El generador de tsunamis

Este tema es un clásico de las teorías conspiranoicas: Muchos grandes desastres naturales son consecuencia de experimentos militares, o incluso de ataques deliberados, provocados por armas secretas en poder de las grandes potencias (bueno... en poder de Estados Unidos, que son casi siempre los malos). Pues, aunque parezca increíble, algo de verdad hay en esas historias. Puede que nunca se haya logrado controlar las grandes fuerzas de la naturaleza para usarlas en la guerra, pero sí que hubo algunas tentativas de hacerlo. Ya conté en este blog cómo en una ocasión los estadounidenses intentaron (sin éxito) provocar una erupción volcánica para acabar con una importante base aeronaval japonesa. También durante la Segunda Guerra Mundial hubo un intento de crear un arma generadora de tsunamis. Y en ese caso no fue una superpotencia la principal protagonista, sino un pequeño país, casi insignificante desde el punto de vista político y militar. El proyecto se canceló antes de que se pudiese saber si habría dado resultados, aunque al parecer la mayoría de los científicos y técnicos que intervinieron directamente en él eran bastante optimistas sobre sus posibilidades.

El Proyecto Seal es el nombre en clave que recibió un programa de investigación secreto desarrollado por Nueva Zelanda, en colaboración con Estados Unidos, cuyo objetivo era la creación de un arma generadora de olas gigantes. El proyecto surgió de una sugerencia que un oficial de la Fuerza Aérea neozelandesa llamado Gibson (el informe oficial sobre el Proyecto Seal tan solo se refiere a él como “Wing Commander* E. A. Gibson”, sin aclarar dónde estaba destinado o qué cargo ocupaba) hizo al teniente general Sir Edward Puttick, Jefe de Estado Mayor de Nueva Zelanda, el 13 de enero de 1944. Gibson había observado que, cuando se destruían formaciones de coral con cargas submarinas, en ocasiones las explosiones podían generar olas de magnitud considerable, y se le ocurrió que el fenómeno podía tener utilidad como arma ofensiva.

Puttick trasladó la propuesta al almirante Halsey, comandante de las fuerzas aliadas en el Pacífico Sur. Según el profesor Snodglass, uno de los científicos que colaboraron en el proyecto, el resultado de la batalla de Tarawa fue decisivo para que los aliados se interesasen en el proyecto neozelandés. Entre el 21 y el 23 de noviembre de 1943 los Marines habían sufrido centenares de bajas durante los desembarcos en Tarawa a causa de un cálculo erróneo de las mareas y de una resistencia suicida japonesa en las playas. Halsey esperaba que el arma generadora de tsunamis pudiese facilitar futuros desembarcos en costas fuertemente defendidas, evitando que lo ocurrido en Tarawa se repitiese en cada una de las islas del Pacífico en poder de los japoneses. En consecuencia, el Comando Aliado en el Pacífico Sur apoyó la creación de un grupo de trabajo para estudiar las posibilidades del arma. El grupo estaba dirigido por el profesor Thomas Leech, un ingeniero neozelandés experto en aerodinámica. Por parte norteamericana destacaba el profesor James Snodgrass, de la Universidad de California, un investigador especialista en problemas relacionados con la guerra submarina. En febrero de 1944 se reunieron en Noumea, en Nueva Caledonia, para realizar una serie de pruebas preliminares.

Los esperanzadores resultados de los ensayos de Noumea fueron recogidos en un informe fechado el 31 de marzo de 1944. Cuando el almirante Halsey quedó convencido con las posibilidades del proyecto, hizo una petición al Estado Mayor neozelandés para que continuase con las investigaciones:

"Los resultados de estos experimentos, en mi opinión, muestran que las inundaciones en la guerra anfibia tienen posibilidades definidas y de gran alcance como arma ofensiva. Sería muy deseable disponer de nuevos estudios con los que se pudiera establecer un método práctico y un procedimiento que pudiera ser utilizado en la guerra ofensiva. Le agradecería que este desarrollo pudiese continuar hasta su finalización por oficiales de Nueva Zelanda. Toda la asistencia posible de las instalaciones y el personal de este Comando estará a su disposición".

