El general Zahedi y los británicos, o cómo funciona la política internacional

En agosto de 1942, en el transcurso de la Operación Azul (la ofensiva que llevó al VI Ejército a Stalingrado), los ejércitos alemanes lograron ocupar la mayor parte del Cáucaso, haciéndose con el control de los pasos que atravesaban la cordillera y amenazando los yacimientos petrolíferos de Azerbaiyán y el Caspio. Un año antes Irán había sido ocupada conjuntamente por británicos y soviéticos, para evitar un pronunciamento del Sha a favor del Eje y asegurar una de las principales rutas de abastecimiento de la Unión Soviética (el ferrocarril Trans-Iranio). Pero a finales del verano de 1942, con la Wehrmacht peligrosamente cerca de las fronteras de Persia, los británicos comenzaron a temer una sublevación de los iraníes a favor del Eje.

Gran Bretaña ocupaba el sur del país, pero sus fuerzas eran demasiado escasas como para hacer frente a una insurrección armada. Su única opción era adelantarse a ella dando un golpe de mano para neutralizar a los líderes de la conspiración antibritánica. El mayor sospechoso era el general Fazlollah Zahedi, el gobernador militar de Isfahán, del que se creía que estaba en contacto con agentes alemanes. El gobierno de Churchill encomendó la misión a un agente del MI6 (el servicio secreto exterior) llamado Fitzroy MacLean. A los que seguís habitualmente este blog puede que este nombre os suene de algo, porque no hace mucho hablé de él en una entrada dedicada a los hombres que inspiraron a Ian Flemig para crear el personaje de James Bond.

MacLean explicaría años después en qué consistía su misión: "Una parte siniestra de todo esto la jugaba un tal general Zahidi (sic), que estaba al mando de las fuerzas persas en el área de Isfahán. Zahidi era conocido por ser uno de los peores acaparadores de grano del país. En resumen, el general Zahidi parecía estar detrás de la mayoría de los problemas en el sur de Persia (...) El general Baillon y Sir Reader Bullard habían decidido que esto podría lograrse mejor mediante la eliminación del general Zahidi, y fue esa la tarea que decidieron confiarme. Tenía que capturarle vivo, y hacerlo sin crear ninguna perturbación". La misión recibió el curioso nombre en clave de "Operación Pongo".

Cuando llegó a Isfahán, MacLean fue a ver al cónsul británico, John Gault, y le reveló el verdadero propósito de su presencia allí. Gault se mostró de acuerdo con la misión, confirmando las sospechas británicas: "El general Zahidi, aunque de trato agradable, era, dijo, en realidad una mala persona: un enemigo acérrimo de los aliados, un hombre de hábitos personales desagradables, y, a causa de sus actividades de acaparamiento de grano, una fuente de descontento popular y un obstáculo para la administración eficiente del sur de Persia". El cónsul también había oído rumores de que Zahedi estaba preparando una revuelta antibritánica con el apoyo de agentes alemanes.

Zahedi era un hombre cauteloso, siempre acompañado de guardaespaldas. Viendo las medidas de seguridad de las que se rodeaba, MacLean pensó que cuanto menor fuese la fuerza utilizada en el secuestro, mayores serían sus posibilidades de éxito. Decidió usar a su favor la vanidad del general. Solicitaría una audiencia haciéndose pasar por un general británico, esperando que Zahedi la aceptase encantado de aquella demostración de la importancia que tenía para los ingleses. Cuando lograse quedarse a solas con él, MacLean simplemente le encañonaría con un arma y le obligaría a salir con él.

MacLean acudió a la cita acompañado de un pelotón de infantería del regimiento Seaforth Highlanders, que tenía que esperar en el exterior del edificio con órdenes de intervenir solo si era estrictamente necesario. Fue más sencillo de lo que esperaban. Zahedi "entró en la sala, y se encontró a sí mismo mirando el cañón de mi Colt. Sin más preámbulos, invité al Secretario General a levantar las manos y le informé de que tenía instrucciones de arrestarle y de que, si hacía algún ruido o intento de resistencia, le dispararía un tiro".

Los británicos metieron a Zahedi en un coche y lo llevaron al desierto, donde un avión estaba esperándole listo para despegar. El general pasó los años siguientes en un campo de internamiento en Palestina. Después de la guerra fue puesto en libertad y regresó a su país.

