No se pasa lista esta mañana. Es el día de Navidad de 1944.
Era mi segunda Navidad como prisionero de guerra. Mirando por la ventana, podía ver las cercas de alambre de púas y los soldados alemanes de guardia tiritando. Como de costumbre, todo parecía igual.
No había nevado, pese a lo que se había pronosticado. Los rumores abundan en este lugar. El día estaba nublado. La temperatura estaba por debajo de los cero grados y el aire estaba pesado. Habría dado cualquier cosa por estar en casa, junto a una estufa caliente o una chimenea.
Casi podía oler la cocina de madre. Estaba un poco deprimido, porque todos creímos que íbamos a estar en casa para Navidad. Por lo menos habíamos oído que sería así. También es uno de los días especiales de mi familia. A partir de hoy, ya no soy un adolescente. Soy un viejo de 20 años.
A la misma hora cada mañana, el sargento Schultz, el oficial de seguridad, pasaba por nuestro barracón y tomaba una taza de té inglés que el sargento Davis (un artillero aéreo británico derribado en 1940) tenía para él. El sargento Schultz, un hombre de 60 años, que había servido en la Primera Guerra Mundial, nos deseó una Feliz Navidad.
Le preguntamos por su familia y lo que había planeado para el día.
"Estar con mi familia, ir a la iglesia, y luego regresar a mis tareas", dijo.
Cuando el sargento Schultz iba a salir a hacer su ronda matinal por el campamento, dudó por un momento.
Mirándome con una leve sonrisa en su rostro, el sargento buscó bajo su largo abrigo del uniforme de invierno y sacó una botella de vino y una manzana. No había visto una manzana desde que salí de los Estados Unidos. "Feliz Navidad y feliz cumpleaños", dijo mientras me entregaba los regalos, y desapareció por la puerta en un frío día de invierno. Fue un momento que nunca olvidaré.
(http://www.axpow.org/christmasduringwwii.htm)
El que relata esta historia es Elliott Wilson, tripulante de un B-17 derribado sobre Alemania en abril de 1943.
A veces, en las circunstancias más duras y crueles, surgen estos pequeños destellos de humanidad que hacen la desgracia más soportable.
ResponderEliminarUn saludo y feliz día de Navidad.
Je, feliz solsticio, Cayetano.
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