Como es sabido, Hitler pretendió utilizar los Juegos Olímpicos de Berlín para mostrar al mundo la fuerza de su régimen y la superioridad de la raza germánica. Y lo cierto es que los deportistas alemanes lograron unos resultados espectaculares, difíciles de superar. Pero curiosamente, si hubo un gran héroe alemán en los Juegos, no fue ninguna de las estrellas del atletismo o la natación, sino un joven y desconocido oficial del ejército, el componente menos experimentado del equipo que iba a competir en el concurso completo de hípica.
En aquella época el concurso completo, o Prueba de los Tres Días, estaba reservado exclusivamente a militares, que incluso tenían que competir de uniforme. El equipo alemán lo componían tres oficiales de caballería de la Wehrmacht, los capitanes Ludwig Stubbendorf y Rudolf Lippert y el teniente Konrad von Wangenheim, un joven de Hannover de 26 años, hijo de un oficial del Ejército Imperial. Los alemanes se habían preparado a conciencia para los Juegos, aprovechándose de la ventaja de jugar en casa. Durante meses estuvieron entrenado en el recorrido en el que se iba a celebrar la prueba de fondo y en una réplica exacta del circuito de obstáculos que se iban a encontrar en el Estadio Olímpico. Tradicionalmente la prueba de obstáculos del concurso completo de hípica era la última que se celebraba en los Juegos. El equipo alemán tendría competir en el Estadio Olímpico inmediatamente antes de la ceremonia de clausura, con el palco de autoridades repleto de personalidades y el país entero pendiente de ellos. Así que cuando comenzó la competición la presión a la que estaban sometidos no podía ser mayor. Solo les valía el oro.
No empezaron bien las cosas para los alemanes. Después de primer día, en el que se desarrolló la competición de doma, Stubbendorf ocupaba el primer puesto en la clasificación general y Lippert era sexto, pero Von Wangenheim y su caballo Kurfürst se habían descolgado hasta el 24º puesto. Estaba obligado a remontar al día siguiente en la prueba de fondo para que su equipo pudiese seguir optando a la victoria.
Como no podía ser de otra manera, Von Wangenheim comenzó la prueba de cross-country arriesgando al máximo. En el cuarto obstáculo, un combinado de seto y foso de agua, Kurfürst tropezó y el jinete salió violentamente despedido, con tan mala suerte que al golpear contra el suelo se rompió la clavícula. En la prueba no estaban permitidos los cambios, los tres jinetes que habían comenzado eran los que tenían que acabarla. Wanhemheim sabía que las opciones de medalla de su equipo dependían de él. Aguantando el dolor, volvió a montar su caballo y logró superar los treinta y dos obstáculos restantes sin ningún otro fallo. No solo consiguió completar el circuito, sino que terminó la prueba remontando hasta el octavo puesto de la clasificación individual. Eso permitió al equipo alemán llegar a la prueba de obstáculos de la tercera y definitiva jornada con posibilidades de luchar por la medalla de oro.
El 16 de agosto de 1936, el último día de los Juegos Olímpicos de Berlín, fue un día soleado y caluroso. El Estadio Olímpico estaba lleno hasta la bandera, con cien mil espectadores esperando ver los últimos triunfos alemanes en los Juegos, Se había preparado un exigente circuito de doce obstáculos y 1.100 metros de longitud, que tenía que ser completado por los jinetes en un máximo de 155 segundos. El teniente Von Wangenheim apareció entre los 38 participantes con su brazo izquierdo en cabestrillo. Antes de montar a Kurfürst y comenzar su prueba se inmovilizó el brazo lesionado uniéndolo fuertemente al cuerpo.
Los primeros saltos los solventaron sin problemas, pero al llegar a un doble obstáculo Kurfürst se encabritó y cayó al suelo sobre Wangenheim. Fue tan aparatosa la caída que hubo quien pensó que caballo y jinete habían muerto. Lo que nadie dudaba era que la competición se había acabado para ellos. Y entonces ocurrió algo increíble. Kurfürst se levantó, y el teniente Von Wangenheim, haciendo un gran esfuerzo, volvió a sentarse en su silla de montar. Ensangrentado, pero erguido, demostrando una enorme fuerza de voluntad, el oficial superó el resto de obstáculos y completó el concurso dentro del tiempo permitido.
Alemania ganó la medalla de oro por equipos gracias al sacrifico de Von Wangenheim, que siguió compitiendo cuando cualquier otro jinete se habría retirado. Además Stubbendorff ganó también el oro en la categoría individual. Poco después se celebró la ceremonia de clausura. Los Juegos de Hitler habían concluido de una forma que ni el mismísimo Goebbels habría podido mejorar, con una victoria épica y el encumbramiento de un nuevo héroe nacional.
Von Wangenheim continuó en el Ejército durante la guerra. En julio de 1944 fue capturado por el Ejército Rojo durante la operación Bagration. Ocho años después era uno de los últimos diez mil prisioneros alemanes que todavía esperaban para ser repatriados. No llegó a regresar a Alemania. Fue encontrado ahorcado el 28 de enero de 1953, poco antes de su liberación. Probablemente se suicidó.
El equipo alemán del concurso completo de hípica, con el teniente Konrad von Wangenheim (el primero por la derecha):
Fuentes:
http://www.marca.com/blogs/tirandoadar/2010/12/26/berlin-1936-los-nazis-y-el-teniente-von.html
http://101olympians.blogspot.com/2008/08/konrad-freiherr-von-wangenheim-arm-in.html
http://en.wikipedia.org/wiki/Konrad_Freiherr_von_Wangenheim
http://www.munzinger.de/search/portrait/Konrad+Freiherr+von+Wangenheim/0/5777.html
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