La bomba de dardos venenosos

En junio del 2009 se desclasificaron unos documentos del centro de investigación militar británico de Porton Down que revelaban un proyecto de 1941 para desarrollar un arma terrible: bombas de racimo cargadas con miles de dardos venenosos, que se clavarían en la piel y si no se retiraban inmediatamente podrían causar la muerte en menos de treinta minutos.

Los dardos, con cola de papel, tenían tan solo unos cuatro gramos de peso. Lanzados desde gran altura (según se dice a unos 3.000 metros), podían “penetrar en seis pulgadas de carne, o hasta que den en el hueso”. Estaban rellenos de un veneno sin identificar, aunque en los informes se describe con bastante detalle cómo actuaba, según las pruebas que se hicieron con ovejas. Dejaba a los animales incapacitados en menos de cinco minutos, con efectos que incluían salivación y sudoración profusas, diarrea aguda y vómitos. La muerte se producía en menos de media hora.

Esquema de uno de los dardos venenosos:


En los documentos está incluida la correspondencia intercambiada entre el centro de investigación y el fabricante de máquinas de coser Singer de Bristol para solicitarles un determinado tipo de aguja. Fue el propio jefe de investigación en armas químicas de Gran Bretaña, el Dr. Paul Fildes, quien escribió personalmente a la empresa, aunque debido a la naturaleza secreta del proyecto no pudo dar muchos detalles sobre lo que necesitaban concretamente. Así se ve por la respuesta que recibió de Singer el 24 de diciembre de 1941: "Tememos no entender muy bien sus necesidades. A partir de sus observaciones, parece que las agujas son necesarias para otros usos distintos de las máquinas de coser. En cualquier caso, nos gustaría ayudarle, si es posible”.

Al final el proyecto fue descartado, ya que se la consideró un arma “poco económica”.

Fuente:
http://www.dailymail.co.uk/news/article-1195603/War-poison-dart-How-Britain-planned-rain-death-Nazis.html

Palomas kamikazes

Durante la Segunda Guerra Mundial se desarrollaron los primeros misiles antibuque de la historia. Eran en general armas poco efectivas, muy inestables y con una alta tasa de fallo. Su mayor problema era que los sistemas de guiado de la época dejaban mucho que desear. Generalmente eran dirigidos por radiocontrol, y los operadores tenían que guiarse por señales de televisión enviadas por equipos instalados en el morro de los proyectiles. Pero el tamaño y la poca fiabilidad de aquellos primitivos sistemas los hacían muy ineficaces.

Un buen día un investigador estadounidense propuso una imaginativa solución al problema. Burrhus Skinner (os juro que ese era su nombre auténtico) era un psicólogo conductista estadounidense de enorme prestigio. Sus trabajos sobre condicionantes ambientales de la conducta y técnicas de modificación del comportamiento se han convertido en obras de referencia para la psicología moderna. Es tanta su influencia que un personaje de Los Simpson, el director de la escuela, se llama Skinner en su honor (es una serie en la que abundan este tipo de guiños culturales).

La propuesta de Skinner era utilizar palomas para guiar los misiles hacia sus blancos. Creía que podía condicionar a las palomas para que siguieran con la vista y picotearan una figura determinada tratando de conseguir alimento. Teniendo ante ellas una pantalla o visor en el que se viese un objetivo, como un buque de guerra, se las podría enseñar a picotear en su dirección. Añadiendo un sistema de guiado que variase el rumbo del misil siguiendo las "indicaciones" de las palomas, se conseguiría un arma que podría ser dirigida contra un blanco en movimiento y que no perdería el objetivo aunque este variase el rumbo.

El NDRC (National Defense Research Committee, o Comité de investigación de Defensa Nacional), no sin escepticismo, contribuyó a la investigación con 25.000 dólares. Los primeros trabajos fueron muy prometedores. Skinner consiguió adiestrar a las palomas para que reconociesen determinadas formas, como barcos o tanques. Cada paloma aprendía a seguir el objetivo que se le había enseñado, sin prestar atención a cualquier otro elemento que viese en su pantalla. Si una paloma fijaba su atención en un buque, ni la aparición de otros objetivos, ni las nubes ni el humo conseguirían que lo abandonase. Aun así, para compensar posibles fallos individuales, Skinner ideó un proyectil dirigido por tres palomas colocadas en compartimentos separados en su interior. Una cámara en el morro del misil enviaba la imagen captada a tres pantallas situadas en cada uno de los compartimentos. Las imágenes se reflejaban en unas placas colocadas enfrente de las palomas y que estaban conectadas a los controles de vuelo. Cuando las palomas reconocían la forma de un blanco, picoteaban en las placas, y según el punto en el que diesen los picotazos irían modificando el rumbo del misil.