Mientras Zahedi iba camino al cautiverio, MacLean registraba su domicilio en busca de documentos comprometedores. En el dormitorio del general encontró "una colección de armas automáticas de fabricación alemana, una buena cantidad de ropa interior de seda, un poco de opio, un catálogo ilustrado de prostitutas de Isfahán y un gran número de cartas y papeles", entre ellos su correspondencia con el cónsul alemán en el sur de Persia.

Y ahora vamos a dar un salto temporal. No muy grande, solo unos pocos años.

En marzo de 1951 el primer ministro de Irán Mohammad Mossadeq sorprendió al mundo decretando la nacionalización de la AIOC (Anglo-Iranian Oil Company), la compañía británica que controlaba la producción de petróleo iraní imponiendo unas condiciones abusivas (como la de asegurarse la compra de la producción nacional hasta 1993 a un precio fijo de cuatro dolares la tonelada). El Reino Unido respondió a la nacionalización imponiendo sanciones económicas y cerrando los bancos británicos en el país. Pero la asfixia económica era solo el primer paso para forzar un cambio de régimen en Irán. El MI6 y la recién creada CIA se pusieron como objetivo acabar con la monarquía constitucional y sustituirla por un gobierno dictatorial del Sha Reza Pahlevi. Para ello necesitarían a un hombre dentro del régimen. Ya os estaréis imaginando quién iba a ser.

Por entonces Fazlollah Zahedi, que tras retirarse del Ejército se había convertido en un influyente político, ocupaba el cargo de ministro del Interior. En un primer momento se había mostrado partidario de la nacionalización de la industria petrolera, pero al poco tiempo, con la ayuda de los servicios secretos británicos, comenzó a conspirar contra el gobierno del que él mismo formaba parte. A mediados de 1951 Zahedi fue destituido por Mossadeq después de ordenar una sangrienta represión de las manifestaciones a favor de la nacionalización que había causado al menos 20 muertos y 2.000 heridos. El primer ministro le acusaba de estar preparando un golpe de estado. Por su parte, Zahedi recriminaba a Mossadeq su creciente tolerancia con el Tudeh, el partido comunista iraní.

En agosto de 1951 tuvo lugar un golpe de estado militar, liderado por Zahedi y dirigido y financiado por los servicios de inteligencia británicos y estadounidenses. Aquel primer intento acabó en fracaso. Zahedi tuvo que ocultarse y el Sha se exilió en Italia. Mientras, en Gran Bretaña continuaba la campaña política contra Mossadeq. Le acusaban de haberse vendido a los soviéticos, a pesar de que también había nacionalizado la industria pesquera (hasta ese momento explotada en régimen de concesión por la URSS). El 19 de agosto de 1953 hubo un segundo golpe de estado. Tropas leales a Zahedi arrestaron a Mossadeq en su casa, y tres días después el Sha regresaba del exilio y Zahedi era nombrado primer ministro. El hombre corrupto y poco de fiar, amigo de los nazis, se convirtió en el héroe que había logrado la libertad de su pueblo enfrentándose a la amenaza comunista.

Fuentes:
Las citas son fragmentos de Eastern Approaches, de Fitzroy MacLean, leídos en
http://www.gozaar.org/english/articles-en/The-British-Zahedi-Oil-and-the-Lies-in-Between.html
Más:
http://www.elgrancapitan.org/foro/viewtopic.php?f=51&t=13220
http://en.wikipedia.org/wiki/Fazlollah_Zahedi

6 comentarios:

  1. Las vueltas que da la vida. Un villano que se convierte en héroe.
    Un saludo.

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    1. En las relaciones internacionales nunca se sabe cuándo un amigo puede acabar convertido en enemigo, y viceversa.
      Un saludo, Cayetano.

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  2. Un ejemplo más, de la hipocresía en la que se movieron políticos y diplomátioos aliados. El deleznable y malvado enemigo de ayer, si nos puede ser útil y nos conviene, se convierte en nuestro estimado amigo de hoy. Recuerdo el caso de Von Braun, o el de Reinhard Gehlen...

    Saludos, Nonsei

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    1. Es verdad, Gluntz, pero para ser justos la hipocresía de los aliados no fue mayor que la de Hitler. Recordemos el pacto germano-soviético, por ejemplo.
      Un saludo.

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  3. Yo creo que el caso prototípico es el del dictador nicaragüense Anastasio Somoza, aquel del que Roosevelt dijo que "Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta"

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    1. Una frase que podía haber servido para muchos otros dirigentes.

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