Las relaciones entre Winston Churchill y Charles de Gaulle nunca fueron fáciles. El general francés, desde su autoproclamación como “la voz de Francia”, pretendíó siempre ser tratado uno más de los estadistas aliados, al nivel de Churchill, Roosevelt y Stalin, a pesar de que no tenía mucho que aportar al esfuerzo de guerra común y ni siquiera estaba claro su liderazgo sobre la Francia Libre. Su arrogancia y sus desmesuradas exigencias le hacían chocar continuamente con el Primer Ministro británico, que consideraba a De Gaulle más bien un simple refugiado al que caritativamente habían acogido en Inglaterra. Como forma de expresar las molestias que le producía el general, Churchill solía decir: “Todos llevamos nuestra cruz. A mí me ha tocado llevar la Cruz de Lorena” (la Cruz de Lorena, el emblema histórico de la Casa de Anjou, fue elegido por De Gaulle como insignia de la Francia Libre). Un día, cansado de sus continuos enfrentamientos, Churchill propuso una forma de deshacerse del molesto líder francés: “Tengo un plan. A partir de ahora no le suban la botella de leche a su habitación, inutilicen el ascensor, y ya verán cómo la Francia Libre nos presenta la rendición en menos de una semana”.
En sus memorias Churchill reconoce sus problemas con De Gaulle, pero da una explicación bastante curiosa del motivo por el que el general tenía un comportamiento tan desagradable en su trato con los ingleses:
(...) Le parecía esencial para su postura ante el pueblo francés mantener una actitud orgullosa y altiva con respecto a la “pérfida Albión”, a pesar de ser un exiliado que dependía de nuestra protección y vivía entre nosotros. Tenía que ser descortés con los británicos para demostrar a los ojos franceses que no era un títere nuestro. Sin duda llevaba adelante esta política con perseverancia. Incluso un día me explicó su técnica, y comprendí plenamente las dificultades extraordinarias de su problema. Siempre admiré su increíble fuerza.
La verdad, resulta difícil de creer que la actitud orgullosa de De Gaulle fuese un papel que interpretaba de cara a los franceses. Recordemos que el propio De Gaulle solía decir “Yo soy Francia”. Además, sus enfrentamientos no eran habitualmente de cara al público, sino en reuniones privadas, a menudo para tratar cuestiones confidenciales.
Más adelante, Churchill vuelve a referirse a sus problemáticas relaciones con el general francés. Lo menciona cuando explica las dificultades que tuvieron estadounidenses y británicos para conseguir que De Gaulle aceptase colaborar con Giraud después de los desembarcos aliados en los territorios franceses del norte de África. En esta ocasión parece abandonar la teoría de que De Gaulle estaba en realidad interpretando un papel, y da una explicación más “patriótica”: su comportamiento no era otra cosa que la representación de la personalidad francesa:
(...) Es cierto que tuve con él dificultades permanentes y un fuerte antagonismo. No obstante, hubo un elemento predominante en nuestra relación. No podía considerarlo un representante de la Francia cautiva y abatida, ni tampoco de una Francia que tenía el derecho de decidir libremente sobre su futuro por sí misma. Sabía que no le tenía ninguna simpatía a Inglaterra pero siempre reconocí en él el espíritu y la concepción que, a lo largo de las páginas de la historia, proclamaba la palabra “Francia”. Comprendía y admiraba su arrogancia a pesar de que me molestaba. Así era él: un refugiado, exiliado de su país bajo pena de muerte, en una posición totalmente dependiente de la buena voluntad del gobierno británico, y ahora también de la de Estados Unidos, sin ningún punto de apoyo efectivo en ninguna parte y sin embargo lo desafiaba todo. Siempre, incluso cuando peor se comportaba, parecía expresar la personalidad de Francia: una gran nación, con todo su orgullo, su autoridad y su ambición. Decían, en son de mofa, que se consideraba el representante vivo de Juana de Arco, de la que dicen que uno de sus antepasados fue un partidario ferviente. A mí no me parecía tan absurdo.
Sobre la idea que tenía Churchill de la personalidad francesa hay una divertida anécdota. En una ocasión comenzó una de sus habituales discusiones con De Gaulle porque Churchill le ponía trabas para aceptar cierta operación militar que el general francés estaba proponiendo a sus aliados. El argumento del Primer Ministro era que la operación era demasiado costosa y que no se la podrían permitir. De Gaulle, visiblemente molesto, dijo: "Ustedes los ingleses solamente luchan por el dinero, deberían aprender de nosotros los franceses, que luchamos por el honor y la dignidad". Churchill respondió con calma: "Bueno, cada uno lucha por lo que no tiene".
Posiblemente la necesidad de depender de la ayuda extranjera fuese lo que hacía que el orgulloso De Gaulle se comportase con tanta agresividad con sus aliados. Cuando Francia fue liberada y De Gaulle pudo actuar como anfitrión las relaciones entre ambos líderes se suavizaron mucho. Churchill visitó París por primera vez tras la liberación el 11 de noviembre de 1944, el “día del armisticio” (se conmemoraba el final de la Primera Guerra Mundial). De Gaulle pronunció un discurso “muy halagador”, según el propio Churchill, sobre los servicios que el Primer Ministro británico había prestado a Francia durante la guerra. A pesar de todos los enfrentamientos que habían tenido, años después el general De Gaulle, ya como presidente electo de la República Francesa, concedió a Churchill la Orden de la Liberación. Churchill viajó de nuevo a París para asistir a una ceremonia en la que De Gaulle le impuso la condecoración. En esa ocasión también dio una muestra de su sentido del humor, cuando comenzó su discurso diciendo: “Hoy voy a hablaros en inglés. Otras veces me he dirigido a vosotros en francés, pero eso fue durante la época de la guerra, y no quiero someteros de nuevo a las duras pruebas de aquellos días”.
Cada uno barría para su casa. De Gaulle, típico chauvinista francés, y Chrchill tan pragmático y tan absorto en su imperio británico por encima de todo, incluso de las ideas políticas.
ResponderEliminarUn saludo.