El plan italoespañol para bombardear Gibraltar

A comienzos de junio de 1940, pocos días antes de la entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial, el ministro de Exteriores italiano Galeazzo Ciano escribió una carta al ministro de Gobernación español, Ramón Serrano Suñer, en la que explícitamente le solicitaba permiso para que bombarderos italianos repostasen en bases aéreas españolas ”al regreso de una importante acción de guerra”. En su respuesta, Serrano ofrecía la colaboración española “no sólo por una vez, sino por todas las que ustedes quieran”. El entusiasmo de Serrano contrastaba con la desconfianza con la que el ministro de Exteriores, Juan Beigbeder, veía las maniobras italianas para empujar a España hacia la beligerancia plena. Pero Ciano sabía a quién dirigirse. Había conocido a Serrano un año antes, durante un viaje oficial del ministro español a Italia, y ambos (Cuñadísimo y “yernísimo”) habían congeniado. Serrano le hizo algunas confidencias sorprendentes, como que ambicionaba el cargo de ministro de Exteriores (que por entonces ocupaba Jordana, un monárquico anglófilo), sugiriendo que Mussolini podría interceder ante Franco a su favor. Se mostró incondicionalmente pro-Eje y muy hostil hacia Gran Bretaña y Francia. Ciano se quedó impresionado por su energía y su elocuencia. Tanto él como Mussolini le consideraban ”el puntal más firme del Eje en el régimen de Franco”.

Lo que en principio iba a ser un simple permiso a una fuerza de bombardeo para repostar en el vuelo de regreso a Italia (en el mensaje original no se especificaba, pero era evidente que el objetivo iba a ser Gibraltar), en algún momento se convirtió en un plan para bombardear la colonia británica partiendo desde bases españolas. Aquello era un acto de guerra que, de descubrirse, pondría en grave peligro la recién declarada no beligerancia española. Puenteando al ministro de Exteriores, Serrano consiguió de Franco el permiso para iniciar los preparativos necesarios. El ministro del Aire era el general Juan Yagüe, falangista convencido, probablemente el único en el gobierno de Franco que podía competir con Serrano en lo que a pasión por el Eje se refiere. Yagüe era un abierto admirador del régimen nazi cuyo sueño era construir una Fuerza Aérea Española a imagen y semejanza de la Luftwaffe. Así que el ministro no tuvo ningún problema en aceptar la tarea de iniciar, con la mayor discreción, la colaboración con los italianos.

Un alto mando de la Regia Aeronautica, el general Ruggero Bonomi (que conocía España por haber participado en la Guerra Civil con la Aviazione Legionaria), viajó a Madrid para concretar los detalles del plan. Aunque no está claro qué reuniones mantuvo ni con quién, el hecho es que Bonomi consiguió el visto bueno de las autoridades españolas. El 29 de junio el comandante de la base aérea de El Carmolí, en Murcia, recibió la orden de preparar el aeródromo con el máximo secreto para la llegada inminente de dos escuadrillas de bombarderos italianos. La tarde del domingo 30 de junio aterrizaron en El Carmolí diez Savoia-Marchetti S.M.79 de las escuadrillas 204ª y 205ª del 41º Grupo de Bombardeo Terrestre, con base en Ciampino Norte, cerca de Roma. Al mando de la fuerza de ataque estaba el comandante Ettore Muti, que además de oficial de la Regia Aeronautica era el secretario del Partido Nacional Fascista (lo que indica la importancia política que el gobierno de Mussolini daba a la operación).

El comandante Ettore Muti, veterano de la Aviazione Legionaria, amigo personal de Galeazzo Ciano y alto cargo del partido fascista, fue el elegido para dirigir la misión:


Pero la llegada de los aviones italianos se produjo en el momento más inoportuno. Franco acababa de destituir al general Yagüe como ministro del Aire. La excusa oficial fue que Yagüe había hecho unos comentarios muy poco diplomáticos al embajador del Reino Unido, Samuel Hoare. El general le había espetado que Inglaterra estaba acabada y que merecía su derrota, provocando la indignación del gobierno británico. En realidad sus palabras no eran muy distintas a las que el propio Franco había dirigido a Hoare unos pocos días antes: “¿Por qué no acaban la guerra ahora? Nunca vencerán. Todo lo que sucederá, si se permite que la guerra continúe, es la destrucción de la civilización europea”. Aunque los motivos reales del cese de Yagüe aún no están del todo claros, parece ser que a Franco le llegaron informaciones sobre la participación del ministro en una conspiración militar que pretendía derrocarle. Yagüe llevaba tiempo criticando abiertamente a Franco y apoyando las posturas del falangismo más radical. Tras el cese fue confinado durante unos meses en su pueblo natal de San Leonardo, en Soria (más tarde renombrado San Leonardo de Yagüe en su honor).

