Misión Yak

Peter Fleming era un aventurero británico que se hizo popular en la década de los 30 con sus libros de viajes. En 1932 participó en una expedición de rescate del coronel Percy Fawcett, desaparecido unos años antes en el Matto Grosso, en Brasil. Del coronel Fawcett no encontraron ni rastro, pero el libro que escribió Fleming, Brazilian Adventure, fue todo un éxito. Eso le valió para que The Times le enviase a Manchuria, en aquella época uno de los “puntos calientes” del planeta, para que relatase la situación en aquel territorio. De allí salió un nuevo libro titulado One's Company. En 1936 publicó su tercer libro, News from Tartaria, en el que relataba un viaje que hizo desde Pekín a Cachemira.

Peter Fleming en uno de sus viajes por Asia:


Al estallar la Segunda Guerra Mundial Fleming se alistó en el MI(R) -Military Intelligence (Research)-, la unidad precursora del SOE -Special Operations Executive-, encargada de las operaciones de sabotaje y apoyo a los grupos de resistencia en territorio ocupado por el enemigo. Recurriendo descaradamente a sus contactos (su padre, muerto en la Primera Guerra Mundial, había sido amigo íntimo de Winston Churchill), Fleming logró que le asignasen su primera misión durante la campaña de Noruega, un reconocimiento aéreo sobre el puerto de Namsos con un hidroavión Sunderland. La misión de Fleming no sirvió para mucho más que para unirse a las fuerzas británicas que desembarcaron en el norte de Noruega y retirarse con ellas al finalizar la desastrosa campaña. En el verano de 1940, cuando una invasión alemana de las Islas Británicas parecía más que probable, Fleming recibió el encargo de organizar en el sur de Inglaterra grupos de resistencia en la retaguardia. Pero la amenaza de invasión prácticamente desapareció tras la derrota de la Luftwaffe en la Batalla de Inglaterra, y Peter Fleming no estaba dispuesto a quedarse en la retaguardia enseñando a civiles cómo fabricar petardos caseros. Era un hombre de acción, y en aquellos meses la acción estaba en el norte de África.

En las contraofensivas del otoño y el invierno de 1940, que habían expulsado a los italianos de Egipto y de la Cirenaica, los británicos habían capturado a miles de prisioneros de guerra. El gobierno británico tuvo la idea de formar una “Legión Garibaldi” con voluntarios italianos antifascistas reclutados en los campos de prisioneros. Fleming recurrió de nuevo a sus contactos para que le asignasen la misión. Cuando le concedieron el permiso hizo llamar a algunos amigos suyos con los que formó una especie de miniejército particular compuesto por media docena de oficiales, todos ellos auténticos caballeros británicos, con sus respectivos ordenanzas. Entre los miembros del equipo se encontraban Norman Johnstone, un colega de Fleming (al igual que él era oficial en la reserva de los Granaderos de la Guardia) y Mark Norman, un subalterno del cuerpo de voluntarios de caballería de Hertfordshire que «no tenía ni idea de qué iba el asunto». El grupo se trasladó al centro de adiestramiento de comandos de Lochailort, en Escocia, donde recibieron un curso intensivo de explosivos y combate cercano. Su nombre en clave, “misión Yak”, estaba inspirado en el libro de Fleming News from Tartary. Equipados con una tonelada de explosivos plásticos, cuarenta mil libras esterlinas y diccionarios de bolsillo inglés/italiano (solo uno de ellos hablaba esa lengua), se dirigieron a El Cairo gozando de una “prioridad absoluta”. Los hombres de Fleming se recorrieron los campos de prisioneros de Egipto sin conseguir ni un solo voluntario para su legíón.

