El mayor tesoro jamás embarcado

En la medianoche del 8 de julio de 1940 dos buques de la Royal Navy, el acorazado Revenge y el crucero Bonaventure, abandonaron el estuario del Clyde, en Escocia, protegidos por la oscuridad. Al amanecer se reunieron frente a la costa escocesa con otros siete barcos que habían zarpado de distintos puertos británicos. Eran dos buques de línea polacos que se habían refugiado en Gran Bretaña tras la invasión alemana de su país el año anterior, llamados Sobieski y Batory, el antiguo vapor Monarch of Bermuda, y cuatro destructores de escolta. Se formó así un convoy de nueve barcos al mando del almirante Sir Ernest Russell Archer, capitán del Revenge. Su destino era el puerto de Halifax, en Nueva Escocia, Canadá. Y su cargamento, repartido entre los dos grandes buques de guerra y los tres vapores, consistía en unos 773 millones de dólares de la época en lingotes de oro, además de 300 cajas llenas de valores negociables extranjeros (acciones, obligaciones...), con un valor aproximado de 1.000 millones de dólares.

El HMS Revenge, un veterano acorazado botado en 1915, que pasó la mayor parte de la guerra dedicado a la escolta de convoyes:


El convoy del Revenge zarpó después de recibir avisos del Almirantazgo sobre actividad de submarinos alemanes, algo habitual en aquellos días. Tras la ocupación de Noruega y Francia los submarinos de Dönitz habían conseguido acceso libre al Atlántico, lo que se tradujo a partir de junio de 1940 en un aumento considerable de los ataques al tráfico mercante británico. Durante toda la travesía las tripulaciones se mantuvieron en estado de alerta permanente. A unas 200 millas los destructores de escolta regresaron a Gran Bretaña y dejaron solos a los cinco buques con su multimillonaria carga. Los barcos navegaban a toda máquina y en zig-zag para protegerse de posibles ataques de submarinos. Cuando llevaban recorridas unas tres cuartas partes del trayecto, el Batory tuvo una avería en una de sus máquinas. Como no podía seguir el ritmo del resto, el almirante Archer se vio obligado a dividir el convoy. Decidió que el Revenge, el Monarch of Bermuda y el Sobieski seguirían a toda velocidad hacia Halifax, mientras que el Bonaventure acompañaría al Batory, que pondría rumbo a St. John, en Terranova, y luego continuaría hasta Halifax bordeando la costa canadiense. El 13 de julio llegaron a Halifax el Revenge y los dos vapores. El Bonaventure y el Batory se les unieron más tarde sin novedad. Cuando los cinco buques se reunieron a salvo en el puerto con su valioso cargamento intacto todos los implicados en la operación respiraron aliviados. Las cajas de oro y valores fueron desembarcadas y cargadas en cinco trenes especiales con destino a Ottawa.

¿De dónde había salido semejante fortuna? ¿Y por qué era transportada por buques de guerra británicos, arriesgándose a cruzar el Atlántico pese a la amenaza de los submarinos alemanes? La historia comenzó unas semanas antes, a mediados de junio de 1940. Después de la derrota de Francia, y ante la amenaza de invasión alemana, el gobierno de Winston Churchill decidió en sesión secreta el traslado a Canadá de las reservas de oro del Banco de Inglaterra. El objetivo era doble: En primer lugar poner a salvo las reservas nacionales y garantizar que se podría continuar la lucha aun en el caso de que Inglaterra fuese invadida. En segundo, disponer de efectivo para comprar en Norteamérica todos los suministros que Gran Bretaña necesitaba. Todavía no se había aprobado la Ley de Préstamo y Arriendo, y los beligerantes sólo podían comprar en Estados Unidos pagando al contado. Junto a las reservas de oro se trasladaría también una fortuna en valores extranjeros. Sin informar a sus propietarios, todos los títulos negociables extranjeros que se encontraban depositados en los bancos británicos fueron sacados de las cajas fuertes y reunidos para su traslado a Canadá. Por primera vez en la historia de Gran Bretaña, en interés de la defensa nacional habían sido expropiadas inversiones privadas sin consentimiento de sus propietarios. Más tarde se les compensaría dándoles su valor en el mercado, pero en libras esterlinas. Gran parte de esos valores fueron vendidos en dólares, y utilizados para comprar armas y productos estratégicos en Estados Unidos.

Todo el proceso se desarrolló en el secreto más absoluto. Habría sido un durísimo golpe para la moral nacional si el pueblo británico hubiese sabido que el gobierno se tomaba tan en serio la amenaza de invasión como para decidir poner a salvo las reservas de oro enviándolas a América. Y por supuesto el secreto era necesario también por motivos de seguridad. Si los alemanes se enteraban del plan británico habrían tenido como objetivo prioritario interceptar los cargamentos, y en aquellos meses la actividad de los submarinos alemanes hacía realmente peligroso navegar por el Atlántico. Durante el mes de junio habían hundido sólo en el Atlántico Norte 57 buques, con un desplazamiento total de 350.000 toneladas.

El convoy del 8 de julio fue el mayor, pero no el único de esos envíos. Durante el verano de 1940 cruzaron el Atlántico varias remesas de oro y valores. El primer viaje lo hizo el crucero Emerald, que zarpó el 24 de junio de Greenock, Escocia, cargado con casi 9.000 lingotes de oro y 488 cajas de títulos negociables con un valor aproximado de 400 millones de dólares. Todos los envíos tenían como destino el puerto de Halifax. Al llegar eran cargados en trenes y trasladados a Ottawa. Allí eran depositados en un sótano de la sede de la Sun Life Assurance Company. Todo ello en el máximo secreto. Ni siquiera los empleados de la aseguradora sabían lo que se guardaba en el edificio en el que trabajaban.

4 comentarios:

  1. Muy listo era Churchill llevándose esa fortuna a Canadá para asegurarse el aprovisionamiento de todo lo necesario para continuar la guerra. Un hombre precavido.
    Saludos.

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  2. Y demostró que estaba dispuesto a continuar la lucha pasase lo que pasase.
    Un saludo.

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  3. Conocía el traslado del oro del Banco de Inglaterra a Canadá durante la 2GM por motivos de seguridad pero desconocía que hubiesen trasladado también valores negociables extranjeros.

    Incluso se planteó que los Reyes se trasladasen a Canadá pero decidieron quedarse en Londres para demostrar a sus súbditos que no eran ajenos al sufrimiento de la nación.

    http://apartofmyuniverse.blogspot.com

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  4. La posibilidad de que los reyes de Inglaterra abandonase Londres creo que se planteó algo más tarde, durante el blitz. Por cierto, el palacio de Buckingham llegó a sufrir algunos daños en un bombardeo. La marcha de los reyes habría sido un golpe muy duro para la moral británica. Un saludo.

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