Cuando Etiopía estuvo en guerra con Corea del Norte

El 3 de octubre de 1935, cumpliendo los sueños imperiales de Mussolini, 100.000 soldados italianos iniciaron la invasión de Etiopía desde su colonia de Somalia. Las fuerzas armadas etíopes eran numerosas, pero estaban mal equipadas y desorganizadas. En ocasiones no eran más que grupos armados con lanzas dirigidos por los jefes de los clanes locales. Así que en apenas unos meses el moderno ejército italiano logró acabar con la resistencia etíope y conquistó el país. A comienzos de mayo del año siguiente el general Badoglio entraba en Addis Abeba, la capital, y el emperador Haile Selassie tenía que huir al exilio.

La Sociedad de Naciones condenó la agresión y decretó un embargo económico contra Italia, pero, al no afectar a las materias primas necesarias para continuar la guerra, las sanciones no tuvieron ningún efecto. En realidad las dos potencias más influyentes en la Sociedad de Naciones, Gran Bretaña y Francia, estaban más interesadas en evitar conflictos con Italia que en defender de la agresión a otro Estado miembro como era Etiopía. El 30 de junio de 1936, el emperador exiliado llegó a la sede de la Sociedad de Naciones en Ginebra para dar un discurso en el que pretendía denunciar la agresión italiana y la política de apaciguamiento que la permitía. Su intervención fue saboteada por fascistas llegados desde Italia, y el emperador tuvo que abandonar el edificio sin poder dirigirse a la asamblea ante los abucheos de los partidarios de Mussolini. Haile Selassie mostró su ira contra la comunidad internacional y el organismo que teóricamente la representaba con una declaración que resultaría profética: "Hoy nos sucedió a nosotros. A ustedes mañana".

Solo quince años después, el mundo había cambiado radicalmente. La política de apaciguamiento con la que las grandes potencias habían tratado de evitar el enfrentamiento con Hitler y Mussolini resultó un fracaso que condujo a una guerra mundial. Del conflicto había salido un mundo dividido en dos bloques liderados por las dos nuevas superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética. La Sociedad de Naciones había sido sustituida por la Organización de las Naciones Unidas, nacida con la misma pretensión que aquella de ser el instrumento que sirviese para evitar conflictos entre estados y mantener la paz mundial.

Entonces se produjo una de las primeras y más graves crisis que pusieron a prueba a la ONU durante la guerra fría. En junio de 1950 el ejército de Corea del Norte cruzó el paralelo 38, la frontera con Corea del Sur, comenzando una invasión que muchos creyeron que era solo el primer paso de una ofensiva general de los países comunistas contra Occidente. Las Naciones Unidas aprobaron la formación de una fuerza militar liderada por Estados Unidos para acudir en ayuda de Corea del Sur (con un régimen militar aliado de los norteamericanos) y expulsar del país a los invasores del Norte y su aliado, la República Popular de China. El emperador Haile Selassie, que tras la guerra mundial había recuperado su trono, vio la oportunidad de dejar en evidencia el comportamiento de la comunidad internacional que quince años antes había abandonado a su país. Para demostrar al mundo que sus críticas eran sinceras y que estaba dispuesto a predicar con el ejemplo, el emperador decidió contribuir a la coalición de las Naciones Unidas con una fuerza militar formada por varios millares de hombres, en una evidente desproporción con la importancia política y económica de su país, y a pesar de que hasta ese momento las relaciones diplomáticas, económicas o de cualquier tipo entre Etiopía y Corea, y en general entre Etiopía y todo Extremo Oriente, eran prácticamente inexistentes.

La fuerza expedicionaria etíope recibió el nombre de Batallón Kagnew (en realidad fueron tres batallones de algo más de un millar de hombres cada uno, que fueron enviados sucesivamente entre 1951 y 1953). "Kagnew" era el nombre del caballo de batalla del Ras Makonnen, el padre del emperador Haile Selassie. El batallón estaba formado íntegramente por oficiales y soldados de la 1ª División de la Guardia Imperial. Esta división estaba considerada una unidad de élite, aunque no era más que una de las cuatro divisiones que componían las modestas Fuerzas Armadas regulares del Imperio, en concreto la encargada de la defensa de Eritrea y el norte del país. Las tropas seleccionadas recibieron un entrenamiento intensivo en las montañas de Etiopía para aclimatarse al frío antes de partir hacia Corea.

