La resurrección de un acorazado

Takeshi Maeda formaba parte de la fuerza aeronaval japonesa que se estaba preparando para un ataque por sorpresa a la principal base estadounidense en el Pacífico, aunque eso él todavía no lo sabía. Era 1941, tenía 20 años, y era navegante en un torpedero Nakajima B5N. Durante meses practicó con sus compañeros el ataque a una bahía cerrada con aguas muy poco profundas, tanto que los torpedos tuvieron que ser modificados, añadiéndoles unas aletas especiales de madera para evitar que se hundiesen a demasiada profundidad.

Pasamos seis meses de intenso entrenamiento preparándonos para la operación, aunque por aquel entonces todavía desconocíamos que Pearl Harbor era nuestro objetivo. Para poder lanzar el proyectil en un brazo de agua tan estrecho, tuvimos que reducir nuestra trayectoria de aproximación de un mínimo de 1.000 metros a 700. Debíamos sobrevolar las instalaciones del puerto enemigo antes de descender a diez metros sobre la superficie del agua, por lo que era crucial que realizáramos una aproximación perfecta. Una distancia tan corta significaba que los aviones corrían el riesgo de estrellarse contra los mástiles de los barcos a los cuales atacaban.

Durante la travesía de la escuadra, al principio con rumbo norte, las tripulaciones estaban seguras de que iban a atacar a la Unión Soviética. Hasta el último momento no supieron que su objetivo era Pearl Harbor, en Hawai. Maeda formaba parte de la primera oleada de ataque. Cuando despegó de su portaaviones, el Kaga, no estaba nervioso. Tan solo pensaba en cumplir con su deber. Al aproximarse a Pearl Harbor le tranquilizó escuchar por la radio el Sunrise Serenade de Glenn Miller transmitido por una emisora de Honolulu. Los estadounidenses no esperaban el ataque.

Manteniendo un estricto silencio de radio, el capitán de fragata Mitsuo Fuchida, comandante de la primera oleada, encendió una bengala que indicaba el comienzo del ataque. Al ver la señal, los 185 aviones japoneses iniciaron la aproximación final hacia sus objetivos preestablecidos. Los de los 40 torpederos eran los buques mayores, acorazados y portaaviones (por suerte para los estadounidenses, estos últimos no se encontraban en la base). Cada avión llevaba un único torpedo Tipo 91 de 850 Kilogramos. Maeda recuerda cómo, pese a ser uno de los primeros torpederos que se lanzaron en cadena contra los buques estadounidenses, su avión fue sacudido violentamente por el fuego antiaéreo. Su intervención en la batalla duró apenas un minuto. El B5N lanzó su torpedo y consiguió un impacto directo contra el acorazado West Virginia. Detrás de él otros torpederos japoneses siguieron golpeando al acorazado, que quedó envuelto en llamas y sin duda herido de muerte. Después del ataque, la principal preocupación de Maeda era no perderse en el camino de regreso al Kaga.

Maeda sobrevivió a cuatro años de combates aereonavales en el Pacífico. Tan solo fue herido una vez, en una pierna, en la batalla de Midway. En mayo de 1945, cuando ya era uno de los pocos aviadores veteranos supervivientes de la Marina Imperial, participó en un ataque nocturno contra la flota estadounidense fondeada en Okinawa. Allí le esperaba una sorpresa:

Los aviones de reconocimiento lanzaron bengalas para iluminar a la flota enemiga mientras iniciábamos el ataque final. De repente, justo enfrente de mí pude ver al USS West Virginia, el mismo barco que había torpedeado y hundido. No me lo podía creer, los ingeniosos americanos habían logrado reflotar y reparar muchos de los barcos hundidos o averiados. Las aguas poco profundas y las condiciones de la bahía que tanto puso a prueba la destreza y el valor de los pilotos japoneses, contribuyó a hacer infinitamente más sencillo reflotar los buques.



En Pearl Harbor el West Virginia había recibido el impacto de al menos siete torpedos y dos bombas, pero gracias en gran parte a la actuación de su tripulación, que logró contrarrestar las inundaciones, se hundió en una posición de equilibrio, lo que, añadido a la poca profundidad de la bahía, posibilitó que fuese reflotado unos meses más tarde. Después de las reparaciones, que se aprovecharon para introducir numerosas mejoras, volvió al servicio en septiembre de 1944.

En agosto de 1945 Takeshi Maeda fue destinado a una escuadrilla de ataque especial para participar en una misión kamikaze. Fue una decisión que no comprendía:

Yo había acumulado 3.800 horas de vuelo en combate y no podía creer que mis comandantes quisieran tirar esa experiencia por la borda, en una sola misión. En ese momento comprendí el error de mis líderes y la inconsciencia con la que dispusieron de las vidas del pueblo japonés.

La misión suicida de Maeda estaba prevista para el 16 de agosto. Un día antes el Emperador se dirigió por radio a su pueblo para anunciar la rendición.

Desde 1991, en la conmemoración del 50 aniversario del ataque a Pearl Harbor, Takeshi Maeda ha participado en numerosas iniciativas de reconciliación. En sus visitas a Hawai conoció e hizo amistad con muchos de sus antiguos enemigos, entre ellos algunos supervivientes del West Virginia, a los que pidió perdón por su participación en el ataque.

Para ser sincero, sospecho que el señor Maeda adornó un poco su historia. Es posible que viese al West Virginia en Okinawa, pero él no lo pudo reconocer. La US Navy tenía en servicio otros dos buques gemelos suyo, y uno de ellos, el Colorado, también estuvo en Okinawa en mayo de 1945. El acorazado que vio pudo ser cualquiera de los dos. O cualquier otro, porque tampoco creo que llegase a verlo muy de cerca. En Okinawa los buques principales, como el West Virginia, estaban protegidos por piquetes antiaéreos formados por buques menores, que solo conseguían superar algunos kamikazes. Ningún avión de ataque convencional lo lograría y regresaría para contarlo.

De todas formas, aunque a Takeshi Maeda le traicionase la memoria, o le pudiese la imaginación, lo cierto es que el West Virginia sí pudo estar allí.

Testimonio de Takeshi Maeda:
http://www.elmundo.es/magazine/m92/textos/japon1.html


2 comentarios:

  1. Otro gato con siete vidas como en la historia anterior. Parece mentira que pudiera sobrevivir con la vida tan ajetreada y peligrosa que llevó. Y vivió para contarlo.
    Un saludo.

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    1. Sí, pocos aviadores de la Marina Imperial que participaron en el ataque a Pearl Harbor lograron sobrevivir a la guerra.
      Takeshi Maeda aún vive. O al menos vivía el año pasado, en el 70 aniversario del ataque.
      Un saludo, Cayetano.

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