Aunque la destitución de Yagüe no tenía ninguna relación directa con la misión de bombardeo a Gibraltar, acabó suponiendo su cancelación. Todo se había preparado al margen de los mandos locales y de la Región Aérea de Levante, que no tenían ningún conocimiento de la operación. Todas las órdenes venían directamente de Madrid. Pero Franco no había nombrado sucesor, por lo que en esos momentos no había nadie al frente del Ministerio del Aire español. El personal del aeródromo de El Carmolí esperaba la orden para proceder al repostaje y permitir el despegue de los bombarderos italianos. Aquella orden nunca llegó. Al parecer Ettore Muti voló a Madrid en un avión pilotado por un teniente español para tratar de conseguir la autorización, pero fue inútil. El jefe del Estado Mayor del Aire, prudentemente, se negó a dar la asistencia prometida a los italianos.

Finalmente se permitió a los bombarderos repostar para regresar a Italia. Se hizo de forma escalonada, en los dos días siguientes, en grupos de tres o cuatro aviones, para impedir que continuasen con su misión de bombardeo a pesar de la prohibición española.

El gobierno de Mussolini no volvió a comprometer la neutralidad española solicitando a Franco su colaboración directa para un raid contra Gibraltar. Aun así, el sucesor de Yagüe en el Ministerio del Aire, el general Juan Vigón, continuó dando facilidades a la Regia Aeronautica. Durante la guerra la aviación italiana bombardeó Gibraltar hasta en quince ocasiones. Fueron casi todas incursiones realizadas por pocos aparatos (a veces uno solo), que partían generalmente desde bases aéreas en Cerdeña. Siempre llegaban a su objetivo sobrevolando territorio español, sin que las autoridades españolas hiciesen nada por impedirlo ni presentasen la más mínima protesta. Al contrario, era habitual que en el vuelo de regreso los bombarderos italianos hiciesen escala en aeródromos españoles para repostar o efectuar reparaciones. La convención de La Haya obligaba a los países neutrales a internar aparatos y tripulantes hasta el final del conflicto cuando éstos hubiesen llegado a su territorio después de participar en una acción de guerra. Pero eso no se cumplía en el caso de los italianos, a los que se les permitía seguir su camino tras darles la asistencia que solicitaban.

La situación cambió a partir del 20 de octubre de 1942. Esa noche un bombardero italiano que participaba en una misión contra Gibraltar lanzó por error tres bombas sobre La Línea de la Concepción, causando dos muertos y doce heridos. Jordana, que había regresado al Ministerio de Exteriores sustituyendo a Serrano Suñer, vio la oportunidad de utilizar el incidente para reforzar la política de neutralidad española y consiguió el compromiso de Vigón de no permitir violaciones del espacio aéreo español por parte de la aviación italiana. Aun así, hubo otros dos ataques más, ya muy tardíos (junio de 1943 y junio de 1944, este último a cargo de aviones de la República de Saló) en los que los bombarderos sobrevolaron territorio español durante cientos de kilómetros sin ser molestados.

2 comentarios:

  1. No me parece muy raro que ni en 1944 molestasen a los Italianos, entre que España siempre fue bastante laxa a que los combatientes la sobrevolasen, y que estos iban a por el peñón....

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    1. La verdad es que sí sorprende un poco. La guerra estaba ya claramente decantada a favor de los Aliados y no estaba la situación como para andar haciendo favores al Eje.
      Lo cierto es que en esa última misión sí que hubo un cambio. Uno de los bombarderos aterrizó por problemas mecánicos en una base española en el vuelo de vuelta, y por primera vez las autoridades españolas internaron el avión, aunque la tripulación fue repatriada.

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