A pesar de su fracaso, Fleming no estaba dispuesto a disolver tan pronto su unidad. Una vez más buscó una misión que le permitiese estar en el centro de los acontecimientos. Todo parecía indicar que en los meses siguientes el frente principal de la guerra iba a estar en los Balcanes. Gran Bretaña había comenzado a desplegar tropas en Grecia. Los griegos habían rechazado el intento de invasión italiano y su contraataque les había llevado hasta Albania, pero se cernía sobre ellos la amenaza cada vez mayor de una intervención alemana desde Bulgaria y quizá desde Yugoslavia, que hacía lo que podía para resistir las presiones de Hitler para unirse al Eje. A finales de marzo Peter Fleming convenció a George Pollock, el director del SOE en El Cairo, para que les permitiese ir a Yugoslavia “a apuntalar la determinación del príncipe Pablo”. Pero la situación en los Balcanes era tan cambiante que antes de partir tuvieron que modificar sus planes. Cuando finalmente Yugoslavia se adhirió al Pacto Tripartito, decidieron que la misión Yak se dirigiría al norte de Grecia para formar grupos de resistencia en la región. Los hombres de Fleming consiguieron plaza en un barco que partía de Alejandría con destino a Atenas. Tras desembarcar en la capital griega se dirigieron al norte con vehículos que habían conseguido gracias a sus campañas públicas de recaudación de fondos y “armados hasta las cejas con fusiles y subfusiles Tommy”. A finales de la primera semana de abril llegaron a las montañas de la frontera con Yugoslavia. Allí, después de que sus ordenanzas montasen el campamento y levantasen las tiendas “como si estuviéramos en un safari”, Fleming envió un mensaje a la central del SOE en Londres: “Domino el desfiladero de Monastir”. Probablemente no se hubiese mostrado tan triunfalista de haber sabido que en esos momentos el XL Panzerkorps alemán estaba avanzando a través de la región yugoslava de Macedonia, al otro lado de la frontera. El plan alemán era girar al sur para cruzar la frontera con Grecia y flanquear la línea Metaxas, una poderosa linea defensiva construida para frenar una posible invasión desde Bulgaria.

El inesperado colapso de Yugoslavia, tan solo unos días después, dejó a los hombres de la misión Yak justo en medio de una de las principales rutas de invasión alemanas. Para defender el paso de Monastir el general Jumbo Wilson, comandante de las fuerzas de la Commonwealth en Grecia, envió a la zona una fuerza de dos batallones al mando del general australiano Iven Mackay. Cuando los australianos fracasaron en su intento de contener a los alemanes y comenzaron su retirada hacia el sur, Peter Fleming decidió que habría sido un suicidio quedarse para formar grupos de resistencia tras las líneas enemigas. Así que la misión Yak, actuando como un grupo especializado en demoliciones, se unió a los hombres de Mackay ayudando a cubrir su retirada desde la frontera macedonia. En la carretera de Florina volaron un puente de gran importancia estratégica, pero si en algo se especializaron fue en en volar trenes, tratando de no dejar atrás nada que pudiese ser utilizado por los invasores alemanes. En Amynteon destruyeron veinte locomotoras.

Con los alemanes avanzando imparables por la costa norte del golfo de Corinto, lo único que podía hacer el general Wilson era tratar de ganar tiempo para organizar la evacuación de sus hombres. Para retrasar la llegada de los alemanes al Peloponeso Wilson encomendó a Fleming bloquear la carretera que unía Naupaktos con Missolonghi, al norte del golfo. Los hombres de la misión Yak habían agotado sus explosivos, por lo que tuvieron que cruzar el istmo de Corinto para ir a un almacén a buscar unas bombas de 200 kilos y regresar con ellas a la costa norte en un caique (una pequeña goleta utilizada en la región para la pesca). Las demoliciones que improvisaron los hombres de Fleming en la carretera consiguieron su objetivo de entorpecer el avance de las tropas alemanas.

El 24 de abril los últimos miembros de la misión militar y de la legación diplomática británica abandonaron Atenas con destino a Creta. El embajador, sir Michael Palairet, y el agregado militar, coronel Jasper Blunt, fueron evacuados en un hidroavión junto al rey de Grecia y el primer ministro. El resto se dirigieron a El Pireo para embarcar en el Kalanthe, un yate de vapor requisado por la armada griega y puesto a disposición de la legación británica. A bordo del Kalanthe, además de varios miembros de la misión militar y unas cuantas personalidades griegas, embarcaron la mujer del coronel Blunt, Doreen, con sus hijos, y el primer secretario de la legación, Harold Caccia, con su mujer, sus hijos, el ama de cría china y sus perros. También embarcaron los hombres de la misión Yak, con las armas y los explosivos que les quedaban, haciéndose cargo de la defensa del barco. Se daba la circunstancia de que Nancy, la esposa de Harold Caccia, era hermana de Oliver Barstow, uno de los hombres de Fleming.