El ofrecimiento del almirante Halsey fue examinado por la Junta de Jefes de Estado Mayor de Nueva Zelanda, que presentó a su gobierno una propuesta para poner en marcha el proyecto. El 5 de mayo de 1944 el Gabinete de Guerra neozelandés aprobó la creación de una Unidad de Investigación del Ejército bajo el mando del profesor Leech, que sería directamente responsable ante el ministro de las Fuerzas Armadas y de Coordinación Bélica, Sir William Perry.

El equipo se trasladó a una instalación militar de la península de Whangaparaoa, en la Isla Norte de Nueva Zelanda, unos 30 kilómetros al norte de Auckland. Se trataba de un emplazamiento fortificado construido para una batería costera, situado en una zona muy accidentada a orillas del golfo de Hauraki. La base, pese a estar relativamente aislada, contaba con buenos accesos por tierra y mar, y disponía de todo lo necesario para alojar al grupo. Para las pruebas a pequeña escala, en uno de los valles vecinos se construyó una represa de tierra para formar una piscina con unas dimensiones aproximadas de 365 metros de largo y 60 metros de ancho, con una profundidad que variaba en escalones de 7,3 metros (24 pies).

La unidad estaba formada en su mayor parte por neozelandeses, a los que se sumaron una decena de especialistas en explosivos enviados por la Marina de los Estados Unidos. Excepto por esa aportación norteamericana y la asistencia científica proporcionada por algunos matemáticos y físicos británicos, el proyecto fue casi exclusivamente neozelandés desde su inicio hasta su fase final.

Precisamente, según el profesor Leech, el escepticismo que demostraron la mayoría de expertos británicos que colaboraron en el proyecto fue uno de los puntos clave que llevaron a su cancelación en enero de 1945. Los neozelandeses enfocaron el tema desde un punto de vista práctico, con un trabajo básicamente experimental, mientras que los esfuerzos británicos para desarrollar en paralelo una base teórica fracasaron al encontrarse con problemas matemáticos insolubles. Pese a ello, tras las investigaciones, el equipo del Proyecto Seal llegó a la conclusión de que la generación de olas con cargas explosivas sumergidas y su uso ofensivo eran posibles, aunque para lograr resultados prácticos iba a ser necesario un trabajo de ingeniería de gran complejidad.

Pero a inicios de 1945, con la guerra ya prácticamente decidida a favor de los aliados, el gobierno neozelandés decidió que no tenía sentido seguir gastando recursos y dinero en una investigación que no iba a dar resultados a corto o medio plazo. El 8 de enero de 1945 se cerró la estación experimental de Whangaparaoa y el Proyecto Seal fue cancelado oficialmente. Hasta ese momento, el equipo de Leech había realizado unas 3.700 pruebas, con cargas explosivas que iban desde menos de 30 gramos hasta casi 300 Kg. El explosivo más utilizado fue el TNT, aunque también se hicieron pruebas con otros, como el nitro-almidón o la gelignita.

En junio de 1947 la historia del Proyecto Seal se filtró a la prensa británica, aunque en una versión un tanto distorsionada. Se afirmaba que estadounidenses, neozelandeses y británicos habían iniciado durante la guerra una investigación sobre un arma secreta que podía dejar obsoleta a la bomba atómica, y que el desarrollo de aquella terrible arma aún continuaba. Lo cierto es que para entonces el proyecto llevaba más de dos años cancelado, y la comparación con la bomba atómica era muy exagerada.

* Wing Commander es el rango equivalente a teniente coronel en la RAF y en otras fuerzas aéreas de la Commonwealth, como la neozelandesa.

Informe sobre el Proyecto Seal firmado por el profesor Leech, desclasificado en 1971:

http://www.wanttoknow.info/documents/project_seal.pdf

2 comentarios:

  1. Muy curioso este proyecto científico para generar tsunamis y tratar de arrasar territorios controlados por los japoneses. Lo malo es que una vez iniciado el tsunami, a ver cómo se las apañaban para controlar y pararlo, una vez que alcanzase las costas del enemigo, sobretodo si se trataba de islas. Los neozelandeses, dentro de la Commonwealth Británica durante la guerra, parece ser que supieron hacer algo más que enviar tropas a ultramar.

    Gran artículo, Nonsei.

    Saludos

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    1. Gracias, Gluntz.
      Me imagino que además de generar la ola buscarían la forma de limitar su alcance y de dirigirla contra el objetivo que se quería atacar, que no se trataría de provocar un tsunami sin ningún tipo de control. Pero no creo que llegasen a conseguirlo.
      Un saludo.

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