacchante había sido destinado a otras tareas. Campbel fue sustituido como comandante de la escuadra por el contraalmirante Christian, del Euryalous. En el último momento, el Euryalous tuvo una avería en su equipo telegráfico que le obligó a permanecer en puerto. Christian trasladó el mando de la Fuerza C al capitán Drummond, del Aboukir. Ese día el mal tiempo iba a impedir la salida de los destructores de escolta. Cuando Drummond asumió el mando, no quedó claro si tendría la autoridad para llamar a los destructores en caso de que el clima mejorase.

El crucero acorazado Aboukir:


En la mañana del 22 de septiembre, la Fuerza C, compuesta finalmente por los cruceros acorazados Aboukir, Hogue y Cressy, fue avistada por el submarino alemán U-9, al mando del capitán de corbeta Otto Weddigen, navegando rumbo nor-nordeste en línea recta y a una velocidad de 10 nudos. La escuadra británica incumplía las recomendaciones del Almirantazgo de navegar en zig-zag y a 12/13 nudos. Claro que aquellos anticuados cruceros no podían alcanzar esas velocidades por mucho que quisiesen. En cuanto a no realizar maniobras evasivas, el comandante no lo consideró necesario. Después de todo, hasta entonces nunca se habían tenido noticias de ninguna actividad de submarinos enemigos en aquellas aguas (en realidad ni en aquellas ni en otras). Después de maniobrar para colocarse en una posición favorable para el ataque, a las 6:25 el U-9 lanzó un torpedo contra el Aboukir, alcanzándolo en el centro del buque, en el lado de babor. El crucero se detuvo por completo y se escoró rápidamente unos 20 grados, sin que las medidas adoptadas para contener las inundaciones sirviesen de nada. Viendo que el Aboukir estaba condenado, el capitán Drummond dio orden de abandonar el buque. Solo quedaba un bote salvavidas intacto (los otros habían sido destruidos por la explosión del torpedo), y la mayor parte de la tripulación tuvo que saltar al mar. Nadie había localizado todavía al U-9. Las señales que envió el Aboukir por código de banderas a los otros cruceros decían “Golpeado por mina”. El Hogue y el Cressy se aproximaron rápidamente al Aboukir para ayudar en el rescate de los náufragos.

Aproximadamente media hora después del impacto del torpedo, el Aboukir zozobró y se hundió llevándose consigo a 527 tripulantes. Pero ese fue solo el principio de la tragedia. Los británicos todavía no sospechaban que estaban siendo atacados por un submarino alemán. Weddigen tenía a su alcance otros dos cruceros y estaba decidido a aprovechar la oportunidad. El U-9 se aproximó hasta una distancia de tan solo 300 metros del Hogue, que tenía a su tripulación ocupada en las labores de rescate, y lanzó dos torpedos contra el buque. Ambos dieron en el blanco, provocando una rápida sucesión de explosiones. El crucero se hundió en apenas 10 minutos. Para empeorar las cosas, el Hogue tenía todos sus botes salvavidas en el agua, dedicados al rescate de los supervivientes del Aboukir.

En ese momento comenzaron los problemas para el U-9. Cuando lanzó los torpedos al Hogue, el submarino emergió violentamente debido a la pérdida repentina de peso en la proa, delatando así su posición. El Cressy abrió fuego con sus cañones contra él, sin resultado. A pesar de haber sido descubierto, Weddigen no estaba dispuesto a renunciar a su última presa. A profundidad de periscopio el U-9 lanzó sus dos torpedos de popa contra el Cressy. El primero dio en el blanco, pero el segundo pasó a estribor del buque. Viendo que los daños infringidos al crucero no eran excesivamente graves, Weddingen dio orden de maniobrar para encarar al buque y lanzar su último torpedo de proa contra él. El torpedo dio de lleno en la parte central del Cressy. Eran las 7:30, había pasado poco más de una hora desde el primer ataque contra el Aboukir. El Cressy volcó por la banda de estribor, permaneciendo a flote hasta las 7:55.

En total, en los tres hundimientos perdieron la vida 62 oficiales y 1397 tripulantes, gran parte de ellos reservistas sin experiencia. Hubo 837 supervivientes, que fueron rescatados por varios mercantes y pesqueros que se encontraban en las proximidades y acudieron a las llamadas de auxilio.