Al anochecer del 24 de abril abandonaron El Pireo. Como la aviación alemana tenía el control absoluto del aire, estaban obligados a navegar solo de noche y ocultarse durante el día. Al amanecer el Khalante fondeó en la bahía de una isla deshabitada del archipiélago de Milos llamada Poliaigos. Los pasajeros desembarcaron en botes y se dispusieron a pasar en la pequeña isla un agradable día de playa. A bordo del Kalanthe permanecieron la tripulación griega y varios de los hombres de la misión Yak, haciendo guardia junto a sus ametralladoras Lewis. Por la tarde tres Stukas alemanes avistaron el yate y picaron contra él. Sin amilanarse por el fuego de las tres ametralladoras (Mark Norman y Oliver Barstow manejaban las situadas a ambos lados del puente y Fleming la de popa, con un ayudante cada uno de ellos) los bombarderos hicieron varias pasadas hasta que una bomba dio de lleno en el barco. La explosión mató a nueve hombres e hirió a otros seis. Uno de los muertos fue Oliver Barstow. Mark Norman fue herido de gravedad y Peter Fleming quedó contusionado. Harold Caccia y Norman Johnstone acudieron con un bote desde la costa para ayudar a evacuar el barco en llamas. Los heridos fueron atendidos en la playa por las mujeres del grupo (una de ellas Nancy Caccia, que acababa de perder a su hermano), que habían participado en una unidad de enfermeras voluntarias.

Tres días después llegó un caique enviado desde Creta para rescatarles. El hombre que fue a buscarles era un agente del servicio secreto británico que se hacía llamar Rodney Bond. Según Harold Caccia, años después Peter Fleming sugirió ese nombre a su hermano pequeño Ian para el protagonista de su primera novela. Peter era el escritor famoso de la familia, e Ian le enviaba los manuscritos para que los revisase. La novela se publicó en 1953 con el título Casino Royale, y su protagonista, un elegante agente secreto al servicio de Su Majestad, se llamó finalmente James Bond (aunque, según el propio Ian Fleming, el origen del nombre del personaje es otro, como nos cuenta Cayetano en La tinaja de Diógenes). Durante la guerra Ian Fleming había sido oficial de la inteligencia naval británica.

El caique les llevó a la isla de Santorini. Allí el grupo embarcó un pequeño carguero que también estaba siendo utilizado para evacuar tropas a Creta. Por la noche el barco partió de Santorini y a la mañana siguiente llegaron al puerto de Iraklion. En Creta terminó la historia de la misión Yak.

Fuentes:
Antony Beevor: La batalla de Creta
http://www.exordio.com/1929-1945/personajes/fleming.html
Foto: http://users.swing.be/sw225214/fleming.html


5 comentarios:

  1. Interesante la hsitoria de Peter Fleming, yo conozco poco más de la de Ian. ¿Qué sabrías decirme de las relaciones de Ian con Alister Crowley durante su servicio de inteligencia en la guerra?

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  2. Absolutamente nada, pero suena interesante. Merecería la pena investigar un poco.
    El SOE (que era la organización de Peter Fleming, pero no la de Ian) tenía en nómina un astrólogo llamado Louis de Wohl con el que trataban de adelantarse a las predicciones que le hacían a Hitler sus propios adivinos. Pero no era en realidad un caso de "guerra mágica", sino de guerra psicológica. Se dice que a Churchill le enfurecía que los servicios de contrainteligencia perdiesen el tiempo persiguiendo a magos y videntes (porque lo hicieron, en algún caso).

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  3. Muy buena esta entrada.
    Un hombre tenaz este Fleming, haciendo honor al apellido.
    Y dejas abierta la puerta a posibles interpretaciones.
    Gracias por citar mi blog.
    Un saludo.

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  4. Magistral como siempre

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  5. No será tanto, Ernestico.

    Cayetano, no tengo más remedio que dejar la puerta abierta. Yo no puedo llevar la contraria al propio Fleming.

    Saludos.

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