En Corea los Kagnews fueron integrados en la 7ª División de Infantería de los Estados Unidos. Pese a que no era un contingente muy numeroso en comparación con los de otros países, los etíopes pronto se hicieron destacar entre sus aliados. En eso seguro que influyó el hecho de que hasta entonces la inmensa mayoría de los coreanos nunca habían visto a un hombre de raza negra, pero por lo que realmente se distinguieron fue por su comportamiento en combate. Los soldados etíopes habían recibido una consigna muy sencilla: “Nunca permitan que les capturen en el campo de batalla”. Y la cumplieron a rajatabla. El Batallón Kagnew fue el único contingente militar que acabó la guerra sin que ninguno de sus hombres hubiese sido hecho prisionero. Otra cosa que les hizo famosos fue la costumbre que tenían de llevarse a sus muertos con ellos. Nunca los abandonaban en el campo de batalla. Además de una muestra de respeto hacia sus compañeros caídos, era una forma de guerra psicológica, ya que esperaban que, al no encontrar ningún cadáver, sus enemigos acabasen creyendo que los etíopes eran poco menos que inmortales. En aquella época era una práctica inusual que impresionó a sus aliados estadounidenses. De hecho, poco después empezaron a copiarles y hoy es una de las señas de identidad de algunas unidades como los Marines.

Soldados del Batallón Kagnew en Corea:


Por aquel entonces en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos aún se estaban dando los primeros pasos para acabar con la segregación racial, pero el batallón de etíopes no tuvo ningún problema en ese sentido. Los Kagnews se ganaron en el campo de batalla el respeto de los norteamericanos, como prueban las numerosas condecoraciones estadounidenses que les fueron otorgadas, entre ellas dieciocho Estrellas de Bronce y una Estrella de Plata. Esta última fue para Mamo Habtewold, un joven teniente que había llegado a Corea en el tercer reemplazo del Batallón Kagnew. Mamo también fue nombrado “Caballero de la Orden del Emperador Menelik”, la más alta distinción de Etiopía..

Una noche de mayo de 1953 una pequeña patrulla de reconocimiento de quince hombres (catorce etíopes y un cabo estadounidense) conducida por el teniente Habtewold fue sorprendida por un ataque chino. Los Kagnews lograron rechazar a los atacantes, pero cuando los chinos se retiraron cuatro de los hombres habían muerto, entre ellos el norteamericano, y todos los demás estaban heridos. Su situación era desesperada. Estaban incomunicados y rodeados, y Mamo era el único en condiciones de seguir combatiendo. Los ataques chinos continuaron de forma intermitente durante toda la noche.

“Trataron de tomar prisionero a mi operador de radio, pero maté al soldado chino y salvé a ese hombre. Una vez vinieron a rematarnos cuando todos estábamos heridos, lancé una granada de mano y los maté. Fue muy duro (…) Fui herido varias veces. Yo estaba cansado, agotado, y caí inconsciente en dos ocasiones. Lo más importante era encontrar una radio para comunicarme con la artillería americana. Pero nuestras tres radios habían sido destruidas. Di mi pistola a un soldado para que me cubriese mientras yo iba en busca de una radio. Me desmayé de nuevo. Tenía miedo de ser capturado, quería matarme. Pero cuando ordené al soldado que me devolviera mi pistola, él se negó, y los otros soldados, dijeron: ‘¡No se la des!‘”.

Al fin Mamo logró encontrar una radio y pudo solicitar refuerzos y apoyo artillero para detener los ataques chinos. Cuando llegaron las tropas estadounidenses, Mamo y sus hombres fueron evacuados. Él era el único que se mantenía en pie:

”Todos se fueron al hospital, yo fui el único que regresé al bunker. Es como un hombre que vive con su familia, toda la familia ha muerto y regresa a una casa vacía. Así es como me sentía. Estaba tan apesadumbrado... Estaba muy deprimido”.

Entre junio de 1951 y abril de 1954 un total de 3.158 etíopes sirvieron en Corea durante la guerra, sufriendo 121 bajas mortales y 536 heridos. Cuando regresaron a Etiopía, llevando de vuelta a sus muertos, los soldados del Batallón Kagnew fueron recibidos como héroes. Una multitud salió a recibirles por las calles de Addis Abeba.

Fuentes principales:
http://en.wikipedia.org/wiki/Kagnew_Battalion
http://www.theworld.org/2012/09/ethiopias-korean-war-hero/


4 comentarios:

  1. Curiosísima historia, la de estas tropas etíopes enviadas a Corea, que no dejaron atrás a nadie, ni muertos ni prisioneros. Y gran lección del emperador Haile Selassie a las potencias occidentales, que en 1936 miraron hacia otro lado mientras su país era invadido por los italianos. Por cierto las mismas potencias occidentales que en ese mismo año de 1936, miraron hacia otro lado, en la Guerra Civil Española, permitiendo que alemanes e italianos, incumplieran de forma vergonzosa los términos de neutralidad, que Berlín Y Roma habían suscrito.

    Buen artículo, Nonsei

    Saludos

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    1. Es cierto. La política de no intervención impulsada por Gran Bretaña y seguida por Francia dejó sin defensa a la República española. Al hacer que Alemania e Italia firmasen los acuerdos de no intervención salvaban la cara dando una imagen de estar trabajando para la paz. Y con eso les bastaba, porque después miraban para otro lado cuando Alemania e Italia los incumplían.
      Aunque aquí lo olvidamos a menudo, pero la primera víctima de la política de apaciguamiento no fue España, sino Etiopía.

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