Desde el principio Skinner se quejaba de que "nuestro problema es que nadie nos toma en serio". En las pruebas en laboratorio el sistema funcionaba, y en aquella época no había ningún otro método de guiado con una eficacia mínimamente comparable, pero todo el trabajo resultaba demasiado extravagante para los que lo observaban desde fuera. Skinner, como buen estudioso de la conducta que era, lo explicaba como una cuestión de psicología humana, ya que por muy probada que estuviese la fiabilidad de su método pocas personas estarían dispuestas a confiar el guiado de un misil a una paloma. Al final ocurrió lo que él temía: el 8 de octubre de 1944 el NDRC canceló el programa, argumentando que "el cumplimiento de este proyecto retrasaría seriamente otros que en opinión de la División tienen la promesa más inmediata de aplicación en el combate".

En 1948 la Marina de los Estados Unidos reabrió el programa con el nombre de Proyecto Orcon (de Organic Control, "control orgánico"). Fue cancelado en 1953, cuando la mejora de los sistemas electrónicos de guiado hizo innecesario seguir estudiando el uso de palomas como pilotos suicidas.

Descargas de artículos en PDF

He creado una nueva página en el blog donde se puede acceder a varios artículos en formato PDF. No están escogidos con ningún criterio en especial, simplemente pasé a PDF unos cuantos casi al azar para ver cómo quedarían, en algunos casos uníendo varias entradas sobre un mismo tema. Por ahora hay solo seis, si veo que la idea gusta ya iré subiendo más.

Descargas en PDF

Podéis encontrar las páginas en las pestañas que hay bajo la cabecera del blog.

Ezi Wilimowski, el traidor

Ernst Otto Prandella nació en Kattowitz, en el Imperio Alemán, el 23 de junio de 1916. Kattowitz (Katowice en polaco) era una ciudad industrial de mayoría alemana de la Alta Silesia, un territorio fronterizo habitado por alemanes, polacos y checos. Después de la Primera Guerra Mundial las potencias vencedoras dieron a los silesios la oportunidad de decidir su futuro en un referéndum. En las regiones orientales ganaron los partidarios de unirse a la nueva República de Polonia. Así, en 1922 Ernst y su familia, de lengua y cultura alemanas, se convirtieron en ciudadanos polacos.

Ernst no conoció a su padre, muerto en el frente ruso durante la guerra. A los trece años fue adoptado por el nuevo marido de su madre y tomó su apellido. Además en el colegio habían "polonizado" su nombre, por lo que Ernst Otto Prandella pasó a ser Ernest Otton Wilimowski.

Desde muy joven Ernest (apodado "Ezi") comenzó a destacar en el equipo de fútbol de su ciudad, el FC Kattowitz. Era un extremo izquierdo rápido y habilidoso, con un gran regate y un potente disparo. A los diecisiete años fichó por el Ruch Hajduki Wielkie. Con ese equipo ganó el campeonato de Polonia en 1934, 1935, 1936 y 1938. En los años que jugó en el Ruch Hajduki Wielkie marcó 112 goles en 86 partidos, siendo el máximo goleador de la liga en 1934 y 1936. En 1939, cuando el campeonato se interrumpió por la invasión alemana, encabezaba también la clasificación de goleadores. El 21 de mayo de 1939 marcó diez tantos en un partido ante el Union-Touring Łódź, record goleador en la liga polaca que todavía se mantiene.

Ernest Wilimowski debutó con la selección de Polonia en un partido contra Dinamarca el 21 de mayo de 1934, con 17 años y 332 días. Aún hoy sigue siendo el futbolista polaco más joven en jugar con su selección. En 1938 Polonia se clasificó por primera vez en su historia para disputar una fase final de la Copa del Mundo. El 5 de junio de ese año, en Estrasburgo, debutó en octavos de final contra Brasil (en aquella época se jugaban eliminatorias directas desde el primer partido). El tiempo reglamentario terminó con el resultado de 4-4, siendo Ernest el autor de los cuatro goles polacos, en una de las actuaciones individuales más impresionantes de la historia de la Copa Mundial. En la prórroga forzó un penalti, pero no bastó para dar la victoria a su equipo. Brasil ganó el partido por 6-5 y Polonia quedó eliminada. Con un único partido, y con solo veintidós años, Wilimowski se convirtió en una de las estrellas del campeonato.

Otro partido destacado de Ernest Wilimowski fue el último que jugó la selección polaca antes de la guerra. El 27 de agosto de 1939, apenas cinco días antes del comienzo de la invasión alemana, Polonia se enfrentaba en Varsovia a la poderosa selección húngara, subcampeona del mundo en 1938. A los 33 minutos de juego Hungría iba ganando por 2-0, pero tres goles de Ernest y un penalti provocado por él condujeron a su equipo a la remontada. Polonia acabó ganando el partido por 4-2. Fue "el último domingo feliz", como lo llamaría el locutor deportivo Bohdan Tomaszewski, que muchos años después sería uno de los que impidieron el regreso de Wilimowski a su tierra natal. En total Ernest marcó 21 goles en 22 partidos con la selección polaca.