A las 10:45 llegó a la zona la escuadra de destructores del comodoro Tyrwhitt, que al mejorar el tiempo había zarpado para reunirse con los cruceros. Los destructores comenzaron a buscar al submarino enemigo. El U-9, al que no le quedaba energía suficiente en las baterías, tuvo que permanecer sumergido hasta la noche, para poder emerger y hacer el camino de vuelta navegando en superficie.

El submarino alemán U-9:


La destrucción de la Fuerza C fue un duro golpe a la reputación de la Royal Navy en todo el mundo. En la investigación realizada para determinar las responsabilidades, solo parte de la culpa cayó sobre los oficiales de alto rango involucrados: El capitán Drummond, muerto en el hundimiento del Aboukir, fue criticado por no utilizar maniobras evasivas en zig-zag; el contraalmirante Christian por no dejar claro a Drummond que podía haber llamado a los destructores en caso de necesidad; y finalmente al contraalmirante Campbell se le reprendió no sólo por no estar presente durante la acción, sino también por cómo actuó durante la propia investigación, cuando declaró no conocer el propósito de su mando. La mayor parte de la culpa recayó en el Almirantazgo Británico, que había insistido en enviar buques de dudosa eficacia a patrullar en aguas peligrosas, desoyendo los consejos de los altos mandos de la Royal Navy. Los anticuados cruceros protegidos o acorazados fueron relegados a misiones secundarias o enviados a la reserva y sustituidos en las patrullas por modernos cruceros ligeros. También sirvió para que la Royal Navy empezase a tomarse en serio la amenaza de los submarinos, que había sido despreciada hasta entonces.

En contraste, los tripulantes del U-9 fueron recibidos en Alemania como héroes. Otto Weddigen fue condecorado con la Cruz de Hierro de 1ª clase, mientras que su tripulación recibió la Cruz de Hierro de 2ª clase. Durante su siguiente patrulla, el 15 de octubre de 1914, el U-9 hundió otro viejo crucero acorazado británico, el Hawke, con la pérdida de 526 tripulantes. El 12 de enero de 1915 el teniente Johannes Spiess relevó a Weddigen y estuvo al mando del U-9 hasta el 19 de abril de 1916, cuando el submarino fue retirado de la primera línea y asignado a la flotilla de entrenamiento. Durante ese periodo hundió 14 buques: diez pequeños pesqueros, tres vapores británicos (Don, Queen Wilhelmina y Serbino) y el minador auxiliar ruso Dagö.

Otto Weddigen, por su parte, después de recibir la máxima condecoración prusiana, la Pour le Mérite, fue destinado al mando del submarino U-29. El 18 de marzo de 1915 su suerte se agotó. Al emerger en Pentland Firth, en Escocia, se encontró justo enfrente del famoso acorazado británico Dreadnought. La distancia entre el submarino y el buque era tan pequeña que ni uno podía atacar con sus torpedos ni el otro disparar sus cañones. El comandante del Dreadnought ordenó entonces embestir al pequeño sumergible. El acorazado pasó por encima del U-29, que se hundió llevándose al fondo a toda su tripulación, incluyendo a Weddigen. Es el único caso conocido de un submarino hundido por un acorazado.

Si habéis llegado hasta aquí os estaréis preguntando cuándo voy a contar la historia del marino que sobrevivió a tres naufragios en un día. Aunque después de conocer lo que le pasó a la “Escuadra de cebo vivo” ya os habréis imaginado cómo ocurrieron los hechos.

Wenman Wykeham-Musgrave, apodado “Kit”, era un muchacho de 15 años que servía como guardiamarina a bordo del Aboukir. Cuando este buque fue torpedeado y se dio la orden de abandonarlo, Kit saltó por la borda y permaneció en el agua hasta que fue subido a bordo del Hogue, el siguiente en ser atacado por el U-9. Una vez más, cuando el Hogue se estaba hundiendo, se tiró al mar y nadó hasta el Cressy. Al ser este también torpedeado, tuvo que saltar por la borda por tercera vez aquella mañana. Permaneció en el mar aferrado a unos maderos hasta que fue rescatado por un pesquero holandés.

Wykeham-Musgrave sobrevivió a la guerra. En 1939, al estallar la Segunda Guerra Mundial, se reincorporó a la Royal Navy, alcanzando el grado de comandante. Murió en 1989.

Fuentes:
http://www.clubedosgenerais.org/portal/modules.php?name=Conteudo&pid=441
http://es.wikipedia.org/wiki/Acci%C3%B3n_del_22_de_septiembre_de_1914
http://es.wikipedia.org/wiki/SM_U_9