Remolachas salvavidas

En septiembre de 1939, cuando comenzó la invasión alemana de Polonia, el joven alférez Zbigniew Gutowski acababa de completar su formación como piloto de caza en la Academia del Aire polaca. Nunca llegó a entrar en combate con la Fuerza Aérea de su país. Cuando la derrota era ya inevitable huyó a Rumanía y desde allí viajó a Francia con la intención de alistarse en la Armée de l'air y continuar la lucha contra los nazis. Tampoco allí tuvo su bautismo de fuego, ya que los franceses le destinaron a una base aérea en Argelia, muy lejos de los frentes de batalla. Cuando Francia pidió el armisticio, Gutowski huyó una vez más. Consiguió llegar al Reino Unido y se unió a la Royal Air Force. Tras pasar por un nuevo periodo de instrucción, en junio de 1941 fue destinado al 302th Polish Squadron, una unidad de caza de la RAF formada íntegramente por personal polaco.

El 8 de noviembre de 1941 el 302th Squadron dio escolta a una formación de bombarderos en una misión que tenía como objetivo una instalación industrial en la zona de Lille, en el norte de Francia. Poco después de iniciar el regreso los polacos tuvieron que enfrentarse a un grupo de cazas alemanes Fw 190 enviados a interceptarlos. Durante el combate el Spitfire de Gutowski fue alcanzado y entró en barrena. En el último momento el piloto recuperó el control del aparato y consiguió evitar que se estrellase, pero el caza había empezado a arder y el fuego se extendía rápidamente. Gutowski se vio obligado a abandonar el avión y saltar desde una altura de unos cincuenta metros.

Antes de la invención del asiento eyectable, los pilotos que saltaban de un avión a baja altura no tenían casi ninguna posibilidad de sobrevivir. A menos de 120 metros de altitud los paracaídas eran prácticamente inútiles, ya que no tenían tiempo de desplegarse por completo (aunque de vez en cuando ocurrían milagros: el récord de salto en paracaídas a menor altitud, unos 9 metros, lo tiene otro piloto de la RAF, el comandante Terrence Spencer, cuya vida de película ya conté hace un tiempo).

Cuando saltó del Spitfire en llamas, Gutowski sabía que la altura era insuficiente, pero no tenía otra opción. Al llegar al suelo el paracaídas solo había comenzado a salir de su mochila. Pero Gutowski tuvo la enorme fortuna de aterrizar sobre una gran pila de hojas de remolacha que amortiguó su caída. Se incorporó y comprobó que estaba ileso. Tan solo había perdido una bota. A pocos metros de distancia ardían los restos de su avión.

Gutowski permaneció oculto durante una semana antes de ser capturado por los alemanes. Fue enviado al Stalag Luft III, el campo de prisioneros de La gran evasión. Participó en la construcción de uno de los túneles, pero no llegó a fugarse porque era uno de los últimos de la lista y la huida fue descubierta antes de que llegase su turno (por fortuna para él, ya que la mayor parte de los fugados fueron capturados y ejecutados). Después de la guerra continuó en la RAF, donde sirvió hasta 1949, y más tarde emigró a Canadá. Nunca regresó a Polonia. Murió el año pasado, a la edad de 99 años.

4 comentarios:

  1. Las historias de saltos de pilotos o tripulantes que sobreviven son siempre de lo más rocambolescas y parecen mentira, pero cuando uno piensa los miles de tripulantes que no tuvieron esa suerte, resulta más creíble que a alguno le tocase la lotería.

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    1. Es cierto. Por pura estadística, si cogemos un número suficiente de historias con final trágico (y en esos años fueron muchos miles) siempre se podrán encontrar casos de supervivencias milagrosas.
      Un saludo, Nomar.

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  2. Quién le iba a decir el día que cayó sobre el campo de remolachas que iba a vivir hasta casi la centena. Para que luego digan que la verdura es mala.
    Un saludo.

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    1. Dicen que las hojas de remolacha son muy buenas para la salud. No hay duda de que para este chico lo fueron.
      Un saludo, Cayetano.

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