Cuando los alemanes invadieron Polonia, Ernest se inscribió en la Deustche Volksliste ("Lista del Pueblo Alemán"), lo que significaba ser considerado oficialmente un Volksdeutsche, una persona de ascendencia alemana residente en los territorios ocupados por el Reich. Aquello le convirtió en un traidor para la gran mayoría de los polacos. Más aún cuando en 1940 abandonó Polonia para aceptar un puesto de policía en Sajonia, lo que le permitiría continuar con su carrera deportiva en Alemania. Los dos años siguientes jugó en el Polizei-Sportverein Chemnitz, el equipo de la policía de Chemnitz. En 1942 fichó por el Munich 1860, equipo con el que jugó hasta la suspensión de la liga en 1944. Entre 1941 y 1942 fue ocho veces internacional con Alemania, marcando trece goles (la mayoría en partidos propagandísticos contra aliados del Eje de escaso nivel futbolístico, como Rumanía, Eslovaquia, Croacia...). El 16 de agosto de 1942 jugó con la selección alemana contra Rumanía en Beuthen (Bytom en polaco), una ciudad vecina a Katowice. Alemania ganó 7-0, y Ezi marcó uno de los goles. Aquella sería la última visita de Wilimowski a su ciudad natal.

Después de la guerra continuó jugando en distintos equipos alemanes hasta su retirada en 1959. Se asentó en Karlsruhe con su mujer (alemana) y sus cuatro hijos. Nunca regresó a Silesia. En 1995 recibió una invitación del Ruch Chorzow (el nombre actual del Ruch Hajduki Wielkie, el equipo de sus años de gloria) para asistir a los actos del 75º aniversario del club, pero una campaña de prensa montada contra él por algunos periodistas deportivos polacos le hizo renunciar pocos días antes del viaje. Murió en Karlsruhe dos años más tarde.

Ezi Wilimowski pudo haber sido uno de los más grandes futbolistas de todos los tiempos. Sin embargo, ni siquiera le quedó el reconocimiento por sus grandes actuaciones con Polonia y el Ruch Hajduki Wielkie antes de que la guerra truncase su carrera. Su decisión de aceptar la ocupación alemana le supuso ser borrado de la historia del fútbol polaco, y el otrora gran héroe nacional cayó en el olvido.

Volcanes contra el Sol Naciente

Japón está sentado a horcajadas sobre la pieza más inestable de la corteza terrestre. Tiene treinta volcanes activos, por no hablar de los cientos que se alzan hacia el cielo en un sueño intranquilo. Los terremotos son tan numerosos como las estrellas fugaces en agosto. Apenas pasa un día sin que algunos de los embaucados por Hirohito sientan la oscilación de la Tierra bajo sus pies. El miedo a los volcanes está tan arraigado en la mente de los japoneses que han hecho dioses de ellos, colocando altares en sus bases para apaciguar su ira amenazante con regalos y súplicas, y tan grande es su temor de estas divinas montañas humeantes que es razonable creer que el mero hecho de bombardear los volcanes causaría el mismo terror cataclísmico que indudablemente se produciría si nuestros bombarderos arrasasen el palacio del Emperador (el autoproclamado descendiente del Dios Sol). Pero las block-busters [grandes bombas de demolición] podrían hacer aún más que eso. Desde poco después de Pearl Harbor, he recomendado que nuestro ataque total contra el territorio japonés esté acompañado de bombardeos en los volcanes japoneses. Creo que explosivos dejados caer en sus gargantas pueden causar tal vómito de lavas y cenizas como para acelerar el día de la rendición incondicional. Las bombas son más y más grandes, y cada vez estoy más convencido de que merece la pena probar este tipo de ataque.

Así comienza un artículo publicado en el número de enero de 1944 de la revista estadounidense Popular Science, titulado ¿Podemos arrasar Japón desde abajo?. Su autor era Harold O. Whitnall, profesor de Geología y Geografía de la Universidad de Colgate. En él proponía bombardear los volcanes japoneses para provocar erupciones artificiales. El profesor Whitnall creía que con las bombas de la época era factible, y que el bombardeo de volcanes constituiría un arma decisiva que podría lograr por sí sola la derrota del Japón.

Probablemente el profesor no lo sabía, pero lo que él proponía ya se había intentado. En marzo de 1943 la USAAF bombardeó el Rabatana, un volcán vecino a la estratégica base japonesa de Rabaul, en la isla de Nueva Bretaña. Sin resultados.

El artículo completo (en inglés, claro) lo podéis ver en Google Books.